sábado, 21 de diciembre de 2013

LA VIEJA IGLESIA

A propósito de la VIEJA IGLESIA
 
Curas pederastas.
 por Carlos A. Trevisi (2007)

 A raíz de un pago que deberá hacer el Arzobispado de Madrid por los abusos cometidos por un cura pederasta, no puedo menos que ratificar el anacronismo que vive la Iglesia. No me voy a referir a la repugnancia que causa hasta a los convictos más deleznables una actitud de esta calaña. Me referiré a los porqués de  esa incapacidad de verse en  el mundo (y de ver el mundo) que tienen los curas, y a la Iglesia, una organización críptica en manos de la gerontocracia.  Cuando la sociedad industrial, en su rápido desarrollo cayó en mil  excesos –matar de hambre a los trabajadores, excluirlos del alcance de las ventajas que ofrecían las grandes riquezas que generaba, negarles , en fin, el derecho a ser partícipes de una nueva forma de vida-, la Iglesia no quiso ver el nuevo pecado: el “pecado social”. Sempiterna aliada de los poderosos, hizo caso omiso del cambio que se estaba operando. 

Las luchas por los derechos y por la igualdad de todos los hombres, en su inexorable marcha, asumieron la  ”Justicia social” en el plano político-social, sin intervención de la Iglesia que bien pudo, entonces, dado el poder que le asistía, imponer la defensa de los más débiles “administrando” en el plano religioso la nueva modalidad de pecado.
  
La Iglesia-templo, siguió aferrada al pecado de la carne, del robo, del incesto y mil pecados más que desde siempre se han resuelto en los confesionarios, mano a mano con un cura,  ya  amenazante o comprensivo, según el “cliente”.  
La pirámide jerárquica de la Iglesia tenía en su base a los curas de pueblo que se servían de la confesión  para  transmitir a  la jerarquía –el obispo- el marco social de cada lugar y sus más destacados representantes, aunque sea decirse sin traicionar el secreto que conlleva, como será de aceptarse “pro reo”. Durante siglos, la Iglesia fue a la gente lo que son hoy las grandes empresas: durante la Edad Media como creadora de riqueza, con el modernismo, asesorando “espiritualmente” a las monarquías y hoy día, aunque asustada, siempre del lado de los poderosos. 
  
Una nueva modalidad socioeconómica impuso la deslocalización de las gentes, que se fue marchando a las grandes ciudades. El templo fue perdiendo prestigio y el cura se fue quedando solo: primero la radio y luego la televisión alertaron  a la gente de que había vivido en un mundo escondido; más tarde,  el ordenador terminó con los tapujos, quedando todo expuesto.  
La Iglesia no supo reaccionar a tiempo; o no quiso. Los cambios se producen a tanta velocidad que la vieja estrategia de aparecer en escena después de los hechos, ya no le sirve para nada. Los curas, en su ostracismo, ya ni saben para que están. Formados en la vieja Iglesia, no entienden el mundo; ni a sus gentes. Tampoco entienden cómo pueden seguir siendo curas en un medio que les es cada vez más hostil y en el que no saben -desactualización didáctica por carencias pedagógicas- ni  pueden transmitir -por desactualización doctrinaria-  el mensaje de Cristo. Los apabulla su insignificancia; los trastorna la soledad; los envilece la falta de recursos para estar en el mundo; los agobia no tener destinatarios para su pobre mensaje; viven para adentro; se tornan escépticos…

En estas circunstancias, asumiendo que ya no sirven para nada ni aún saliéndose  y que carecen de una conciencia propia por haberla delegado en la conciencia corporativa del templo, se pierden en una existencia promiscua: los que hemos vivido de cerca la Iglesia sabemos de las promiscuidades  que anidan en sus comunidades. 

Poco le importa a la Iglesia-templo que haya que pagar millones de dólares en concepto de indemnización a las familias de cuyos hijos los curas abusaron (y en todas partes: desde EEUU a España*, "baluarte de la catolicidad ", como sigue insistiendo el Papado); poco le interesa revisar y exponer abiertamente sus pecados políticos de acercamiento al nazismo o de intromisión escandalosa en España durante el franquismo (y su pretensión de seguir haciendo lo mismo hoy  día); o la impudicia de la Inquisición… hechos todos de una época que no se repetirá y que de expurgarse podrían ennoblecer el carácter religioso de la Iglesia. 

La gente nueva de la catolicidad, los sacerdotes con compromiso social, los que no van a los hospitales a  hacer proselitismo*  sino a ver a los enfermos, se han sumado al mundo con Cristo de la mano  porque entendieron que en ese nuevo mundo, aún en sus disparates, o precisamente por el cúmulo de disparates que acumula, la presencia de Cristo es, una vez más, imprescindible para lograr una pedagogía del bienestar espiritual, aunque ya sin secretos ni escondites. 

No me cabe ninguna duda y apuesto por ello, que no existe ni existirá un solo  cura pederasta entre los curas ” rojos”  de ninguna parte del mundo.

EL ABORTO (BIS)

  1. Carlos A. Trevisi

  2. Cuando invoco aquello  de "este mundo que nos toca vivir" que habréis leído tantas veces en nuestras páginas,  está claro que encierra una carga despectiva.  En  "este mundo" se anticipan sus miserias y en  "que nos toca vivir"  que no somos  nosotros los que lo elegimos: aquí hemos caído y aquí estamos.

  3. En ratificación de estas circunstancias tenemos la certeza de que en nuestra trayectoria,  al margen de alguna que otra mordacidad, está patente el respeto que nos merece la gente, nuestros hermanos, los seres humanos, cualesquiera sean su ideologías y actitudes;  que hasta en esto de las actitudes, que las ha habido verdaderamente criminales, nos atenemos a la ley y no admitimos linchamientos de ningún tipo.
    En un artículo sobre la libertad dijimos:

    Entendemos que el ordenamiento legal establece que la libertad de cada uno termina donde comienza la de los demás. En ese sentido, la  ley es el marco regulador de las relaciones entre los ciudadanos; marca los límites; es seguridad, razón, taxonomía, cantidad.
    Entendemos, igualmente que la liber-tad, sin embargo, fuera del ordena-miento legal, trasciende lo meramente relacional para dispensar el encuentro, el acto desalienante por excelencia, "el instante de suprema lucidez que somos capaces de alcanzar los hombres" *.

