sábado, 25 de agosto de 2012

CRUZADA POR LA VERDAD

                                                                

Cruzada por la verdad
por Carlos A. Trevisi


Cuando uno es confiado se entrega. Claro que al mismo tiempo mira y saca conclusiones. Si se descubre alguna falla en el otro, entonces pone en juego la comprensión. Así, uno sobrelleva la amistad o una sincera relación con afecto. El problema radica en que uno ve cada vez más porque el otro, en certeza de que eres un inocente infeliz, comienza a maniobrar con elementos que nunca antes había puesto en juego. Desnuda de a poco sus adentros; se anima a decir lo que antes no decía o apenas insinuaba.

Suele suceder con los que viven en una verdad que creen haber encontrado. Pero su verdad no es propia, no ha sido elaborada por ellos mismos.. Es una verdad que dicta la corporación a la que pertenecen y a la cual han cedido su conciencia en detrimento de la suya propia. Es así como cuando la exponen quedan al descubierto. 

Los casos más típicos con los que me he topado son aquellos que han “amasado” su moral a partir de las verdades que les dictan las  las fuerzas armadas o la Iglesia, amén de otras que actúan desde las tinieblas.

Tuve ocasión de ver en acción a dos o tres personajes deleznables de las fuerza armadas argentinas. El caso más patético fue el de un tal Galtieri que tenía la fuerza de un buey y el cerebro de un pez, combinación nefasta que impulsa actitudes inconcebibles. Otro tipo de característica semejantes fue un coronel, católico fundamentalista, que iba al Colegio Militar a aleccionar a los cadetes para que se transformaran en monstruos como él, Seineldín se llamaba. Videla, un oligofrénico sin nombre que se sentía un enviado de Dios para terminar con el comunismo, era otro, que, a diferencia de los anteriores, sin embargo, tenía la certeza más absoluta que era un enviado de Dios y hoy día, a los 80 y pico de años sigue pensando que si no hubiera sido por él Argentina se habría convertido en un país marxista-leninista.

El poder, que fueron manejando por turnos, sembró en la oficialidad del Ejército la idea de que eran los salvadores de la patria y que todo valía para terminar con sus enemigos.

Toda esta gentuza, a la que conocí de cerca porque trabajaba como profesor del Colegio Militar, no estaba sola, sin embargo. La jerarquía de la Iglesia la acompañaba.
También conocí a un Obispo, un tal Monseñor Colinos, con quien mantuve alguna relación durante mi militancia en la Iglesia –era el “capo” de la diócesis de Lomas de Zamora, ciudad vecina a Buenos Aires donde yo vivía y desde la cual desarrollaba con varios amigos una actividad de apoyo a los marginales de una villa –chabola- de unos 250.000 habitantes de las afueras de la ciudad. Íntimo del poder militar, bendijo las armas de los soldados argentinos que Galtieri mandó a la muerte cuando la Guerra de las Malvinas. Era el mismo “católico” que nos negó, a los que colaborábamos con los indigentes, traer un cura a la villa para celebrar alguna que otra misa, nada sistemático, sólo los domingos al mediodía. “Ahí no tenemos nada que hacer nosotros; olvídese del asunto”. Y así fue.

Basta con lo dicho para testar que unos y otros “se pasaron de rosca” y pretendieron hacerme cómplice de sus actos queriéndome incorporar a la “conciencia de la corporación”.

Ahí se acabó todo.

Años más tarde me sumariaron y despidieron del Colegio Militar y me aparté de la Iglesia porque evidentemente yo no tenía nada que hacer allí. Nació entonces la diferencia que habréis leído en más de un escrito de la Fundación: La iglesia de Cristo y la Iglesia Vaticana.

Mi alejamiento fue doloroso porque resultó de un no menos dolido trabajo de investigación que conllevó varios años: cristología y dogma.

Cuando vinimos a España con la intención de radicarnos me vinculé naturalmente con gente que tenía en común conmigo, sino la fe, que ya había perdido, ni el catolicismo, del cual ya había renegado, sí un Cristo, cuya trascendencia, en mi caso, excedía el plano de lo confesional.

Sigo apegado al cristianismo como fundador de una puesta en común entre los hombres que no tiene parangón. Creo sinceramente que ser cristiano, aunque sin fe, es un regalo que tenemos que agradecer a todos los que a lo largo de nuestra historia han sostenido a Cristo como valedor de los adentros del ser humano y de su lucha por mantenerlos vivos en su conciencia.

