El Brexit como una
consecuencia más de las políticas neoliberales de la UE
Tom Kucharz, Luis
González Reyes, y Luis Rico
Miembros de Ecologistas en Acción
Miembros de Ecologistas en Acción
Público.es
25.06.2016
Consideramos que la
salida del Reino Unido de la Unión Europea (Brexit) es una consecuencia más de
las políticas neoliberales dictadas desde las instituciones de la Unión Europea
en Bruselas y Frankfurt. También es un indicador claro de la decadencia en el
plano internacional de la UE y la fuerte crisis de legitimidad que ha creado.
No hay precedentes
de ninguna población que se “haya marchado” de un proyecto de integración
regional que consideraba que le beneficiase. El pueblo británico no es una
excepción: la Unión Europea (UE) no le sirve porque le impone políticas
neoliberales que le lesionan. Un régimen brutal de burocracia y autoritarismo,
recortes sociales y xenofobia institucional, competitividad y la erosión de los
derechos fundamentales. Estos aspectos han dado pábulo a las posiciones
nacionalistas de derechas, xenófobas y machistas que han protagonizado la
campaña.
La UE fue ideada
por los poderes económicos y políticos dominantes, y está detrás de muchas de
las políticas que han generado tremendos problemas económicos, sociales y
ambientales: la privatización de servicios públicos, la liberalización del
movimiento de capitales, el aumento del poder del sistema financiero, las
burbujas inmobiliarias, los rescates bancarios, las deudas ilegitimas, el
desmantelamiento de sectores productivos y de la agricultura familiar, la
liberalización del sector energético dando lugar al oligopolio del sector
eléctrico y a la pobreza energética, etc. Por sólo nombrar algunos.
Los Gobiernos
británicos han participado activamente en esta construcción de la UE
neoliberal. Asimismo, los partidos mayoritarios del Reino Unido han impulsado
dichas políticas, como se detrae del papel de Leon Brittan y Peter Mandelson en
la Comisión Europea o de La City en los procesos de liberalización de los
servicios y mercados financieros. Por lo tanto, son corresponsables de esta
situación.
Estas políticas han
provocado el hartazgo de una gran parte de la población, pues han causado:
desempleo, pobreza, desigualdades, exclusión social, precariedad, derrumbe de
la calidad de servicios públicos, corrupción, despilfarro, mala calidad
ambiental… Ha sido la clase humilde y trabajadora la que ha sufrido estas
consecuencias, tanto dentro como fuera de la UE, frente al enriquecimiento
astronómico de las fortunas financieras en La City. Es precisamente en estas
circunstancias donde el populismo de ultraderecha encuentra el caldo de cultivo
perfecto para crecer, promulgando el patriotismo y el odio hacia lo diferente.
El Brexit ha de
entenderse dentro de este contexto y confirma que organizaciones y movimientos
sociales, que llevan años denunciado a la UE, estaban en lo correcto. Quienes
hemos movilizado contra las políticas comerciales, militaristas, migratorias o
de exteriores de la UE hemos señalado regularmente que, para todas nuestras
victorias, nunca hemos sido capaces de alterar la ideología básica de la UE que
va por delante en el programa neoliberal. Y cuando la voluntad popular –con los
referéndum en Francia y Holanda (2005) e Irlanda (2008)- estaba a punto de
tener incidencia, las élites ignoraron la democracia e impusieron el Tratado de
Lisboa.
Por ello, frente a
las voces que reclaman que “Europa es la solución”, consideramos que la UE es
realmente parte del problema. Incluso aquellas personas que defienden la UE
reconocen que ahora –con el golpe de estado financiero contra Grecia, el crímen
de lesa humanidad contra las personas refugiados y el Brexit- se enfrenta a una
profunda crisis de legitimidad. Sin ir más lejos, las elites europeas muestran
su rostro “humanitario” al centrar su preocupación por el Brexit en la caída de
los mercados financieros, mientras miles de refugiados/as e inmigrantes mueren
en las fronteras exteriores de la UE o viven en condiciones infrahumanas.
El Brexit muestra
que del territorio europeo requiere una transformación social y política.
Frente a la agenda de la derecha que ha marcado la campaña sobre el referéndum
del Brexit, tenemos que construir un nuevo internacionalismo basado en valores
feministas, democráticos, solidarios y de justicia social y ambiental.
Herramientas como el Plan B para Europa pueden ayudar a conseguirlo.
Necesitamos un proyecto de integración que de primacía a los derechos de las
personas y regule el capital transnacional, y que defiende la libre circulación
de los migrantes no sólo en Europa, sino también de fuera de ella.
En esta línea es
imprescindible parar las negociaciones del Tratado transatlántico de comercio e
inversión (TTIP) entre la Unión Europea y los Estados Unidos, así como impedir
la firma al tratado entre la UE y Canadá (CETA), una especie de globo sonda del
TTIP. Porque la política tiene que servir a la gente y no a los intereses de
las multinacionales y mercados financieros.
Del mismo modo, es
imprescindible desmarcarse y oponerse a los argumentos xenófobos e insolidarios
que ha esgrimido el nacionalismo inglés a favor de la salida del Reino Unido de
la UE.
Como respuesta a la
extrema derecha, la UE debería poner en marcha vías legales y seguras que hagan
frente a la dramática situación que estamos viviendo en el mar Mediterráneo,
que ha ocasionado la muerte de miles de personas ante la impasividad de los
gobiernos europeos. Exigimos el fin del acuerdo de la vergüenza entre la UE y
Turquía y de cualquier externalización de la gestión de nuestras fronteras, el
cierre de los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIEs) y rutas seguras,
con medidas concretas y urgentes de acceso seguro al Estado español, como la
búsqueda, el rescate y el tratamiento de las solicitudes de asilo que se
realicen en Terceros Países, mediante la posibilidad de solicitar asilo en las
Embajadas, y la concesión de visados humanitarios, de reagrupación familiar, de
estudios, de trabajo y de reasentamiento.
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