    La auténtica libertad consiste, así, en la creatividad espontánea con que una persona o comunidad realiza su verdad, es fruto  de una fidelidad sincera del hombre a su propia verdad.
    La libertad es conciencia es adentro-verdad; es diálogo, comprensión; comunión; solidaridad, exigencia, amplitud, reflexión, apertura, pasión, justicia... La libertad devela, escla-rece, amplía, invita; es incierta, incómoda; está más allá de la ley. En este contexto la libertad no sólo no se acota sino que se amplía en el encuentro con otras libertades; la insignificancia de uno en libertad deviene en la grandeza de una comunidad en libertad.
    La ley vela, oscurece, limita, obliga; es sólida, confiable; certera, conforta-ble: nos dice  lo que no debemos hacer y hasta lo que debemos.
    Siendo que los hombres apelan a su conciencia y las instituciones a la ley, corresponde a los gobiernos, depo-sitarios de las necesidades y voluntad de aquéllos  y garantes de ésta,  disi-par los temores de una subyacencia de recelo con respecto de sus libertades e iniciativas.

    En tal cumplimiento, exhibirán actitudes políticas francas, alejadas de toda sospecha de indiferencia para con  situaciones humanas con-cretas, o de intencionalidad en la creación de un mundo abstracto con valores desconectados de la realidad.

      Si los hombres apelamos  a nuestra  conciencia** será menester que pongamos en claro que ésta es producto de un fuero íntimo al que la vida y sus circunstancias van matizando. Lo que acabamos de leer respecto de la libertad es paradig-mático: mi verdad no es "la" verdad; es apenas la mía y  poco valdría mi libertad si fuera  fruto de la fidelidad que mantiene con "mi" verdad. No sería así, sin embargo,  si mi libertad y mi verdad nacieran de una íntima necesidad de ser en los demás.
    Mi libertad  puede autorizarme a abortar. No cabe ninguna pregunta. Pero, ¿estamos todos autorizados a apelar a nuestra libertad para abortar? La respuesta será ¿Es que todos tenemos conciencia de libertad en los términos que hemos expuesto? La respuesta será NO. ¿Quién resolvería entonces si faltara esa conciencia? La ley, la implenitud de la ley. Será la ley, con sus limitaciones y oscuridades, pero con su solidez,  la que nos diga qué hacer. Será una ley abarcativa de la mayoría de las necesidades que tengan aquellos que no pueden resolver por sí mismos. Tendrá que ser confiable, certera, capaz de velar por nosotros y tan justa y misericordiosa como para no incurrir en efectos no deseables.
    El ser humano vive en distintos planos sociales pero  su vida íntima es la única que le pertenece exclusivamente. Es en esa intimidad donde  fraguan su conciencia, sus reservas, sus frustraciones, sus ilusiones, sus deseos.  Es el espacio donde se forja  la distancia que existe entre el "ser" y el "humano". Es el espacio del señorío, del encuentro definitivo entre el alma y el cuerpo en una sola pieza; es el espacio de la respetabilidad.
    En la prostitución no juega la libertad ni la verdad porque uno no "se" da; apenas "da"; no "es" en el otro, apenas si "está" con el otro; se pierde la intimidad.
    Palabra más o palabra menos esto me dijo una prostituta lisboeta, negra, una estatua de ébano. La conocí en un bar de Gran Vía, en Madrid.  "Soy prostituta  porque saco más dinero que trabajando de cajera y porque ya no me da asco nada. El único aliciente que hay en mi vida es volver a casa por la noche y acostarme con mi hijita. Nos abrazamos hasta que ella  se queda dormidita con una sonrisa en los labios; es entonces cuando yo empiezo a llorar".
    Sacó la billetera y me mostró la foto de su hija. Era hermosa, como ella. Pese a todo, había logrado un espacio de respetabilidad: el encuentro de su cuerpo y su alma amando a su hija.
    Notas

  4. Abortos y otras malformaciones, por Fernando Savater, El País, 02-04-09

Acerca del aborto
 

Un ensayo sin preconceptos sobre la cuestión del aborto
Urgente, debate por la despenalización del aborto
¿Es el aborto un antídoto contra la criminalidad?
Una línea para abortos sin riesgos en Argentina
Aborto y criminalidad (o su descenso)


  1. A Question of Catholic Honesty by Daniel C. Maguire
Abortion is always tragic, but the tragedy of abortion is not always immoral. Hand-wringingly sensitive to divergent views, the Catholic bishops give all sides a hearing, even the winnable nuclear war hypothesis -- a position they themselves find abhorrent, but change the topic to abortion, and nothing is the same.
  1. Abortion and Moral Consensus: Beyond Solomon’s Choice by Madonna Kolbenschlag
Some churchmen and politicians are so intransigent on the issue of abortion, over which men have no physical control, and so tolerant of killing in war, over which men have always had control.

  1. Abortion and Theology by Martin E. Marty

domingo, 15 de diciembre de 2013

EINSTEIN Y WERT

Por Carlos A. Trevisi

Un hombre que ha satisfecho sus inquietudes, sus afanes, es un hombre sin terminar. Es el tipo de individuo que se sienta a disfrutar de sus logros a los que , cual rumiante, regurgita y regurgita en una digestión que nunca acaba.
Es el caso de Wert, el ministro de educación del gobierno de Rajoy.

No se trata de un ignorante. Es un ser inacabado que contempla la realidad desde una actitud sedente que, animada por un presidente que no se atreve a comer por temor a indigestarse, jamás tira la toalla, como él mismo a dicho. 

Wert es el tipo de hombre que espera que los demás se alineen con su forma de ver las cosas. La única razón por la cual sigue reventando la educación es la pertinaz actitud de su mandante que ya ha manifestado su intención de no cambiar a nadie de su equipo de gobierno. Tal la satisfacción que le produce la manga de langostas que sostiene.
La langosta "reina" de su gobierno en el ámbito educativo es el tal Wert, cuya presencia me asalta a cada momento como modelo de lo que no hay que hacer.

En los años 40 Einstein manifestó que   "Todos los imperios del futuro van a ser imperios del conocimiento, y solamente serán exitosos los pueblos que entiendan cómo generar conocimientos y cómo protegerlos; cómo buscar a los jóvenes que tengan la capacidad para hacerlo y asegurarse que se queden en el país. Los otros países se quedarán con litorales hermosos, con iglesias, minas, con una historia fantástica; pero probablemente no se queden ni con las mismas banderas, ni con las mismas fronteras, ni mucho menos con un éxito económico".
   