Ya en España, poco a poco me he ido dando cuenta de que el imperio de la Iglesia Vaticana ha terminado con la Iglesia de Cristo en todas partes. Cuando escucho a Rouco Varela pedir a la feligresía que rece para que no haga calor el día de la venida del Papa a Madrid o que el Papa va a perdonar los pecados de todos los que asistan a la ceremonia, me siento un labriego de la Edad Media, aunque con la plena conciencia de que el humanismo renacentista impulsó al ser humano a ser uno mismo en busca de otros con los que alcanzar un nosotros, lo cual me causa gran dolor.

¿Será posible tanta miseria?
Lo es. Y sé que lo es porque ese afán mío por conseguir compañeros de lucha va desnudando a muchos sinvergüenzas de misa  dominical intrascendentes, anodinos, convencionales, cobardes, inflexibles, autoritarios, machistas solitarios, obcecados, miserables, monológicos, egoístas, negociosos, individualistas, cosistas, pragmáticos, inconsecuentes, serviles, acomodaticios en busca de seguridades.

¿En qué lugar recóndito de la Iglesia –si es que lo hay- se han refugiado los militantes que buscan la verdad?
¿Dónde están los críticos, los valientes, los comunitarios, los solidarios, los exigentes consigo mismo,  los amplios para abarcar y los abiertos para dejarse abarcar, los reflexivos, los abiertos, los independientes, los apasionados, los consecuentes, los dialógicos, los democráticos, los comprensivos… dónde están?

Sólo escucho voces que me dicen “yo soy amigo del papa, el Papa es mi amigo” y yo no puedo menos que pensar que son dos que marchan por la misma vía.

Así ha sido como he perdido amigos allá en Buenos Aires y aquí en Madrid. No lo lamento. Esas inmundicias se encuentran en cualquier parte.

Si conoces a alguien que esté dispuesto a compartir esta cruzada por la verdad, házmelo saber, amigo lector.
Quedo a la espera.



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EL PODER Y LA FRATERNIDAD

                                                                  

Instituciones y comunidades: El poder y la fraternidad

De "Pensemos juntos" por  Carlos A. Trevisi (LIBRORUM, Madrid, 2011)

 “La paz es una palabra que el poder escribe con sangre”.  (Ricardo Luis Plaul, Argentina 2009).

