lunes, 30 de marzo de 2015

EL CHIQUITÍN VA A LA ESCUELA

por Ana Lacorazza

El ingreso a la escuela  constituye, para el niño,  una experiencia social distinta  de la vivida en el seno familiar. Este primer choque con una realidad que desconoce y lo pone en crisis, que lo afecta emocionalmente pero que es inevitable, se corresponde con la necesidad de su desarrollo social. A partir de este momento, la seguridad del hogar, el amor de la familia y las atenciones de la madre comienzan a compartirse.  Sus maestros y la comunidad escolar son los nuevos ejes de su vida. Su crecimiento ha de tener lugar en un grupo al que deberá integrarse como par entre pares.
Corresponde a sus maestros arbitrar los recursos que faciliten la inserción del niño en el nuevo mundo que le toca vivir. Así como la escuela no sustituye al hogar, la maestra nunca ocupará el lugar de la madre. Esto, no obstante,  no exime, ni a la una ni a la otra, a asumir los roles que les competen como colaboradoras de la educación del niño.
La   maestra tendrá que apelar a su capacidad comprensiva para ayudar al pequeño a superar el cambio lo menos traumáticamente posible, y la familia aprenderá que las nuevas circunstancias imponen una puesta en común, un compartir al niño, que antes no se daba.
En artículos previos hemos leído acerca del papel que juega la escuela. ¿Que se espera en el hogar respecto de las incumbencias de la maestra del nivel infantil?
Ante todo, una identificación plena con la familia para poder brindar al niño el arropamiento afectivo que necesita para sobrellevar el tránsito  desde el hogar.. La familia espera que el docente sea la medida y el refugio del niño. Su medida porque marcará los límites, su refugio para cuando vuelva escaldado de sus incursiones por el nuevo mundo; que los maestros conozcan la relación del niño con sus padres, las circunstancias que envuelven su vida cotidiana; que  sostengan entrevistas con los padres para aunar criterios y establecer vínculos que los ayuden  en su tarea de insertar al niño en el nuevo ámbito; que  se la considere primera educadora de los niños y  se la ayude a educarlos, que se le transmitan pautas.
Un maestro con esta actitud no sólo favorecerá la inserción del niño sino que facilitará su trabajo a lo largo del año cuando, ya integrado el chavalín, deba abocarse a lo especifico de la tarea que le cabe como profesional. El niño,  poco a poco irá incorporándose y sintiéndose parte del grupo. Se advertirá su grado de madurez social  cuando, adoptando una actitud solidaria,  sea capaz de ponerse en común con sus pares para resolver situaciones conflictivas. Familia y escuela, en común, acelerarán este proceso.
La actividad cotidiana, las situaciones y experiencias vividas en grupo autorizarán al docente a una reflexión que aportará soluciones  que permitan ir avanzando a través de un aprendizaje significativo. De existir tal reflexión, el aprendizaje será el resultado de un proceso de construcción participativo cuyo eje es un maestro imaginativo, capaz de crear las condiciones adecuadas para que el niño, en interacción con él, con sus compañeros y en uso de los materiales, actúe sobre la realidad reflexionando, planteando hipótesis, experimentando  y sacando conclusiones. Así, con un docente comprometido con todas las variables,  se logra que los niños conozcan, interpreten, utilicen y valoren el medio que los rodea.

La carrera docente obliga a una lucha sin cuartel. Más allá de las capacidades técnicas que pueblan nuestra didáctica, debe animarnos un afán de crecimiento que sólo se logra si nos consustanciamos con el  cambio acelerado que se está produciendo en la familia, en las relaciones entre los hombres, en la necesidad y obligatoriedad de la participación, en el ámbito de la tecnología... y si somos capaces de recrear la institución escolar y el rol que nos cabe como maestros, de facilitar la incorporación de la familia a la escuela, de terminar con los moldes didácticos que imponen las editoriales, de dejar de pensar en los chicos como instrumentos de nuestra profesión, de ponernos en común con nuestros colegas... , en fin, si somos capaces de ser maestros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario