Jorge Moruno
La política y la vida suelen ser lo
mismo, aunque no lo parezca. Cuando la vida va mal, la única herramienta que
tienen quienes no tienen poder se llama política. Joaquín Leguina no se cree
que tanta gente lo esté pasando mal en España. Intuye que las cifras fabrican
pobres; están infladas y manipuladas. No lo sé, a mi me parece que hay mucha
gente que no está viviendo precisamente su mejor momento. Todas las mañanas
hago el mismo camino para ir al trabajo. En la rutina matutina me suelo
encontrar con las mismas caras y los mismos rostros. Los borrachos de la plaza,
la cola humana esperando a que se abra el comedor, las prostitutas de la
esquina sentadas en las escaleras. La señora mayor desdentada haciendo guardia
en la puerta de un mismo comercio que todavía está cerrado, o el senegalés que
te da los buenos días con el vaso de plástico vacío en la mano. Son fantasmas,
borrados de la sociedad, pero ahí están. No es una muestra estadística, es una
pequeña biopsia cotidiana en el centro de Madrid de esos 13 millones de
personas en riesgo de pobreza y los 3 millones que sufren pobreza severa. El
sueldo neto de 5.500 euros que se lleva crudo todos los meses el señor Leguina,
como miembro del Consejo Consultivo de Madrid, por básicamente no hacer nada,
sí que está inflado.
Es la vanguardia del ‘cuñadismo’ patrio
que abandera la idea servil. Esa que culpa de los males que tenemos a quienes
plantean soluciones distintas a las hasta ahora aplicadas. Con gente que pide
una renta básica para paliar la desigualdad, entre los cuales se incluye a
Intermón Oxfam, Greenpeace, o Amnistía Internacional; “así va España”. Nunca les oirás decir nada contra la desigualdad. No se meten en política.
La culpa es de los que no tienen la culpa. Más obedecer y menos quejarse,
recuerda la voz del amo. “España no necesita hombres que piensen, sino bueyes
que trabajen”. Bravo Murillo reloaded.
El peor analfabeto es el analfabeto
político, decía Bertolt Brecht. “Es tan burro que se enorgullece y ensancha el
pecho diciendo que odia la política”. La política no son los políticos, la política es la preocupación por los
asuntos que nos atañen a todos y a todas. La cosa pública. Solo quien vive en
la opulencia de la privacidad, puede egoístamente, pasar de la política. El
resto aunque quiera pasar no puede, pues la política nos pasa a todos. Los
aduladores de lo privado intentan, claro está, que todos despreciemos la
política. Para los que les sale urticaria, el problema de la democracia es
siempre un exceso de democracia.
No se trata de gritar o de soltar
exabruptos, sino de asumir el conflicto y el desacuerdo como base de la
democracia. La apatía y el repliegue anestesiante de sentirse especial junto
con la indiferencia, son “el peso muerto de la historia”. Es la infausta
existencia preocupada por banalidades propias de un spot publicitario. El
orgullo de la ignorancia pone en un mismo plano de igualdad, “toda una vida
luchando contra el pelo encrespado”, junto con las vidas rotas de los muchos y
el secuestro de la democracia. No te lo preguntes más veces,
ya te lo digo yo, eres idiota, de eso no hay duda. No es un insulto, es la
descripción sobre el origen etimológico y el significado griego de la palabra
idiota: quien desprecia todo lo relacionado con lo público y solo se ocupa de
sus intereses privados. Así nos va.
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