¡Vamos a la manifestación!
Por Carlos
A. Trevisi
El
poder, que antaño era político y autorizaba la gestión de la gente, ahora es
económico y se autogestiona.
El
poder político se manejaba a través de instituciones que se integraban en un
mallado en el que se resolvían necesidades y conflictos de la gente.
El
poder económico, que no contempla sino secundariamente las necesidades y
conflictos de la gente, se maneja a
partir de una red en cuyos puntos de
encuentro siguen existiendo las instituciones, pero ya vacías de contenido: las
ha reemplazado por el “mercado”.
Es de destacar, sin embargo, que el mercado
sigue usando las instituciones. Cuando no le sirven, arrasa con ellas: en el
orden internacional la ilegalidad de la guerra de Irak ha sido paradigmática y
en el orden nacional, los partidos políticos que se consustancian con el
neoliberalismo –el P.P. en España- no tienen reparos en promover acciones que no sólo violan el espíritu de
legitimidad de aquello que agravian sino también las decisiones que se adoptan
mayoritariamente, por ejemplo en el Congreso de los Diputados.
Así,
se montan escenificaciones como las que
estamos viviendo estos días.
La
primera: Un millón de personas que
reclama que no se dialogue con ETA porque a los asesinos debe perseguírselos
con la policía y la justicia. Eso es precisamente lo que está haciendo el
gobierno. Agrega a eso que está dispuesto a dialogar si deponen las armas. ¿Qué
está reclamando el PP?
La
segunda: Los archivos de Salamanca. Debo ser yo un hombre de otra galaxia, pero
que yo sepa los archivos se mantienen por razones historiográficas y no por
afán coleccionista. Estén donde estuvieren los originales –que por otra parte
están en Salamanca porque el franquismo los trasladó desde Cataluña- su unidad
no se da porque las partes originales deban estar todas en el mismo lugar, sino
porque hay una red informática que los une en cada ordenador del mundo, no sólo
de España, que quiera consultarlos.
La
tercera: Las uniones matrimoniales de gays y lesbianas; como no se atreven a
decir que les parece un horror que exista la homosexualidad (por eso la tildan
de “contra natura”), entonces apuntan a la semántica: no debe de llamarse
“matrimonio” y agregan, “si se llamara de otro modo…”
Por
supuesto que detrás, delante y al costado de todo esto están los “impolutos”
católicos que no tienen hijos gays ni hijas lesbianas (y si los tienen los
esconden), que se casan como “Dios manda” (pero tienen amantes –varones y
mujeres- como “cualquier hereje”); que aman a sus hijos (pero también los
abandonan, llegado el caso, como cualquier mamífero), que son honestísimos (pero roban todo lo que
pueden), que aman al prójimo (pero son implacables con los inmigrantes), que…
Se
podrá discutir esto una y mil veces, pero lo que es un hecho indiscutible es
que las derechas no admiten que el poder real que efectivamente ejercen se
desvincule del poder político; tienen que ir juntos, de la mano. Cómo será que
han salido a la calle como cualquier desgraciado que pide aumento de sueldo.
(Junio
de 2005)
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