por JESÚS RUIZ MANTILLA (El País)
Si a un escritor de primera lo definimos como quien inventa lenguaje, pongamos que Juan Goytisolo cumple con dicho requisito. Este jueves, mientras desde el púlpito del Paraninfo de la Universidad de Alcalá lanzaba su discurso de nitroglicerina, esgrimió un verbo propio: ‘cervantear’. No a otra cosa que a aplicarlo se dedicó el premiado de 2014. Y no extraña que en ese mismo momento, mientras lanzaba obuses contra la realidad de una España presente que no le gusta, se sintiera como dijo al salir, “desdoblado”, después de haber pronunciado sus palabras ante miembros de una clase política que, como mínimo, le repatea.
Cervantear, sin que conste con una definición en el diccionario, podría ser lo que vino a hacer el autor de ‘Señas de identidad’ cuando denunció que el panorama a nuestro alrededor resulta sombrío: “Crisis económica, crisis política, crisis social. Más del 20% de los niños de nuestra marca España, vive hoy bajo el umbral de la pobreza”. No ‘cervantear’, en cambio, o ‘sanchear’, si se quiere, viene a ser lo que en su mundo de color, el ministro Wert, soltó a modo de laudatio, cuando echando mano de dos descomunales poetas muertos con la intención de tergiversarlos, aseguró que hoy, Gil de Biedma, “no tendría la tentación de escribir versos como: De todas las historias de la Historia, sin duda la más triste es la de España, porque termina mal”.
No extraña que mientras lanzaba obuses contra la realidad de una España presente que no le gusta, Goytisolo se sintiera “desdoblado”
No contento con revolver en la tumba al tío de su seguramente adorada Esperanza Aguirre –el poeta antes mencionado-, también entró a profanar en esa misma línea abortiva a un noble y limpio compañero de camada: “Ni otro destacado miembro de la generación del 50, Ángel González, volvería a escribir: ‘Nada es lo mismo, nada permanece. Menos la Historia y la morcilla de mi tierra. Se hacen las dos con sangre, se repiten’. En eso hemos ganado”, concluyó Wert.
El sutil combate dialéctico dio como comidilla para la hora de los canapés. La reina Letizia se mostró intrigada acerca de cómo los periodistas enfocarían sus crónicas. A don Felipe, en un aparte, se le intuía preocupado al observar como últimamente el lenguaje macarrónico destiñe la comunicación política, al tiempo que recordaba haber descubierto a Goytisolo con las crónicas sobre Sarajevo que publicó en EL PAÍS.
Alfonso Guerra, sin necesidad de campaña, calificaba el discurso del escritor de “preciso y conciso”. También observaba casi cándido, como Ángel Gabilondo o Carmona, mostraban sus arritmias nada coordinadas dentro del PSOE cara a las elecciones en mitad del patio alcalaíno y Wert, de cachondeo, presumía ante el director del Cervantes y anterior responsable de la Real Academia, Víctor García de la Concha, de lo poco que se nota en él, ese arte de pasar las página de sus discursos.
Don Felipe, en un aparte, recordaba haber descubierto a Goytisolo con las crónicas sobre Sarajevo que publicó en EL PAÍS"
Mientras, Goytisolo, rodeado de dos de sus editores, Hans Meinke y Joan Tarrida, de su agente, Karina Pons, o del director de El PAÍS, Antonio Caño, ‘cervanteaba’ un tanto alejado del ruido y sentado en una silla en mitad del jardín, sin querer comentar demasiados detalles. Lejos de aquellos tiempos al principio de su trayectoria, antes de convertirse, dijo, “en aprendiz de escribidor”, que le llevaron a coquetear con la frívola idea de ser noticia. Lo mismo que a su juico está ocurriendo con los huesos de su venerado Cervantes y ese empeño, añadió, “en comercializarlos de cara al turismo como santas reliquias fabricadas probablemente en China”. Todo lo contrario al significado del verbo que ayer él mismo nos regaló.
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