jueves, 24 de noviembre de 2016

LOS DEBERES QUE MANDAN LOS MAESTROS

Carlos A. Trevisi

Entre los muchos disparates que encierra la escuela pública – y por qué no un gran número de escuelas privadas atadas  al sistema- me atrevo a destacar  el atraso pedagógico y didáctico decimonónico al que están sometidas. No voy a entrar en detalles de las razones  que impulsan su atraso, algo que dejaremos para otro momento aunque es de destacar que con  revisar mis trabajos en el blog  PARTICIPACIÓN Y CAMBIO al que usted acaba e acceder satisfaría esa inquietud.

No menos cierto es que buena parte del desasosiego que reina en nuestra educación es producto de la abulia y falta de preparación de muchos docentes que no tienen la capacitación profesional suficiente como para desligarse de la imperativas disposiciones que  impone el sistema.

Pero hay algo peor todavía: la incapacidad de los padres para prestar apoyo y colaborar  con la escuela de sus hijos, con sus maestros y, sobre todo,  con sus propios hijos.

He sido docente toda mi vida; desde los 22 años cuando  comencé a trabajar hasta la fecha -53 años después-, me he dedicado con ahínco a mi profesión. Llegamos a España hace 20 años. No me costó más que mirar el panorama para ver. De resultas me puse en marcha. Fui presidente del AMPA  de la escuela pública a la que asistían mis hijas menores. Era tal el espanto que me causaba 
lo que veía que no lo podía creer. Una autoridad del colegio me sugirió poco antes de terminar el único año durante el cual asistieron mis hijas, que las llevara a otro colegio porque “Esta escuela no es para ellas”.

Asumimos el cambio. Aprendieron a percibir la realidad, a pensar qué hacer con lo que les brindaba para reflexionar acerca de sus propios proyectos de vida.
(Ver de mi autoría http://guadarramaenmarcha.blogspot.com.es/2015/08/construir-un-proyecto-de-vida-propia.html) Y fue así porque encontramos un colegio que estimulaba su imaginación y su libertad de creación.

¿Qué vi mientras estuve en el AMPA?

1. Que los maestros transmitían contenidos pero no incentivaban la imaginación de los niños: Felipe II mandó construir el Monasterio de El Escorial. El Tajo tiene tal longitud, que el Guadalquivir desemboca en el Atlántico, que el Everest, que…las tablas de multiplicar bien memorizadas, que las palabras agudas…que las esdrújulas, que las graves...

2. Que la dirección estaba en manos de un hombre que podría haber sido peor de haber castigado físicamente a los alumnos.

3. Que los padres de familia de la escuela –no necesariamente del AMPA, que eran de destacar por sus iniciativas- se preocupaban por la comida que les daba la escuela a sus hijos, protestaban porque se descomponía la calefacción, no tenían interés alguno en el magro servicio que brindaban los pocos y antiguos ordenadores  del gabinete, que no prestaban atención alguna a los envites del AMPA para asistir a clases de interpretación de textos en inglés –no iba nadie y lo peor de todo es que cuando se los invitaba a participar en una charla acerca de la importancia de la familia en la escuela  no solo no asistían sino que se llegó a hacerme saber que quién era yo para dar clase sobre su  importancia.

No me voy a extender más allá de lo dicho. 

Bastará con agregar que publiqué un libro que se distribuyó gratuitamente (QUÉ ES UN AMPA Y PARA QUE SIRVE) sin tener ninguna respuesta. (Ver http://www.fundacionemiliamariatrevisi.com/ampa.htm por contenidos)
Publiqué en la Web de la Fundación Emilia María Trevisi
Preeminencia del educando en  "¿EDUCAR O EDUCARSE?"

He publicado en total más de 40 libros, casi todos ellos vinculados a la educación.

Me permito transcribir un resumen de uno de ellos dado que está íntimamente ligado a este trabajo.

¡Allá vamos, chicos!
por Carlos Á. Trevisi 
(ISBN 84-96226-26-3)
“Allá vamos, chicos” es un libro que aborda el momento actual, la relación de los padres con la escuela, la actividad del maestro ante las novedades que imponen las nuevas tecnologías, modelos  de gestión didáctica, un “test” para que el maestro evalúe su propia gestión a partir de las actitudes antes bien que de los contenidos, y más de cien conexiones a Webs de instituciones y personajes de la actualidad a los que se alude en la obra.
                           