Cualquiera  diría que lo dijo a propósito de Wert. 

CÓMO NOS VENDEN LA MOTO

Noam Chomsky e Ignacio Ramonet

§ INTRODUCCIÓN
          La presente obra se compone de dos escritos, cada uno correspondiente a un autor, que giran alrededor de la manipulación informativa como medio para obtener, conservar y aumentar el poder de un grupo social o empresarial. Ambos autores, por tanto, se interesan por la evolución del papel ejercido por los medios de comunicación en el control y la limitación de la libertad individual, y actúan como vigías de una situación preocupante y de incierta resolución.
§ ESTRUCTURA Y CONTENIDO
        El control de los medios de comunicación.
   Chomsky distingue una introducción y nueve apartados en su libro, con títulos propios que respetaremos para la revisión del contenido.
Ø  Introducción
           Comienza este libro con una afirmación rotunda: la democracia actual no se corresponde con la idea que tenemos del término. En particular por el control al que se someten los medios de comunicación, en contraposición a la libertad e imparcialidad que se le supone a la información transmitida bajo esta forma de gobierno.
Ø  Primeros apuntes históricos de la propaganda.
          Se rememora aquí la primera operación propagandística de un gobierno democrático, que fue la emprendida bajo el mandato del presidente Wilson  y llevó a los Estados Unidos a involucrarse en la 1ª Guerra Mundial con el beneplácito de una población que meses antes se mostraba de tendencia pacifista y contraria a la intervención en el conflicto. Esta operación contó con la participación de un círculo de intelectuales que conscientemente transmitían la desinformación deseada.
Ø  La democracia del espectador
          Este apartado expone y comenta las teorías de Walter Lippmann, que plantea una división social en la "clase especializada", encargada de dirigir y controlar, y el "rebaño desconcertado", que se corresponde con la gran mayoría de la población y cuya misión consiste en ejercer de espectadores de los cambios propiciados por la clase especializada. Esta propuesta se basa en un principio moral bastante cuestionable: la incapacidad de la mayoría para gestionar los asuntos que le interesan. Por tanto, es necesario "domesticar al rebaño" a través de medios de comunicación, escuela y cultura.
Ø  Relaciones públicas.
          Para el autor, la industria de las relaciones públicas tiene un papel fundamental en el control de la opinión pública. En los años 30, las asociaciones patronales lograron neutralizar las acciones reivindicativas de los sindicatos gracias a campañas propagandísticas que situaron al grueso de la población en su contra, utilizando eslóganes "pro-americanos" .
Ø  Fabricación de la opinión.
          Uno de los factores clave para modificar formas de pensar consiste en evitar que pareceres comunes no deseados lleguen a contactar, y por tanto, a reforzarse mutuamente. En los años 60, los movimientos sociales que fomentaban la participación activa fueron acusados de poner en crisis la democracia. Igualmente se manipuló la opinión pública tras la guerra de Vietnam, con el fin de despertar nuevamente las voluntades belicistas en EEUU.
Ø  La representación como realidad.
   El proceso de reconstrucción histórica permite presentar al público cuadros falseados de la realidad que, sin embargo, ofrecen resultados satisfactorios, como se nos muestra frecuentemente al analizar las opiniones populares acerca de los conflictos armados, la política, el terrorismo...
Ø  La cultura disidente.
          A partir de la década de los 60, los movimientos contestatarios han experimentado un gran crecimiento, y han ejercido un "efecto civilizador" en la opinión pública americana. La organización de la población en torno a problemas comunes, propios o ajenos, constituye un riesgo para la imposición de modos de pensar homogéneos.
Ø  Desfile de enemigos.
          El deterioro del clima social en EEUU, progresivo, constante y sin perspectivas de recuperación, demanda distracciones que eviten el colapso. De este modo, los gobernantes tienden a buscar enemigos que aviven el miedo y desvíen la atención de los problemas reales. Alemanes, rusos, vietnamitas, árabes... todos han cumplido esta función y es previsible que el desfile continúe.
Ø  Percepción selectiva.
   El tratamiento diferenciado de los hechos en función de su conveniencia al poder establecido es una de las formas de manipulación más empleadas, y el autor señala varios ejemplos en este apartado. Destaca la política exterior de EEUU, apoyando dictadores convenientes mientras denuncia abusos en países hostiles.
Ø  La guerra del Golfo.
          Chomsky presenta nuevas pruebas de la manipulación mediática, que permitió pasar de un apoyo firme a Saddam Hussein a una declaración de guerra sin que se escuchasen las voces críticas de la oposición democrática en Irak. Esa declaración se realizó a pesar de la vía negociadora estaba abierta y en contra de la opinión mayoritaria, no obstante cuando comenzó el conflicto los apoyos fueron masivos. Finaliza esta obra proponiendo la elección que debemos realizar entre sociedad libre y totalitarismo autoimpuesto.

