Carlos A Trevisi
Hay
pruebas manifiestas a lo largo de la historia que impregnan la vida humana de
un afán de poder que se sustenta en la posesión de bienes. La lucha por acrecentarlos
ha derivado en guerras inclementes que aumentaron las riquezas de unos pocos en
detrimento de la gran mayoría de la gente a la que se consideraba esclava. Esa desigualdad se fue incrementando con el
tiempo y aunque a partir del Renacimiento el hombre asume su propia
interioridad y se descubre como uno en sí mismo pero distinto a todos los demás
poco logra, como no sea que su individualidad despierte su conciencia de hombre
libre: reconoce las injusticias a las que se lo somete, conoce, señala y se rebela contra los poderosos y asume la
precariedad a la que se lo somete. De resultas se organiza y comienza a luchar
por su vida al margen de lo que imponen los poderosos. Aparecen en escena
pensadores que denuncian las atrocidades planteando a través de relatos
escritos y historias de la vida cotidiana las barbaridades que impone un
capitalismo despiadado: Dickens, tal el caso, cuando nos habla de las miserias a las que el
industrialismo naciente somete a los niños en Inglaterra, apenas el principio
de lo que devendrá 2 o 3 siglos más tarde cuando en España, que según el
gobierno de Rajoy crece económicamente a velocidad de vértigo, hay cuatro millones de
desempleados y dos millones de chicos subalimentados.
La
realidad nos muestra que mientras los pobres viven de la misericordia de las
ONG, los poderosos –bancos y grandes empresas, apoyados por el sistema del que
son principales agentes- se valen de la política para domesticar a la gente
aplastando la cultura, la educación, la sanidad, la investigación, la
información, cobijando ladrones y qué no; y no les va mal: en España el partido
del gobierno ha recibido ocho millones
de votos para que todo siga igual.
Sin
embargo todo el proceso que ha conducido a este malestar ha contado cada vez
con más presencia de la gente. Los movimientos sociales que vienen reclamando
por los derechos a la igualdad hace tiempo ya que se han puesto en marcha. El
problema grande que enfrentamos hoy día es que ese otro mundo donde reina el
poder crece a una velocidad que supera ampliamente la de las posibilidades del hombre común.
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