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EL COMPROMISO DE BERGOGLIO Y
SU ACCIONAR EN ARGENTINA Y EN EL PAPADO
GUADARRAMA EN MARCHA
15 DE MARZO DE 2013.
por Carlos A. Trevisi
No habrá Papa que
solucione el mayor problema de la iglesia. Acaso podrá atenuarse, pero poco
más. La Iglesia se ha constituido en un Estado -el Estado Vaticano- y los
papas electos son la cúpula de una organización institucional que no solo no
es democrática sino que ni pretende serlo en salvaguarda de su subsistencia.
La línea que parte al
Vaticano en dos es resultado de un conflicto no resuelto en 1500 años:
haberse apartado de sus mandatos evangélicos y no poder solucionar el
problema de volver a ellos desde la institución rígida en la que se ha
convertido.
Sus mandatos evangélicos la obligan a ser una comunidad fraterna y la
organización en la que se ha constituido -Estado Vaticano- la obliga a
moverse en el ámbito del poder político y económico. Como comunidad no tiene
dependencia alguna y como institución está atada a las reglas de juego que
imperan en un mundo en el que todo se negocia o se impone. La
fraternidad choca inevitablemente con el poder: en aquella somos pares que
aceptamos un solo poder que no nos conflictúa porque es el mensaje de
Dios; la Institución no contempla el mensaje evangélico porque marcha por la
senda de la especulación para poder sobrevivir. Así, el mensaje de la Iglesia
ha perdido fuerza y la militancia va disminuyendo en busca de
alternativas menos conflictivas que las que ofrece un clero
viciado por mil males.
El Papa Francisco parece ser
un hombre templado, ajeno al boato, sencillo y muy cercano a los jóvenes y a
los pobres, algo que venía demostrando en la Argentina desde su cardenalato
en Buenos Aires. Esto no obstante ya han aparecido comentarios de la
connivencia que sostuvo con la dictadura militar argentina. El
periódico PÚBLICO del día de la fecha -14 de marzo de 2013- (España) al
día siguiente de haber sido elegido, publicó titulares tales como Un Pontífice bajo
el estigma del régimen de Videla, El
exbailarín de milongas, Bergoglio ocultó
la complicidad del Episcopado argentino con la Junta Militar del dictador
Videla.
Pérez Esquivel, sin embargo,
acaba de sostener que "Bergoglio no
tenía vínculo
con la dictadura"; Tamayo nos dice algo significativo en 'Francisco y la
Iglesia de los pobres', y el mismo Francisco acaba de expresar su deseo de que los empresarios
no viajen a su asunción porque
no quiere comitivas especiales; que él va a ir a la Argentina. Eso sí, les pide que en vez de ir a
Roma, "donen el dinero a una entidad de bien público”.
Se ha puesto
en marcha el "aparato" de la información, y así seguirá siendo
mientras sigamos esperando soluciones mágicas a un escándalo como el que vive
el mundo.
Francisco pertenece a una
institución que viene arrastrando por el fango los ideales evangélicos desde hace
cientos de años. Pesará sobre sus hombros tamaña carga. Será un hombre de
denuncias claras (ya comenzaron a "responderle") pero no
podrá operar en el ámbito de la realidad más allá de lo que las cosas lo autoricen; no tiene
fuerza para hacerlo. Sus flaquezas, si las muestra, serán producto de la
dualidad en la que el mandato asumido lo obliga a vivir. Avanzará sin duda
sobre la hipocresía que anida en los políticos que nos tienen acostumbrados a
mentir cambiando de rumbo según las circunstancias (Francisco tiene respaldo
de la comunidad), pero no podrá gobernar bajo ese manto como lo han hecho
algunos de sus antecesores inmediatos, Ratzinger, por ejemplo, que en un
rapto de grandeza -rapto, he dicho- se dio cuenta de su fracaso y se retiró;
o un Juan Pablo II, un cura medieval que dio muestras de un poder que
no era suyo sino del "sistema" al que adhirió incondicionalmente:
algo que empezará a notarse ahora, cuando la Iglesia , al pegar el
viraje que es de esperar, se nutra de verdad para poder seguir adelante.
He sido militante de la
Iglesia hasta que decidí militar en solitario llevando a Cristo conmigo. Un
Cristo al que no creo Hijo de Dios pero me inspira actitudes comprometidas
con la comunidad a la que sirvo. Espero que el nuevo Papa ayude a la
humanidad sino en la fe de la catolicidad, por lo menos en la grandeza que
debe inspirar un cristianismo humanista alejado de la hipocresía y del
miedo a la muerte, un cristianismo que abrace a todos los hombres.
