Cada año se solicita a los miembros del
cuerpo docente de la Universidad de Texas que incluyan en su informe anual una
lista con los subsidios recibidos, una de las tantas formas en las que un
profesor universitario demuestra a su superior su nivel de "productividad".
Cuando escribí mi informe esta semana, no
pude resistir la tentación de mostrarme irónico, y lo completé así: "Estoy
orgulloso de informar que por noveno año consecutivo no acepté ningún tipo de
financiamiento externo y continúo siendo un investigador completamente
independiente".
Por supuesto que ésta no es la respuesta que
la Universidad de Texas -o cualquier otra universidad, hoy en día- espera de
los miembros de su staff. A nadie le importa el nivel de independencia de sus
miembros. La única prioridad es conseguir dinero, en parte porque los subsidios
otorgados individualmente a profesores universitarios ayudan a cubrir algunos
de los gastos básicos de la universidad.
Desde que comencé a trabajar en la
universidad, la presión ejercida sobre los profesores universitarios para
convertirlos en máquinas de producir subsidios ha crecido asombrosamente. Esto
produce un efecto predecible: desalentar toda investigación que cuestione las
instituciones e ideologías dominantes en la sociedad, lo que obstaculiza el ejercicio
de una verdadera democracia en los Estados Unidos.
En algunos campos, en especial en el área
científica, desde hace tiempo se espera que los profesores universitarios que
trabajan en instituciones de investigación obtengan un financiamiento externo
(gubernamental o privado) para dirigir sus laboratorios y subvencionar a los
estudiantes de postgrado que realizan tareas de investigación. No cabe duda de que esta necesidad
determinó el curso de la investigación científica a lo largo de los años, y que
el papel creciente del financiamiento externo en la definición del objetivo de
las investigaciones debería preocuparnos hoy más que nunca. Aun así, las
actividades básicas de la mayoría de los científicos no están sujetas al mismo
tipo de presiones ideológicas a las que sí lo están los investigadores en las
áreas de humanidades y ciencias sociales.
En los últimos años, los profesores
universitarios ajenos al ámbito científico duro -lo que incluye personas de
disciplinas que nunca necesita-ron de subsidios- se encuentran cada vez más
presionados para conseguir dinero, lo que conlleva consecuencias peligrosas
para la investigación social crítica e independiente. Tomemos como ejemplo el
área en el que me desempeño, el periodismo y los medios de comunicación masivos.
Cuando empecé a trabajar para el departamento de periodismo de la Universidad de Texas en 1992, no oculté mi interés por ideas que cuestionaban el rol de los medios de comunicación dominantes. Si bien había trabajado como periodista antes de cursar mi postgrado, mantenía abiertamente una posición crítica frente a las prácticas de la industria, y los colegas que me recomendaron sabían que mantendría y desarrollaría esta posición. Seis años después, conseguí obtener la plaza de profesor titular con un historial de investigaciones que reflejaba una variedad de intereses críticos. Pero las cosas han cambiado.
Cuando empecé a trabajar para el departamento de periodismo de la Universidad de Texas en 1992, no oculté mi interés por ideas que cuestionaban el rol de los medios de comunicación dominantes. Si bien había trabajado como periodista antes de cursar mi postgrado, mantenía abiertamente una posición crítica frente a las prácticas de la industria, y los colegas que me recomendaron sabían que mantendría y desarrollaría esta posición. Seis años después, conseguí obtener la plaza de profesor titular con un historial de investigaciones que reflejaba una variedad de intereses críticos. Pero las cosas han cambiado.
En una
reunión de la facultad que se llevó a cabo el año pasado, el decano nos informó
que se había decretado que se examinarían con detalle los casos de obtención de
plaza de titular o de otras promociones de personas que no demostraran
esfuerzos -y esfuerzos exitosos- por encontrar financiamiento externo. En otras
palabras: más vale que empiecen a hacer dinero si quieren mantener sus puestos
y lograr un ascenso.
