martes, 2 de mayo de 2017

EN POLÍTICA HAY QUE TENER... (ESO MISMO)

Carlos  A. Trevisi

En política hay que tener… eso mismo que usted está pensando.
 Pero no siempre para el empellón. Lo que usted se ha imaginado es verdaderamente eficaz cuando va acompañado  por una sutil capacidad de maniobra que descoloque  al que se quiere eliminar del circuito.
Si los políticos insisten tanto en aquello de que las instituciones son el fundamento de…etc., etc., tendrían que asumir que su éxito depende no tanto de sus ideas y de las órdenes que dictan para implementarlas, cuanto del funcionariado que tiene toda la experiencia que el medio en el que se vienen moviendo desde siempre les otorga y avala.
El problema más frecuente es que los políticos se enfrentan con los que realmente saben los “cómos” y los “cuándos” de las gestiones que quieren impulsar. El político tiene los “qué/s” que hay que llevar a cabo y sentarse a hablar  con los funcionarios.
No lo hacen. Prefieren acordar con los otros partidos políticos –los de la contra-  las soluciones que exige la multiplicidad de problemas que acosan su gestión.  El el ámbito de la política priman los intereses y los  acuerdos a los que hay que llegar en vista de futuras planteos.  En el plano de la administración  las necesidades, antes bien que los intereses. Ahí hay que apuntar.
En ocasión en que me desempeñaba como profesor de inglés en el Patronato de Cultura de nuestro pueblo denuncié irregularidades delictivas.
Hice una  denuncia que no involucraba a los funcionarios del Patronato, excelentes trabajadores y personas,    aunque sí  a  su director. Presenté la denuncia por Registro. Lo curioso es que el denunciado que, como partícipe del Concejo que rige el Patronato –integrado por  los partidos con representatividad en el Concejo Deliberante-  solo exigió mis disculpas, pero jamás reclamó por el delito que le imputaba. El acuerdo es que se lo destinó a otro puesto con el mismo sueldo y hasta se permitió iniciar un juicio contra la Concejala de Cultura.  Así  terminó todo con una salvedad: se levantaron  las clases de inglés  y las disculpas que me ofrecieron fueron tan sinceras como para que me diera cuenta que en “política” las cosas son así. Saque la cuenta: el denunciado –que no era funcionario- sigue trabajando y con el mismo sueldo y yo no pude continuar con mis clases. Me jubilé y a otra cosa. Desearía aclarar que todavía estoy esperando, 3 o 4 años después que las autoridades “políticas” contesten mi denuncia.
Me ha dado tristeza de que sucediera algo tan flagrante, pero no me llamó la atención. Las fuerzas desencontradas de los intereses políticos –que no administrativos- no le permitieron a las autoridades proceder a investigar mi denuncia.
Como suele suceder en “política” los  hay que coinciden con uno  y otros que no. Los segundos, anónimamente me enviaban mails en los que se reiteraba  “ argentino de mierda, vuélvete a tu país”.
No termina la cosa ahí. Asistí regularmente durante dos años a un curso de humanidades que dirigía un tipo con afán empresario. Algo sin duda muy interesante para promover el pueblo más allá de toros y sanmigueles (a- caso la cultura). Tanto es así que en más de una ocasión comenté con la Concejala de Cultura que era el hombre justo para adentrar a nuestras gentes  en temas como la participación.
Según transcurría el curso  de Historia que él dictaba me fui dando cuenta de que no tenía ninguna experiencia docente –tengo la certeza de que nunca dio clase- ni conocimientos que avalaran su presencia al frente de la cátedra.
Organizaba excursiones aprovechando la población cautiva de la que disponía en el curso que había organizado. Concurrí a una o dos de ellas hasta que su afán de protagonismo me extenuó. Era trabajador, sin duda, pero su trabajo como organizador de excursiones superaba ampliamente sus capacidades intelectuales, su compromiso con el saber y con las necesidades e intereses de un buen número de cursantes, sobre todo teniendo todos ellos acceso a Internet y hasta un cine en la Casa de Cultura donde se celebraban los cursos. La población del curso era gente mayor que disfrutaba de su ocio asistiendo a clase. Tenía este hombre una virtud sin embargo, contrataba personal para las cátedras de filosofía y arte a verdaderos especialistas a cuyas clases concurría una cantidad de alumnos significativamente menor que a las suyas propias. El profesor de filosofía, de primer nivel, era tan  capaz como para horizontalizar lo específico de su materia con circunstancias históricas, artísticas y literarias que brindaban un panorama acabado de cada tema que abordaba. No tuvo éxito con los profesores de arte que durante los dos años que asistí a los pocos meses de iniciados los cursos renunciaban. Ni que hablar cuando el primer año la cátedra de Arte estaba a su cargo: no ofrecía nada interesante dada su manifiesta ignorancia del tema e incapacidad didáctica.
Eran profesores de excelente nivel que dictaban cátedra de nivel superior. Paulatinamente los alumnos abandonaban sus cursos porque no alcanzaban sus saberes para seguirlos. Recuerdo especialmente a uno de ellos, italiano, que explicaba cada cuadro, escultura o manifestación plástica con una brillantez que me despertaban un interés como pocas veces antes había sentido. Era manifiesto que dos de ellos no compartían sus intereses porque iban a su aire y por lo que se veía no le mostraban ningún afecto.
Con el tiempo las excursiones se extendieron al resto de Europa. Sicilia fue uno de los destinos. El contrato que los obligaba no se había firmado en ninguna de las cuatro casas de turismo que había en Guadarrama y el precio era exorbitante, sobre todo porque ya habían comenzado las ofertas en las líneas aéreas y un viaje a Italia costaba menos que un viaje a Barcelona en el AVE.
Yo ya había dejado de  asistir al curso cuando mi agente de viajes en Guadarrama me comentó acerca del descontento que había en las agencias de Guadarrama que le habían ofrecido un coste mucho más bajo con mejor servicio y más lugares para visitar.

En fin, es lo que hay. 

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