NOTAS
Repaso a los discursos de Jorge Mario Bergoglio, el papa
Francisco, sobre la pobreza, la prostitución o la violencia
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Lo que vais a leer acaba de evocar una etapa de
mi vida a la cual ya en varias ocasiones me he referido, aunque sin el toque
emotivo que me acaba de asaltar.
He sido profesor el Colegio Militar de la Nación
durante dos de las décadas más funestas que le han tocado vivir a la Argentina.
Compartí en esos años mis cátedras con la Escuela de Comunicaciones del
Ejército enseñando inglés técnico aplicado a equipos móviles y en el Comando
General del Ejército, donde, también en inglés, mis alumnos se especializaban en equipos fijos.
Si hablo de algo “funesto” es porque desperté muy
tempranamente a una lucha impía (de la que fui testigo presencial con solo 12
años de edad) en la que se daban cita hechos tan espantosos como el bombardeo
de la ciudad de Buenos Aires, y el enfrentamiento entre dos facciones del
ejército (azules y colorados, durante la “mili”, siendo agente de la Policía
Federal, en la Guardia de Infantería a los 19 años). No terminaron ahí mis
vicisitudes: faltaban aún la dictadura de Videla –oligofrénico sin remedio, la
de un loco enfermizo como Galtieri con su delirio de ir a la guerra contra el
Reino Unido -la Guerra de Las Malvinas- y los desaparecidos que en total
silencio se arrojaban al mar desde los aviones de la Marina de Guerra con el vacuo razonamiento
-que exculpaba a eventuales culpables- de que si eran desaparecidos no se sabía
si estaban muertos o vivos.
Solo en dos ocasiones corrí riesgos: con el
ataque de la aviación naval a Plaza de Mayo y con la lucha entre las dos
facciones del ejército. El resto, lo que vino
a continuación, alteró mi vida al extremo de que me impulsó a una acción
de enfrentamiento con el sistema, que ya empezaba a ser algo más que una simple
revuelta entre militares atolondrados para responder a intereses extra
nacionales.
Se preguntarán que tiene que ver esto con
Bergoglio, el Papa Francisco.
La película que acaba de pasar el canal 5 de la
televisión española (16/04/2017)nos cuenta la actitud que asumió el entonces P.
Bergoglio. Nos mostró su afán por luchar contra los desposeídos, habitantes de
villas miserias despojados de cuanto derecho puede asistir a un pobre
desgraciado. Me recordó también a España que tiene una de las tasas más altas de pobreza
infantil de la UE y es el tercer país, por detrás de Rumanía y
Grecia, tanto en pobreza relativa como "anclada", que alcanza a casi
el 40 % de los niños, y a los habitantes
del asentamiento Facundo Quiroga, en Lomas de Zamora, donde trabajé denodadamente para que pudieran
sacar adelante a sus hijos y a sus padres ya ancianos. Publiqué entonces “La escasez, causal de disolución sociad.
Estas experiencias vividas me distrajeron de lo
que podía esperarse de un joven “hecho a la inglesa” para penetrar todas
aquellas circunstancias que poco a poco consumían al país.
Ante todo descubrí que el boato que había animado
mi existencia no tenía nada que ver con un mundo que comenzaba a cambiar muy
aceleradamente dejando de lado a la gente para impulsar la riqueza y la
especulación de los países más poderosos que, hacia la década del sesenta,
daban por iniciada la globalización tal cual la conocemos hoy día. La Comisión Trilateral
–prácticamente desconocida- fue el inicio de la globalización que vivimos hoy
día. Mirando
retrospectivamente vi con claridad que las ideas que impulsaba el peronismo
tenían su razón de ser en el ámbito de las desigualdades sociales. Vi también que el peronismo había caído en
manos de un Perón que sesenta años después tendría una réplica perfecta en
Maduro, actual presidente de Venezuela. Llegué entonces a la conclusión de que
para luchar contra el sistema se necesita algo más que teoría; hay que ser un
verdadero estadista; no basta con coartar libertades, ni salir a andar en
motoneta con las chicas de la UES (Unión de Estudiantes Secundarios) como hacía
Perón, ni incendiar el Jockey Club, ni quemar iglesias ni tener alcahuetes en cada manzana para enterarse de quién sí y
quién no.
Coincidí entonces con el
proyecto de justicia social pero no pude adherir al peronismo, mucho menos
cuando aparecen en escena la nueva mujer de Perón, Isabelita, y un gran miserable, un cabo de policía embrujado
por el lustre que le había dado Perón nombrándolo comisario: López Rega.
