Disciplina de voto
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Había una pregunta retórica con la que mi madre solía desmantelar muchas iniciativas arriesgadas e incluso rebatir los estrambóticos argumentos con que yo me aferraba a ellas. Nunca se lo agradeceré bastante. Generalmente mis iniciativas venían avaladas por el argumento gravitatorio de que dos o tres o cuatro amigos también iban a sumarse al carro o ya habían inaugurado la senda de la aventura. Eran cosas de críos, críos de la época que no contábamos para nuestra diversión más que con juegos asilvestrados y propuestas más bien cerriles, como experimentar con petardos de siete pesetas o pasar una noche en el cementerio y grabar psicofonías. Luego se decía que a una niña la habían internado en un hospital después de un ataque de pánico o que a Andresito el Moco casi le amputan un dedo después de que le estallara un petardo en una mano. “Dos” decía Andresito, muy ufano y con la mano vendada. “Dos mejor que uno”.
A mí no me consolaban aquellos resultados empíricos más bien lamentables, ni siquiera el haberme librado por los pelos sino que encima me enfurruñaba por no haber sido testigo directo de tales desastres. Es uno de los pocos recuerdos en donde creo percibir una temprana vocación periodística. Cuando yo argumentaba que Andresito o Fulanita al menos podían contarlo en primera persona, mi madre, entonces, se sacaba de la manga su pregunta irrefutable: “¿Y si Fulanita o Andresito se tiran por un barranco, tú también te tiras?” Tengo que reconocer que, hasta la fecha, no había encontrado forma alguna de escapar de esta trampa lógica impecable pero Susana Díaz ha encontrado una. Ha decidido poner a prueba la ley de la gravedad arrojando al PSOE en bloque por un barranco.
Al igual que sucedía en mi barrio con las psicofonías o los petardos de siete pesetas, no todos los diputados del PSOE muestran el mismo entusiasmo con el próximo harakiri federal. Algunos prefieren clavarse la katana en la barriga mientras otros optan estoicamente por la decapitación. Adriana Lastra, por ejemplo, nunca estuvo de acuerdo con la abstención que dejaría a huevo la investidura de Mariano, pero también ha declarado que jamás rompería la disciplina de voto. Lo cual quiere decir, traducido al lenguaje de la calle: ya que nos vamos a arrojar por un barranco, mejor nos arrojamos todos de la mano y cantando a coro la Macarena. Ay. Unos cuantos pusilánimes apelan a la conciencia socialista como quien apela a un paracaídas, pero a la velocidad impuesta por la disciplina de voto no parece que al paracaídas le vaya a dar tiempo a abrirse. A la conciencia menos. Otros, irreductibles, siguen aferrados al NO como si les fuera a servir de algo, pero rodarán también barranco abajo con alegría y decisión. La democracia es algo que cae por su propio peso, sobre todo si la usas sólo cuando te conviene.
El guarrazo, en efecto, promete ser histórico: la disolución del PSOE en la charca de un gobierno en funciones de putrefacción. Nunca sabremos que les darán a cambio de esta abstención kamikaze que va a dejar el partido tiritando, pero eso explicaría por qué Felipe, cada día que pasa, tiene más cara de japonés. No lo sabremos pero nos lo imaginamos. Quizá a Chaves, quizá a Griñán. Dos mejor que uno.
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