POLÍTICA > ESPAÑA
Los itinerarios del plagio
¿Qué engranajes
de poder se esconden detrás de las universidades españolas? ¿Por qué el
silencio? ¿Qué conciencia hay en la sociedad española sobre la dignidad de la
producción intelectual?
23 DE DICIEMBRE DE 2016
Nunca se había oído noticia de un fraude intelectual a tan gran escala en
el ámbito universitario. Como han venido informando eldiario.es, Cuarto
Poder o El Correo Gallego, el rector de la universidad
pública Rey Juan Carlos de Madrid (URJC), Fernando Suárez Bilbao, ha plagiado
una buena parte de su producción investigadora. Entre noviembre y diciembre se
han descubierto 10 plagios.
Cada pocos días, aparecía en prensa una nueva tabla comparativa que
remarcaba decenas de párrafos robados. Por toda respuesta, Suárez lanzó un escrito que enrabietó a la comunidad
universitaria y a las víctimas del plagio. Se negaba a dimitir, hablaba de campaña
mediática, rechazaba las acusaciones incurriendo en confusiones legales y
emulaba a Luis XIV con una suerte de ‘la URJC soy yo’ al calificar las
peticiones de responsabilidad a su figura como ataques a toda la universidad.
El silencio se había roto primero tímidamente: se pronunciaron las
víctimas, agrupaciones de alumnos. Sin embargo, plagio a plagio, se levantaron
más voces de catedráticos de distintas universidades: la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de
Alicante emitió un manifiesto “en defensa de la ética”, la crisis saltó a los
telediarios. Ante la presión, hace una semana, el órgano de coordinación de los
rectores españoles, el CRUE, forzó el
cese como vocal de Suárez. Estaba acorralado y, finalmente, el 20 de
diciembre, reunió al consejo de gobierno: no dimitió, adelantó las elecciones y
volvió a negar el plagio masivo. Tampoco cerró la puerta a presentarse de nuevo
a las elecciones. Sólo 2 de los 50 miembros presentes pidieron su
dimisión, y una gran parte le dedicó palabras de agradecimiento por la gestión. Al
acabar la reunión, recibió una ola de aplausos.
Una ovación, y un abrazo caluroso en forma de silencio
público por parte de la Comunidad de Madrid y del Ministerio de Educación. El
partido que domina ambas instituciones guarda una entrañable relación con la URJC y con el rector Fernando
Suárez. Después de haber violado el capital más básico de un investigador, la
honestidad intelectual, ha hecho falta un terremoto público para que obligaran
a Suárez a mover su posición inicial. ¿Qué engranajes de poder se esconden
detrás de las universidades españolas? ¿Por qué el silencio? ¿Qué conciencia
hay en la sociedad española sobre la dignidad de la producción intelectual?
Priomera línea de infantería
“SE HIZO UN JUICIO MEDIÁTICO EN EL QUE SE ENJUICIABA
NO SÓLO AL RECTOR, SINO TAMBIÉN AL RESTO DE LA UNIVERSIDAD"
El campus de Vicálvaro de la URJC estaba casi vacío el viernes 16. Plena
época de exámenes. En el edificio en el que CTXT habla con el Consejo de
Estudiantes no hay nadie. En el despacho, Juan Rivera, presidente del consejo;
estudia Periodismo y es un apasionado de la comunicación corporativa. Tiene
tablas y muchos adverbios. También está Virginia Huidobro, Ciencias
Ambientales, vicepresidenta; desprende menos pasión y más escepticismo. Rivera
deja claro, desde el principio, que habla en nombre del consejo: “Es complejo
para la comunidad universitaria en general que su rector esté acusado de
plagio, y es la primera vez que hemos vivido una situación así: tampoco
sabíamos muy bien cómo actuar, nos lo tomamos con cautela”. Enseguida se
refiere a una “abrasión mediática”: “Se hizo un juicio mediático en el que se
enjuiciaba no sólo al rector, sino también al resto de la universidad,
cuestionando nuestra agilidad a la hora de responder”. Huidobro interviene y se
queja de la presión que ha recibido: llamadas, preguntas de medios, de
trabajadores de otras universidades solicitando que pidieran la cabeza del
rector... Señala que hay quienes se han tenido que cambiar el número: “Que
estemos aquí no significa que tengamos las respuestas”. Son la primera línea de
infantería mientras el rector calla.
Rivera invoca constantemente la presunción de inocencia de Suárez: “No nos
pueden pedir una respuesta inmediata, un golpe encima de la mesa, primero
tenemos que coordinarnos todos”, se queja. “Existen unos plazos en los que tenemos
que hacer las cosas, básicamente, para preservar la seguridad jurídica de la
figura el rector”. Insiste mucho en trámites, pasos, burocracia. Excusa la
demora en la convocatoria de la comisión de investigación en la falta de
experiencias previas.