 Se ha impuesto, y con razón, que las instituciones son relevantes a los efectos de la gobernabilidad. Las instituciones, cualesquiera sean ellas, son el fundamento sobre el que se organizan todas  las vertientes que hacen a la vida en sociedad.
Del mismo modo, en general, todos concebimos una “comunidad” como una puesta en común en el afecto donde priman la entrega y  el encuentro fraterno entre sus integrantes.
Así como a nadie se le ocurriría depositar la gobernabilidad de una organización desde el afecto –aunque sí de un sano respeto por los intereses de todos los que la integran- tampoco podríamos imaginar  una comunidad estructurada desde el poder, como sucede con las instituciones en las que las  luchas por alcanzarlo son su signo distintivo.
Sucede que mientras las instituciones perduran en el tiempo, las comunidades se agotan rápidamente. La historia de la humanidad es la historia del poder y las instituciones, en su perdurabilidad,  son las portadoras del mensaje. Las comunidades son anecdóticas, efímeras; aquéllas porque están definitivamente atadas al mundo y éstas porque su ligazón con la realidad es demasiado lábil.  Será porque el amor no alcanza o porque no tienen cabida en un mundo donde el ejercicio del poder llama con fuerza,  pero  tarde o temprano tienen que “organizarse” para su supervivencia, pues de no ser así desaparecen. Pocas son las comunidades que perduran. Ni siquiera la de aquellos seguidores de Cristo que se institucionalizaron derivando en Iglesia.
Las instituciones, sin embargo, se van precipitando en gran desprestigio. Sus responsables, cualesquiera sean las áreas que les incumban –desde la Iglesia hasta una ONG  pasando por las políticas, las han condenado. Las organizaciones han quedado en manos  de desaprensivos ufanos de poder que impúdicamente lo utilizan para robar  a  mansalva, y  no  sólo  dineros,  sino  los adentros de la gente dibujando ideologías bien urdidas que terminan siendo aplicadas a otros  aconteceres  de la vida: la historia, la educación, las creencias religiosas, la inmigración, los empresarios, el diferente, la pobreza, las artes, la política...
Así termina siendo todo como el poder necesita que sea: la historia teñida del color que le apetece  según y conforme las circunstancias; la educación dejada de la mano de dios y de maestros que no ven más allá de sus narices, una pobre diplomatura mediante; las creencias religiosas en manos de cretinos llenos de ínfulas que amenazan con el pecado y con el infierno; la inmigración  en manos de desaprensivos que explotan a los pobres desgraciados que escapan de sus países en busca de una vida mejor; los empresarios que no tienen ningún empacho en exigir al estado que favorezca su gestión bajando las indemnizaciones por despido y dando  trabajo en negro; el diferente, al que nadie presta  atención y se lo condena a su diferencia porque no tiene rampas ni para acceder a un tren; la prostitución en manos de proxenetas que explotan miserablemente a unas pobres mujeres que venden cara su intimidad, su libertad y su pobreza;  los hechos históricos  son ilegítima-mente asociados con las ideologías, alabados o denostados  según  y  conforme, como si fuera necesario un juicio axiológico “confirmado por autoridad competente” para ser entendidos; el prejuicio que se manifiesta abiertamente  a favor o en contra de la Iglesia, cuando lo que sería de esperar es que se asumiera que el templo, la diócesis, el gerenciamiento de la institución (el poder)  no   tiene   nada  que ver con la Iglesia de Cristo (comunidad fraterna de fieles en comunión); que es apenas su administrador (bastaría  con  recordar  que  Cristo  echó  a  los mercaderes del “templo”, no de la Iglesia.); los judíos, a los que se sigue estigmatizando como si viviéramos en Venecia asistiendo al juicio por  la libra de carne que exige Shylock en la obra de Shakespeare; o los musulmanes, porque pertenecen a una cultura que no se corresponde con la nuestra y, consecuentemente, perturban nuestras costumbres y terminarán ocupando  Europa (sin darnos cuenta que serán nuestros primeros aliados cuando China decida poner sus ojos en nosotros); el obispo Cirilo de Alejandría, en la película Ágora, en cuya crítica se resucitan viejos rencores contra la Iglesia y que al abordar su actitud poco menos que se lo descuartiza –a él y a la Iglesia-, confundiendo una vez más el alcance del poder institucional con la fraternidad que rige la comunidad, para entonces ya meramente virtual;  o las amenazas de un obispo de la constelación del templo madrileño que  rige Rouco Varela, un tal Caminos, que, invadiendo los adentros de la gente ante la promulgación de la ley del aborto,  ha puesto a todos los diputados católicos a parir: o declaran públicamente su arrepentimiento por haber votado la ley o permanecerán en “pecado objetivo” sin que cura alguno les conceda el perdón ni, en consecuencia, la comunión; o la ignorancia de circunscribir la realidad del mundo, prescindiendo de la gran variedad de otras realidades donde ante circunstancias semejantes se procede de manera distinta; fieles a no poner jamás punto final al juicio que nos merecen  los Reyes católicos por haber echado a los musulmanes de España bastaría acudir al Quijote que,  en diálogo con un musulmán desterrado, éste le explica que cuando abandonó España anduvo de aquí para  allá  hasta que llegó a Alemania donde lo acogieron como uno más, sin marcar diferencias, porque allí  sí había libertad.

La gente no se da cuenta que los dos millones  de cámaras que espían a los londinenses en las calles no son para cuidarlos. Son un recurso más para inmovilizarlos en nombre de “su propia seguridad” (claro que se omite que en detrimento de su libertad). El poder necesita saber dónde está cada uno a cada momento; retiene los correos que enviamos vía e-mail por dos años; EEUU puede confiscar las cámaras fotográficas, ordenadores y demás aparatos de los viajeros que entran en el país por el riesgo que implican...
Un mundo que ha postergado las esencias de las personas al extremo de que ya ni las reconocemos,  ha impuesto la postergación de valores  esenciales peligrosos para el ejercicio del poder.
Y no me refiero a las grandes verdades –de las que podemos descreer con todo derecho- sino a las que nos impulsan a ver al   “otro”  en su verdadera dimensión, con sus errores y virtudes, aceptándolo tal cual es y no como quisiéramos que fuera.
El poder no lo autoriza. Tenemos que ver al prójimo como el poder lo ordena. 

¿Entonces qué?
Como decía un grafodrama de “El País” que mostraba a un hombre caminando por la calle diciendo: ”soy libre; puedo decir lo que me da la gana. Mirad si no: Casillas, balón, portería, infracción, fútbol…”



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¿DÓNDE VAS, SUDACA?

                                                                              

¿Dónde vas sudaca?