Pensamiento único y nuevos amos del mundo.
Al igual que Chomsky, Ramonet articula su obra en apartados, en este caso 8, y una introducción.
Ø  Introducción.
          En concordancia con el título de la obra, Ignacio Ramonet comienza afirmando que el cambio en el sistema de poderes es un hecho. El proceso liberalizador y el derrumbe del bloque comunista han dinamizado la globalización a todos los niveles, que a su vez se ha visto acelerada por el desarrollo de las tecnologías de la información. En consecuencia, se ha producido una explosión de los mercados financieros y las redes de información.
Ø  Los mandamientos del pensamiento único.
          El autor define pensamiento único como "la traducción a términos ideológicos de pretensión universal de los intereses de un conjunto de fuerzas económicas". Estas fuerzas son apoyadas por elementos académicos y de investigación que contribuyen a propagar sus ideas. Enuncia a continuación los principios de este pensamiento: primacía económica sobre las cuestiones políticas, el mercado y la competencia como mecanismo regulador, el libre intercambio y la mundialización, la división internacional del trabajo, la privatización... La consecuencia práctica es que los sectores financieros privados superan ampliamente las cotas de poder de los gobiernos.
Ø  Armas de control social
            De las nuevas formas de poder surgidas recientemente, uno de los principales es el de los medios de comunicación de masas. Su alcance mundial y su capacidad de influir en la opinión pública hacen que el autor se pregunte si esta concentración de poder limitará la libertad individual. Bajo la ilusión de que los mecanismos coercitivos (iglesia, escuela, ejército, familia) están en crisis, el control social por el contrario se acrecienta, aunque de forma más sutil. Acaba el apartado con una referencia a Huxley y sus advertencias sobre los "intentos de domesticación humana".
Ø  Ingeniería de la persuasión.
          Ramonet revisa el fenómeno televisivo desde una perspectiva crítica e incidiendo especialmente en el alto grado de violencia presente en la programación infantil y juvenil, aportando numerosos ejemplos de los sucesos recientes que relacionan este factor con actos violentos en estas edades. 
Ø  La persuasión invisible.
          El autor resalta el papel de la publicidad, los sondeos y el marketing como técnicas de persuasión. La primera estudia nuestros puntos sensibles para incitarnos a la compra. Los segundos realizan perfiles medios que marcan el criterio de normalidad, forzando a los indecisos a alinearse con la mayoría.
Ø  Coacción y vigilancia.
          Las nuevas tecnologías ofrecen a las empresas una cantidad ingente de información sobre nuestras actividades cotidianas, debido a las huellas que dejamos en ficheros informáticos. En el entorno laboral el control se vuelve más estrecho, incluyendo video vigilancia y proyectos de seguimiento continuo. En último término, los tranquilizantes y ansiolíticos desempeñan cada vez más la función de reguladores sociales.
Ø  La crisis del cuarto poder
           El cambio de la prensa escrita por la televisión como centro de atención informativa ha causado una pérdida de profundidad general en beneficio de la imagen en vivo. El ciudadano pasa entonces de intentar comprender a simplemente ver, y esto acarrea una simplificación de la realidad. Asimismo, han cambiado los conceptos de actualidad y veracidad de la información, basados ahora en la riqueza de imágenes y en las fuentes que nos confirmen.
Ø  Las democracias catódicas.
          La función informativa de los medios está perdiendo terreno frente a su papel como formas de distracción y entretenimiento. Ramonet anuncia que el sistema de información "se ha pervertido". Y en un futuro próximo se divisa la llegada de nuevos aparatos que podrían "trastornar el campo de la comunicación", acelerando el fenómeno citado.
Ø  Todo el poder al mercado.
          La concentración de poder en pocas multinacionales de la comunicación producen una lógica inquietud ante la posibilidad tangible de condicionamiento hacia el pensamiento único. Considerar la información como mercancía lleva al riesgo de perder sus misiones fundamentales: iluminar y enriquecer el debate democrático.
§ VALORACIÓN PERSONAL.

El control de los medios de comunicación

          Nos ha interesado en gran medida la perspectiva ofrecida por Chomsky, y además de destacar su estilo preciso y ameno, subrayamos las pruebas presentadas en esta obra del uso y abuso que de los medios de comunicación hacen los grupos de poder.
          Pensamiento único y nuevos amos del mundo

          Ramonet dibuja, en nuestra opinión, un gran retrato del nuevo escenario de poder. El concepto de pensamiento único combina a la perfección con las referencias a Huxley, y al igual que Chomsky, denuncia de forma clara y coherente el mercantilismo dominante en el tratamiento de la información.

viernes, 6 de diciembre de 2013

RETRATO DE UNA IZQUIERDA ADOLESCENTE

Fernando García de Cortázar

“Se educó entre hombres para quienes las ideas eran a menudo más reales que los hechos.” En su celebrada biografía de Marx, Isaiah Berlin caracterizaba de este modo el ambiente en que se formaron los revolucionarios socialistas de mediados del siglo XIX. No se trataba sólo de personas con la apreciable voluntad de mejorar el mundo, sino de individuos empeñados en convertir la existencia humana en el campo de pruebas de una utopía. La historia nos ha señalado cuál fue el precio pagado por aquel esfuerzo. Y es justo aceptar que incluso los errores cometidos brotaban de las esperanzas que los ambiciosos afanes de la Ilustración pusieron en los corazones de los hombres y que su intolerancia pudo ser el fruto de una virtud exagerada que les llevó a renunciar muchas veces al realismo y hasta a la compasión.

Pero el carácter de nuestra actual izquierda poco tiene que ver con una rectitud desordenada o con una  firmeza abusiva. No estamos ante honrados apóstoles con el gesto marcado por la severidad de una doctrina, sino ante insolentes profesionales que se ganan el sueldo amedrentando a quienes ponen en duda la calidad de su producto. Nuestra izquierda no ha madurado hacia un pacífico pragmatismo, sino que ha envejecido hacia un colérico descreimiento. No ha ganado flexibilidad en la defensa de sus principios, sino intransigencia en la justificación de su conducta. No es leal a unas ideas cuya discusión pueda enriquecer a todos, sino fiel a unas consignas  indiscutibles.

Nada ha hecho tanto daño a nuestra normalización democrática como la impunidad con la que la izquierda se ha movido, segura de que sus ideas tenían un valor moral añadido, una mayor envergadura cívica y una inexpugnable solidez teórica. La falta de resistencia cultural a sus dictados es responsable de la ausencia de un necesario debate sobre algunas cuestiones que en cualquier país avanzado nunca podrían plantearse con la mezcla de acritud e ignorancia con que se exponen en el nuestro. 

Esa inexplicable ventaja que concedemos a la izquierda no ha servido, sin embargo, para que esta preste oídos a las ideas ajenas, sino para  que eleve el  tono de hartazgo e irritación con el que se digna mencionarlas. Si en anteriores reflexiones me he referido a asuntos de una agenda más habitual, como el derecho a la educación, la defensa del sector público, la tutela de la igualdad de género o la vigencia del carácter de clase de las opciones políticas, hay dos cuestiones que sólo en España parecen haberse constituido en la línea divisoria que separa a los ciudadanos modernos de los cavernícolas que impiden nuestra conversión colectiva en una nación democrática normalizada.
La primera es esa vehemente defensa de una sociedad laica que siempre se afirma sobre el sombrío y estéril terreno del anticlericalismo.