Un libro para la "trinchera" educativa
Por alguna razón que imaginamos íntimamente ligada a la política, nunca se habla claro respecto del tema educativo. Casi todo lo que se escucha es que falta presupuesto y que los padres son los responsables del desaguisado.
A nadie se le ha ocurrido pensar que buena parte de la responsabilidad es de la obsoleta formación que reciben  los maestros.  Si bien víctimas del atropello al que los someten los jóvenes (y las familias), también son sus victimarios: el docente ha quedado fuera de juego en un tablero en el que la relación enseñar-aprender continúa estableciéndose a partir de la impartición de contenidos en tanto "datos", con total descuido de la esfera de las actitudes en el orden pedagógico y  en el manejo de nuevas tecnologías en lo didáctico. Claro está que el maestro no puede hacer aquello para lo que no está capacitado. Su formación no contempla la MOTIVACIÓN   como recurso indispensable en el proceso "enseñar-aprender", ni el plano ACTITUDINAL,  que aborda el CONOCIMIENTO integralmente,  como resultado de una permanente vigilia ante el aluvión  de estímulos al que nos somete el mundo en el que vivimos.
El libro plantea un vuelco en esa relación y pretende alertar a los maestros y a los padres que hemos comenzado a vivir un mundo nuevo del que necesariamente debemos participar junto a nuestros chicos, y que eso no lo lograremos explicando cuánto mide el Tajo ni aprendiendo las guerras que sostuvo Felipe II en Flandes. Lo nuestro es  la participación, la investigación y el desarrollo de una metodología en la que el verdadero sujeto del aprendizaje es el alumno y los "datos" una circunstancia más entre otras  que ellos mismos descubrirán.
Acaso el trabajo rompa los esquemas de lo que es habitual. Aspira, sin embargo,  a que los maestros, profesores y padres asuman que  es perfectamente posible allanar el camino hacia el encuentro. Para ello plantea la necesidad del uso de nuevos recursos y nuevos materiales en los que todos, alumnos, padres y maestros podamos participar.
“Allá vamos chicos” contiene  ejercitación que autoriza abundante  práctica ,  aborda los contenidos que imponen las circunstancias  curriculares y  la investigación a la que se impulsa a los alumnos a través de la elección de temas de su propia iniciativa. Cuando se trata de un programa para jardín de infantes su estrategia y desarrollo queda en manos del docente, pero las iniciativas parten de los chicos. Se trata de programas "taylor-made" que no aspiran a competir en el mercado; sólo a exponer ante el cuerpo docente la factibilidad de usar el ordenador en respuesta a la importancia que debe asignársele como recurso indispensable en el proceso enseñanza-aprendizaje.
El libro, que contiene todas las explicaciones del caso para el desarrollo de los programas con soporte de soft,   tiene más de 100 conexiones a páginas de Internet que abundan en detalles respecto de personas e instituciones.
En síntesis: "Respecto del "dato" está claro que el genitivo de "templum" es "templi", lo que es un binomio suma al cuadrado o que en Barcelona hay humedad. Lo que no está claro es para qué aprender latín, matemática o geografía o cómo lograr que los datos se dinamicen y entronquen en un proyecto más vasto, donde cambien de perspectiva y favorezcan la recreación del aprendizaje en lo que tiene de vital: transformar un individuo en persona".

LOS PADRES PROTESTAN POR LOS DEBERES QUE MANDAN LOS MAESTROS

Vivimos un mundo en el que reina la diversión; los padres somos partícipes de ese mundo donde reina el tener sobre el ser.

El éxito se logra sin un trazado que nos obligue al esfuerzo: basta con un coche nuevo y una casa reluciente. Las “cosas” nos obligan a asumir compromisos laborales que nos alejan del hogar al extremo que ha aparecido el “niño llave” que llega a su casa y no hay quien lo reciba con un beso, una sonrisa o un simple ¿Cómo te ha ido en la escuela?