“Vengo a buscar la vida”.

De baja estatura, ojos vivaces, achinados; pelo duro, recto; de piernas cortas, fuertes.

Y se vienen nomás. No sé ni cómo consiguen  los dólares para venir, pero se vienen. Y llenan el metro madrileño de carnavalitos y de melancolías andinas. Responden a la naturaleza: quieren ser.
Traen la frescura  del hombre nuevo. Del que no sabe, pero intuye, del que puede y no lo dejan; del que sufre pero sonríe.

Del conquistador.

Son un aire renovador, como el pampero, que riñe con el moho de la humedad instalada; un dinamismo que asalta y perturba la tranquilidad del que ha llegado, del que eructa la satisfacción de sus logros.

No todos se vienen. Muchos siguen allá. Pero no impávidos. Los que no pueden irse se quedan y pelean. Pelean contra los políticos mentirosos, partidócratas alcahuetes, que cuando asumen van a rezar al Machu Pichu vestidos de poncho, pero se visten de traje oscuro para ir a recibir el mandato  de otros dioses más exigentes, menos contemplativos, que se alzan en un olimpo de dineros y explotaciones, de mentiras y sometimientos.
Y entonces explota Arequipa.
Y el Machu Pichu sonrie desde su verdad permanente.



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LA GRANDIOSIDAD DE LA VIDA

                                                                 

Compromiso
por Carlos A. Trevisi


Hay tanto para decir, son tantas las cosas que pasan a nuestro alrededor, que es un pecado dejarlas transcurrir, así, simplemente, como si nos fueran ajenas.
Tenemos que comprometernos con el mundo, asumirlo con entereza. El desafío es mayúsculo. La impudicia con que el poder se señorea no tiene antecedentes. El holocausto palestino, el terrorismo afgano, las miserias que se precipitan sobre millones de seres humanos, la pobreza, la hipocresía, niños esclavos, 600 millones de niños que se mueren de hambre, pestes, la mentira disfrazada de verdad, el exilio... en fin, si basta con abrir el periódico para darse de narices contra la crueldad más despiadada.

Sin embargo,  al mismo tiempo  y como sin duda ha sido desde siempre, qué maravilla la sonrisa de un niño, su carita admirada ante un acto de magia, su descubrimiento de la lectura, su vitalidad.... El renovado placer de recorrer un Louvre, un Orsay, un museo de Bellas Artes en Buenos Aires o el magnífico Museo del Prado, todos ellos habitados por generosas armonías... una sentada a la orilla del Sena, una charla con tu hijo, un reconocimiento a la mujer o al hombre que amas ... Un partido de fútbol, los  flirteos con el balón, la emoción del gol... Un coche veloz, el mar...  Gente y más gente paseando por la ciudad, mirando escaparates, asidos de la mano, jóvenes devorándose de amor, la amistad... Dos viejos sentados a una puerta ordenando sus memorias antes de; una montaña, un río, un esquiador bajando por la ladera, una película, una obra de teatro, un concierto al aire libre, un libro, un cielo azul, una cena, un buen vino...  la muerte  espléndida de un hombre bueno.

Todas esas cosas tenemos que contarnos.
Concedámonos un respiro. 


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LA VEJEZ

                                                                           
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La vejez
Por Carlos A. Trevisi

Es en la vejez  donde se juntan el tiempo y el espacio; cuando en un recodo del camino, un día cualquiera, comenzamos a deslizarnos hacia la nada.

Sonreiremos si nuestra vida ha sido más pródiga en actos que en testimonios; si acaudalamos vivencias ricas en afectos; si hemos tenido con quien compartir nuestros proyectos; si perduramos en aquellos que nos vieron; si hemos amado y nos hemos dejado amar; si hemos sido en los demás; si hemos llegado a ver semejanzas cuando nos aturdían las diferencias. Si hemos acompañado a los pobres; a los homosexuales; a los desgraciados.
Si hemos sido valientes para poner a los canallas en su lugar.

Lloraremos nuestra soledad si el egoísmo nos ha impedido el encuentro con aquellos que han estado algo más que de visita en la vida; si hemos desperdiciado las oportunidades para  relacionarnos con quienes han puesto en acto sus vidas; si hemos sido ajenos al  quehacer de los  que  han descubierto que siempre se está  a tiempo de encarar  iniciativas para  compartir con los demás. Y lloraremos por no haber sabido llegar a los necios ignorantes con quienes nos hemos topado a lo largo de nuestra existencia, los que ven todo en blanco y negro, los que tienen la dicha de no dudar; los que condenan; los que anudan razones desde la sinrazón de su ignorancia y las transforman en verdades.

