Violencia juvenil
Por Carlos Á Trevisi
22-02-09 (actualizado 2015)
En reiteradas ocasiones y al abordar las deficiencias que presenta la educación sistemática que se “impone” a los niños y jóvenes, hemos destacado la insolvencia de un sistema que “enseña” contenidos pero no logra favorecer actitudes como no sean aquellas que afloran naturalmente en el ser humano “criado” al margen de sus capacidades afectivas, volitivas, intelectuales y de libertad.
Sería desatinado adjudicar tamaña responsabilidad sólo a la escuela. Sin embargo, insistir en que los hogares son los principales responsables de la educación que se imparte a los jóvenes ya es pura retórica. Cabría preguntarse en este sentido si la familia no sabe qué hacer, si no puede hacer o no la “dejan” hacer.
El escalofriante crimen de una adolescente de 15 años a manos de su novio de 20 y las circunstancias que rodean los hechos pone en evidencia no sólo que no se han cumplido en los asesinos y cómplices las normas de una “educación en actitudes”, sino que el entorno social en el que se mueven también carece de ellas.
La televisión no escatima ejemplos bochornosos de personajes tristemente célebres que saltan al conocimiento público nada más que por su apariencia y desvergüenza. Desde un pobre infeliz llamado “Pocholo” hasta el más “carneo” Efrén, pasando por una manga de idiotas que se encierran en una casa para fagocitarse entre sí, la gama de la contracultura frutece –no ya florece, frutece- por todas partes.
Y hay más.
Aunque Lombrosso haya caído en el olvido, y con razón, hay personajes de los que uno tiende a escapar sólo por lo que refleja su apariencia. Tal el caso, por ejemplo, de “El bigotes” o el de un tal Correa, dos tipos asilvestrados, seguramente salidos de la nada, que vinculados a “lo mejor” de la clase política han hecho negociados a mansalva.
Todos ellos, lamentablemente, son el espejo de nuestros chicos en el marco de una realidad carente de afectos, irreflexiva y ajena a cualquier proyecto que los obligue en el esfuerzo que impone el convivir.
Las imágenes que se transmiten son su única realidad: la vida, al fin y al cabo, es sólo un asunto de dinero y prestigio, es decir poder.
Vivimos un mundo en el que la percepción se ha transformado en el marco operativo de toda relación. Nuestros chicos –nuestras gentes- viven ese mundo: nada existe más allá de lo que perciben. No hay actitudes de entrega, generosas, fruto de un proceso de ensimismamiento propio de una profunda reflexión.
Y la percepción es engañosa. Tan engañosa como para que de resultas del crimen de Marta, la sociedad saliera a la calle y paseara su dolor repitiendo, sin atender a las causas de tanto horror, “¡Pena de muerte!” y “Zapatero dimisión”; la biblia y el calefón.
A pocos se les ha ocurrido pensar que hay que apagar la televisión para terminar con los pocholos, revisar las actitudes que tenemos para con nuestros hijos y para con los demás, participar en la escuela, repensar nuestras vidas –si es que alguna vez las hemos “pensado”- , aprender a ver semejanzas antes que diferencias, terminar con el consumismo que agobia nuestras finanzas y nos distrae de lo verdaderamente importante, acercarnos al maestro para explicarle que necesitamos que ayude a nuestros hijos a pensar , a reflexionar ,a abordar el conocimiento; para que descubran al “otro”; para ser en el otro, para aceptar que somos todos distintos y únicos en nosotros mismos...
ACTUALIZACIÓN
La trompada a Rajoy.
Un joven de 17 años le pegó una trompada al Presidente Rajoy en plena calle; pese a estar rodeado por sus seguidores y el cuerpo de seguridad que lo acompaña, lo sacudieron como si hubiera estado solo frente al joven que lo vapuleó.
Vuelva a leer las líneas que preceden a éstas y tendrá respuestas.
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