Cuando no hay dificultades económicas hay compromisos sociales que nos mantienen alejados del hogar; nuestros hijos andan a la deriva de un lado para otro: practican karate, estudian chino o cualquier otra actividad que también los mantiene alejados del arropamiento que exige un criatura que, dadas las circunstancias actuales, encuentra fuera del hogar el amor que nosotros creemos que satisfacemos regalándoles aparatejos electrónicos de todo tipo. El caso patético de esa niña de 12 años que murió por exceso de alcohol en sangre, o la jovencita de 15 años que fue asesinada y tirado su cadáver en medio de la nada o el joven que degolló a sus tíos y a sus primos de escasos 1 y 3 años, o aquella otra que lleva  dos meses de desaparecida sin que se la pueda encontrar, son todos casos de abandono familiar.

Este panorama pinta con claridad la relación paterno-filial. Es manifiesto el abandono en el que viven nuestros hijos. Como dice Fernando Savater le pedimos al estado que resuelva millones de casos que no somos capaces de  solucionar  en nuestro propio hogar con apenas uno o dos hijos.

Y ahora salta a la luz el reclamo de los padres porque los maestros les mandan deberes. Como hemos dicho ´ut supra´ el sistema educativo es una burda imitación de lo que pasa en los “grandes” países: idiotizar a la mayoría de la gente y promover las inteligencias más notables para sostener el sistema. Pero no deja de asaltarme una pregunta: ¿Usted sabe que es así? Imagino que no `porque de saberlo seguramente encararía  otros reclamos: por ejemplo que se creen profesorados de nivel universitario para la formación de los docentes; que dejen de engañarnos eludiendo los verdaderos problemas de la educación que es una de las pocas actividades que mantiene los mismos esquemas de aquellas épocas en la que educar era memorizar información.

Una experiencia personal como profesor de inglés en el Ayuntamiento de Guadarrama me permitió logros increíbles: madres y padres (de estos ninguno) asistían a clase con  sus hijos de 9 o 10 años y participaban a la par de los chicos. La clase, enteramente en inglés –Ni los chicos  ni las madres  SABÍAN INGLÉS-, versaba sobre arte. Aparecieron pintores renacentistas y varios españoles, entre ellos Velázquez y Sorolla.
La Comunidad de Madrid solía presentar por entonces, exposiciones de pintores famosos. Un día llegaron cuadros de Sorolla. Lo visitamos con los chicos y las madres. De pronto un chiquito del curso , deteniéndose frente a un Sorolla me busco con la vista y dijo: “Mira Carlos, ¡Cuánta luz!”.
Se había cumplido el proyecto que impulsé desde el comienzo. No solo estaban aprendiendo inglés sino que habían derivado su interés a “ver” más allá de los datos que habíamos procesado con aquel fin.

Estuve indagando acerca de las opiniones que emitieron algunos docentes en “pro” de los deberes. Consulté algunos libros que se utilizan en nuestras escuelas. Poco o nada ha cambiado desde la época en que a mi padre lo castigaban pegándole con una regla si no sabía las tablas de multiplicar o a mí me dejaban después de hora en la escuela porque en alguna que otra prueba escrita obtenía un aplazo: los chicos siguen sentados uno detrás de otro mirándose la nuca o repitiendo inútilmente las tablas de multiplicar.

Mi pregunta es ¿por qué aceptamos con naturalidad que lo que hace 70 años era un tranvía tirado por caballos  se ha transformado en el AVE o en los coches de hoy día? ¿o por qué la vieja radio de lámparas que había que esperar que se calentara para escucharla  haya llegado a ser lo que hoy día nos ofrecen las nuevas tecnologías?  ¿Por qué, pese a todos los cambios habidos   seguimos en la escuela aprendiendo las tablas de multiplicar de memoria, mirando la nuca del que nos precede camino del maestro o, o, o…?

¿No será porque entre lo que no entendemos o no nos interesa aprender nos hemos hecho a la idea de que “esto” no tiene remedio y consecuentemente es luchar en vano?

Lea lo que dice Unamuno:
LUCHAR, LUCHAR Y LUCHAR

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