sábado, 22 de agosto de 2015

LA DEMOCRACIA Y LA VIDA PRIVADA

¿HA LLEGADO LA DEMOCRACIA A LA VIDA PRIVADA?

Este debate, que se ha desarrolló fundamentalmente en los dos últimos meses del 2014, ha tratado de analizar las causas profundas de un fenómeno socialmente alarmante, cómo es el de la violencia de género. La ponencia de la que arranca la discusión analiza las circunstancias y la lógica que motivaron la promulgación de la ley orgánica de Protección Integral contra la Violencia de Género y sostiene que la violencia no es un problema que afecte sólo al ámbito privado sino que fundamentalmente atañe   al ámbito público y representa una manifestación de las relaciones de poder históricamente desiguales entre mujeres y hombres.
Planteada en este ámbito la discusión, muchas de las intervenciones han señalado que no estamos ante un problema propio de un colectivo: las mujeres (puesto que las mujeres no constituyen “un colectivo” y esta consideración sería inaudita en el caso de los hombres) sino ante un problema social frente al que el Estado tiene que tomar medidas efectivas , puesto que todo Poder Público tiene la obligación de garantizar la vida y la seguridad de sus ciudadanos y ciudadanas..
El centro de la discusión se ha centrado en la igualdad. No hay democracia sin igualdad, y no puede haber igualdad en la sociedad sin democracia (Miguel Lorente). El debate sin embargo desborda el ámbito estrictamente político para adentrarse en las causas profundas que laten en la sociedad y que alimentan el machismo.
La violencia es un concepto adquirido. Frecuentemente, la violencia de los hombres contra las mujeres comienza en la infancia y representa parte de la socialización masculina. Muchos muchachos son socializados en la creencia de que las mujeres y niñas tienen obligaciones con ellos (cuidar de la casa, cuidar de los hijos, tener relaciones sexuales con ellos…).( Francisco Abril ) Este análisis arroja un dato inquietante: que los jóvenes, son más propensos a usar la violencia que cualquier otro grupo. La violencia de los hombres contra las mujeres se ejerce, principalmente, en el espacio privado y las relaciones de pareja y su inicio tiene lugar, muchas veces, en las parejas más jóvenes.
El machismo viene de lejos y se introduce en el inconsciente; este es otro de los aspectos relevantes que ha aportado el debate. La imposición de los esquemas del Patriarcado no sólo se producen por mecanismos sociales, culturales y económicos, sino también, por un entramado de estereotipos de género inconscientes, que se han ido tejiendo a lo largos de las generaciones que nos preceden. Durante la infancia se transmiten, consciente e inconscientemente, tanto por el padre como por la madre, y cristalizan en la adolescencia. (Regina Bayo) Estos aspectos de la subjetividad e identidad sexual no son conscientes, -y precisamente por eso-, se manifiestan con gran fuerza en momentos de cambio o de crisis en la vida de la pareja, como con el nacimiento de los hijos, o ante la pérdida de la estabilidad económica.
El debate deja claro que la violencia machista no se puede entender si se reduce a un problema que ocurre entre dos personas. Las causas hay que buscarlas más bien en un conjunto de dispositivos sociales que provocan que las mujeres sufran constantemente una violencia que es estructural. Se trata de una forma de control que el patriarcado ejerce sobre todas las mujeres (Isabel Serra y Rebeca Moreno)
Uno de los mecanismos por el que se reproduce la dominación es la “violencia simbólica”, que afecta a las mujeres (y a los hombres) de modo que las ciega respecto a la sumisión en la que incurren. Las mujeres están sometidas a un continuo bombardeo de mensajes contradictorios: una publicidad obsesivamente centrada en el cuerpo y en la seducción que reinscribe los clichés de feminidad más conservadores disfrazados de modernidad (Ángeles de la Concha); una exaltación de la libertad sexual que luego en la intimidad se ignora o se castiga; un acceso al mundo del trabajo, a la política y a las profesiones más prestigiosas que resultan luego irreconciliables con una vida familiar en el que la pareja se limita a “ayudar” en temas y ocasiones puntuales; una exaltación de la maternidad que se castiga laboralmente con el despido encubierto o la relegación a puestos de segundo orden; un reconocimiento a la valía profesional que fuerza a renuncias personales…
De este modo, más allá del plano conceptual, pero en relación con el concepto de “feminismo”, luchar contra la violencia machista implica  mejorar las condiciones materiales de las mujeres. La  violencia machista no puede ser entendida como una circunstancia al margen de las condiciones sociales, políticas y económicas en las que se desarrolla
En esta relación entra la violencia y las condiciones sociales están de acuerdo la mayoría de los intervinientes. Si bien algunos entienden que además de eso hay que tener en cuenta el poco amparo real que los juzgados prestan a las mujeres maltratadas. El 55 por ciento de las denuncias se archivan sin más trámites y el resultado final es que no llegan al 40 por ciento los maltratadores condenados (Lidia Falcón). Esta tesis considera que la ley contra la violencia de género es radicalmente insuficiente, entre otros factores, porque solo ampara a las mujeres que tengan vínculos sentimentales con los maltratadores.
Una parte significativa de las intervenciones han subrayado un factor especifico que acompaña a la violencia de género: la víctima, en muchos casos con lazos afectivos con el agresor, es una víctima especial, muy distinta a las víctimas de otros delitos. Se constata que estas agresiones y crímenes son los únicos en los que son las víctimas las que se avergüenzan o esconden y no quienes los perpetran. Todo ello envuelto frecuentemente en un halo de fracaso vital.
No es raro, pues, que las mujeres sean remisas a denunciar. (Eulalia Lledó). A esto se le tiene que sumar la silenciada desprotección en que las mujeres suelen quedar después de denunciar.
La discusión sobre la violencia de género se complementó con un debate en Público TV que moderó la escritora Laura Freixas y en el que participaron la escritora y periodista Lidia Falcón, el psicólogo Pablo Llamas, miembro a su vez de la AHIGE, Ángeles de la Concha, catedrática de lengua inglesa, la ponente Soledad Murillo y el profesor de Derecho Constitucional Octavio Salazar.

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