Por Carlos A. Trevisi
Es muy
difícil que la gente reconozca actitudes honrosas en un mundo cuyo “modus
vivendi” gira en torno de la diversión ,
el prestigio y la corrupción. Poco
interesa que seas un tipo sabido, que te retraigas socialmente o que dediques
tiempo a la reflexión. Comienzas a contar enemigos no bien te lanzas con una
denuncia contra los que gozan de un estatus social de relevancia o te apartas
de la norma de pensar como los demás.
Bien se
podría sostener, como de hecho sucede, que cada hombre es lo que los demás ven
de él. Como el juicio es propio de una
esfera social donde reina el poder económico y una enconada lucha por acceder a
él , pasarás por un gran hombre si tienes fortuna, si eres ejecutivo de una
empresa importante, si juegas al golf, si eres empresario o si eres
católico de misa y comunión en La Almudena. Si vives recogido en tus adentros y
el patrón de tus virtudes es una conciencia clara de lo que significan los
demás, vas muerto. La indiferencia que ha reinado acerca de tu persona se
transforma de pronto en un “está loco, quiere notoriedad, aspira a…” .
Esto, que es “vox populi”, alienta un “no te metas en líos que vas a terminar
mal”.
El
humanismo cristiano le ha dado al hombre la posibilidad de asumir su
individualidad y fortalecer su intimidad. Sin embargo, el tiempo y las
circunstancias creadas por la Revolución Industrial, con todo que
favorecieron el crecimiento de los recursos de los que se ha valido el hombre
hasta el presente, lo ha ido convirtiendo, paulatinamente, en uno más de
una masa informe de individuos que han perdido la capacidad de ver al “otro”.
Su afán por el éxito, el dinero y el poder le ha hecho perder de vista al
“otro”, que se ha ido desdibujando en su desdicha de no poder “pertenecer”.
La
humanidad, ya en plena globalización, está viviendo ese momento.
Los que
no aceptan que el poder se haga con sus vidas son traicionados por los
políticos –comisarios de aquél-, atenazados por los medios –al servicio del
capitalismo (que no del capital) y estrangulados por el sistema bancario que se
queda hasta con las casas de los que, en su pobreza e ingenuidad, no pueden
afrontar las hipotecas a 30 y 40 años que pesan sobre ellas.
El
sistema no pierde ocasión para reforzar sus beneficios. Políticos mediante,
abochorna la educación pública, arancela la universidad, recorta los
presupuestos para la investigación científica y la sanidad y todo en beneficio
del país al que todos tenemos que ponerle el hombro para que salga de la crisis
porque, según nos explican, ”hemos vivido por encima de nuestras
posibilidades”.
Las
cosas van mal. Los que antes vivían al día, pero vivían, han bajado a la
pobreza extrema y a esta altura, con cinco millones de desocupados habrá de
suceder lo que sucedió en las villas miseria de la Argentina, que desplegaban pancartas
dando la bienvenida a la “clase media”.
La
sociedad ya está dividida. Se distingue con toda claridad a los que se han
salvado y a los que buscan comida caducada en los contenedores de basura de los
supermercados.
Como
nunca antes estamos informados al detalle de lo que sucede. Pero no basta. No
alcanza con enterarse y difundir “urbi et orbe” el atropello al que se nos
somete. Recibimos a diario en nuestros ordenadores noticias que se multiplican
“ad infinutum” y reenviamos en cadena a nuestros amigos como si las hubiéramos
generado nosotros, como una gran novedad.
Es una
forma de expurgar nuestra inacción. A pesar de que no siempre todo lo que
hacemos los hombres es lo debido, hay pocas actitudes tan indignas,
especialmente en estos momentos de profunda crisis, como la sentarse a dar
testimonio de lo mal que anda todo. Hay que actuar y actuar no significa
nada más ni nada menos que PARTICIPAR.
ASOCIACIÓN
CULTURAL “GUADARRAMA EN MARCHA”
Fundación
Emilia Mª Trevisi
Diciembre 2012
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