martes, 2 de mayo de 2017

LA CRISIS DE LA SOCIALDEMOCRACIA Y LA IMPLOSIÓN DE LA UE

Willy Meyer

Diputado europeo IU 2004-2014
La Unión Europea está viviendo una verdadera implosión respecto a lo que en teoría pretendió ser: un Proyecto Regional que permitiera alcanzar la cohesión social y territorial, el pleno empleo, la igualdad de todas las personas de los Estados miembros, en definitiva, un Espacio de Democracia Social avanzado preocupado y resuelto a dar satisfacción al bienestar de las personas.
La crisis económica y financiera de 2007/2008 puso al descubierto que con la orientación neoliberal y los instrumentos económicos de las instituciones europeas y sus Tratados, no sólo no se alcanzaban esos objetivos, sino que la UE retrocedió en valores sociales tan importantes como el empleo, la igualdad y la protección a las personas trabajadoras a cifras de los años 50 del pasado siglo. Al ataque de todas las conquistas del Movimiento Obrero europeo alcanzadas gracias a una lucha continuada durante más de 150 años,  luchas heroicas y en ocasiones revolucionarias, se añadió un cuestionamiento de las soberanías nacionales de los Estados y sus respectivas Constituciones, además de una agresión a todos los servicios públicos e incluso a los derechos civiles, que fueron bandera en toda Europa.
El tratamiento inhumano dado a los miles de refugiados, que huyen de las guerras de Libia o Siria, guerras causadas por algunos Estados miembros,  recordaba el peor periodo de la historia europea, y es la expresión del fracaso estrepitoso de la UE, entendida ésta como un proyecto enraizado en los mejores valores de la Revolución Francesa( libertad, igualdad y fraternidad), y de la  aportación de la Revolución Soviética al protagonismo indiscutible de las personas trabajadoras al gobierno de la economía.
Tras la decisión del Reino Unido de abandonar la UE, los partidos de la ultraderecha han visto una oportunidad en su discurso nacionalista y xenófobo alcanzando fuertes representaciones institucionales en las elecciones  celebradas en Austria ,Holanda y en las últimas elecciones presidenciales en Francia, Marie Le Pen pasará a la segunda vuelta tras la estrepitosa derrota del candidato socialista Hamon.
La derecha pro Unión Europea, sigue en su ruta neoliberal ofreciendo una Unión “a la carta” con fuertes contestaciones de la derecha más extrema en los Países del Este.
Esta verdadera implosión tiene mucho que ver con la debilidad de la Izquierda Europea marxista y no marxista que, al día de hoy, no ha sido capaz de transformar la crisis en una oportunidad para orientar el descontento social y revertirlo en la construcción de un Proyecto Alternativo Regional a la UE, que proteja las conquistas sociales y las desarrolle en un marco de respeto a las soberanías nacionales, mediante una economía democrática y participada con Estados Sociales potentes. Muy al contrario, es la extrema derecha y sus valores la que está capitalizando ese descontento social.
La debilidad de la Izquierda Europea viene asociada sin duda a la autodestrucción de la URSS y de los países del llamado “Socialismo Real” del Este de Europa, que influyó negativamente que influyó negativamente en la mayoría de la izquierda marxista, “encogida” al día de hoy, y a la transformación sufrida de  la Socialdemocracia y sus valores defendidos en la década de los 70 del pasado siglo.
En aquella época, la Socialdemocracia era la fuerza política más poderosa de Europa Occidental. Gobernaba la República Federal de Alemania, Gran Bretaña, Noruega, Países Bajos, Finlandia y Suecia, y con la fórmula de  coparticipación estaban presentes en los gobierno de Italia, Irlanda y Suiza.
El ideario, sus señas de identidad, eran defendidas por los líderes de entonces, Willy Brandt, Bruno Kreisky , cancilleres de Alemania y Austria respectivamente u Olof Palme, Primer Ministro de Suecia.
De 1972 a 1975, estos líderes intercambiaron opiniones sobre el ideario socialdemócrata que fueron publicadas años más tarde (1). El interés de esas opiniones estribaba en que las realizaban en su doble condición de líderes políticos y jefes de gobiernos y por tanto condensaban la reflexión teórica y la práctica gubernamental.
Sus preocupaciones y propuestas de entonces, eran como revitalizar la democracia desde la base, evitando que la concentración económica escapase al control del interés público, apostando por una economía planificada. (2)
Coincidían en la necesidad de tomar medidas para que los asalariados tuviesen una influencia más decisiva a  todos los niveles de la economía, desde los problemas cotidianos hasta los procesos de decisión de mayor alcance (3)