 A nuestra izquierda le faltan toneladas de sutileza y cultura para distinguir entre ambos conceptos y, en cambio,  le sobran océanos de confusión intelectual, prejuicios históricos y vulgaridad argumentativa para aceptar que hablamos de cosas distintas. Resulta patético observar cómo sólo en función de su propia inseguridad y de su deseo de afirmar un perfil ideológico que nadie en su sano juicio plantea en el mundo occidental, la izquierda española trata de presentar los valores del catolicismo como un asunto que se refiere, exclusivamente, a los privilegios de la Iglesia. Una lógica exigencia del respeto a la libertad religiosa y una pasmosa deferencia, cuando no sorprendente fascinación, por confesiones ajenas a la católica, se acompañan de una recelosa actitud ante lo que son además de  creencias metafísicas, valores morales, normas de conducta y criterios de organización social de los cristianos españoles.

De ningún modo se trata de que los católicos impongan  esos valores a quienes no lo son, sino de que puedan disponer de ellos sin sentirse insultados o ridiculizados, ni acusados de un inicuo sectarismo. Mientras en España basta con que alguna  persona declare profesar una fe distinta al catolicismo para que la izquierda exija la custodia de los derechos de una minoría, cualquier opinión emitida por un católico en nombre de sus principios es considerada un vuelo hacia el pasado más fanático  y una insufrible agresión a la libertad de todos en nombre de la conciencia de unos pocos. El catolicismo es sistemáticamente arrojado del espacio público, como si una creencia personal compartida por buena parte de los españoles fuera un asunto íntimo, que en nada tuviera que plasmarse en la vida colectiva. Mientras se considera legítimo que se defiendan concepciones sociales antagónicas del catolicismo, se niega que ese mismo derecho pueda ser ejercido por  quienes comparten además de una creencia religiosa,  un modo de existencia. Creer que los católicos deben mostrarse indiferentes a los criterios con los que se trama el tejido moral de una comunidad es confundir dos ámbitos perfectamente distinguibles en la articulación de nuestra sociedad: la defensa pública de unos valores y la imposición del privilegio de una institución. 

La segunda cuestión  quizás se refiera a esa nostalgia de lo  absoluto en la que, según George Steiner, desembocó la secularización de las sociedades europeas hace dos siglos. Porque no es casual que el anticlericalismo infantil que quiere presentarse como laicidad se haya acompañado de una actitud reverencial ante la mística silvestre del nacionalismo mientras se frivoliza con los derechos más esenciales de los ciudadanos. En este caso, el derecho a ser español, garantizado por la Constitución de 1978 y corroborado en las diez elecciones a Cortes realizadas desde su aprobación por no hablar de algo que quizás a otros les parecerá secundario, pero no a mí: la tradición verificable de quinientos años de Estado común y los doscientos de nación constitucional que llevamos en eso que en todos los países civilizados suele llamarse historia.
Si sufrimos hoy la impugnación más grave que ha  soportado España, no es atribuible sólo a la tarea minuciosa y tramposa de los nacionalistas, probada en esa doblez que les permite afirmar identidades irrevocables y firmar acuerdos olvidadizos. Debemos ponerlo también en el saldo de esa izquierda que ha traicionado a sus propios fundadores para entregar esta nación, que un día dijo querer defender, a quienes ansían destruirla. Curiosamente, no en nombre de la lucha de clases o en busca del paraíso proletario, sino empujada por su patológico despiste al servicio de los egoístas horizontes de una oligarquía regional.

No debería sorprendernos este cambio de actitud, que separa a nuestra izquierda actual de quienes empezaron a construirla en España, armados por ideas que podemos considerar equivocadas, pero no carentes de dignidad. A esta izquierda inmadura, a esta izquierda adolescente, se le pueden aplicar las palabras con las que el propio Marx se refería a quienes repiten la historia, primero como tragedia, luego como farsa: no son más que parodia de aquellos principios, no son más que  anacronismo frente al progreso, no son más que un espectro que quiere hacerse pasar por espíritu.

Fernando García de Cortázar
Director de la Fundación Dos de Mayo, Nación y Libertad


jueves, 5 de diciembre de 2013

EL NENE Y LA ABUELA


¿A usted le importa quién fue Piaget?

Seguramente no. Le confieso que a esta altura de los acontecimientos que pueblan el mundo educativo, a mi tampoco. La relación que mantenemos con nuestros hijos excede el marco de esa necesidad.
Según estadísticas que ruedan por ahí, el 20 % de los españolitos en edades que no sobrepasan los 12/14 años tiene trastornos de comportamiento derivados de circunstancias de vida angustiantes. Se calcula que a este ritmo hacia el 1020 la cantidad  rondará el 50 %. 
La familia, victimaria y víctima de los chicos, vive una gran angustia. La realidad de una sociedad  que la ametralla con el peligro de alcoholismo y de la droga, devastadoras ambas, poco se ocupa, sin embargo,  de  su propio calvario en la lucha que sostiene contra el desinterés de los chicos al momento de atender sus obligaciones escolares, su falta de voluntad , su escaso afecto por el estudio…
Habría que preguntarse si la solución, tal cual se propone en los colegios,  es  dedicarse más a los chicos, primera instancias ésta que por lo general se acepta porque, poco más o menos, todos sentimos que dedicamos poco tiempo a la prole. Cuando transcurrido un tiempo la cosa no mejora, entonces acudimos en busca de ayuda externa. Aparecen en el horizonte profesores particulares que “enseñan” lo que los chicos no aprenden (la raíz cuadrada, por ejemplo). Esta etapa dura en relación directa con un estado de vértigo que nos hace pensar que nuestro hijo es medio tonto.  Nos llama la atención que la criatura sea tonta nada más que en el ámbito de la escuela, pero, si no le entra, si no quiere, si no… pues “este chico no es para estudiar”. Antes de entregarnos lo llevamos al psicólogo. El profesional nos dice que es muy común en los chicos, que es un chico normal, que está desganado por la pre-niñez, pre pubertad o pre-adolescencia, según la edad del crío, y así nos tiramos seis meses. Al cabo de ese tiempo la maestra vuelve a llamar para decir que el nene no puede, no quiere, no sabe, no estudia,  no…
La situación en casa es explosiva; “no te ocupas del nene” (el padre a la madre); “el que se desentiende eres tú”, (de la madre al padre), y  hasta la abuela,  que  entiende a su nieto, que habla con su nieto, que consuela a su nieto, que malcría a su nieto, que termina siendo cómplice  de su nieto, harta de tanta estupidez de pronto dice: la maestra es una idiota. El nene no tiene nada. Es ella, la maestra  que no lo entiende.
A la pobre vieja se la quieren comer cruda, pero , pero…

