La lucha por el reconocimiento de los derechos de la mujer aparece en España en el último cuarto del siglo XIX gracias a la labor pionera de mujeres como Concepción Arenal, Emilia Pardo Bazán y Rosalía de Castro. Se esforzaron en defender cambios jurídicos y educativos. Las preocupaciones e inquietudes a favor de las mujeres terminaron por calar en los movimientos de renovación pedagógica, especialmente en el krausismo y la Institución Libre de Enseñanza. Estos sectores progresistas fueron conscientes de la necesidad de mejorar el nivel educativo de las mujeres por considerar que debían ser protagonistas también del progreso social y general del país.
En los inicios del siglo XX asistimos a la aparición de las primeras organizaciones femeninas, que aunque no pueden ser integradas claramente en el sufragismo europeo y norteamericano, sí demandaban un mayor protagonismo para la mujer en la sociedad, así como una serie de reivindicaciones laborales y educativas. En el año 1918 nacía la Asociación Nacional de Mujeres Españolas, que defendía reformas en el Código Civil, la represión de la prostitución legalizada, la promoción educativa y el derecho de la mujer a ejercer profesiones liberales.
En el ámbito catalán debemos citar a Ángeles López de Ayala, una mujer republicana, masona y librepensadora, infatigable luchadora por los derechos de la mujer. A finales del siglo XIX creó con Amàlia Domingo Soler y Teresa Claramunt la Sociedad Autónoma de Mujer. Esta Sociedad celebraba veladas pedagógicas o instructivas y recreativas dedicadas a las mujeres. A esta organización le sucedió la Sociedad Progresiva Femenina, creada por López de Ayala en 1898, en Gràcia. Mantenía una escuela laica diurna y otra nocturna, además de organizar una compañía de teatro y un orfeón, que actuaban en centros obreros. Durante casi dos décadas esta Sociedad impulsó muchas actividades feministas, laicas y librepensadoras de Cataluña.
El 10 de julio de 1910 se produjo en Barcelona la primera manifestación multitudinaria de mujeres de la historia catalana y española. Esta manifestación fue organizada por la organización feminista de Ángeles López de Ayala y con el apoyo de los radicales.
Durante los años veinte se vive un evidente impulso del movimiento sufragista en el mundo occidental. En España, Primo de Rivera concede el voto a las mujeres en el ámbito municipal cuando es aprobado el Estatuto Municipal en 1924, aunque esta ley nunca llegó a ponerse en práctica. En la Asamblea Nacional Consultiva se sentaron trece mujeres en 1929.
La II República comenzó reconociendo el derecho de las mujeres a ser elegidas para ocupar un escaño en el Congreso, pero no la capacidad de votar. En las primeras Cortes republicanos destacaron dos mujeres capitales en la Historia Contemporánea de España: Clara Campoamor por el Partido Radical, y Victoria Kent por el Partido Radical Socialista. Más tarde se incorporaría Margarita Nelken por el PSOE. En el debate constitucional se entabló una intensa polémica sobre el derecho al voto femenino en el que se destacó Clara Campoamor por su apasionado compromiso con esta causa. Al final, ganó la propuesta de reconocimiento del derecho al sufragio para las mujeres, como se recogió en el artículo 36 de la Constitución, además del reconocimiento formal de la igualdad entre hombres y mujeres. Algunas mujeres tuvieron altas responsabilidades, como la propia Victoria Kent en relación con las instituciones penitenciarias, donde defendió una profunda reforma de signo progresista y fundamental en la historia española en esta materia.
Durante la vida de la II República no asistimos a un desarrollo autónomo del movimiento feminista sino que se vio inmerso en el encendido conflicto entre las derechas y las izquierdas. El discurso feminista español del momento se inscribe dentro del discurso igualitario y liberal occidental, pero sin el apoyo masivo de las mujeres que se puede comprobar en otros países. Entre los movimientos más destacados de la época estarían la Unión Republicana Femenina, la Agrupación Socialista Femenina, el Comité de Mujeres contra la guerra y el fascismo, y la Comisión Femenina del Frente Popular.
En la guerra civil no se produjo una verdadera liberación de la mujer. En la zona republicana la incorporación de las mujeres al mundo laboral y a otras facetas de la vida política, social y de la lucha estuvo condicionada por las necesidades bélicas. Hay que destacar la figura de Federica Montseny, primera mujer y primera anarquista que ocupara un puesto ministerial. También es importante el protagonismo político de La Pasionaria. En todo caso la posición de la mujer en la zona republicana sería era más importante que en la del bando sublevado, donde comenzó a aplicarse el modelo falangista-católico de mujer subordinada al hombre. Este modelo se impuso, claramente, durante la dictadura franquista. En este bando tuvo un relativo protagonismo la figura de Pilar Primo de Rivera, que sería la mujer más destacada en todo el régimen franquista.
La situación de la mujer no comenzó a cambiar en España hasta los años sesenta cuando el país sufrió una fuerte transformación socioeconómica y cultural: modernización social, turismo e industrialización. En 1960 se aprueba la Ley de Derechos Políticos Profesionales y Laborales de la Mujer. Los cambios socioeconómicos de la nueva década obligaron a introducir esta reforma para permitir que la mujer se pudiera incorporar a la vida laboral fuera del ámbito doméstico.
Como pioneras del movimiento feminista aparecen figuras como Lidia Falcón, autora de obras como Cartas a una idiota española y Mujer y Sociedad, así como María Aurelia Capmany con su libro La donna en Cataluya. En estas obras se denuncia la situación de discriminación que sufren las mujeres españolas. Es el comienzo de la creación de grupos feministas vinculados a organizaciones políticas, como el Movimiento Democrático de Mujeres, cuyos orígenes debemos encontrarlos en los grupos de mujeres solidarias con los presos políticos del franquismo.
Con la llegada de la democracia el feminismo español alcanza un evidente auge. En diciembre de 1975, recién fallecido el dictador, tienen lugar las Primeras Jornadas Nacionales para la Liberación de la Mujer. Se van a definir dos corrientes del feminismo: uno más radical, que expresaba la necesidad de mantener un movimiento estrictamente feminista, independiente de partidos, sindicatos y organizaciones políticas; y un feminismo que buscaba la reivindicación feminista pero vinculándola con la lucha por la democracia y las libertades en España. En la segunda mitad de la década de los setenta se crearon numerosas organizaciones feministas en toda España, encuadradas en la Coordinadora de Organizaciones Feministas de Barcelona o en la Plataforma de Organizaciones Feministas de Madrid.
Por fin, la democracia estableció una profunda serie de revisiones legales a favor de la igualdad de la mujer: el artículo 14 de la Constitución Española de 1978 establece dicho principio, las leyes del divorcio y del aborto, etc.., aunque el camino hacia la igualdad aún no ha terminado, como lo demuestran las diferencias salariales y laborales, la violencia de género, la persistencia de la mentalidad sexista, así como las renacidas tentaciones reaccionarias de algunos sectores políticos, religiosos y de opinión.
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