Carlos A Trevisi
He insistido reiteradamente en el hecho de que las
ideologías nos encierran en sus postulados haciéndonos perder de vista la
otridad a la que habría que orientar nuestros esfuerzos en pos de una puesta en
común.
Si analizáramos cuidadosamente el mundo en el
que vivimos reconoceríamos la triste soledad en la que nos vamos sumiendo.
Apenas podemos disimular que es así porque hemos
perdido la imprescindible capacidad de ser en nosotros mismos estando en los
demás.
Somos esclavos del consumo, de los divertimentos
que nos brinda el fútbol, del afán por el dinero, por tener una forma de vida
trivial que pervierte el privilegio de nuestra naturaleza de seres humanos.
Potenciados por la inteligencia, el afecto, la voluntad y la libertad de
conciencia, no sabemos cómo transformar nuestras potencias en actos: a
nuestra inteligencia no le aportamos capacitación ni conocimientos; si se
trata del afecto, no sabemos convivir –la participación en una puesta común de
intereses es prácticamente nula-; si de nuestra voluntad, la ponemos en
marcha para logros bastardos, y nuestra libertad, la verdadera libertad, la
libertad de conciencia, la relegamos en el cumplimiento de la LEY, una ley que
nos dice marche preso si hurtamos una bicicleta o es permisiva
con los especuladores, magnates, políticos y corruptos.
Confundimos la LEY con la JUSTICIA. No
entendemos que la ley es circunstancial, cambiante, tan de circunstancias
como la MORAL a la que sirve; en cambio LA JUSTICIA RESPONDE A lOS VALORES
PERMANENTES de la ÉTICA, aquellos que guarda la conciencia.
Nuestro libro aspira que descubramos los valores que
encerramos los seres humanos a partir de las vivencias que hemos transitado los
que participamos activamente en una lucha sin cuartel contra las miserias que
nos acosan.
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