martes, 2 de mayo de 2017

ESTUDIANTES DE INGLÉS Y SUS PROBLEMAS


El problema al que se enfrentan.

Tres profesores del British Council se basan en su experiencia en el aula para recopilar en un libro las 500 dudas más frecuentes a la hora de aprender este idioma


El texto incluye desde nociones más o menos básicas, como las diferentes formas de escribir una fecha o la forma concreta de firmar una carta, hasta el detalle de cómo cambian las frases según el adverbio que se utilice. In the end no es lo mismo que by the end o at the end, igual que tampoco lo es Let me alone y Leave me alone. “Los matices son complicados, eso sí que hay que estudiarlo porque una conversación puede cambiar mucho si dices, por ejemplo, que alguien ha llegado in time en lugar de on time”, explica Green.“Para aprender inglés hay que pensar en español”
Con ejemplos concretos, los profesores, que entre los tres acumulan más de 50 años de docencia, desgranan en 14 capítulos la mayoría de los casos en los que los hispanohablantes suelen tropezar. Los autores explican con detalle el uso de mayúsculas (¿Game Of Thrones o Game of Thrones?), el orden de los adjetivos (¿Beautiful Spanish lace scarf o beautiful lace Spanish scarf?), el significado de los temidos phrasal verbs, o la utilización de la peliaguda tercera persona (¿It is important that he finish soon o It is important that he finishes soon?).
¿La canción de The Beatles se escribe When I’m Sixty Four o When I’m Sixty-Four? ¿Por qué James Bond es 007 y no double zero 7? ¿A cuánto equivale una taza cuando las recetas en inglés nos indican esa cantidad? El libro hace hincapié en muchas de esas cuestiones que van más allá del diccionario. Welsh se ríe cuando recuerda que un alumno le preguntó si era cierto que los escoceses no llevaban nada bajo la falda. “Bromas aparte, las cuestiones culturales a veces son las más complicadas de llevar de un idioma a otro”, apunta Green, “como cuando me piden la traducción de sobremesa o de oposiciones. Son conceptos que no existen en inglés”. 
Los dos docentes coinciden en que uno de los grandes inconvenientes a la hora de hablar otros idiomas, y especialmente el inglés, es la autoexigencia extrema. “Es algo cultural, los españoles son muy duros consigo mismos. Toda esa ironía en la frase Spain is different… A veces echamos de menos que los españoles hablen de sí mismos con un poco de confianza”, señala Green. Su compañera asiente: “En clase muchas veces los alumnos me dicen: ‘Pronuncio fatal, ¿no?’ Y yo les digo que no, que les entiendo perfectamente”. Después de casi una década enseñando inglés en España, Green tiene su veredicto para mejorar el aprendizaje: "Mi consejo sería que no se estudiara tanta gramática y diez veces más léxico. El past simple no te sirve de nada cuando lo que quieres es pedir un café".


Ratificando lo anterior me he permitido introducir 
"Cómo lograr hablar inglés"

FUNDACIÓN EMILIA MARIA TREVISI



SAY IT NOW
British Institute
 Carlos A. Trevisi

Presentación


Para hablar una lengua extranjera, muy especialmente si se trata de de una lengua sajona, en nuestro caso el inglés, es imprescindible lograr ENTENDER lo que se nos dice. Es menester  mantener una alta FRECUENCIA DE IMPACTO para adquirir el REFLEJO LINGÜISTICO, es decir, una cierta capacidad de respuesta inmediata ante los estímulos que recibimos.  Si se cumple acabadamente con esta premisa, un hispanohablante logra comunicarse en inglés con fluidez (aprende a pedir, a ofrecer, entiende diálogos de la vida cotidiana y hasta  puede hablar por teléfono) en un corto lapso de tiempo.
El aprendiz debe poner voluntad y afecto para "VIVIR EN INGLÉS”. Debe  tener presente permanentemente que su objetivo es aprender inglés: cuando va al cine, cuando lee una propaganda o un artículo en un diario o revista, un “brochure”...  Así,  va sumando horas y horas de IMPACTO más allá de las académicas. El secreto de nuestra propuesta consiste precisamente en eso: ESTIMULAR A NUESTROS ALUMNOS A “VIVIR EN INGLÉS” LO MÁS QUE PUEDAN.

Su objetivo es lograr  hacerse entender sin dificultad.  Utilizará el inglés para comunicarse y, aunque sienta que “raspa” al hablar, si logra hacerse entender, misión cumplida. Esto no obstante, es esencial que cuente con  un docente que perfeccione permanentemente su pronunciación. Cuanto más se acerque a una pronunciación precisa, más cómodo se sentirá al hablar. Nuestros profesores REÚNEN ESAS CALIDADES. Son verdaderos intérpretes de los actores que pueblan las películas que utilizamos. Son los que decodifican el habla de un Brad Pitt, un Spencer Tracy o un Hitchcock y la sirven a nuestros alumnos para que se adentren en los sonidos de la lengua, su sintaxis y su gramática. 
La capacidad natural que tenemos para aprender una lengua debe asociarse con la actividad del pensamiento, que requiere de un sistema que facilite el acercamiento a la realidad y la asimilación de nuevas experiencias y no, como ha sido desde siempre, de una acumulación gradual de datos que aletargan su interacción.

De esta manera, la frecuencia de impacto del habla inglesa sobre el aprendiz  y las características propias de cualquier proceso de aprendizaje (expandibilidad, interactividad, espiralidad, arborescencia...) ponen al  estudiante en disponibilidad de entender y hablar muy rápidamente.

