Por Carlos A. Trevisi
El mundo
nos compromete como nunca antes con sus carencias, pero también con su
reconstrucción y con las posibilidades que nos ofrece para asumir un rol
preponderante al que estamos llamados gracias a la democracia que impera en
nuestros países.
Educarse es manejar la información críticamente para
elaborar estrategias que favorezcan la toma de decisiones, que nos otorguen
autonomía, que allanen nuestro camino a la cooperación, a la solidaridad y a la
participación. (“Las personas aprendemos no porque se nos transmita,
sino porque construimos nuestra versión personal de la información. Si
cambiamos la forma de educar a los niños, es decir de enfrentarlos con la vida,
quizá cambiaremos el mundo”, Rita Levi - Montalcini, “Tiempos de cambios”).
De entre
los recursos con que cuenta una nación su gente es el más importante. Bajo los
efectos de la acción disparadora de los gobiernos la ciudadanía se pone en
marcha. Los motores de esa marcha son la educación y el acceso a la
información. Una ciudadanía educada y bien informada elige valores, establece
metas y procedimientos, crea y regenera cultura y deposita en sus gobiernos,
administradores circunstanciales de sus afanes, la ejecución de sus proyectos.
En el ámbito de los recursos físicos, sus mandatarios dispararán sobre la
tecnología existente favoreciendo la investigación y desarrollo para el logro
de una capacidad productiva que devenga, gracias a las nuevas tecnologías, en
plantas de alta productividad. La información, la investigación y desarrollo y
la capacidad productiva son los aceleradores de la sociedad. Será menester, en
pos de tales logros, que España (Argentina) ponga en marcha “un marco propicio
para que las empresas encuentren estímulos suficientes para la creación de
empleo, la introducción de nuevas tecnologías, el uso eficiente de los factores
de producción y el incremento de la productividad” (Banco de España, Gobernador
Caruana, en El País, 11 de junio de 2005).
Una
ciudadanía no participativa y desinformada transforma a la democracia en el
brazo político de los intereses económicos quitándole el contenido más profundo
que la anima: la intervención del pueblo en los actos de gobierno.
Las
formas que adquiere la desinformación hoy día no tienen nada que ver con la
ignorancia decimonónica, que se resolvía alfabetizando al pueblo. La ignorancia
que nos atañe es más compleja y tiene que ver con la incapacidad intelectual
para reconocer las variables que anidan en la realidad, para poder elegir,
cambiar y, así, crecer.
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