El papel que debería jugar el Estado, como actor activo en el control y participación directa de la economía, lo entendían como un factor corrector del Capitalismo, dando mucha importancia a los sectores estratégicos de la economía (4)
Concluían que en aquella fase de desarrollo de Europa Occidental, la democracia política resultaba insuficiente y sólo podría funcionar plenamente si entraba en una fase superior, la de la democracia social, esto es, desarrollando los principios democráticos en todos los aspectos y no circunscribiéndolos únicamente al ámbito político. En esa reflexión, el papel del Estado, como garante y actor de la economía planificada era central al igual que su política progresiva de impuestos.
Optaban por moderar al Capitalismo sin cuestionarlo, con políticas reformistas de contención a las ansias depredadoras del mercado sin control ni regulación.
En 1973, con la subida del precio del petróleo, se produce una profunda crisis económica y una reconsideración de las políticas socialdemocrátas hacia finales de esa década, coincidiendo con el triunfo del neoliberalismo representado por el binomio Thatcher-Reagan. Vendría posteriormente la propuesta conocida como “la tercera vía “personificada en Blair, Clinton y Schröder, que significó el abandono definitivo del intervencionismo y del control público, el desmantelamiento de los servicios públicos y su privatización progresiva.
En definitiva, en la renuncia del papel del Estado como regulador y planificador de los mercados.
Esa evolución hacia el Neoliberalismo marcó su práctica institucional en el conjunto de los países europeos y en la propia Unión Europea, adoptando en la práctica una formula bipartidista activa con la derecha al coincidir con ella en la desregulación completa  de la economía. Los Tratados de la UE, incluido el de Estabilidad Presupuestaria que dio lugar al “austericidio”, salieron adelante con su voto favorable.
Las consecuencias de esa evolución al Neoliberalismo adquirió en lo institucional la fórmula del cogobierno con la derecha europea. En Alemania gobiernan en coalición con la CDU-CSU y gobiernan conjuntamente la Comisión Europea, el Consejo y se reparten las funciones en el Parlamento Europeo.
La “rendición” frente al mercado, la aceptación de la lógica neoliberal da lugar al día de hoy  que se hable del “declive de la socialdemocracia” o “fin de la socialdemocracia”.
Lo cierto es, que al renunciar a la contención de una acumulación de capital desenfrenado, los partidos socialdemócratas europeos se convirtieron en simples acompañantes de los partidos de la derecha, sufriendo derrota tras derrota y en algunos casos entrando en contradicciones internas como las vividas en Francia o Alemania o en crisis profundas como en Grecia.
El  caso de España es paradigmático. La anterior dirección del PSOE, de forma muy tímida, se cuestionó la política de contención del gasto impuesta por la UE realizando  una dura crítica a la gestión de gobierno del Partido Popular. Se negaba en consecuencia a facilitar la investidura de Mariano Rajoy a la Presidencia de Gobierno. Como es sabido, esa negativa dio lugar a una profunda crisis del PSOE, la dimisión de su secretario general Pedro Sánchez y el acuerdo de su Comité Federal, presidido por una gestora, para facilitar la investidura al candidato del Partido Popular, Mariano Rajoy.
La implosión que está viviendo la Unión Europea, la hegemonía que se va creando en torno a valores de la extrema derecha, el ataque a todo lo público, (al empleo y a los servicios públicos), la renuncia a las soberanías nacionales y al papel del Estado como garante del control y participación de la economía, tiene mucho que ver con  la involución de la socialdemocracia europea que, en política económica, ya no se distingue de la derecha europea.
No sería justo si no mencionara también la responsabilidad evidente de la izquierda marxista europea que, al día de hoy, no ha sabido ganarse la confianza de las personas trabajadoras para defender un Modelo Productivo  y un Proyecto Regional Alternativo al de la Unión Europea, que acabe con el sufrimiento y la incertidumbre de la mayoría social europea. Ahora la izquierda marxista tiene, si cabe, una mayor responsabilidad al haber abandonado la socialdemocracia valores y prácticas, que ayudaban a contener el afán irrefrenable del mercado a acumular capital a cualquier precio castigando las rentas del trabajo.
Pero, al día de hoy, desgraciadamente el plumaje de la socialdemocracia y la derecha europea es el mismo.
Y ya sabemos lo que decía Karl Liebknecht de los pájaros con el mismo plumaje…

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