Carlos A. Trevisi
Una familia
española ha sido condenada a separarse de su hijo porque éste, de 10 años, pesa
80 kilos. Manifiesta el fiscal que los padres no atienden debidamente al
niño y, sin quitarles la patria potestad, les quita al chico. Los padres se
niegan a dárselo al estado para que lo "cuide, eduque" o lo que usted
quiera pensar y lo han hecho desaparecer. No se sabe qué ha sido del niño
aunque sí que los padres lo han secuestrado. Dura lex y acaso una vez más tan
dura que ha puesto la vida de un niño -que ante la decisión y el dolor de ser
apartado de sus padres ya ha bajado 10 kilos- en una situación angustiosa. Se
lo ve por televisión jugando al fútbol. Es un chico gordito, de estatura
superior a la normal para su edad corriendo de aquí para allá detrás de la
pelota, lleno de fuerza y normal motricidad.
Lo más interesante
de todo -al margen de lo que significa para la criatura que lo separen de sus
padres- es la cara del fiscal. Habla como si estuviera dirimiendo el juicio
final, enjuiciando a Videla o condenando a Al capone. ¡Epa,
epa, Sr. fiscal, que no es para tanto! ¿por qué no se ocupa de los padres
de los adolescentes que andan por ahí bajando los pantalones a los profesores,
insultándolos o burlándose de ellos? ¿ o de los borrachines, o de los que
inundan los bares - y hasta los baños de los colegios con olor a porro? Deje en
paz a esa pobre gente y devuélvales el chico que más vale un gordito feliz que
un flaco envenenado por falta de comprensión de un tipo tan perfecto como
usted. ¡Inmisericorde!
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