Estragos
de la escasez
Por Carlos A. Trevisi
He rescatado un capítulo de “Argentina ¿Hasta
cuándo?” porque encierra gran simiitud con lo que comienza a suceder en España.
Nada es una coincidencia y si pudiéramos abordar el libro en cuestión (de mi
autoría) veríamos las semejanzas hay entre ambas crisis.
Los argentinos hemos aprendido a fugarnos de la
realidad dando por satisfechos los objetivos que perseguimos a partir de la
comprensión de las circunstancias que los motivan y su mera enunciación. Los
logros se “refuerzan” organizando una comisión que puede denominarse de
cualquier manera: de estudio, de enlace, de organización, mixta, etc. La
desaprensión con que se enuncian
proyectos sin que nadie haya
contemplado los “presupuestos” es
enajenante.
Pareciera que desconocemos que la concreción de lo
que alentamos está emparentada con circunstancias distintas de aquellas que motivan su razón de ser. Se
trata de otras circunstancias: las referidas a los objetos, presupuestos cuya existencia, disponibilidad, costo y
demás contribuirán determinantemente al objetivo. Existe un afán verdaderamente
inaudito por ver las cosas como se
quiere que sean, antes bien que como son en realidad. Por desgracia para
nosotros, la heterogeneidad del mundo que vivimos es inexorable y el
entrecruzamiento de sus infinitas variables ha derivado en una red donde las
cosas se causan mutuamente. El efecto
multiplicador de esta íntercausalidad puede llegar a ser devastador si el
sistema no enraíza en la realidad. No holgaría preguntar si este trastorno no
nos afecta a todos y porqué.
La escasez de “objetos” nos condiciona. De haber
abundancia, nos moveríamos con las seguridades y las certezas a las que
necesariamente convocan las cosas. Transitar por una calle sin pozos,
señalizada, limpia y bien iluminada es garantía necesaria de orden en el
tránsito. Se podrá afirmar, con todo, que no es suficiente, y es cierto. La
suficiencia del sistema estará dada por conductores responsables y vigilancia
adecuada. En otros países del mundo se “goza” de lo necesario como para que por ese efecto multiplicador de
la red de intercausalidades al que nos
referíamos, se satisfaga suficientemente el sistema.
La
importancia de los “objetos” es relevante cuanto que sirven a distintos objetivos, y su abundancia
contribuye a una proyección armónica de
todos los miembros de la sociedad que fijan nuevas metas y recrean valores en un circuito donde se realimentan
permanentemente los intereses vitales de la nación.
La escasez, que no es sino la insuficiencia de lo
necesario, exacerba los conflictos entre los sectores a los que involucra
provocando inestabilidad económico-social por entrecruzamientos de intereses no
resueltos; despierta el egoísmo y todo lo que éste conlleva: autoritarismo, cosismo, dogmatismo y derivados: conformismo,
cobardía, convencionalismo y especulación. (11). En lo social aniquila la comunidad, en lo económico
destruye el consumo y bastardea la calidad. Naturalmente, afecta también el
ámbito político y el institucional.
La “información” es uno de los “objetos” escasos
en la Argentina. No
es raro que así sea cuando los medios están vinculados a grupos económicos y
políticos interesados en mantener el “statu quo” social.
Los argentinos vivimos víctimas de la
desinformación a la que nos someten; seguimos atados a ideologías y fobias de
posguerra mientras el mundo se debate contra el poder económico globalizado*; no sabemos de sus
estrategias, qué es la “Trilateral” ni estamos enterados de que los capitales que ya no tienen nación apuntan
a la exacción de nuestros insumos básicos para abastecer necesidades del primer
mundo. No nos informan que, gobiernen militares o civiles, el poder
transnacional opera mediante delegados sectoriales: políticos, empresarios,
gremialistas, periodistas, hombres de la FFAA y otros, que sirven a la articulación del
capital nacional con aquél en la explotación intensiva de nuestros recursos
funda-mentales. Sólo sabemos que nuestro país se consume en la escasez y a los
argentinos nos abate un sentimiento de desvalorización por el estancamiento, la
inflación, la destrucción sistemática del medio social, el desempleo creciente,
la escasez de bienes y servicios, la violencia social, el caos y el avance del
terrorismo político, econó-mico y
financiero. De hecho, sumidos en una escasez paralizante, nos replegamos sobre
nosotros mismos. La irresolución de intereses individuales despierta un natural
afán por priorizar necesidades particulares en detrimento del “todo”. Así los
sectores más poderosos se constituyen en regidores del bien común: los bancarios paralizan las
finanzas, los ferroviarios los trenes, los militares interrumpen la continuidad
de las instituciones políticas y las corporaciones económicas deciden por
todos: por los bancarios, por los ferroviarios y por los militares.
La incapacidad y venalidad de las dirigencias políticas para poner fin a esta ingerencia oligárquica
redunda en la atomización de los sectores sociales y consolida el
estamentalismo de las corporaciones, cuya viciosa existencia se dogmatiza en
manos de ideólogos, burócratas muy bien pagados por las grandes empresas que
los contratan como jueces de certámenes literarios, les consiguen cátedras en universidades del
primer mundo, financian sus publicaciones
y los lanzan al conocimiento del público a través de programas
periodísticos de gran difusión, igualmente financiados por la oligarquía.
Este esquema somete al hombre a una feroz despersonalización
cuyo efecto principal es el despojo de
todos sus valores de conciencia, que pasa a “depositar” en la corporación a
cambio del “honor” de pertenecer al grupo y en nombre de las verdades absolutas
que anidan en su dogma (12) Esta es la
razón por la cual las FFAA no están integradas a la nación; como tampoco lo
están la Iglesia
ni las agremiaciones de trabajadores. Las instituciones se han corporizado y sus
miembros despersonalizado. A las FFAA las desintegra la falta de un programa que responda explícitamente al objetivo para
el cual han sido creadas. Esta responsabilidad le cabe a la dirigencia política
que no ha sabido arrebatar el poder económico
a los intereses agro exportadores
que desde la década del 30 en adelante acuden a los golpes
militares para ejercer el poder político
de la Nación. Así ,
la oligarquía ha utilizado el inevitable dogmatismo y estamentalismo de las
FFAA en empresas bastardas a las que adherían sus cúpulas y acompañaban corporativamente
los cuadros subalternos. Alimentadas por ideólogos trasnochados no supieron
aceptar que no están llamadas a efectuar cambios sino a acompañarlos.
El argentino concreto, así como ha consentido y
aplaudido los golpes de estado, se ha apoltronado en una comunión preconciliar
–salva tu alma- o se ha fugado en busca de azares religiosos donde convergen el
fatalismo y el mito junto con la participación, que aunque irre-levante en
muchos casos, alienta, sin embargo una dosis de quehacer que la estructura
administrativa de la
Iglesia Católica no autoriza (15). No
es raro entonces, que Mons. Collino haya celebrado en Malvinas y bendecido las
armas cuando la locura de Galtieri y Cia. nos llevó a la guerra, que Martínez
de Hoz comulgue impunemente en la “Redonda” de Belgrano y a Mariano Grondona le
llamen la atención tibiamente cuando habla de sacar los tanques a la calle para
controlar saqueos de supermercados.
NOTAS
Ver: ARGENTINA ¿HASTA CUÁNDO” para
abundar. (pág.75 en adelante)
· * En “Argentina ¿hasta cuándo?” se lee “transnacionalizado”
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