Tampoco pude adherir a la gesta “libertadora” que
bombardeó la Plaza: me di cuenta que su gestión era apenas el comienzo de la quiebra
de la Argentina como estado-nación.
La Iglesia cayó en desgracia. Sin embargo los
ataques del peronismo, lejos de sumirla en la desolación, la fortalecieron.
Conocí gente que nunca asistía a misa pero que de pronto hizo acto de presencia
en los templos; en alguno casos primaba su anti peronismo: llegaron al extremo
de ir armados. Había otra Iglesia que renegaba del peronismo pero fiel al
evangelio seguía trabajando en pos de los pobres tal cual establecían los
principios de un peronismo que había bregado por un país socialmente justo e
igualitario.
Conocí un cura capuchino, párroco de una ciudad
del Gran Buenos Aires, que convocaba multitudes dedicando sus misas a Eva
Perón. Iba armado con una escopeta que llevaba en su coche. Terminó su andadura
una noche que intentó quitarse la vida. Hubo otro, un buen amigo, brillante,
viejo conocido, que se quitó la vida renegando de una Iglesia que había
renunciado a sus principios; y muchos otros que abandonaron la orden para
casarse sin renunciar al sacerdocio.
Según pasaba el tiempo me fui haciendo a la idea de que CONFERENCIA DE MEDELLÍN cobraba mucha fuerza. Se
multiplicaron los “curas del tercer mundo” que aspiraban a una Iglesia
fraterna, ajena a la institución en la que había devenido. Nunca me crucé con
Bergoglio cuando era un cura llano, ni después, cuando Mons. Quarracino lo
nombró Obispo Auxiliar de Buenos Aires. Su ámbito de acción era otro: la ciudad
de Buenos Aires y, entre otras cosas que atendía, un asentamiento cercano, la
Villa del Retiro una villa miseria en el corazón de la ciudad.
Pasaron varios gobiernos antes de que en 1976
Videla se hiciera con la presidencia de la Argentina. Para entonces Bergoglio
ya tenía camino recorrido se multiplicó su compromiso, la brutalidad del
Proceso de Reorganización Nacional encabezado por Videla -como se denominó al
más sangriento de los golpes de estado que había sufrido el país- en lo
personal, me llevó a un cambio definitivo. Perdí amigos, familiares, y hasta
más de un trabajo. Nunca ejercí ni aprobé ningún tipo de violencia pero el solo
hecho de que montara una radio clandestina que en principio estaba orientada a
la gente de un asentamiento de Lomas de Zamora, a escasos 6 o 7 Km. de la
Capital Federal me cambió la vida. Para entonces ya era titular de mis cátedras en el Colegio Militar. Esta
circunstancia, la de tener simultáneamente
mis cátedras en el Colegio Militar y una radio clandestina en una villa
miseria me dio la pauta precisa de que la gestión de los militares al frente
del gobierno nacional era una chapuza. Llegué a poner en la sala de profesores
una invitación a las reuniones que celebrábamos en SUR –una organización pro el
retorno a la democracia donde disertaban desde políticos de derecha hasta Pérez
Esquivel. Nunca tuve una llamada de los jefes militares para que explicara qué
era eso de SUR. Las reuniones se celebraban con gran asistencia de público en la
parroquia del Carmen de Lomas gracias a que nos facilitaba gratuitamente el
salón de actos a sabiendas de los políticos que disertarían. Al poco tiempo de la
venida de Pérez Equivel el párroco fue destituido por el Obispo Colinos* y
enviado de vuelta a España, de donde provenía. Tras la disertación de Pérez
Esquivel tuve la llamada de un coronel que participaba junto con otros tres o
cuatro del Colegio Militar en contra de lo que se estaba haciendo en el país- para advertirme que
se había grabado el discurso de Pérez Esquivel, mi intervención y mi declaración pública en
ese mismo acto de que trabajaba como profesor en el Colegio Militar; que me
estaban investigando y que debía mantener un perfil bajo mientras él se ocupaba
de todo. Unos días después vino la policía a buscarme a mi estudio en Lomas de
Zamora y me tuvieron casi una semana de
un lado para otro formulándome preguntas acerca de mis actividades. En ningún
momento hicieron referencia a los programas que emitíamos por la radio. Se
asombraban, eso sí, de que yo fuera profesor del Colegio Militar, algo
verdaderamente insólito –su asombro- porque era el ejército que me había
enviado a los que me interrogaban.
La Guerra de Las Malvinas me recogió el corazón.
Lo que en un principio entendí que la recuperación era un derecho que nos
asistía se transformó en lo que finalmente me dio la pauta no solo de la
incapacidad que mostraban las FF.AA. argentinas sino la procacidad con que se
actuó enviando al frente a cadetes de cuarto año, aún no graduados, alumnos
míos, sino a cientos de chicos del interior del país a la muerte y algunas
otras cosas que leeréis a continuación.
