Ideele Revista Nº 265
1) ¿Quiénes serán los primeros en sufrirlo?
Los
primeros en sufrir a Trump van a ser los mismos que lo eligieron, es decir los
blancos pobres, quienes no tienen educación completa ni la consideran necesaria,
disponen de tarjetas de créditos que no son aceptadas y, por fin, son llamados
“blue collar” o también “loosers” (perdedores) que quiere decir “muertos de
hambre” en el vocablo ultrajante del magnate.
Aunque
suena paradójico, estos norteamericanos que sufren más que cualquiera las crisis
del capitalismo son quienes eligieron a quien probablemente se convertirá en su
mayor enemigo. Ellos no suelen ir a votar, pero esta vez lo hicieron para elegir
a Donald Trump.
Se
les dice “loosers” y lo son. En su despiadada búsqueda de beneficios, el sistema
los dejó atrás. En las últimas décadas, los blancos pobres perdieron más que
nadie poder adquisitivo y puestos de trabajo, y esa situación los llevó al
alcoholismo, las drogas, la obesidad y el suicidio.
Su
completa ignorancia (la mayoría no culminó la educación) los hizo aceptar el
sofisma propagandístico trumpiano de que los inmigrantes eran los responsables
de robarles sus puestos de trabajo. No era un argumento recién inventado pues
Hitler lo usó para culpar a los judíos de todas las miserias alemanas, pero
resultó efectivo.
La
verdad es diferente. Las dos causas de su desgracia son generadas por el propio
sistema por el que han votado. Primera, el fenómeno empresarial del “offshore”,
en el que las grandes corporaciones de los Estados Unidos establecen filiales en
los países pobres a fin de abaratar el costo de mano de obra.
La
otra causa es la automatización de la industria en virtud de la cual han
desaparecido los trabajos repetitivos que ellos y sus padres (por sus bajas
calificaciones) ejercían. En ninguno de los dos casos (offshore y
automatización) vale la condición de “americano” ni importa mucho la de
“blanco”. Los “profits” de las empresas son lo que interesa. Y eso es algo que
el señor Trump se olvidó de decir a sus “fans”.
Más
todavía, desde hace 30 años, el auge del capitalismo neoliberal ha significado
la pérdida del derecho a la sindicalización, la disminución de los salarios y la
generalización de los contratos temporales de trabajo que convierten a los
trabajadores en minúsculos individuos frente al poder de los directorios, todo
lo cual se expresa en un “tómalo o déjalo”.
Supuestamente,
el triunfo de su candidato iba a significar el comienzo del fin de los oscuros
inmigrantes y con ello la recuperación de sus trabajos y de su dignidad.
Nada
de eso va a ocurrir. Con el triunfo de su candidato, ahora, aparte de sus
periódicas privaciones de empleo, las hipotecas vencidas y las mudanzas
forzadas, van a quedarse sin seguro de salud porque esa es la primera medida del
presidente Obama que Trump ha prometido liquidar.
Actualmente,
ese seguro cubre las necesidades de millones de norteamericanos los cuales no
poseían cobertura de salud por la renuencia de las compañías privadas o la
oposición de los empleadores.
2-¿Y ellos, los votantes blancos, deseaban quedarse sin cobertura de salud? ¿Por qué?
Supongo que eso es lo que todos se preguntan, y trataré de ensayar una respuesta de esos ciudadanos.
El
obrero blanco que, en septiembre del año pasado, fue a cambiarme la puerta
eléctrica de mi garaje me lo explicó. Me explicó que él preferiría quedarse sin
el medicamento de todas las noches contra el colesterol y sin su
antihipertensivo de las mañanas a recibirlos de “Obamacare”, un programa que él
considera comunista. Le conté que ese seguro existía en toda Europa, y él me
dijo que esos países eran medio comunistas.
“No
padezco de ninguna enfermedad terminal.- me dijo por su parte el obrero que
cargaba mi nueva refrigeradora- ¿Para qué voy a pagar un seguro? No quiero pagar
cuotas mensuales para que mi dinero vaya a costear el hospital de algún extraño
o un “looser”-.
Uno
y otro estaban influidos por la campaña supuestamente cristiana de los
republicanos para quienes cualquier forma de solidaridad es comunismo.
Ahora,
cuando de veras necesiten de un médico, un medicamento o una hospitalización van
a desear que ese sistema llegue cuanto antes.
No
hay razón de tipo económico que justifique la desactivación del llamado
“Obamacare”. Las compañías de seguros están felices porque se ha incrementado en
millones el número de sus asegurados.
Lo
que pasa es que Trump y sus seguidores son conservadores fundamentalistas. En la
Casa Blanca, el magnate desactivará todo lo que Obama hizo para convertir los
Estados Unidos en un país más humano. Al triunfar el egoísmo, todo lo que es
humano, estará de sobra.
3) ¿Y los latinos que votaron por Trump?
