En
política hay que tener… eso mismo que usted está pensando.
Pero no siempre para el empellón. Lo que usted
se ha imaginado es verdaderamente eficaz cuando va acompañado por una sutil capacidad de maniobra que
descoloque al que se quiere eliminar del
circuito.
Si
los políticos insisten tanto en aquello de que las instituciones son el
fundamento de…etc., etc., tendrían que asumir que su éxito depende no tanto de
sus ideas y de las órdenes que dictan para implementarlas, cuanto del
funcionariado que tiene toda la experiencia que el medio en el que se vienen
moviendo desde siempre les otorga y avala.
El
problema más frecuente es que los políticos se enfrentan con los que realmente
saben los “cómos” y los “cuándos” de las gestiones que quieren impulsar. El
político tiene los “qué/s” que hay que llevar a cabo y sentarse a hablar con los funcionarios.
No
lo hacen. Prefieren acordar con los otros partidos políticos –los de la
contra- las soluciones que exige la
multiplicidad de problemas que acosan su gestión. El el ámbito de la política priman los
intereses y los acuerdos a los que hay
que llegar en vista de futuras planteos.
En el plano de la administración
las necesidades, antes bien que los intereses. Ahí hay que apuntar.
En
ocasión en que me desempeñaba como profesor de inglés en el Patronato de
Cultura de nuestro pueblo denuncié irregularidades delictivas.
Hice
una denuncia que no involucraba a los
funcionarios del Patronato, excelentes trabajadores y personas, aunque sí
a su director. Presenté la
denuncia por Registro. Lo curioso es que el denunciado que, como partícipe del
Concejo que rige el Patronato –integrado por
los partidos con representatividad en el Concejo Deliberante- solo exigió mis disculpas, pero jamás reclamó
por el delito que le imputaba. El acuerdo es que se lo destinó a otro puesto
con el mismo sueldo y hasta se permitió iniciar un juicio contra la Concejala
de Cultura. Así terminó todo con una salvedad: se
levantaron las clases de inglés y las disculpas que me ofrecieron fueron tan
sinceras como para que me diera cuenta que en “política” las cosas son así.
Saque la cuenta: el denunciado –que no era funcionario- sigue trabajando y con
el mismo sueldo y yo no pude continuar con mis clases. Me jubilé y a otra cosa.
Desearía aclarar que todavía estoy esperando, 3 o 4 años después que las
autoridades “políticas” contesten mi denuncia.
Me
ha dado tristeza de que sucediera algo tan flagrante, pero no me llamó la
atención. Las fuerzas desencontradas de los intereses políticos –que no
administrativos- no le permitieron a las autoridades proceder a investigar mi
denuncia.
Como
suele suceder en “política” los hay que
coinciden con uno y otros que no. Los
segundos, anónimamente me enviaban mails en los que se reiteraba “ argentino de mierda, vuélvete a tu país”.
No
termina la cosa ahí. Asistí regularmente durante dos años a un curso de
humanidades que dirigía un tipo con afán empresario. Algo sin duda muy
interesante para promover el pueblo más allá de toros y sanmigueles (a- caso la
cultura). Tanto es así que en más de una ocasión comenté con la Concejala de
Cultura que era el hombre justo para adentrar a nuestras gentes en temas como la participación.
Según
transcurría el curso de Historia que él
dictaba me fui dando cuenta de que no tenía ninguna experiencia docente –tengo
la certeza de que nunca dio clase- ni conocimientos que avalaran su presencia
al frente de la cátedra.
Organizaba
excursiones aprovechando la población cautiva de la que disponía en el curso
que había organizado. Concurrí a una o dos de ellas hasta que su afán de
protagonismo me extenuó. Era trabajador, sin duda, pero su trabajo como
organizador de excursiones superaba ampliamente sus capacidades intelectuales, su
compromiso con el saber y con las necesidades e intereses de un buen número de
cursantes, sobre todo teniendo todos ellos acceso a Internet y hasta un cine en
la Casa de Cultura donde se celebraban los cursos. La población del curso era
gente mayor que disfrutaba de su ocio asistiendo a clase. Tenía este hombre una
virtud sin embargo, contrataba personal para las cátedras de filosofía y arte a
verdaderos especialistas a cuyas clases concurría una cantidad de alumnos
significativamente menor que a las suyas propias. El profesor de filosofía, de
primer nivel, era tan capaz como para
horizontalizar lo específico de su materia con circunstancias históricas,
artísticas y literarias que brindaban un panorama acabado de cada tema que
abordaba. No tuvo éxito con los profesores de arte que durante los dos años que
asistí a los pocos meses de iniciados los cursos renunciaban. Ni que hablar
cuando el primer año la cátedra de Arte estaba a su cargo: no ofrecía nada
interesante dada su manifiesta ignorancia del tema e incapacidad didáctica.
Eran
profesores de excelente nivel que dictaban cátedra de nivel superior.
Paulatinamente los alumnos abandonaban sus cursos porque no alcanzaban sus saberes
para seguirlos. Recuerdo especialmente a uno de ellos, italiano, que explicaba
cada cuadro, escultura o manifestación plástica con una brillantez que me
despertaban un interés como pocas veces antes había sentido. Era manifiesto que
dos de ellos no compartían sus intereses porque iban a su aire y por lo que se
veía no le mostraban ningún afecto.
Con
el tiempo las excursiones se extendieron al resto de Europa. Sicilia fue uno de
los destinos. El contrato que los obligaba no se había firmado en ninguna de
las cuatro casas de turismo que había en Guadarrama y el precio era
exorbitante, sobre todo porque ya habían comenzado las ofertas en las líneas
aéreas y un viaje a Italia costaba menos que un viaje a Barcelona en el AVE.
Yo
ya había dejado de asistir al curso
cuando mi agente de viajes en Guadarrama me comentó acerca del descontento que
había en las agencias de Guadarrama que le habían ofrecido un coste mucho más
bajo con mejor servicio y más lugares para visitar.
En
fin, es lo que hay.
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