A esta altura de los acontecimientos seguía sin
conocer, ni de mentas, a Bergoglio. El único jerarca de la Iglesia con el que
tenía contacto era con el Obispo Colinos que, entre paréntesis, ante la
invasión de otras religiones a las que la gente adhería en busca de algún
consuelo y ayuda me negó la presencia de un sacerdote para dar una misa los
domingos en el asentamiento Facundo Quiroga
“poque no era el momento”. No escatimó,
sin embargo su bendición a las armas de los soldados que partieron para Malvinas,
como no escatimó tampoco el Gral.
Menéndez, comandante de la invasión, el envío de un Ford Falcon para “pasearse”
por las islas” , ni rendirse vestido de punta en blanco ante el Gral. Inglés,
vestido de fajina, como correspondía a un combatiente que acompañó a su tropa a
lo largo de la contienda.
Menéndez, un militar despreciable, no asumió la
responsabilidad de la logística de las tropas argentinas. La madre de un
cadete, herido de gravedad, no bien su hijo fue ingresado en el Hospital
Militar, me llamó por teléfono porque el joven tenía que hacerme saber que
había pasado en las islas y sus conclusiones respecto de la provisión de
armamentos y de algunos profesores militares del Colegio Militar.
Desde que comenzó la contienda y hasta que fue
herido su pelotón no recibió armamento alguno; me preguntó si el coronel
Paladino seguía dando clase; ante mi afirmación, que presagiaba un comentario
terrible, me dijo “Nada de lo que nos enseñó sirvió para nada”
Un día , cuando Videla ya no era presidente, fue
al Colegio Militar a disertar sobre “Ética y mando” Yo no asistí porque no
habría podido soportarlo. Cuando terminó , al salir todos los asistentes, un
colega muy emocionado por las palabras de
Videla me espetó “Si no estás de acuerdo con lo que se hace en esta
institución, tienes que abandonar tu puesto, tienes que renunciar”. Sería una
grosería incluir mi respuesta; por eso no lo haré AUNQUE SÍ LE DIJE QUE EL
COLEGIO MILITAR DE LA NACIÓN ES “DE LA
NACIÓN” Y NO “DE LOS MILITARES” Y, SIENDO MÁS MÍO QUE DE ELLOS, ME ASISTE EL
DERECHO DE PENSAR Y DECIR LO QUE ENTIENDO ACERCA DE SU CONDUCCIÓN
El cura responsable de la capilla que tenía el
Colegio un día decidió colgar un cuadro en el que aparecía Cristo VESTIDO CON
UNIFORME DE CADETE. Y TODOS CONTENTOS. Los cadetes encantados, el cura
emocionadísimo, la mayoría de los profesores callados y yo… desolado: no podía creer que un sacerdote vistiera a
Cristo de soldado.
Cuando decidí que yo no tenía nada más que hacer
en el ejército publiqué “In Memoriam Ejército Argentino” y “Causales de la
Marginalidad en la Argentina” (ya en marcha el expediente que me expulsaba de
mis cátedras).
Seguí peleando desde la política. Visité a Arturo
Frondizi, un verdadero estadista, durante tres años, todos los viernes en su
casa particular, y aprendí entonces que la Argentina no tenía solución mientras
no se le diera a la ciudadanía la posibilidad de poner en marcha un proyecto de vida personal social
y político que satisficiera las necesidades
de una puesta en común, de un ideario en el que el centro se interés se
focalizara en el hombre como sujeto primordial del crecimiento.
NOTAS
* Obispo Colinos
Para entonces un sacerdote “amigo” me sugirió que
renunciara al colegio donde trabajaba porque ahí no haría carrera. No pasó
mucho tiempo hasta que Colinos me negó el acceso al diaconado sin explicación alguna. Fue entonces que desde el asentamiento Facundo Quiroga yo
prestaba apoyo a la gestión de los “villeros” poniéndolos al tanto de los
puntos débiles que ofrecía la gestión del obispo y su actitud ante una realidad
que solo contemplaba la sumisión al poder militar y a una institución que hacía
siglos venía postergando la fraternidad como razón de ser de su existencia. Se
paseaba por Lomas de Zamora en coches último modelo –y no de los baratos- al
mismo tiempo que renegaba de la ayudas espirituales que reclamaban los miles de
desgraciados que sobrevivían en el lugar.
Me echaron 22 años después de haber ingresado. No
hubo un solo profesor que me llamara ni para decirme “que te vaya bien”.
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