Reflexionaremos acerca de los afectos perdidos y retornaremos a los lugares que nos han visto crecer.
Recordaremos a los viejos amigos que ya no están.
A los árboles que hemos plantado  para  que  otras gentes disfruten de su sombra.
En las cosas que hemos escrito.
En las batallas perdidas y las luchas ganadas.
En fin, recordaremos todo aquello que se devoró el tiempo sin que pudiéramos evitarlo.



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EL MODO DE ACTUAR DE LA GUARDIA CIVIL


                                                                           
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La Guardia Civil
CONSEJO DE EUROPA
COMITÉ DE MINISTROS

Recomendación Rec. (2001) 10 del Comité de Ministros a los Estados miembros sobre el Código Europeo de Ética de la Policía.
(adoptada por el Comité de Ministros el 19 de septiembre de 2001, en la
765ª reunión de los Delegados de los Ministros)

[…]23. El personal de policía debe ser capaz de demostrar discernimiento, apertura de mente, madurez, un sentido de la justicia, capacidad para comunicar y, llegado el caso, aptitudes para dirigir y organizar. Debe además tener una buena comprensión de los problemas sociales, culturales y comunitarios.
***

La Guardia Civil y la ley (I)

 La Guardia Civil detuvo un coche porque su conductor no llevaba el cinturón de seguridad abrochado. El conductor demostró que pertenecía  a la Policía Nacional y dijo estar persiguiendo a un malhechor.  El agente de la Guardia Civil no le permitió seguir y, aplicando la ley le hizo una boleta de infracción. El delincuente se escapó.
Un policía inglés lo habría autorizado a seguir, pero  en cumplimiento de su deber le habría aplicado una multa.

La Guardia Civil y la ley (II)

Un agente de la Guardia Civil (Jaén) me extendió una boleta por infracción de tráfico. Sucedió en un camino secundario que salía de una gasolinera. No había nadie en la carretera. Sólo dos policías y yo. Me acerqué a ellos pidiendo información porque no sabía cómo retomar la autopista. Me multó por circular por un carril que iba en sentido contrario. De nada valió que intentara explicarle lo obvio: sólo recorrí unos tres metros en sentido contrario y a menos de 20 kms por hora en un lugar desierto. Tampoco sirvió que el otro policía  en una aparte me dijera que yo tenía razón.
“Yo cumplo la ley. No la interpreto”.

Ese hombre no puede velar por el mantenimiento del orden público y la seguridad de los ciudadanos si no tiene capacidad crítica para interpretar las circunstancias en que se deja de cumplir con la ley; carece de método, tierne una percepción distorcionada de la realidad, no tiene juicio, ni imaginación, siendo esta última la facultad por la cual “cierto número de ideas abstractas se combinan, mezclan y unen en una sola imagen. Bentham* Coleridge** dice que hay dos extremos que rompen el equilibrio del método. La pasión indiscriminada, consecuencia de la pasividad y el otro  la reflexión y  generalización excesivas. El primero engendra la confusión y el segundo la exuberancia. El primero es más grave por su tendencia a oponerse a toda corrección. Si la intención del método es siempre llegar a la verdad por esta vía se obstruye el camino; se opone enteramente al método. (El concepto del método, Justus Buchler, Nova, Buenos Aires, 1961)

*Jeremy Bentham: http://www.iep.utm.edu/bentham/  (2.Method)
File Format: PDF by DN PAVÓN. El método de Coleridge es, sin duda, histórico en el sentido de Hintze.


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LOS TOROS, LOS ZORROS Y LOS INGLESES

                                                                           
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La tradición

RAE
3. f. Doctrina, costumbre, etc., conservada en un pueblo por transmisión de padres a hijos.

Los ingleses, gentes tradicionales si las hay, abolieron la caza del zorro por brutal.
En España  seguimos con los toros -“de toda la vida”, se oye a diario como prueba de nuestra tradicional forma de vida. Los ingleses con motivo de la abolición de las corridas en Cataluña comentaron la noticia diciendo que se había abolido una costumbre propia de “barbarians”. 

Jeremías Bentham, filósofo inglés del siglo XVIII es ampliamente reconocido, entre otros atributos que exaltaron su sensibilidad, como promotor de los derechos de los animales. Dejó claro que la capacidad de sufrimiento antes bien que la de la razón marcaba el signo distintivo de las semejanzas que lo emparentaban con el ser humano. Argumentaba que de ser así lo mismo podría argumentarse de los niños menores –“infants”- y de los minusválidos mentales.