Para lograr un nivel comunicacional razonable en la comprensión del habla, siguiendo la consigna de aprender la lengua desde la realidad de su aplicaciónNO desde el idioma, la  metodología que sustente el aprendizaje deberá exigir  de éste que sea INTERACTIVO, EXPANDIBLE, PERSONALIZADO, ARBORESCENTE y LÚDICO

En resumidas cuentas, todo lo que usted  tiene que hacer, si quiere hablar, es exigir que su profesor pueda mediar entre usted y HitchcockSinatra, Brad Pitt o Sting; que la haga escuchar y repetir  "en serio", es decir  exactamente  lo que dicen “los que saben”; que sea capaz de imitar el ritmo y la entonación de los personajes de los videos; que se quede afónico (sin "fono", mudo) haciéndolo trabajar sobre todo tipo de ejercicios orales:  formular preguntas, dar respuestas, repetir,  etc.




¿Hablar inglés?

No me ha resultado fácil imponer una metodología acorde con las necesidades que tanto niños como mayores tendrían que abordar para lograr el dominio del habla, de la lengua, antes bien que el mero conocimiento de las “tripas” del idioma.
Leyendo este primer párrafo cualquiera diría que pese a las dificultades con las que me tropecé, logré algún éxito. El debate entre las partes interesadas no logra entablarse. Por un lado la familia, que cree que aprendiendo el “presente continuo” y la “voz pasiva” –COMO SUCEDE– sus hijos lograrán hablar inglés y por otro los maestros que, pese a toda la propaganda que se hace desde el gobierno español señalando que existe un cuerpo docente con dominio de la lengua, la realidad es que excepcionalmente un profesor de inglés HABLA INGLÉS.
Recuerdo mis comienzos como profesor de inglés. El ministerio de educación en Argentina exigía exámenes trimestrales ESCRITOS. Los docentes enseñaban gramática en satisfacción de lo que se exigía en el examen. Yo enseñaba CONVERSACIÓN, lo cual se daba de patadas con la evaluación final escrita que se pedía. Así, mis exámenes eran ORALES.  Reunía 4 alumnos con los que iba conversando en inglés de los contenidos estudiados. Según demostraban que estaban en condiciones de pasar, los despedía de a uno, de modo que los que aún no habían satisfecho los conocimientos mínimos que yo exigía se quedaban en su lugar pasando a formar parte de un nuevo cuarteto con los que comenzaba de nuevo. Si  a la segunda oportunidad que se les brindaba no respondían adecuadamente, pues se retiraban con un aplazo y uno nuevo ocupaba su lugar. Una comisión de frailes visitó mi clase y aprobó mi forma de trabajar. Como era de esperar, cuando la inspección pidió el archivo donde tendrían que haber estado los exámenes escritos del prof. Trevisi, no había absolutamente nada. Ni una caja que dijera “aquí no están”: nada. Ante el escándalo que armó la inspectora solicité el libro de inspección para escribir las razones por las que no había ni una hoja de mis alumnos que diera fe de que eran brillantes o solo unos burritos. Lo que sigue es irrelevante. Sobreviví a la burocracia y continué trabajando a mi propio aire.
Así comenzó mi lucha. Cincuenta años más tarde sigo peleando por lograr que las cosas cambien, pero con la misma suerte. Se sigue enseñando igual que en épocas en las que prevalecía la idea de que era necesario conocer la tabla de verbos irregulares, tiempos verbales, la voz pasiva, etc., etc. Esto no obstante no me amedrenté y me lancé a plantar cara a tanta estupidez creando material didáctico a partir de las novedades que presentaban las nuevas tecnologías: compré películas y las procesé (subtitulados, textos, creé multimedias abiertos –todavía no existían los CDs, ni los discos duros con suficiente capacidad de almacenar datos– escribí libros y qué no hice).
Llegué a España con la idea de que el primer mundo haría más viables mis proyectos, pero en todas partes sucedía lo mismo. Monté dos o tres sociedades con oportunistas a los que no reconocí hasta que llegó el momento de comercializar nuestros productos: no tenían la más mínima idea: lo vendían como si se tratara de Coca Cola, pero estaba claro que no lo era.
Me di cuenta entonces que este tipo de material didáctico solo se vende en los quioscos bajo forma de fascículos. Se lanza un número determinado de ellos y cuando se logra algún resultado se deja de vender. La gente lo compra, lo mira y lo guarda. Poco más. “Business is business” y lo que menos importa es que la gente aprenda. Las editoriales, que son las que manejan el sistema educativo, sabedoras de que los docentes no tendrían ni los conocimientos ni la voluntad de encarar una novedad, tampoco aplaudían su metodología.
Cuando comencé a dar clase en Guadarrama,  con el apoyo del gobierno local, logré llevar a cabo un trabajo verdaderamente a mi gusto. Fui incorporando buena parte del material, que, 25 años después, sigue teniendo vigencia, para impulsar el habla antes bien que los cómos y porqués de la lengua.  Dos o tres libros que trabajan con el apoyo de un CD han tenido un éxito muy importante. Es  de decirse que trabajé con total libertad y con el apoyo de la Concejala de Educación, Sara Villa, que no escatimó esfuerzos para facilitar mi tarea. Buena parte del material que utilizábamos en los cursos a los que aludo han sido incluidos en este tomo.
Al margen de estas novedades de orden didáctico, si hubo algo que realmente maravilló a la gente fueron los cursos de inglés para niños de entre 7 y 9 años. Aprendían incursionando por destacadas figuras del arte (Da Vinci, Sorolla entre los que más los entusiasmaban). Las madres asistían a las clases con sus hijos de modo que se produjo una verdadera revolución que casi nadie entendía salvo los chicos, que mostraban un gran entusiasmo, y las madres, que tomaron conciencia  de que  lo que sus hijos hacían en la escuela era antidiluviano. 

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