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EL MUNDO, LA FAMILIA, NUESTROS HIJOS

El mundo, la familia, nuestros hijos, el sistema
Por Carlos A. Trevisi

A modo de introducción
Los últimos acontecimientos que han tenido lugar en el mundo nos obligan a una reflexión que excede el marco político, el religioso y hasta el personal; una reflexión que está más allá de todo.
Este nuevo mundo, que se despega cada vez más de nosotros, está destruyendo valores sin siquiera proponérselo. Simplemente los destruye porque su derrotero no los contempla, no los necesita.  Así, los aplasta como un elefante aplastaría a un ratón: sin darse cuenta.
Los recursos de los que se vale son la información y una red de comunicaciones inimaginable hace apenas 15 años. Manipula la información, domina las redes y nos transforma en convidados de piedra, distanciándonos cada vez más del conocimiento. El crecimiento exponencial de la información, la precisión y velocidad de las redes de comunicaciones, y los distractores que conlleva – la televisión, el mayor de ellos-  nos van aletargando al extremo de que perdemos capacidad reflexiva. El “mare mágnum” informativo nos sobrepasa, nos desalienta y quedamos inermes. Es el signo de los tiempos.
Se avecina un “crack” –uno más de todos los que han sacudido la natural tendencia del hombre a dejar que los demás hagan por él- del que nadie va a quedar exento. El primer mundo no tiene capacidad, per se,  para impedir el desastre. Por eso, quebrando valores esenciales a la vida, y en satisfacción de necesidades  no siempre justificables, acude a otras latitudes en busca de insumos críticos con los que se hace sin complejos. Prueba de ello son las guerras que se han desatado.  A poco de terminadas relucen todas las mentiras y afloran los intereses que verdaderamente las han impulsado. Su frecuencia está en relación directa con le imperiosa necesidad de sostener un sistema que está al borde de la anoxia. No pasará mucho antes de que otra guerra sacuda nuestros adentros.
La recesión  está golpeando nuestras puertas. El desempleo –o el empleo basura, que es una vertiente de aquél- los golpes financieros que nos empobrecen de un día para otro,  la educación que no sabe dar respuesta a los cambios, la seguridad ciudadana, totalmente apabullada por un incremento del delito que no tiene nombre; el armamentismo (la crisis económico-financiera de Israel, casi terminal, no se entiende a la luz de sus inversiones en armamentos, a ese extremo se ha llegado); la sanidad (50 millones de norteamericanos caídos del sistema de la seguridad social y un presupuesto para la guerra de Irak que insumió cerca de 200 mil millones de dólares); la justicia, en manos de los poderosos –léase el caso de los prisioneros de Guantánamo , el no menos sonado de Berlusconi en Italia...
En esta crisis entran nuestros hijos; es la herencia que les vamos a dejar. Cuando se caiga todo, nuestros hijos tendrán que asumir el desastre. Si están capacitados para ello,  no les será difícil; pilotearán bien los cambios y podrán sacar la crisis adelante.
Si están capacitados para ello, insisto.
Por ahora,  andan sueltos y solos.  Ya que el hogar y la escuela no prestan apoyo, su necesidad de plenitud, que la tienen,  se satisface, incompleta, fuera de los ámbitos que naturalmente hasta ahora fueron los más propios para su educación. La calle, el mundo exterior, egoísta y hostil, es su habitat y poco podrán hacer si no entran en él con una infraestructura  sólida que autorice una inserción acabada. Y esa es tarea nuestra.
El descuido que los padres hemos hecho de los valores creyendo que bastaba con recitarlos, el  desinterés por el  conocimiento, la abulia que nos anima, han eclipsado nuestra relación con ellos centrifugándolos del entorno familiar. El ámbito escolar, con sus filas de bancos donde se investigan la nuca del que los precede, en un  degenerado alineamiento antieducativo que impide el diálogo y la puesta en común; con  maestros que aún sostienen que “eso de la informática no es para ellos”, como si pudieran decidir acerca de los recursos prescindiendo de la realidad que los circunda;  que no quieren saber nada con los padres, a los que imputan que depositan a sus hijos en las aulas para quitárselos de encima,  y sin ninguna imaginación para encarar una vida de relación que termine en un espléndido encuentro , los colegios, insisto,  poco aportan.
En pocos años el hogar se transformará en el lugar donde se acuda a dormir y la escuela en un centro de información donde se obtendrán datos y se evaluarán rendimientos. Otra forma de vida, otra forma de ser que no está necesariamente mal, que sólo es distinta, pero que padres y maestros tenemos que encarar  ahora mismo para que los chicos puedan asumir el cambio.
Esta es la realidad que estamos empezando a vivir y de la que no tenemos porqué sentirnos satisfechos, sino más bien todo lo contrario. Entendemos que la vida nos apura y apenas si tenemos tiempo para sobrevivir a las angustias cotidianas. Pero también sabemos que tenemos una responsabilidad que no podemos dejar de lado.
Así, ni como padres ni como maestros podemos  dar pruebas de nuestra ligereza para encarar las nuevas tecnologías porque ya habitan en nuestros hijos.
Tampoco podemos los padres mantener una estructura familiar que los centrifugue ni puede el colegio hacerlo. La pérdida de estas dos instituciones contribuirán a un vacío afectivo que no podrán recuperar de mayores.
Tampoco podemos, ni padres ni maestros, conculcar su independencia, se mire como se mirare: desde el temor a que les pase algo o desde nuestra propia incapacidad para impulsarlos a que sean ellos mismos.
Tampoco podemos abandonar nuestros intentos para que descubran las maravillas del conocimiento como elaboración estratégica personal para afrontar una vida rica en alternativas, fluida, creativa e imaginativa.
Ni podemos contarles cuentos de hadas respecto de Dios y de la Iglesia. Las cosas son como son y si ambos, Dios e Iglesia  se precipitan a tierra, es porque no hemos sabido poner en acto la existencia del uno ni las virtudes de la otra.
Tampoco podemos hablar de paz si en nuestros corazones anida la indiferencia por los demás y  terminamos aplaudiendo cualquier guerra que se montan por ahí los intereses económicos.
Ni hablar de amor si tenemos a toda la humanidad bajo sospecha.
Tampoco podemos enseñarles la virtud de la puesta en común si vivimos para dentro, vidas individuales, incluso en el seno del hogar.
Tampoco podemos insistir en que todo es una porquería, porque no es cierto. La vida es lo más maravilloso que tenemos y ellos lo saben;  miran adelante y saben que les espera un mundo descarnado,  en el que podrán intervenir creando circunstancias, estableciendo relaciones  y celebrando nuevos encuentros.
No podemos dejar que entren desnudos, despojados de todo, como si se tratara de un comienzo cuyo pasado no tiene nada que aportar.
Si nuestro aporte es vital, nuestro legado es irremplazable: tenemos que convocarlos a descubrir que el conocimiento es el sustento de la vida.
Y para eso es menester que pongamos el nuestro propio en acto y cumplamos con nuestro deber de maestros y padres.

