Por Carlos A. Trevisi
Norberto Alcover ( El País, 19 de setiembre de 2005) se pregunta
qué tipo de ciudadano pretendemos tras su paso por nuestra universidad. Se
contesta que sólo ha encontrado una respuesta sorprendente y amenazadora:
"pretendemos un ciudadano que resulte oportuno para el mercado laboral
español/europeo. O sea - agrega- que tras tantos años de reflexionar sobre la Europa que deseamos
construir entre todos para que tenga un protagonismo identificativo en el mundo
[...] (nos convertimos) en empiristas puros y duros de la sociedad de mercado y
ofrecemos a nuestros jóvenes, ellos y ellas, como sacrificio agradable al dios
dinero como dios de la empleabilidad tranquilizadora. ¿Deseamos de verdad tal tipología
ciudadana? ¿Preferimos una ciudadanía apática, neutral y Orwelliana, (recomendamos
“1984” ,
de Orwel) olvidadiza del caudal histórico de nuestros artistas, de nuestros
filósofos...[...]?
No es lo único que se pregunta Alcover. "¿ A dónde irán a
parar las materias humanísticas que contienen el mayor y mejor legado de la
historia europea?" Tal interrogante, agrega, no sólo se refiere a a la
carrera de humanidades en cuanto tal [...] me refiero a esos complementos
relacionados con la Historia
civil y artística, con la filosofía y el pensamiento, con la música clásica y
contemporánea, con la literatura en nuestras varias lenguas, incluso con el
hecho religioso en cuanto generador de ideas y formas de vida".
Se sigue preguntando si estamos dispuestos a trabajar por la
permanencia de una sólida metafísica comprendida como el punto de partida y de
llegada de la inteligencia y de la sensibilidad que fundamentan la estructura y
el devenir sociales? [...] Así están las cosas en la universidad española. el
debate parece centrarse en las materias propiamente dichas, en la duración de
su aprendizaje y en las innovaciones tecnológicas".
Algo debe de andar mal, porque aceptando, como de hecho es de
aceptarse, lo que dice Alcover, sólo el 40 % de los universitarios tiene un
trabajo acorde a su nivel de estudios, a su formación académica. ¿No será que
en efecto hay que volver a la universidad epistemológica donde lo que menos
importa es el discurso acerca de las materias o la duración del aprendizaje y
sí el conocimiento, por ejemplo del mundo simbólico?
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