Carlos Berzosa (PÚBLICO)
El término socialismo tiene varias
acepciones. Las distintas definiciones que se pueden dar son el resultado tanto
de elaboraciones teóricas como de la evolución histórica política y económica.
La primera diferencia vino dada cuando Marx y Engels contrapusieron a la
concepción del socialismo utópico la de socialismo científico.
A pesar de la hegemonía del marxismo
en los partidos y sindicatos, que se crearon en el siglo XIX, tuvo lugar en el
incipiente movimiento obrero, la primera gran escisión con el anarquismo. Las
ideas marxistas fueron mayoritarias en casi todos los países en que comenzaron
a arraigar, sin embargo, el anarquismo adquirió mucha fuerza en países como
España. La segunda gran ruptura se produjo dentro de los partidos herederos de
Marx a raíz de la revolución rusa. A partir de de este hecho surgieron los
partidos comunistas, resultado, en bastantes casos, de escisiones de los
partidos socialistas.
Esta ruptura supuso dos vías
diferentes para alcanzar el socialismo. Mientras que los partidos comunistas
apostaban por la acción revolucionaria, los partidos socialistas apostaron por
la vía reformista como continuadores de las ideas de Bernstein y Kautsky.
Dentro del movimiento comunista se han dado desde entonces varias escisiones,
siendo las más significativas, la del trotskismo que se posicionó contra el
modelo soviético en los años veinte del siglo pasado, y la que tuvo lugar en
los años sesenta al romper las relaciones China con la URSS. La izquierda
comunista se fragmenta, aunque la mayor importancia, en los países
capitalistas, la seguían teniendo los partidos comunistas obedientes de Moscú.
Tanto los grupos trotskistas y pro chinos fueron partidos, por lo general,
extraparlamentarios y con escasa capacidad movilizadora.
El modelo chino se planteó como
alternativo al soviético a la hora de la construcción del socialismo. Sin
embargo, los dos han fracasado, aunque de maneras diferentes. El modelo
soviético se derrumbó a partir de la caída del muro de Berlín, y el chino,
aunque controlado el poder político por el partido comunista ha dado paso a la
implantación de relaciones capitalistas y de mercado. Las alternativas reales
frente al capitalismo han dejado de existir. Se debate intensamente sobre las
causas del hundimiento del socialismo real. En este año en que se cumplen cien
años de la revolución soviética la bibliografía sobre esto aumentará
notablemente.
Se abordó, sobre todo en la década de
los sesenta del siglo XX, por varios autores la naturaleza de estas sociedades.
Marx consideró el socialismo como una fase de transición hacia el comunismo,
cuyos rasgos esbozó en La crítica al Programa de Gotha. No se ha llegado
nunca a alcanzar el ideal de la sociedad comunista, pero tampoco está claro que
el socialismo que se implantó respondiera a esa fase de transición. Por
ejemplo, Bettelhein, que optó por el modelo chino, consideró que en la Unión
Soviética se habían restablecido las relaciones capitalistas. Por su parte
Mandel, desde posiciones trotskistas, no negó la naturaleza socialista de la
URSS, pero lo consideró un estado obrero burocrático y degenerado. En los dos
casos, este proceso no tenía nada que ver con las propuestas de Marx.
De modo que se puede afirmar que las alternativas al capitalismo, en las que se implantaron modelos totalitarios y opresores, no llegaron a ser socialistas, tal como Marx lo había concebido, aunque tampoco en sus texto podemos encontrar demasiadas referencias a cómo tenía que ser esta fase de transición. Este fracaso no legitima ni mucho menos al capitalismo. No se puede legitimar un sistema que se basa en la explotación y sobrexplotación de la fuerza de trabajo, que genera hambre, pobreza, y desigualdades, a la vez que es depredador del medio ambiente y causante del cambio climático.
De modo que se puede afirmar que las alternativas al capitalismo, en las que se implantaron modelos totalitarios y opresores, no llegaron a ser socialistas, tal como Marx lo había concebido, aunque tampoco en sus texto podemos encontrar demasiadas referencias a cómo tenía que ser esta fase de transición. Este fracaso no legitima ni mucho menos al capitalismo. No se puede legitimar un sistema que se basa en la explotación y sobrexplotación de la fuerza de trabajo, que genera hambre, pobreza, y desigualdades, a la vez que es depredador del medio ambiente y causante del cambio climático.
Por lo que concierne a la vía del
socialismo reformista, renunció progresivamente al marxismo, y con ello también
a la construcción por vía democrática de un sistema diferente al capitalismo.
Las reformas económicas y sociales han supuesto un avance en los países
desarrollados, pues en los otros apenas se han llevado a cabo, pero han sido el
resultado de acontecimientos históricos y luchas sociales. En ningún caso se
cuestiona el capitalismo y, por tanto, el nombre de partidos socialista no
responde a propuestas para construir un sistema diferente al capitalista.
El socialismo pasa por malos momentos consecuencia del fracaso de los modelos denominados del socialismo real y la renuncia de los partidos socialistas a buscar alternativas al capitalismo. Esto no quiere decir que no sea necesario para acabar con todos los males de un sistema que, aunque ha obtenido grandes logros, también genera muchas privaciones a escala global que es como se desenvuelve. Los grandes retos a los que se enfrenta la economía global no pueden tener respuestas en un sistema que no solo es incapaz de combatirlos, porque entran en contradicción con los grandes intereses económicos, sino que no los puede resolver pues ese mismo sistema los genera.