“Como son casos excepcionales puedes inventarte un proceso lento o un
proceso rápido; tardaron ocho meses en quitarle el doctorado honoris
causa a Rodrigo Rato”, protesta más tarde, sentado en unas escaleras
de otro edificio del campus, Víctor Guzmán, representante de la asociación de
alumnos Rise Up, responsable de la iniciativa en Change.org que
pide la dimisión del rector y que ya acumula 69.700 firmas. También Rise Up fue
la artífice de la campaña contra Rato. Guzmán critica el papel laxo del Consejo
de Estudiantes y no comprende las alusiones a los hipotéticos ataques contra la
universidad: “Esto no es un ataque, ni ideología ni una conspiración, esto es
una cuestión de comprensión lectora; coges un texto, coges el otro y comparas.
Si tú exiges una cosa y eres la máxima autoridad, debes cumplirla con mayor
rigor”.
La laxitud del consejo se nota en los adverbios. Preguntamos si creen que
hay plagio. La vicepresidenta asiente, más con la cara que con las palabras.
Rivera se resiste, suspira, ni niega ni admite que haya plagio: “Existe la duda
más allá de lo razonable de que es probable que haya plagiado. Entrar a decir
que ha plagiado sería ir en contra de la presunción de inocencia. Más allá de
lo razonable hay pruebas suficientes para plantearse seriamente la posibilidad
de que haya plagiado”.
"MÁS ALLÁ DE LO RAZONABLE HAY PRUEBAS SUFICIENTES
PARA PLANTEARSE SERIAMENTE LA POSIBILIDAD DE QUE HAYA PLAGIADO”Emilio la Parra, catedrático de Historia de la Universidad de Alicante, no
cae en circunloquios. Él es una de las víctimas de la voracidad calcadora de un
rector que copiaba hasta las erratas. De La Parra, Suárez Bilbao tomó párrafos
del libro El primer liberalismo y la Iglesia. Las Cortes de Cádiz (1985)
para su artículo Las Cortes de Cádiz y la Iglesia (2011). En
este texto, el rector saqueó a un total de cinco autores: “Nos citaba así una
vez en general, pero luego reproducía frases nuestras al pie de la letra: un
plagio manifiesto”. No se enfadó tanto por caso personal, sino porque “significaba que había catedráticos que habían
construido su obra a base de plagios”, y le molesta, sobre todo, que el
culpable sea un rector.
Uno de los argumentos que utilizan algunos defensores de Suárez es el de
reducir el rectorado a unas funciones meramente administrativas. “Pero un
rector”, se opone La Parra, “debe impulsar la ciencia y vigilar, entre otros
aspectos, la honestidad intelectual”
Caminos de la impunidad
La Parra, con más de 30 años de experiencia investigadora, asegura que el
plagio está más presente y menos perseguido de lo que cabría esperar. “A veces,
se ha tratado de ocultar estas actuaciones, y hay algún caso doloso, en el
sentido de que se han dejado pasar plagios apreciables y se han tratado de
ocultar por ser de una persona concreta”, explica. Si el plagiario es un
superior y la víctima quiere hacer carrera universitaria o ser titular en el
futuro, la mejor medida es el silencio. “Es evidente que hay una mafia y están
practicando este tipo de cosas, hay amaños, una fontanería por parte de sujetos
de calaña dudosa”, lamenta el catedrático.
En suelo español, la impunidad está ligada a esta modalidad de fraude. A
José Solís le
copió en 2001 parte de su tesis Juan Francisco Baltar, el cual había sido miembro suplente de la
comisión del doctorado. El rector de la Universidad de Zaragoza se puso del
lado de Baltar. El corporativismo funcionó. Solís debió esperar hasta 2015 para que el Tribunal Superior de
Justicia de Zaragoza le diera la razón.
“CUANDO UN CREADOR ALCANZA FAMA Y RECONOCIMIENTO YA
PUEDE COMETER EL MAYOR DISPARATE QUE NADIE LE APEA DE LA POSICIÓN QUE
TIENE"
El director del Instituto de Estudios Fiscales (IEF), que ayuda a marcar
los objetivos estratégicos del Ministerio de Hacienda, José Antonio Martínez
Álvarez, se mantiene a la cabeza del organismo a pesar de plagiar varios artículos y de colocarse como titular de
una cátedra que no existe. Los plagiarios invulnerables suelen vivir adscritos al poder
institucional y público, incluso fuera de la universidad. Arturo Pérez Reverte
fue condenado por
plagiar el guión de la película Gitano. Hoy, continúa
cómodamente en el sillón de la Real Academia de la Lengua y su prestigio
acumulado como autor, en este punto, no ha sufrido daños.
Ignacio Sánchez Cuenca, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad
Carlos III y autor de La desfachatez intelectual, conoce bien las
distintas facetas del fraude en la producción cultural. “Cuando un creador
alcanza fama y reconocimiento ya puede cometer el mayor disparate que nadie le
apea de la posición que tiene, le siguen llamando para conferencias, artículos,
cursos”, opina.
En la universidad, el carácter intocable de quienes tienen cierta
trayectoria y reconocimiento se agrava con los engranajes del corporativismo.
