GUADARRAMA EN MARCHA Asociación cultural |
Se
avecina un nuevo mundo
Existe en cada hombre un afán de superación que lo va empujando a
cambiar sus circunstancias. Este afán de cambio, que parece ser la norma
general, va atenuándose con el tiempo. Buena
parte se podrá atribuir a los sucesivos fracasos que
padecemos en el intento, generalmente atribuibles a un mal manejo de las
variables, pero en general, a la luz de experiencias propias y
ajenas en el mismo sentido, he comprobado que se debe, sobre todo, a que lo
intentamos desde fuera del sistema cuyos contenidos aspiramos
a cambiar.
El secreto consiste en tener muy claro qué queremos lograr, el
ámbito dónde se puede llevar a cabo y con quién. La experiencia me dice
que los “contenidos” no pueden ser expuestos linealmente, que es cómo en verdad
procede el sistema cuando los pone en marcha. Es así como no podemos
apreciarlos en su totalidad: perdemos de vista los contenidos
periféricos que son el marco de referencia al que hay que remitirse
para entender el contenido principal.
Uno no puede cambiar la historia, pero si jerarquizar su
interpretación estudiando su causalidad sobre el momento que nos toca vivir.
Así, ampliaremos el entorno de las circunstancias en las que nos movemos.
Cuanto más amplio sea ese entorno, más rica la comprensión de la
realidad.
La tecnología ha dado lugar a un nuevo mundo signado por el
sinceramiento al que han empujado la precisión y la velocidad con que se
producen los acontecimientos. Basta con un móvil de última generación, un
e-book o una tablet que aquélla ha puesto al alcance de cualquiera para que
asumamos que es así. Lo que no alcanzamos a ver es que nuestras vidas, todavía
ancladas en hipotecas a 30 años, en la dependencia que tenemos para con los
bancos, un afán de seguridad que nos paraliza o el casamiento por iglesia han
llegado a su fin. Los jóvenes nos dan prueba de ello. Lo más interesante de
todo es que pareciera que se han hecho al cambio sin ruido.
Las exigencias ("escandaletes" , para los que están bien
acomodados) del 15 M o de la "Spanish Revolution" están lejos de ser
aquellas apuestas por un cambio radical que reiniciaban una nueva vida de un momento para el otro. El cambio no lo hemos operado los hombres. La tecnología se ha independizado de nuestra voluntad
y los activa sin nuestra intervención. Los jóvenes simplemente nos alertan del
cambio y adhieren. Acaso sea la primera vez en la historia que el hombre
toma conciencia de lo que ha creado: su creación llega a todos y a todas
partes.
Nuestros jóvenes han visto la realidad desde la realidad misma y
lo que han visto no les ha parecido mal. Generosamente nos dicen que se ha
acabado la parálisis a las que nos tiene aún sometido el poder de unos pocos
que todavía no han visto que las cosas están cambiando y que por más que
renieguen de la "intrascendencia" en la que viven los jóvenes y
apliquen los forceps más rigurosos para neutralizarla, se les va escurriendo el
poder de las manos. Se acerca el final de una época. No pasará mucho antes que
los devotos de la "belle époque", que está tocando a su fin, se vean
arrollados en sus afanes especulativos: la inteligencia a la que ha apelado la
tecnología acabará con las tarjetas de crédito; con nuestros ahorros, que
terminan devorando los bancos; con los artificios de una vida social que ha
impulsado sus negocios "non sanctos" alentando a la gente al
consumismo; con los paraísos fiscales y hasta con una educación decadente, poco
imaginativa, repetitiva, que sienta a los chicos uno detrás del otro para
escuchen el discurso del sistema sin distraerse: matemáticas, lenguas modernas,
física, y química para estudiar ingenierías y así conseguir trabajo, que lo
demás es accesorio: plástica, arte, música, actividad física, aborda lo
emocional y con eso no se va a ninguna parte.
Sólo los más imbéciles se prestan a la opinión de que los jóvenes
no saben lo que quieren. El único gran problema al que se enfrentan estos
tontuelos de capirote es que ese desarrapado que anda con un botellón bajo el
brazo tiene todo tan claro que ni siquiera se violenta; simplemente nos
transmite lo que está viendo.
El mundo vuelve a sus esencias. No es menester ser
universitario para vivir en él. Basta con un sano equilibrio de nuestros actos.
Les basta con saber que el amanecer es un punto de partida, que el día no
admite ocios y que el atardecer es el anticipo del recogimiento, de la
contemplación.
No les interesa el boato. ¡A circular en pelota viva en bicicleta
por el centro de las capitales del mundo para demostrar el disconformismo que
nos agobia con mentiras que no hay moral ni ley que las sostengan! No necesitan
asambleas en pomposas residencias: les basta con la calle; tampoco aspiran a terminar
con el sistema: sólo quieren que se les reconozca el derecho a poder elegir sin
más condicionamientos que los de sus propias capacidades; tampoco admiten
mentiras: las relaciones que sostienen no necesitan fórmulas ni leyes que la
vieja tradición nos dice que tienen que terminar en encuentro; los encuentros y
desencuentros, no necesariamente enojosos, no son eternos; son parte del juego
de un tiempo cambiante, de vidas cambiantes, de lugares cambiantes. Cada
momento, que no tiene porque ser efímero por su sola condición de
"momento", goza de puestas en común según los que participan y las
circunstancias dadas: los amores de pareja, de familia, los que impone la
relación fraterna, el trabajo, el deporte, las bellas artes, la música, simplemente
entran en estado latente porque se desactiva aquello que lo había motivado.
Esto no significa rotura; es simplemente un distanciamiento en el encuentro,
que devendrá nuevamente, si se volviera a dar, en relación amistosa y duradera.
No se atan a las viejas hipocresías que animaron la vida de
las generaciones que los precedieron. Los afectos no admiten contratos. Tampoco
entienden la libertad limitativa que impone aquello de que termina donde
comienza la de los demás; la entienden contenida en sus conciencias, más allá
de códigos o normas, y están dispuestos a jugar con las limitaciones que impone
la vida en sociedad, vida ésta que aspiran a desinstitucionalizar de modo que
en cada uno reine, sino una entrega infinita, por lo menos una indiferencia que
autoriza a que cada cual sea lo que quiera y pueda ser.
Entienden la política como una mentira atada a intereses
ajenos a los de la ciudadanía. Sin embargo no reniegan de su importancia,
aunque nunca participarían en ella incorporándose a las instituciones que la activan.
Insistirían desde la calle misma en que habrá que purificarla del cretinismo
que demuestran sus representantes terminando con la partidocracia e impulsando
una democracia participativa donde todo el mundo quepa.
Reniegan de una religión, cualquiera sea, que suplanta las
conciencias individuales por una conciencia colectiva a la que hay que adherir
interpósitos mediante. Su contacto, de tener fe, se remite a una relación
individual para con su dios, aquél que él mismo ha creado e instalado en sus adentros
consubstanciándolo con su propia intimidad.
Miremos hacia el futuro siguiendo sus actitudes, manteniéndonos
alerta de sus logros y, sobre todo, con aprecio. Veremos entonces que son
valientes, viven intensamente, y por encima de todas las cosas, no son
hipócritas.
***
EL CULTURAL DE LA SIERRA (ÍNDICE)
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FUNDACIÓN EMILIA MARÍA TREVISI
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