El Papa autoriza a todos los sacerdotes absolver el pecado del aborto sin restricciones
"No existe ningún pecado que la misericordia de Dios no pueda alcanzar y destruir"
Jesús Bastante, 21 de noviembre de 2016 a las 12:06
No existe ley ni precepto que pueda impedir a Dios volver a abrazar al hijo que regresa a él (...). Quedarse solamente en la ley equivale a banalizar la fe y la misericordia divina
(Jesús Bastante).- El Papa Francisco vuelve a sorprender. Nada más cerrar la Puerta Santa del Año de la Misericordia, publica una carta apostólica en la que, entre otras novedades, establece que, a partir de ahora, cualquier sacerdote podrá absolver del pecado del aborto sin restricciones. Hasta ahora, la absolución sólo correspondía al obispo o a un sacerdote especialmente designado. Durante el Año Jubilar, Bergoglio estableció una "amnistía" que ahora se prorroga, indefinidamente.
"Para que ningún obstáculo se interponga entre la petición de reconciliación y el perdón de Dios, de ahora en adelante concedo a todos los sacerdotes, en razón de su ministerio, la facultad de absolver a quienes hayan procurado el pecado de aborto", subraya el Papa en su carta "Misericordia et misera", en la que, pese a constatar que "el aborto es un pecado grave, porque pone fin a una vida humana inocente", subraya que "no existe ningún pecado que la misericordia de Dios no pueda alcanzar y destruir, allí donde encuentra un corazón arrepentido que pide reconciliarse con el Padre".
El paso dado por el Papa tiene un importante factor histórico, puesto que saca al aborto de la lista de pecados "imperdonables", y acerca -al menos ése es su objetivo- a la Iglesia a aquellas mujeres católicas que sufrieron este drama y se vieron expulsadas de la institución. "La misericordia no puede ser un paréntesis en la vida de la Iglesia, sino que constituye su misma existencia", apunta Bergoglio al comienzo de su carta, que pone como ejemplo el encuentro de Cristo y la mujer adúltera para demostrar cómo "el perdón es el signo más visible del amor del Padre, que Jesús ha querido revelar a lo largo de toda su vida. No existe página del Evangelio que pueda ser sustraída a este imperativo del amor que llega hasta el perdón".
"Nada de cuanto un pecador arrepentido coloca delante de la misericordia de Dios queda sin el abrazo de su perdón. Por este motivo, ninguno de nosotros puede poner condiciones a la misericordia; ella será siempre un acto de gratuidad del Padre celeste, un amor incondicionado e inmerecido", añade el Papa, en un toque de atención a aquellos más preocupados por el rigorismo que por el amor.
"Sólo Dios perdona los pecados, pero quiere que también nosotros estemos dispuestos a perdonar a los demás, como él perdona nuestras faltas", recuerda el Santo Padre, quien muestra su "tristeza" cada vez que "nos quedamos encerrados en nosotros mismos, incapaces de perdonar. Triunfa el rencor, la rabia, la venganza; la vida se vuelve infeliz y se anula el alegre compromiso por la misericordia".
"No existe ley ni precepto que pueda impedir a Dios volver a abrazar al hijo que regresa a él reconociendo que se ha equivocado, pero decidido a recomenzar desde el principio. Quedarse solamente en la ley equivale a banalizar la fe y la misericordia divina", subraya el Papa, "incluso en los casos más complejos".
En la carta, Francisco también extiende otras disposiciones que había autorizado durante el Jubileo como la de la concesión de absolver los pecados a los sacerdotes de la Fraternidad de San Pío X, los ultraconsevadores lefebvrianos. "Por el bien pastoral de estos fieles, y confiando en la buena voluntad de sus sacerdotes, para que se pueda recuperar con la ayuda de Dios, la plena comunión con la Iglesia Católica, establezco por decisión personal que esta facultad se extienda más allá del período jubilar, hasta nueva disposición, de modo que a nadie le falte el signo sacramental de la reconciliación a través del perdón de la Iglesia", afirma Bergoglio, en lo que parece el último paso para que los lefebvrianos acepten el Concilio y puedan volver a formar parte, de manera integral, de la Iglesia romana.
El Papa es profundamente exigente con los sacerdotes, a quienes pide tener en cuenta las "diferentes situaciones familiares" que se bien hoy, y les pide que les acojan "sin excluir a nadie, sin importar la situación que viva" para que puedan "participar activamente en la vida de la comunidad y ser admitido en ese Pueblo de Dios". Un guiño más a los divorciados vueltos a casar, en un momento en que varios cardenales utraconservadores estaban amenazando, incluso, con tachar de hereje al Papa por permitir que puedan volver a comulgar.
Francisco también establece que la Iglesia celebre, una vez al año, "la Jornada mundial de los pobres", y denuncia cómo, todavía hoy, "hay poblaciones enteras que sufren hoy el hambre y la sed, y despiertan una gran preocupación las imágenes de niños que no tienen nada para comer", lo que "representa la más grande de las pobrezas y el mayor obstáculo para el reconocimiento de la dignidad inviolable de la vida humana."
"Grandes masas de personas siguen emigrando de un país a otro en busca de alimento, trabajo, casa y paz. La enfermedad, en sus múltiples formas, es una causa permanente de sufrimiento que reclama socorro, ayuda y consuelo. Las cárceles son lugares en los que, con frecuencia, las condiciones de vida inhumana causan sufrimientos, en ocasiones graves, que se añaden a las penas restrictivas. El analfabetismo está todavía muy extendido, impidiendo que niños y niñas se formen, exponiéndolos a nuevas formas de esclavitud. La cultura del individualismo exasperado, sobre todo en Occidente, hace que se pierda el sentido de la solidaridad y la responsabilidad hacia los demás. Dios mismo sigue siendo hoy un desconocido para muchos; esto representa la más grande de las pobrezas y el mayor obstáculo para el reconocimiento de la dignidad inviolable de la vida humana", constata el Papa en una carta que, sin duda, dará que hablar.
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