El sistema

El sistema en el que vivimos –como cualquier otro sistema- es opresivo. La opresión que ha ejercido sobre nosotros se ha manifestado a través de sus instituciones. No obstante, nadie puede vivir ajeno a esas instituciones  que nacen a partir de principios con los que la cultura nos consustancia desde el mismo momento en que nacemos. A nadie se le puede ocurrir, en el mundo occidental,  que la relación de pareja sea poligámica, por ejemplo, o que se niegue la aplicación de una transfusión de sangre al que la necesita o que el estado se quede con los ahorros de los ciudadanos.  Se trata de derechos que derivan de principios a los que adherimos por cultura y por convicción.
Sin embargo, una cosa son los principios  –la verdad, la misericordia, la entrega, la justicia  y demás, de donde derivan otros, como el derecho a la vida o a la propiedad -  y otra muy distinta las instituciones que los ponen en vigencia; lo que podríamos llamar la instrumentalización de esos principios.
Cuando uno apela a la justicia de un tribunal para dirimir un pleito, el principio de justicia pasa a ser una referencia en la interpretación que hace la  ”institución judicial” , es decir el tribunal.
Es entonces cuando juega  otro tipo de principios, los que podríamos llamar “de circunstancias”.
La vida, que se enaltece en los primeros, sin embargo, transcurre entre los segundos. Y es en ellos  donde las cosas dejan de ser blancas o negras y hay que hacerlas transitar por la zona de grises.  No podemos  aplicar principios absolutos a  las meras circunstancias, porque, de ser así, matar en defensa propia, no punible judicialmente, sería tan condenable como matar para robar.  
En los últimos años, aquellos que prácticamente cubren la totalidad de vuestras vidas, el “mercado” se ha apoderado de la familia, del estado, de los partidos políticos, de la salud,  de la educación, de los sindicatos, de la seguridad, de las universidades y hasta de la defensa nacional,  y maneja  sus instituciones según sus propias necesidades.
El mercado hace caso omiso de los principios, cualesquiera sean, porque no está atado a ningún compromiso que no sea el del beneficio de la renta.  De ahí el desmoronamiento de los valores con los que tradicionalmente han jugado las  instituciones.  Se ha institucionalizado aquello del tango: “lo mismo un ladrón que un gran profesor”
En este “mercado”, que sólo podríamos aceptar por resignación pero jamás por convicción, querer mantener en alto los “principios” sólo puede redundar en detrimento de nuestras posibilidades.  No creo que nos hayamos transformado todos  en unos mal vivientes, pero sí que, casi sin darnos cuenta, hemos ido abandonando a la familia y a la escuela en manos de las circunstancias, como si no nos interesaran; nada menos que dos instituciones que, por lo que les cumple hacer en el ámbito de la sociedad, son pilares fundamentales de nuestra vida. 

La familia

Se podrá decir que hay tantos tipos de familia como estamentos sociales. Sin embargo, como nunca antes, hay contenidos transversales de brutal impacto  que las afectan por igual.
El “sistema” necesita una campana que suene en todas partes. Le da lo mismo el sonido que propague. Lo que interesa es que la gente tenga presente la campana.  Tal el caso de la televisión, del fútbol, del veraneo, del coche nuevo, entre otros.
La pertenencia  de la gente a un determinado estamento social  no la inhibe de “disfrutar” de la tele, ni del fútbol ni de ninguna de esas “ofertas”.  Si no tiene acceso a una pantalla de plasma, o a un BMW satisfará su necesidad de pertenencia con un aparato de 14´ , con uno de esos coches que se venden a 50 euros por mes durante diez años, o comprando los mismos modelos de ropa que ofrecen las grandes tiendas en el mercadillo del pueblo. Pero no le faltará nada de lo que le ofrece el mercado. Habrá comprado un televisor para ver a los Serrano, o los programas documentales de la 2, pero tendrá televisor; tendrá motivos de conversación tanto siendo del Real Madrid como del Barza, pero hablará de fútbol; irá a veranear a Benidorm, a la Costa Brava o a Mónaco, pero veraneará:  se matará en un puente dentro de su cochecito de 50€, o en su BMW, pero se matará. Tarde o temprano a todos nos llega el campanazo.
Cuando vemos un anuncio por televisión, por ejemplo el de un señor que besa su coche, no pensamos que el tipo es un idiota: todo nos empuja a pensar en el coche. El tipo que besa el coche sirve de disparador para llamar nuestra atención; es el sonido de la campana (justo es decir, sin embargo, que hay avisos tan artísticos que uno no recuerda qué promocionan: el sonido ha sido tan dulce que uno ni se acuerda de la campana. Desgraciadamente son los menos).
La campana nos convoca a lo que es accesorio. Nunca suena para avisarnos que Savater va a dar una charla sobre educación en el Ateneo de Madrid ni que Umberto Eco va a disertar sobre las “Ilusiones perdidas” en la Complutense.
Tampoco suena la campana para advertirnos de que la familia española está en crisis, en una severa crisis que afecta, sobre todo, a los hijos.

