por Carlos A. Trevisi
EL LIBRO, TODOS LOS LIBROS
Me ha sucedido en más de una ocasión que algún conocido, al
visitar mi oficina repleta de libros
amontonados de cualquier modo según los voy usando, me dijera que ya no tiene
sentido ”acumularlos” cuando en realidad hay dispositivos tecnológicos –ebooks,
por ejemplo- que los guardan en cantidades de a cientos sin ocupar espacio.
Lo que no saben los que así piensan –que por otra parte
tienen el derecho de decirlo porque el mundo marcha por ahí- es que un libro encierra muchas cosas más que
un contenido; guarda la memoria de nuestras vidas.
He rescatado de la biblioteca de mi madre los libros que
mayor ilusión le despertaban. Los he
guardado para ojearlos en mis momentos
de ocio y así volver a revivir su esfuerzo por lograr que desde mi más tierna
adolescencia me inclinara por la lectura. Los hay de ensayos, novelas, historia
y unos cuantos que abordan la sicología entre otros.
La biblioteca mía tuvo un primer libro obsequio de mis padres: “Vida de D. Quijote y Sancho”, de Miguel
de Unamuno. Lo guardo sesenta años después como mi
libro de cabecera. Está subrayado varias
veces, según mis cambiantes opiniones a
lo largo de la vida. Los trazos de mi escritura han ido cambiando; se refleja en ellos mi maduración afectiva
e intelectual. Muchos de mis propios libros registran lo
mismo, no tanto por las anotaciones que he vertido entre sus líneas, sino por la sucesión
de autores que en el tratamiento de un mismo tema me iban mostrando los cambios
que se operaban en el mundo.
Cervantes y Shakespeare son mis autores preferidos. He descubierto
en ellos lo que significa ser un clásico. Guardo sus obras completas en libros que son de
extrema belleza editorial. Lo mismo me pasa con el Martín Fierro, suma de una
forma de vida pocas veces igualada y que me atrevería a decir, si no fuera una
insolencia, que tiene mucho del Quijote.
Pero al margen de todo esto que acabáis de leer hay algo
conmovedor en los libros: su olor. Un olor que habla del tiempo transcurrido,
de recuerdos imborrables, de bibliotecas que ya no existen, de afectos que ya
no son.
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