Fueron muchos, muchísimos, a pesar de que los insultos del magnate contra la comunidad mexicana se extendían a todos. En Florida, uno de los estados que decidió el resultado, se esperaba que el aumento de los votantes de esa etnicidad inclinara la balanza hacia Hilary Clinton, pero no fue así, y todos coinciden en que la victoria del magnate se debió al voto latino.
¿Quiénes
son ellos y por qué lo hicieron? …En las fotos y los videos, se les muestra poco
heterogéneos. Son los más oscuros, pero la mayoría tiene el pelo pintado de
rubio. Otros posan hogareños, pero a la única “American Family” a la que se
parecen es a la familia Adams.
Se
trata que tienen más tiempo en los Estados Unidos. Hace muchos años consiguieron
Green card y luego ciudadanía, y por fin, gozan de los privilegios que los
estados otorgan a la gente de color una suerte de “discriminación positiva”,
según la cual entre dos trabajadores con iguales calificaciones, uno “blanco” y
otro “colored”, hay que elegir al Latino.
Este
tipo de Latinos discrimina a los recién llegados porque teme que les disputen
sus privilegios y, en su camino hacia la completa “blanquitud”, prohíbe a los
hijos hablar en castellano, quema el antiguo pasaporte y desdeña las costumbres
originales.
4) ¿Cuál es el perfil de un votante de Trump?
Es un “looser”, ese vocablo que él pronuncia con tanto desprecio.
“Loosers”
significa “perdedores”, y ellos lo son. Son los primeros en perder su puesto de
trabajo. Son los primeros en ser echados de la vivienda por falta de pago del
arrendamiento o imposibilidad de pagar la hipoteca. No pueden gozar de las
comodidades que la televisión les incita a comprar. Viven endeudados y sus
tarjetas de crédito son con frecuencia rechazadas.
Además,
son blancos, y les repugna la idea de que su blanquitud no les depare
preferencias. Los aterra el día en que –de acuerdo a las proyecciones del
Censo-pasen a segundo plano, y los “latinos” ocupen la mayoría
demográfica.
Trump
significó para ellos el retorno de los viejos buenos tiempos en que los hombres
(y no esas horribles feministas) tomaban las decisiones y en los que los blancos
eran los obligados ocupantes del poder. Buenos tiempos en que las familias
blancas iban y venían de su casa al trabajo sin tropezar con gente de color ni
con parejas homosexuales.
No
importa que esos tiempos dorados jamás hayan existido porque todo el tiempo las
empresas han proporcionado todo ese poder a los empresarios, y no necesariamente
a buenos “americanos blancos”.
Con
su vulgaridad frente a las cámaras de televisión, sus alusiones a la
menstruación, su prepotencia grosera y sus manoseos a las mujeres pobres, Trump
les hizo ver que esa la imagen del verdadero hombre blanco, del que puede,
puede, y de que ellos podían llegar a ser tan verdaderos hombres –y no
mariquitas- como el hombre del peluquín.
Por
otra parte, el sistema ha logrado borrar en ellos cualquier atisbo de conciencia
de clase, una palabra y una frase ya no existen en el vocabulario de los
norteamericanos puesto que los académicos postmodernistasla han reemplazado por
las supuestas contradicciones de etnia y género.
La
educación incipiente de los blancos pobres les impide entender que su situación
se debe a un sistema perverso, el capitalismo, en el que las empresas son más
importantes que los hombres (aunque éstos sean blancos) y en el que hay una ley
más sagrada que la de Dios, y es la de la oferta y la demanda.
Incapaces
de señalar a los verdaderos culpables de su situación, buscan chivos expiatorios
que son los inmigrantes que supuestamente llegan para arrebatarles sus puestos
de trabajo. Por eso se sienten tan felices cuando Trump dice que va a construir
una muralla en la frontera y que va a echar a su país a los “mexicanos”.
A
propósito, “mexicanos” para él y para la mayoría de sus seguidores, somos todos
los latinoamericanos. Las fallas del sistema educativo o su absoluta ignorancia
les hacen creer que México es un país situado al sur en que viven los “latinos”
de ciudades como Guadalajara, Lima, Bogotá, Santiago o Buenos
Aires.
Este
tipo de Latinos discrimina a los recién llegados porque teme que les disputen
sus privilegios y, en su camino hacia la completa “blanquitud”, prohíbe a los
hijos hablar en castellano, quema el antiguo pasaporte y desdeña las costumbres
originales.
5)-¿Y Trump es el malo de la película? ¿El republicano feo?
No, necesariamente. Él es tan ignorante como cualquiera de los otros precandidatos republicanos con los que compitió antes de enfrentarse a la señora Clinton. Ellos se presentaban siempre ante cámaras con una biblia bajo el brazo, pero su pretendido cristianismo era incongruente con su propuesta de echar del país a millones de trabajadores. Uno hubo que dijo que la mejor solución al problema migratorio consistía en levantar una valla electrificada y potencialmente letal en la frontera.
