martes, 20 de diciembre de 2016

A QUIÉN LE IMPORTA QUE…

A QUIÉN LE IMPORTA QUE…

Carlos A. Trevisi

Una vez más he comprobado que los políticos son meros agentes de un sistema que solo se ocupa de la ciudadanía  cuando hay elecciones.  Encarnan un poder  que les viene desde  arriba, desde “un comando general” al que lo que menos le interesa es la gente. Hemos caído víctimas de un proyecto que está acabando con la autonomía necesaria para asumir nuestras propias necesidades en el marco de los intereses que nos atañen.  A los políticos se les llena la boca de democracia, libertades, derechos y qué no, que no se hacen realidad en la vida cotidiana de la gente. En parte porque una gran mayoría no tiene idea de que es la misma ciudadanía la que tiene que asumir con su participación la obligación de elevar a las instancias superiores del gobierno las claves de la solución de sus problemas. Se suele escuchar  “a mi la política no me interesa”. Hay a  quienes no les interesa porque se han instalado en un mundo en el que lo que rige sus prioridades es el resguardo de sus intereses y el acrecentamiento de sus bienes. Así omiten su participación en lo que atañe a la comunidad (¿acaso vecindario, amuchamiento?) en la que viven. También están los que esconden su ignorancia diciendo que los políticos son todos unos sinvergüenzas, equiparando a los Bárcenas con aquellos que aspiran a un cambio que, sin salirse del sistema, atenúe la ignominia de los poderosos.
Hay ejemplos palpables que nos autorizan a pensar que los políticos, no valen gran cosa. Supeditados a una partidocracia que los obliga a cumplir con lo que se resuelve en las cúpulas de los partidos, no ofrecen garantías de ecuanimidad ni capacidad para disentir.
Pero también es cierto que la ciudadanía, si encumbrada económicamente, vive al margen del país, que es una forma de decir al margen “de los demás”; y si se trata del currante de a pie, se deja llevar por actitudes que copian el derrotero de otros cuyas vidas han transcurrido robando gallinas. Los primeros, capaces, abocándose a la especulación, ignoran la necesidad de una puesta en común que autorice un sano crecimiento asumiendo   actitudes incompatibles con un deber ser que coadyuve con el esfuerzo y la entrega que son menester  para sacar adelante un país; los otros, ajenos totalmente a un mundo que todavía ven como si todo siguiera igual que hace 100 años no son capaces de evaluar los cambios que se están produciendo en todos los órdenes. La prueba más manifiesta de esta incapacidad para ver la nueva realidad es la educación. Seguimos creyendo que ser culto es almacenar datos y más datos. Entre el desinterés de los primeros y la incapacidad de los otros para saber elegir lo que más interesa a la comunidad quedamos atrapados en la intrascendencia del fútbol, de los programas de la televisión, de los medios en general, especialmente de la televisión, y del discurso de los políticos que entienden que para recuperar a España es menester recortar los presupuestos en educación, en la sanidad, salvar a los bancos, aumentar los impuestos y aplaudir a Rajoy cuando sale de caminata por Galicia para mantenerse en estado de modo que dure en “ estado” todo el tiempo que sea imprescindible para que la salvación del país siga en sus manos.
El poder que asienta sus reales en el bipartidismo una vez más ha salido a relucir. PP y PSOE son la misma cosa, aunque disientan en lo puramente accesorio y se alineen como de derecha e izquierda respectivamente. Esto no es ni más ni menos que una forma de ratificar que están ambos al servicio de la transnacionalización del poder económico y de la adopción de todo aquello que favorezca nuestra inserción en detrimento de valores irrenunciables.
La Educación es el eje del cambio que necesitamos. No podremos participar de este nuevo mundo sin abordar un proyecto de vida en el que primen el desarrollo de la imaginación, un afán inventivo y el conocimiento de otras culturas. Para ello la educación tiene que sostenerse pedagógica y didácticamente en actitudes creativas sostenidas por el conocimiento, un afán por aprender, una voluntad de entrega y la posibilidad de elegir de  entre todo aquello que nos brinda la realidad circundante.  
Uno de los factores que abrirá puertas a nuestra inserción será el aprendizaje de la lengua inglesa. Si el sustento de un cambio en educación es incorporar a la escuela pública el inglés  pues mal vamos: los profesores de nacionalidad española  que dictan inglés  no lo hablan (prueba de ello es que hemos contratado profesores nativos de habla inglesa para impartir la materia). Los libros que se utilizan abordan los “cómos” del idioma de referencia pero no la funcionalidad de la lengua. He observado algunos ejemplares de la editorial Oxford editados para España que no tienen nada que ver con la metodología que proclama el Reino Unido para el aprendizaje del inglés. Eso me hace pensar que los que han dado el visto bueno para contratar ese material no tienen idea de lo que significa aprender una lengua extranjera o… ¿acaso otra cosa?
En sucesivos artículo hemos destacado la baja calidad de nuestra educación y el desasosiego que causa la actitud de nuestra gente. No valdría insistir en ello. Nos hemos quedado atrás. Cualquier innovación que saquemos adelante tardará alrededor de 20 años en rendir frutos. Mientras tanto, otros países que ya están en el cambio y con resultados a la vista nos seguirán sacando ventaja. Acaso lo que estamos viviendo no sea otra cosa que la resignación de que hemos perdido el tren. Nuestros políticos , nuestro periodismo, nuestros profesionales, las  universidades, nuestra escolaridad primaria y secundaria (la primea con maestros sin formación profesional universitaria que avale su gestión y los segunda sin formación didáctico-pedagógica) -no son relevantes en ninguna parte del mundo: basta con ver a Rajoy incomunicado en Europa, de escasísima presencia porque ni sabe inglés, o a  Trillo, embajador ante el Reino Unido donde se lo tildó en la Cámara de los Comunes como proveniente de un país irrelevante “de burros, tortilla, toros y paella”, a un ministro de Educación que administra, además,  cultura y deportes, que es como decir alinear tallarines con salsa de tomate y dulce de leche); o al rector de una universidad de Madrid que plagió su curriculum, a un tal Simancas del PSOE, a Felipe González un desparpajado que sigue “baroneando” el PSOE pese a su antecedentes, a Corcuera, a una prepotente Esperanza Aguirre, a los ladrones que pueblan las cárceles, y a muchísimos que siguen sueltos;  o a Marhuenda, a Eduardo Inda, o a la transformación que ha sufrido antena 3… Basta con verlos para darse cuenta que cualquier cambio va a ser sumamente difícil, por no decir improbable.  
Dejemos de hablar de los políticos y fijemos nuestro desasosiego en nosotros mismos. ¿No se vio en el artículo? Pues léalo de nuevo y después me cuenta.

Volvamos al título: “¿A QUIÉN LE IMPORTA QUE …” , agregando “QUE EN POCOS AÑOS SEAMOS UN `PAÍS DE “MANOLITOS” QUE VAN A TERMINAR EN LA RUINA CUANDO EL TERRORISMO LANCE UN CAMIÓN POR LA GRAN VÍA MADRILEÑA, REVIENTE A UNOS CUANTOS VIANDANTES Y EL TURISMO SE RETRAIGA”? 

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