“If reason alone were the criterion by which we judge who ought to have rights, human infants and adults with certain forms of disability might fall short, too. In 1789, alluding to the limited degree of legal protection afforded to slaves in the French West Indies by the Code Jeremy Bentham

“The day has been, I am sad to say in many places it is not yet past, in which the greater part of the species, under the denomination of slaves, have been treated by the law exactly upon the same footing, as, in England for example, the inferior races of animals are still. The day may come when the rest of the animal creation may acquire those rights which never could have been witholden from them but by the hand of tyranny. The French have already discovered that the blackness of the skin is no reason a human being should be abandoned without redress to the caprice of a tormentor.
It may one day come to be recognized that the number of the legs, the villosity of the skin, or the termination of the os sacrum are reasons equally insufficient for abandoning a sensitive being to the same fate. What else is it that should trace the insuperable line? Is it the faculty of reason or perhaps the faculty of discourse? But a full-grown horse or dog, is beyond comparison a more rational,  as well as a more conversable animal, than an infant of a day or a week or even a month, old. But suppose the case were otherwise, what would it avail? The question is not, Can they reason? nor, Can they talk? but, Can they suffer?”

LOS JÓVENES TIENEN LA PALABRA


                                                                           
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Se avecina un nuevo mundo

Existe en cada hombre un afán de superación que lo va empujando a cambiar sus circunstancias.  Este afán de cambio, que parece ser la norma general,  va  atenuándose con el tiempo.  Buena parte   se podrá atribuir a los sucesivos  fracasos que padecemos en el intento, generalmente atribuibles a un mal manejo de las variables,  pero en general, a la luz  de experiencias propias y ajenas en el mismo sentido, he comprobado que se debe, sobre todo, a que lo intentamos desde fuera del sistema cuyos contenidos aspiramos a cambiar.

El secreto consiste en tener muy claro qué queremos lograr, el ámbito dónde  se puede llevar a cabo y con quién. La experiencia me dice que los “contenidos” no pueden ser expuestos linealmente, que es cómo en verdad procede el sistema cuando los pone en marcha. Es así como no podemos apreciarlos en su totalidad: perdemos de vista  los contenidos periféricos  que son el marco  de referencia al que hay que remitirse para  entender el contenido principal. 

Uno no puede cambiar la historia, pero si jerarquizar su interpretación estudiando su causalidad sobre el momento que nos toca vivir. Así, ampliaremos el entorno de las circunstancias en las que nos movemos. Cuanto más amplio sea ese entorno, más rica la comprensión de la realidad. 

La tecnología ha dado lugar a un nuevo mundo signado por el sinceramiento al que han empujado la precisión y la velocidad con que se producen los acontecimientos. Basta con un móvil de última generación, un e-book o una tablet que aquélla ha puesto al alcance de cualquiera para que asumamos que es así. Lo que no alcanzamos a ver es que nuestras vidas, todavía ancladas en hipotecas a 30 años, en la dependencia que tenemos para con los bancos, un afán de seguridad que nos paraliza o el casamiento por iglesia han llegado a su fin. Los jóvenes nos dan prueba de ello. Lo más interesante de todo es que pareciera que se han hecho al cambio sin ruido.

Las exigencias ("escandaletes" , para los que están bien acomodados) del 15 M o de la "Spanish Revolution" están lejos de ser aquellas apuestas por un cambio radical que reiniciaban una nueva vida de  un momento para el otro. El cambio no  lo hemos operado los hombres. La tecnología se ha independizado de nuestra voluntad y los activa sin nuestra intervención. Los jóvenes simplemente nos alertan del cambio y adhieren. Acaso sea la primera vez en la historia que el hombre toma conciencia de lo que ha creado: su creación llega a todos y a todas partes.