En mi
campo, los blancos más provechosos para pedir subsidios son las grandes
empresas propietarias de los medios de comunicación y las fundaciones a su
cargo. Esto significa que una directiva de
apariencia neutral, la de convertir la búsqueda de subsidios en una parte
importante del trabajo de los profesores universitarios, producirá, en la
práctica, un freno a la investigación crítica, ya de por sí ubicada en una
posición marginal.
Por ejemplo, mis investigaciones me
permitieron llegar a la conclusión de que el periodismo corporativo tiende a
producir noticias que apoyan el sistema corporativo (lo que se dice una
observación perspicaz). He podido comprobar también que las grandes empresas
contemporáneas son un medio fundamentalmente ilegítimo de concentración de
poder y recursos. Por lo tanto, como considero que el papel principal de un
periodista en una sociedad libre es cuestionar la autoridad ilegítima, creo que
uno de los temas clave para los investigadores de periodismo y su relación con
la democracia debería ser la búsqueda de un método para quitar a las grandes
empresas el control de los medios masivos de comunicación y ponerlo en manos de
los periodistas y los ciudadanos.
En otras palabras, la investigación y el
análisis me llevaron a trabajar en contra de un sistema en el cual los medios
de comunicación masiva son propiedad de las empresas capitalistas y a favor de
la reforma radical de las instituciones periodísticas.
No debería sorprendernos que las grandes
empresas de medios de comunicación y sus fundaciones no estén demasiado
interesadas en financiar investigaciones orientadas a desbaratar su poderío.
Me preocupa es el futuro de los
investigadores jóvenes que todavía no han encontrado un trabajo permanente. Y
mi preocupación no es tanto por los individuos en sí, sino por la salud
intelectual de la universidad y la cultura en general. En una sociedad totalmente dominada por los intereses comerciales,
donde el "fundamentalismo de mercado" establece las leyes, los
espacios que ofrecen a los individuos el tiempo y los recursos para pensar
críticamente son pocos y preciados. La Universidad de Texas, como la mayoría de
las instituciones educativas universitarias, fue colonizada en gran parte por
estos intereses dominantes y se encuentra a su servicio. Pero incluso en este
ámbito, todavía queda espacio para pensar en contra de esos intereses. Mi temor
es que el limitado espacio actual se comprima aun más a medida que los jóvenes
investiga-dores se vean obligados, para poder sobrevivir profesionalmente, a
ocultar toda orientación crítica de su pensamiento. Esto dificulta no sólo
las investigaciones conducidas por profesores universitarios sino también la
amplitud de las ideas ofrecidas en el aula (ya bastante orientadas hacia el
ideario político de derecha y centro).
Soy consciente de que a mucha gente fuera de
la universidad le resultará difícil prestar atención a este problema. Para la
mayoría de los trabaja-dores, la vida de un profesor universitario parece
bastante cómoda, y de hecho lo es. Tengo uno de los pocos trabajos que pagan
relativamente bien y me permite continuar con las actividades que disfruto
haciendo, con una supervisión mínima y la máxima libertad, y estoy muy
agradecido por este privilegio.
Pero creo también que devuelvo en parte a la
sociedad lo que me da mediante la enseñanza, la investigación y las
conferencias públicas que permiten mantener vivo el pensamiento crítico.
Ciertamente la universidad no es el único lugar donde se manifiesta este tipo
de pensamiento, y probablemente no sea el lugar más importante donde lo hace.
Pero mientras el "triunfo" del
capitalismo continúe consolidando el poder en cada vez menos manos, en
detrimento de cada vez más personas, aquí y en todo el mundo, es crucial que
trabajemos para retener todo espacio que pueda utilizarse para defender una
visión diferente de lo que significa ser un ser humano que vive en solidaridad
con los demás.
No soy
ingenuo. No creo que las universidades hayan sido alguna vez espacios
inmaculados, aislados de las fuerzas de poder de la sociedad. Pero si
continuamos asfixiando a las instituciones públicas y las hacemos mendigar por
dinero privado, los intereses privados tendrán un dominio cada vez mayor. En
una sociedad en la que el espacio público y democrático escasea, esto debería
preocuparnos a todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario