por Alejandro Trevisi
Los medios de
comunicación tienen un papel preponderante en este mundo que nos toca vivir. La
televisión, el medio masivo por excelencia, nos aborda con mensajes
decisivos y contundentes. Si ordenamos los mensajes en orden al consumo, la
publicidad se lleva las palmas. Su objetivo - lanzar un producto al mercado
para su comercialización- no siempre atiende a las necesidades de su público:
las crea. Su meta es vender desde el producto que promociona y no desde la
necesidad de la gente. La publicidad se vale de modelos ideales, todos ellos
asociados al éxito -contradictorios las más de las veces, como cuando se
promociona tabaco o bebidas alcohólicas utilizando deportistas - lo que empuja
a la gente a seguir las pautas propias del consumismo: el gasto en
satisfacción de intereses distintos de los de la compra misma..
El hombre pierde
protagonismo. No sale al encuentro del otro: va al encuentro de las cosas
y se refugia en los bienes materiales. El sistema es el gran responsable.
Erosiona los valores morales de la sociedad rompiendo la relación del hombre
con el hombre e invitando a la inestabilidad social.
Un sociedad
consumista -distinta de una sociedad que consume- disimula los altibajos
económicos de la gente, su pobreza, invitándola a disfrutar, en un acto de
paroxismo, de las luces que otros encienden y apagan por ellos en las grandes
superficies comerciales: el paseo de los pobres (Y también de los angustiados,
que en el consumo de lo innecesario, aligeran sus pesares)
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