Nuestros jóvenes han visto la realidad desde la realidad misma y lo que han visto no les ha parecido mal. Generosamente nos dicen que se ha acabado la parálisis a las que nos tiene aún sometido el poder de unos pocos que todavía no han visto que las cosas están cambiando y que por más que renieguen de la "intrascendencia" en la que viven los jóvenes y apliquen los forceps más rigurosos para neutralizarla, se les va escurriendo el poder de las manos. Se acerca el final de una época. No pasará mucho antes que los devotos de la "belle époque", que está tocando a su fin, se vean arrollados en sus afanes especulativos: la inteligencia a la que ha apelado la tecnología acabará con las tarjetas de crédito; con nuestros ahorros, que terminan devorando los bancos; con los artificios de una vida social que ha impulsado sus negocios "non sanctos" alentando a la gente al consumismo; con los paraísos fiscales y hasta con una educación decadente, poco imaginativa, repetitiva, que sienta a los chicos uno detrás del otro para escuchen el discurso del sistema sin distraerse: matemáticas, lenguas modernas, física, y química para estudiar ingenierías y así conseguir trabajo, que lo demás es accesorio: plástica, arte, música, actividad física, aborda lo emocional y con eso no se va a ninguna parte.

Sólo los más imbéciles se prestan a la opinión de que los jóvenes no saben lo que quieren. El único gran problema al que se enfrentan estos tontuelos de capirote es que ese desarrapado que anda con un botellón bajo el brazo tiene todo tan claro que ni siquiera se violenta; simplemente nos transmite lo que está viendo.

El mundo vuelve a sus esencias. No es  menester ser universitario para vivir en él. Basta con un sano equilibrio de nuestros actos. Les basta con saber que el amanecer es un punto de partida, que el día no admite ocios y que el atardecer es el anticipo del recogimiento, de la contemplación.

No les interesa el boato. ¡A circular en pelota viva en bicicleta por el centro de las capitales del mundo para demostrar el disconformismo que nos agobia con mentiras que no hay moral ni ley que las sostengan! No necesitan asambleas en pomposas residencias: les basta con la calle; tampoco aspiran a terminar con el sistema: sólo quieren que se les reconozca el derecho a poder elegir sin más condicionamientos que los de sus propias capacidades; tampoco admiten mentiras: las relaciones que sostienen no necesitan fórmulas ni leyes que la vieja tradición nos dice que tienen que terminar en encuentro; los encuentros y desencuentros, no necesariamente enojosos, no son eternos; son parte del juego de un tiempo cambiante, de vidas cambiantes, de lugares  cambiantes. Cada momento, que no tiene porque ser efímero por su sola condición de "momento", goza de puestas en común según los que participan y las circunstancias dadas: los amores de pareja, de familia, los que impone la relación fraterna, el trabajo, el deporte, las bellas artes, la música, simplemente entran en estado latente porque se desactiva aquello que lo había motivado. Esto no significa rotura; es simplemente un distanciamiento en el encuentro, que devendrá nuevamente, si se volviera a dar, en relación amistosa y duradera.

No se atan  a las viejas hipocresías que animaron la vida de las generaciones que los precedieron. Los afectos no admiten contratos. Tampoco entienden la libertad limitativa que impone aquello de que termina donde comienza la de los demás; la entienden contenida en sus conciencias, más allá de códigos o normas, y están dispuestos a jugar con las limitaciones que impone la vida en sociedad, vida ésta que aspiran a desinstitucionalizar de modo que en cada uno reine, sino una entrega infinita, por lo menos una indiferencia que autoriza a que cada cual sea lo que quiera y pueda ser.

Entienden  la política como una mentira atada a intereses ajenos a los de la ciudadanía. Sin embargo no reniegan de su importancia, aunque nunca participarían en ella incorporándose a las instituciones que la activan. Insistirían desde la calle misma en que habrá que purificarla del cretinismo que demuestran sus representantes terminando con la partidocracia e impulsando una democracia participativa donde todo el mundo quepa.

Reniegan de una religión, cualquiera sea, que suplanta las conciencias individuales por una conciencia colectiva a la que hay que adherir interpósitos mediante. Su contacto, de tener fe, se remite a una relación individual para con su dios, aquél que él mismo ha creado e instalado en sus adentros consubstanciándolo con su propia intimidad.

Miremos hacia el futuro siguiendo sus actitudes, manteniéndonos alerta de sus logros y, sobre todo, con aprecio. Veremos entonces que son valientes, viven intensamente, y por encima de todas las cosas, no son hipócritas.
En eso estamos.


