Carta a un periodista que habla de educación
por Carlos A. Trevisi
Leo atentamente tus columnas porque la
sutileza que anima tus comentarios me dicen mucho acerca de ti. En este caso no
has apelado a los recursos que habitualmente te distinguen: mordacidad, ironía
y demás virtudes que destacan tu quehacer. Acaso sea porque la educación todavía no ha entrado en la categoría de
aquellos temas que son tan opinables que se pueden abordar libremente (la
política, por ejemplo), y eso te enaltece.
La educación sistemática está al margen de
lo opinable. Las variables que encierra son o no son, dependiendo su existencia de las circunstancias que animan
a la sociedad en un lugar y un momento determinado: el “hic et nunc” de los
romanos, que algo entendían de “estar” en el lugar indicado en el momento
preciso.
Cuando Pedro señala que el “problema de la
enseñanza es que ni para los niños ni para los adolescentes lo que se les enseña tiene el más mínimo
interés”, entiendo que se refiere a los
contenidos que se imparten, a la “enseñanza”;
y cuando se refiere a que “está
muy lejos de sus intereses y de lo que ellos ya saben que es la realidad” apela
a la demanda educativa que vienen exigiendo desde hace muchos tiempo y a la que
nadie ha dado respuesta: una educación en actitudes.
Los chicos no necesitan un maestro para saber cuánto
mide el Guadarrama: esa información la conseguirían, de serles necesaria, a
toque de tecla en Internet.
Yo nunca necesité saber si Enrique VIII tuvo
cinco o seis mujeres- y seguramente de haber sido así habría conseguido el dato
gracias a mi curiosidad y al manejo de
los recursos de que disponía y no por haber apelado a mi memoria de aburrido
escolar atormentado por un cúmulo de contenidos que atiborraban inútilmente mi
memoria.
Podría interesarles, sin embargo, saber porqué un río huele mal en verano, información ésta que no encontrarían
fácilmente a menos que investigaran el
asunto haciendo uso de su imaginación y
una metodología que contemplara el manejo de los recursos que son menester para
tal búsqueda.
Si se trata de enseñar contenidos –cuánto
mide el Tajo- , exigiremos memoria; si de aprender a descubrir, abriremos
puertas para que sepan seleccionar cuidadosamente de entre la inclemente
cantidad de información que los asedia.
Así iniciarán un proceso que parte de la selección
de datos, continúa con su procesamiento y finaliza con la elaboración de una
estrategia que les permita llegar al
conocimiento. En el camino ampliarán sus saberes: Descubrirán contenidos
secundarios, no todos conducentes aunque
algunos de gran utilidad. Enlazados que
sean se encadenarán nuevos interrogantes
que habrán de impulsarlos a
investigar la contaminación de los ríos, del mar, del medio ambiente, y
hasta iniciarse en lo ecológico como tema candente de actualidad.
Esta arborescencia es suya. Nadie les ha “enseñado”,
como no sea a administrar los recursos, el material, los medios y el manejo del
entramado para que no se pierda en la búsqueda.
Hablas
de forzarlos. Nuestra integridad como seres humanos cuenta con la
voluntad como factor determinante del encuentro del hombre consigo mismo. Es
menester forjarla. Eso requiere esfuerzo, empeño, dedicación. ¿No te parece que
forzarlos como tú sugieres es mucho más simple atendiendo sus intereses que los
de una brutal antipedagógica, añosa y prepotente “enseñanza?.
El mundo me va diciendo que el asunto no es
enseñar ni educar, es educarse, que “nos educamos” todos a la vez, cada cual
aportando lo suyo, dando, pero sobre todas las cosas dándonos.
Un cordial saludo
EL CULTURAL DE LA SIERRA (ÍNDICE)
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