miércoles, 18 de marzo de 2015

NUESTRO PARTIDO POLÍTICO (XVII) LA EDUCACIÓN QUE DEBEMOS DARNOS

Por Carlos A. Trevisi

El mundo nos compromete como nunca antes con sus carencias, pero también con su reconstrucción y con las posibilidades que nos ofrece para asumir un rol preponderante al que estamos llamados gracias a la democracia que impera en nuestros países.

Educarse es manejar la información críticamente para elaborar estrategias que favorezcan la toma de decisiones, que nos otorguen autonomía, que allanen nuestro camino a la cooperación, a la solidaridad y a la participación. (“Las personas aprendemos no porque se nos transmita, sino porque construimos nuestra versión personal de la información. Si cambiamos la forma de educar a los niños, es decir de enfrentarlos con la vida, quizá cambiaremos el mundo”, Rita Levi - Montalcini, “Tiempos de cambios”).

De entre los recursos con que cuenta una nación su gente es el más importante. Bajo los efectos de la acción disparadora de los gobiernos la ciudadanía se pone en marcha. Los motores de esa marcha son la educación y el acceso a la información. Una ciudadanía educada y bien informada elige valores, establece metas y procedimientos, crea y regenera cultura y deposita en sus gobiernos, administradores circunstanciales de sus afanes, la ejecución de sus proyectos. En el ámbito de los recursos físicos, sus mandatarios dispararán sobre la tecnología existente favoreciendo la investigación y desarrollo para el logro de una capacidad productiva que devenga, gracias a las nuevas tecnologías, en plantas de alta productividad. La información, la investigación y desarrollo y la capacidad productiva son los aceleradores de la sociedad. Será menester, en pos de tales logros, que España (Argentina) ponga en marcha “un marco propicio para que las empresas encuentren estímulos suficientes para la creación de empleo, la introducción de nuevas tecnologías, el uso eficiente de los factores de producción y el incremento de la productividad” (Banco de España, Gobernador Caruana, en El País, 11 de junio de 2005). 

Una ciudadanía no participativa y desinformada transforma a la democracia en el brazo político de los intereses económicos quitándole el contenido más profundo que la anima: la intervención del pueblo en los actos de gobierno.

Las formas que adquiere la desinformación hoy día no tienen nada que ver con la ignorancia decimonónica, que se resolvía alfabetizando al pueblo. La ignorancia que nos atañe es más compleja y tiene que ver con la incapacidad intelectual para reconocer las variables que anidan en la realidad, para poder elegir, cambiar y, así, crecer.


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