“Es el mecanismo que explica que no pase nada, los colegas no quieren
enfrentarse unos a otros. Es fácil, por ejemplo, escribir un artículo contra el
rector de otra universidad, pero en mi propia universidad no sé si tendría el
arrojo de hacerlo, sabiendo que mi posición futura depende de las decisiones
que tome el rectorado”, reflexiona Sánchez Cuenca.
Quizás, para blindar más la situación, habría que recordar que, según los
primeros datos sobre endogamia universitaria que publicó el Ministerio de
Educación, en el curso 2013/14, el 73% de los profesores trabajaban en el centro en que
se habían formado. Esto aumenta el riesgo de que el clientelismo, las deudas personales, los
agradecimientos, prevalezcan sobre el mérito.
Al autor de La desfachatez intelectual le preocupa la
politización de la universidad: “Cuando cambia el gobierno, cambian hasta las
comisiones de evaluación para hacerse catedrático o profesor titular. Cambia el
director de la ANECA y de ahí hacia abajo”.
La ANECA es la agencia que decide quién debe ascender en la carrera
universitaria y quién no. Cuando Mariano Rajoy llegó al gobierno, el ministro Wert colocó a Rafael van Grieken Salvador (también catedrático
de la URJC) a la cabeza de este organismo. Hoy es Consejero de Educación de
Cristina Cifuentes y no ha dicho una palabra sobre los fraudes de su antiguo
compañero Suárez Bilbao.
WERT COLOCÓ A VAN GRIEKEN A LA CABEZA DE ESTE
ORGANISMO. HOY ES CONSEJERO DE EDUCACIÓN DE CRISTINA CIFUENTES
Por otra parte, la burocracia se inventa y se regula desde arriba, de modo
que se hace difícil confiar en las verdaderas intenciones de una comisión de
investigación: “La comisión puede tomarse su tiempo, que normalmente es muy
largo, de forma que se desactive el caso y la gente se olvide. Se habla de
investigar como si fuera una enfermedad rara e hiciera falta un equipo médico
para estudiarla durante años; en realidad, un plagio se puede resolver en una
semana”, critica Sánchez Cuenca.
Pero hay factores culturales que juegan a favor de la omertà que
rodea el fenómeno. El profesor de la Universidad Carlos III lamenta que no haya
un consenso consolidado contra el plagio en España: de ser así, el castigo se
aplicaría automáticamente. Yolanda Marotó, en su Reflexión necesaria
sobre el plagio en el Espacio Europeo de Educación Superior, recordaba que
en los países anglosajones, incluso, existe una mayor variedad de palabras para
definir la copia o la falsificación y que cada alumno, al ingresar en la
universidad, debe firmar un “código de honor y compromiso de honestidad”.
El profesor de la Universidad de les Illes Balears Rubén Comas ha dedicado
años a estudiar el plagio entre los alumnos españoles. De momento, no se ha
atrevido a abordar el de los profesores “por no destapar la caja de Pandora”.
En un artículo, analizó las 72 normativas universitarias españolas en lo
tocante a fraude y plagios, y comprobó de primera mano el desfase de la regulación. “La mayoría de
profesores no sabe qué hacer en caso de plagio, primero porque no conocen la
existencia de reglamentación y segundo porque ésta no estipula medidas
sancionadoras claras al respecto”, explica Comas. Los profesores actúan por
instinto, lo cual traslada el mensaje de que el plagio no es reprochable per
se, sino una cuestión de sensibilidades. “Desde el punto de vista del
alumno, genera mucha indefensión”, concluye.
En las escaleras del Campus de Vicálvaro, Víctor Guzmán, de Rise Up, se
queja justamente de esta arbitrariedad: “Me da clase José Ramón Monrobel,
vicerrector de alumnos, del equipo del rector, y dice que si nos pilla copiando
no nos manda a septiembre, sino directamente al año que viene; sin embargo, no
se ha pronunciado sobre Suárez”.
Pese a las reservas para calificar el plagio a las claras, el presidente
del Consejo de Estudiantes, Juan Rivera, cuenta que en la preparación del
Trabajo Final de Grado sí aprenden los métodos de citas correctos para no caer
en la apropiación del trabajo ajeno: “Nos enseñan a citar por el método Harvard,
o por el de la Universidad de Chicago… Evidentemente, en el tema de las citas
nos dicen que hay que citar bien y que si no, se puede llegar a considerar
plagio”, asume.El perjuicio a la imagen de la Universidad Rey Juan Carlos no procede de
las peticiones de dimisión. El fraude intelectual del rector, de hecho, no
pasaba totalmente desapercibido antes de la explosión de la crisis de los
plagios. En una revista especializada chilena se hablaba así de una
publicación de Suárez Bilbao: “No es un buen libro. Es una
acumulación de páginas diversas sueltas”, “agradeceríamos que F. Suárez Bilbao
se concentrara en la Baja Edad Media y no prodigara sus incursiones científicas
en los siglos XIX y XX”. El prestigio de una universidad se mide en función de
su capacidad para producir conocimiento, no de la lealtad hacia la
jerarquía.
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