***


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miércoles, 22 de agosto de 2012

LA EDUCACIÓN Y EL MUNDO QUE SE AVECINA


 
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La  educación a la que debemos aspirar para ponernos en marcha
por Carlos A. Trevisi
 Marco general

 “Mañana”, desde el punto de vista del “hombre en sociedad”, significa “ya”. Esto en sí mismo no significaría gran cosa si no fuera que aún no nos hemos dado cuenta que en apenas 15 o 20 años la “sociedad del conocimiento” se habrá hecho con nosotros y nada de lo que aún rige tendrá para entonces vigencia: ni la estabilidad  en los empleos –sean públicos o privados;  ni la edad de la jubilación: la vida laboral se  extenderá más allá de los 75 años –salud mediante;  los mayores -especialmente los más capacitados- se constituirán en una nueva fuerza del trabajo: se los contratará como temporarios o consultores (sobre todo por la merma de jóvenes); los inmigrantes serán codiciados en los países del primer mundo… en fin, en la nueva “sociedad del conocimiento”, éste será el recurso y los trabajadores que  lo posean serán el grupo dominante. Sus características principales serán:
No habrá fronteras. El conocimiento, según hemos dicho, “viaja” más rápidamente que el dinero. Las nuevas tecnologías de la información -uno de los tantos rasgos de la nueva sociedad del conocimiento- autoriza su difusión instantánea y lo hace más accesible a todo el mundo. No sólo lo será a los efectos de los negocios: las instituciones educativas, desde centros de nivel infantil hasta universidades, amén  de  hospitales, ONGs, y el  mismo  estado, podrán disfrutar de sus ventajas. El “boom” se producirá en el ámbito de la ”tecnología del conocimiento”: técnicos en computación, diseñadores de soft, analistas de laboratorios clínicos,  técnicos en manufacturas, etc. en los que se dará cita el trabajo manual con un fuerte componente teorético  que sólo se adquirirá en la educación sistemática y no a través de la práctica. ¿Qué sería de España y del mundo si todo ese potencial quedara en manos de unos pocos?

Existirá una gran movilidad social ascendente Cualquiera accederá fácilmente a una instrucción sistemática, que se impartirá en centros tal cual hoy día. Estos soslayarán los aspectos puramente educativos: ofrecerá datos, alta capacitación tecnológica para  la búsqueda de la información y evaluará a los cursantes con gran exigencia.
Imaginemos lo que sería España, el mundo, si no entendiéramos que “La educación verdadera es praxis, reflexión y acción del hombre sobre el mundo para transformarlo”. ¿Dónde ascenderíamos?
La socialización se llevará a cabo fuera del ámbito escolar: clubes deportivos, ateneos, centros culturales…

Las posibilidades de éxito competirán con las de fracaso. Nada estará garantizado: no todos podrán ganar. ¿Se imagina usted lo que sería de sus hijos si les negáramos la oportunidad de salir a competir? Una condena de por vida.

Será altamente competitiva Para empresas, organizaciones y para las personas particulares por igual.

Políticamente se seguirá el modelo de un presidente ejecutivo al servicio de esta nueva realidad, una manifiesta elusión del sistema democrático -del que se mantendrán las formas- y un gran pragmatismo. Seguramente ya habrá recapacitado acerca de esto que acaba de leer. Los valores esenciales caerán definitivamente. Usted tendrá libertad para ir al cine, al teatro, pero a ver lo que otros decidan que puede ver (y ni se dará cuenta).

Se optará por la seguridad en detrimento de la libertad. Algo que ya hemos comenzado a padecer sin haberlo percibido siquiera.

Económicamente se acentuará el modelo liberal y la concentración de capitales; los grandes mercados (MERCOSUR, Nafta, Europa, etc.)  desarrollarán mecanismos de autodefensa proteccionista “contra” los de afuera; África quedará fuera del circuito tal cual ha sido siempre, pese  a las incursiones inversionistas de China; América latina no contará hasta  cuando comience a explotarse la Antártida, que será hacia mediados del siglo XXI; China pasará de un estado seudo capitalista a uno de capitalismo pleno aunque tendrá que esperar para “codearse” con el Primer Mundo. Se afianzará en África y compartirá más de un interés con Rusia. ¿Ha pensado usted que su hijo va a vivir, trabajar, comerciar, de la mano de los chinos mucho antes de que los chinos asimilen nuestra cultura o que nosotros asimilemos la suya? ¿O a su hijo dando por sentado que el capitalismo no tiene nada que ver con la democracia?

Los valores que han movido al mundo occidental hasta nuestros días y que ya no se discuten ni para bien ni para mal, caerán definitivamente.  Habrá un interregno hasta que se establezca una nueva escala.

Las nacionalidades perderán importancia y paulalatinamente se  desdibujarán  en un marco de actividades que prescindirán totalmente  de “lugar de origen”, que se mantendrá, sin embargo,  como refugio identitario de cada cultura.

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