El socialismo pasa por malos momentos consecuencia del fracaso de los modelos denominados del socialismo real y la renuncia de los partidos socialistas a buscar alternativas al capitalismo. Esto no quiere decir que no sea necesario para acabar con todos los males de un sistema que, aunque ha obtenido grandes logros, también genera muchas privaciones a escala global que es como se desenvuelve. Los grandes retos a los que se enfrenta la economía global no pueden tener respuestas en un sistema que no solo es incapaz de combatirlos, porque entran en contradicción con los grandes intereses económicos, sino que no los puede resolver pues ese mismo sistema los genera.
Ahora bien, ¿a qué tipo de socialismo
nos referimos y qué fuerzas lo pueden hacer posible? Para lo primero acepto la
definición de Bunge:” En una sociedad realmente socialista, los bienes y las
cargas, los derechos y deberes se distribuyen equitativamente. En otras
palabras, el socialismo realiza el ideal de justicia social” (¿Tiene porvenir el socialismo? Gedisa, 2015). A lo que añadiría la
justicia ecológica y la de igualdad de género. Todo en un marco democrático y
de defensa de los derechos humanos.
La izquierda tiene que resaltar la importancia de la democracia y los derechos humanos, a los que ha contribuido decisivamente. Cuando surgió el Estado liberal de derecho a finales del siglo XVIII, la democracia era restringida, tanto en el derecho al voto como en los derechos políticos y sociales. Si se ha llegado hasta dónde se está es por las luchas y reivindicaciones sociales. Ahora, no obstante, se sufre una regresión tanto en los derechos como en las políticas reformistas. La posibilidad del socialismo se encuentra en retroceso sin que los partidos, sindicatos y movimientos sociales sean capaces de cambiar las tendencias actuales producto de la implantación de la globalización neoliberal.
El problema principal es, por tanto, cómo se puede llegar a ese tipo de sociedad que no se trata de que sea perfecta sino mejor que lo existente. La clase obrera sufrió una gran derrota en la crisis económica de la década de los setenta del pasado siglo. Ha dejado de ser el sujeto revolucionario tal como lo concibió Marx. Han surgido movimientos sociales de protesta y crítica de la globalización neoliberal, que pueden ser los agentes de cambio. Sin embargo, todos estos movimientos han decaído en los últimos años.
Ante la pérdida de derechos, la desigualdad, la guerra, la tragedia de los refugiados, apenas se alzan voces de protesta y desde luego no se dan las grandes manifestaciones que tuvieron lugar contra las políticas de ajuste del FMI y Banco Mundial, la globalización y el No a la guerra. Se viven tiempos de retroceso y de ascenso de los partidos de ultraderecha. Hay razones para el pesimismo, pero, sin embargo siempre queda la esperanza que las reivindicaciones y las luchas vuelvan a surgir ante el gran malestar que se está creando en la sociedad como resultado de las políticas basadas en el fundamentalismo de mercado. Hay que aspirar a que otro mundo sea posible, Otro socialismo sea posible.
De no ser así la barbarie, que siempre ha existido, se impondrá en mayor medida sobre la civilización.
La izquierda tiene que resaltar la importancia de la democracia y los derechos humanos, a los que ha contribuido decisivamente. Cuando surgió el Estado liberal de derecho a finales del siglo XVIII, la democracia era restringida, tanto en el derecho al voto como en los derechos políticos y sociales. Si se ha llegado hasta dónde se está es por las luchas y reivindicaciones sociales. Ahora, no obstante, se sufre una regresión tanto en los derechos como en las políticas reformistas. La posibilidad del socialismo se encuentra en retroceso sin que los partidos, sindicatos y movimientos sociales sean capaces de cambiar las tendencias actuales producto de la implantación de la globalización neoliberal.
El problema principal es, por tanto, cómo se puede llegar a ese tipo de sociedad que no se trata de que sea perfecta sino mejor que lo existente. La clase obrera sufrió una gran derrota en la crisis económica de la década de los setenta del pasado siglo. Ha dejado de ser el sujeto revolucionario tal como lo concibió Marx. Han surgido movimientos sociales de protesta y crítica de la globalización neoliberal, que pueden ser los agentes de cambio. Sin embargo, todos estos movimientos han decaído en los últimos años.
Ante la pérdida de derechos, la desigualdad, la guerra, la tragedia de los refugiados, apenas se alzan voces de protesta y desde luego no se dan las grandes manifestaciones que tuvieron lugar contra las políticas de ajuste del FMI y Banco Mundial, la globalización y el No a la guerra. Se viven tiempos de retroceso y de ascenso de los partidos de ultraderecha. Hay razones para el pesimismo, pero, sin embargo siempre queda la esperanza que las reivindicaciones y las luchas vuelvan a surgir ante el gran malestar que se está creando en la sociedad como resultado de las políticas basadas en el fundamentalismo de mercado. Hay que aspirar a que otro mundo sea posible, Otro socialismo sea posible.
De no ser así la barbarie, que siempre ha existido, se impondrá en mayor medida sobre la civilización.
AMPLIAR EN http://www.espacio-publico.com/el-socialismo-de-este-siglo#comment-5803 (varios artículos)
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