La familia media

No me gusta hablar de “clases sociales” porque  creo que ya no existen. Sin embargo, si hay un grupo humano que es de analizar con detenimiento es precisamente el de la “clase media”, denominación ésta que excede mi afán por desvirtuar las clases sociales, tal su presencia en nuestra sociedad.  Tradicionalmente la “clase media” es la depositaria de las costumbres y jueza de las transformaciones que se operan en la sociedad.  No impulsa los cambios, pero es principal referente cuando evidencia su aceptación o rechazo.
Hay un tipo de familias de esta condición social, una gran mayoría, que  han aprovechado y disfrutado del “boom” económico de la España de los últimos años. La abundancia ha autorizado a que mucha gente sin capacitación formal pero con clara inteligencia y  gran empuje, haya accedido a una posición expectante. Sin preparación para abordar trabajos para los que es imprescindible una formación sistemática –funcionarios, empleados administrativos, técnicos, etc.-  se han lanzado a trabajar por cuenta propia  aprovechando los nichos que ha ido creando la abundancia -restauración, hostelería, franquicias de cualquier género- y otros servicios que demanda  una sociedad dinámica como la nuestra.
La “vieja” clase media, que aún se sostiene desde el funcionariato  y  empleos que reclaman una cierta especialización,  y que ha sido la que tradicionalmente ha marcado las pautas sociales , se va replegando ante el empuje  de los nuevos “cuentapropistas” que no tienen tradición de “mantenimiento”.  No tienen nada que rescatar de su pasado como para transformarlo y relanzarlo a la sociedad.  Son todo presente, aunque  incierto futuro: no saben hasta cuándo durará.

Se caracterizan por ser sumamente ansiosos; no manejan bien sus afectos; son de fácil relación pero de difícil encuentro con los demás; se “muestran” entre sus pares;  son consumistas; viven pendientes del dinero, que es su medida de todas las cosas;  son voluntariosos para sacar adelante su trabajo, pero desoyen otros llamados que exigen el mismo esfuerzo: la atención de la familia,  su necesidad de capacitarse para acompañar a sus hijos en los estudios…; su formación es apenas rasante: son ignorantes, no saben entender un texto sencillo, un discurso; no saben  participar de una argumentación, son dispersos. En pocas palabras,  viven atados a la “campana”: el fútbol,  los Serrano, el paddle, el coche nuevo, el chalet, comidas afuera, y colegios privados para sus hijos.

lunes, 2 de diciembre de 2013

LA IMAGINACIÓN A LA ESCUELA



"La imaginación a la escuela" de Carlos A. Trevisi, nuevo libro de "GUADARRAMA EN MARCHA", fue presentado por su autor el miércoles 27 de noviembre a las 18 y 30  en el café CLAQUÉ  de nuestra ciudad.

 ***

Presentación

 “ALLÁ VAMOS, CHICOS”, (Editorial GNE, España, 2007 ISBN 8456902006U.E.)  tuvo una aceptación que su escasa tirada no alcanzó a confirmar como una  obra de éxito. Esto no obstante, circuló con interés entre maestros y padres de familia hasta los que llegó.
El libro que tiene entre manos es una prolongación de aquél. Se han incluido capítulos que entendí satisfarían los cambios que se van precipitando en el mundo de las nuevas tecnologías aplicadas a la educación y mantenido los fundamentos que apuntan a lo actitudinal antes que a los contenidos, tal cual se propugnaba en “ALLÁ VAMOS”.
En un vastísimo articulado editado en la Web de la Fundación hemos dado pruebas de la necesidad de cambio que tiene que animarnos –valga decirse que no sólo en educación para sacudir un mundo que se ha convertido en un solárium de imbecilidades y un infierno de tristezas.
Aunque me invade un gran escepticismo no he perdido mi optimismo y como no soy de los que plantan semillas para cobijarme a la sombra de sus frutos, tengo la esperanza que mis hijos y mis nietos sí podrán disfrutarla.
Carlos A. Trevisi
Fundación Emilia Mª Trevisi (http://www.fundacionemiliamariatrevisi.com)
 En Guadarrama, a los 5 días de enero de 2013.



ÍNDICE

Introducción                                                                                                                                                            
        Nuestra concepción del hombre y de sus posibilidades educativas                           
            a. ¿Individuo o persona?                                                                   
            b. ¿Potencias o actitudes?                                                                        
            c. La educación que debemos darnos                                                      
                El marco operativo.
              Gráfico de la transformación de un individuo en persona.     
                Gráfico de la estructura de un estado-Nación                                
                             
                                       
1. Motivación                                                                                                                                                                          
 1.1 El mundo que nos toca vivir                                                                  
    1.1. a. Tener conciencia
    1.1. b. Abrir los ojos)
 1.2. Reflexión sobre la realidad actual
               Los valores                                                                                                
                                
1.    Situación presente                                                                                           
                     
         2.1. Familia y escuela
            2.1.1. El abandono del niño  
            2.1.2. ¿Estamos educando debidamente a nuestros hijos? 
            2.1.3. Acerca del aprender de nuestros hijos
                                    
3. Nuestros propósitos                                                                                           
                                     
         3.1. La sociedad que se avecina 
         3.2. Reconocimiento de la realidad Educativa ¿Cómo hacer?             
              3.2.1. Estrategia                        
              3.2.2. Objetivos                                      
              3.2.3  Metas                                             
                3.2.4  Procedimientos    
        3.3. ¿Qué es educar?                                 
        3.4. ¿Para qué la educación?         
        3.5. Una propuesta para crecer
        3.6. El cambio                                        
             3.6.1. La implementación de un cambio y sus dificultades                                 
             3.6.2. Acerca del enseñar y del aprender: terminemos con el “enseñar” 
                3.6.3. Invertir en conocimientos
        3.7. Una educación revolucionaria 
        3.8. Actitudes a lograr 
        3.9. Escuela pública, ciudadanía y Democracia                        
             3.9.1. Los docentes                         
                 3.9.1.1 Bajemos a la trinchera
             3.9.2. Recursos y materiales para una síntesis dinámica  
                 3.9.2.1. ¿Informática? 
                 3.9.2.2. Internet en la escuela)
                 3.9.2.3 ¿Y el ordenador?     
                 3.9.2.4. ¿Autogestión en la Producción de programas
                                 con soporte de “soft”?             
             3.9.3. Evaluación del maestro         

4. Resultados perdurables                                                                                                                    
5. Un proyecto educativo guía para ser aplicado por nuestras escuelas                                                                                                    
5.1.   Jornadas de Informática educativa
5.2.    Proyecto de conmemoración del 25 de Mayo de 1810.
¿Un 25 de Mayo de 1810 distinto?
5.3.   Modelo de laberinto

APÉNDICE: (Ver CD) 8 ensayos  por autores españoles y hispanoamericanos sobre temas educativos.