Lo
que los diferencia es que los otros todavía no han descubierto el encanto de
aparecer como un hombre del pueblo, un gringo pobre, y echar las groserías que
aquél desearía lanzar contra los negros, los árabes, las mujeres, los
inmigrantes y los homosexuales. Cada vez que lo hacía, ganaba votantes. Cuando
se difundió el audio en que contaba como manoseaba a las mujeres o las
arrastraba a la cama, tanto sus revelaciones como su vulgaridad le ganaron
millones de adeptos. Creo que en ese momento se definió su futura
victoria.
6) -A todo esto, ¿qué tiene que ver la religión en las elecciones norteamericanas?
Lectores de diversos países me piden que comente la razón por la cual los votantes de una de las naciones más adelantadas del planeta pueden escuchar- sin reírse- los alegatos de un grupo de políticos que en cualquier otro lugar habrían sido tildados de mentecatos. Hablan con Dios, aferran con la mano a su esposa para mostrar una moral intachable, ¿Qué los diferencia del futuro inquilino de la Casa Blanca?
Como
todos lo saben, la mayoría de los republicanos que aspiran a una candidatura,
llevan una biblia consigo o se muestran al lado de pastores o lanzan
condenaciones contra los homosexuales, y muchos de ellos han asegurado que Dios
se les apareció y les sugirió que candidatearan.
Al
parecer, el estudio de su Biblia les impidió acceder a los estudios generales,
por ejemplo:
Uno de los precandidatos, el abogado latino Marco Rubio, se presentó en una escuela y cuando los niños le preguntaron cuántos años tiene este planeta, respondió mirando al techo: “¿En qué año estamos? ¡En el 2015! Entonces tiene 2015 años de edad…
Uno de los precandidatos, el abogado latino Marco Rubio, se presentó en una escuela y cuando los niños le preguntaron cuántos años tiene este planeta, respondió mirando al techo: “¿En qué año estamos? ¡En el 2015! Entonces tiene 2015 años de edad…
Por
su parte la ultraderechista Sarah Palin exhibió sus “conocimientos” de política
internacional cuando dijo “Corea del Norte es la que está al Sur, ¿no?... Ellos
son nuestros amigos!
Y
sin embargo, el evangelio de Cristo del que quieren apoderarse no guarda
coherencia con el odio que predican ni con sus postulados políticos. Son
enemigos declarados de los inmigrantes, de las madres solteras, del aborto, de
las parejas gay y de los musulmanes, pero ninguno de los beatos republicanos ha
sido capaz de denunciar el pecado de avaricia de los bancos ni de las
corporaciones capitalistas que, en su afán de enriquecerse sin medida,
provocaron la más pavorosa crisis económica de los últimos cien años.
Ninguno
de ellos tampoco ha mostrado compasión cristiana por los sufrimientos que
soportan los que perdieron sus casas, ni mucho menos con la angustia de los
trabajadores desocupados y de sus familias.
Trump
es distinto al resto de los republicanos porque es más rico, más brutalmente
directo, más dicharachero, más maniqueo, más simplón, o sea un hombre de quien
un looser podría decir: “Es como yo. Con él me gustaría tomarme una
cerveza.”
7) -Por fin, ¿cuáles son las perspectivas? ¿Cumplirá las promesas con sus electores? ¿Tendremos Trumpforever? ¿Es Trump el heraldo de un nuevo tiempo?
En cuanto a política interna, no podrá cumplir con su elector ni mucho menos lo intentará.
Los
empleos continuarán yéndose del país y, por su parte, la dinámica del
neoliberalismo continuará poniendo contra la pared al trabajador “americano” y
frente a la alternativa del “tómalo o déjalo”. La desaparición del Obamacare y
la posible aniquilación del seguro social pondrán de rodillas también a las
clases medias, y por fin, frente a cualquier expresión de malestar de los
“loosers”, el presidente responderá cachaciento que su deber era con el sistema
capitalista y no con los “americanos” pecosos, rubios y de tez colorada.
Por
otro lado, su promesa de echar a 11 millones de indocumentados es irrealizable.
La harán imposible las grandes empresas agroindustriales que necesitan contar
con mano de obra barata.
Como
lo ha dicho Noam Chomsky, la victoria de Donald Trump se debe al “miedo” y es el
resultado de una “sociedad quebrada” por el neoliberalismo. El ogro electo
pondrá esa sociedad más cercana a la bancarrota, y los primeros en sufrirlo
serán sus votantes. Aquellos no sabrán cómo expresar sus frustraciones, pero al
menos dejarán de votar dentro de cuatro años.
¿Habrá
Trump por sólo cuatro años?...Es lo que todos nos preguntamos. Y es lo más
probable. Si no es así, que Dios nos recoja
confesados.
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Guillermo C. Cohen-DeGovia
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