martes, 31 de enero de 2017

UN PERONISTA EN LA CASA BLANCA

Carlos Malamud: América Latina Trump

Donald Trump


Por CARLOS MALAMUD

(Infolatam).- Guillermo Moreno, ex secretario de Comercio 
kirchnerista y responsable de la manipulación de las estadísticas 
oficiales argentinas durante la “década ganada”, afirmó tras 
el discurso inaugural de Donald Trump que el nuevo 
presidente “es peronista”. 
Sin el menor rubor y ningún matiz Moreno justificó su opinión 
favorable al nuevo ocupante de la Casa Blanca por su defensa de la 
industria nacional y la consigna “América primero”. De ahí su 
optimismo: “Cuando retornemos al poder, ya no tendremos al 
mundo en contra”.
Al analizar la intervención del viernes 20 en el Capitolio, Inés 
Capdevillade una forma más sofisticada, vinculó el adanismo de 
Trump de partir de cero haciendo tabla rasa con el pasado con la
mejor tradición de ciertos presidentes latinoamericanos 
predestinados para refundar sus países. Un fenómeno circular 
y recurrente que parece no tener fin.
En su alocución Trump le dio la espalda al pasado de Estados Unidos. 
No fue falta de memoria o desconocimiento histórico, sino pura 
reconfiguración de la realidad a su imagen y semejanza. Prácticamente 
nada de lo anterior le es útil, ninguno de sus predecesores tiene nada 
rescatable y la mención explícita de algún autor para reforzar sus ideas 
puede sonar a elitismo, a casta. Nada ni nadie debía interponerse al 
abrazo con su pueblo, el gran sujeto de la transformación nacional que 
él mismo liderará.

Lo único que le faltó a Trump para situarse a la altura de los 
mejores ejemplares hemisféricos fue prometer una nueva constitución 
a partir de una asamblea constituyente. De esa manera su impronta 
en la historia patria sería indeleble, pero parece que Trump 
conoce alguno de sus límites y éste es precisamente uno de ellos.
Mucho se ha hablado de su tono populista y nacionalista. Pese a ello, 
quisiera resaltar el componente peronista mencionado por Moreno, que 
más allá del proteccionismo trasnochado que quiere imponer en Estados 
Unidos tiene algunas otras manifestaciones como la relación directa 
entre el líder y las masas, sorteando las intermediaciones molestas del 
establishment y los partidos políticos.
Al mediar su intervención Trump dijo: “Lo que realmente importa no 
es qué partido controla nuestro gobierno, lo que importa es si nuestro 
gobierno está controlado por la gente”. La intermediación incluso de su
propio partido, el Republicano, puede distorsionar su mensaje mesiánico.
Para eso twitter le viene como anillo al dedo, para mantener abiertos 
unos canales de comunicación privilegiados a los que hasta ahora ha 
accedido sin controles de ningún tipo.
Muchos políticos latinoamericanos se enriquecen en el ejercicio de sus 
funciones. No parecería ser el caso de Trump, que ya llega rico a la 
presidencia. Sin embargo, la falta de límites claros entre el manejo de 
la cosa pública y sus negocios particulares tanto dentro como fuera de 
Estados Unidos podría generar importantes conflictos de intereses y un 
nuevo punto de convergencia a través del continente. No sólo eso, 
el nepotismo, expresado en el papel cada vez más 
protagónico de alguno de sus familiares directos en 
la gestión del gobierno, es otra cuestión a tener presente. 
Los populismos xenófobos europeos han manifestado su deseo de 
incorporar al nuevo mandatario y los valores por él expresados a su 
terreno de juego. Ya vimos a Nigel Farage peregrinar a la Torre Trump
y también las enfervorizadas manifestaciones de Marine Le Pen o 
Geert Wilders en la reunión que la extrema derecha continental acaba 
de celebrar en Coblenza. 
Mientras prometía una “primavera Patriótica”, 
Wilders señaló: 
“Ayer, una nueva América; 
hoy, Coblenza; Y mañana, una nueva Europa”.
El rechazo a la democracia liberal y al libre mercado, complementado 
con un odio visceral a todo lo que Barack Obama pudo representar, comenzando por la defensa de las libertades y los derechos humanos, 
no responde únicamente al interés estratégico de volver a convertir a 
Rusia en una gran potencia. Los valores que Vladimir Putin dice 
defender son los mismos que reivindican los partidos xenófobos 
europeos, aunque el apoyo político y el sostén económico que
algunos reciben de Moscú facilita la convergencia. Pero no se trata 
de fenómenos exclusivos de la vieja Europa, ya que en América 
Latina es posible observar opiniones similares, aunque si bien 
de forma autorreferencial éstas tienden a ubicarse en el otro 
extremo del espectro político.
El presidente venezolano Nicolás Maduro realizó una no disimulada 
defensa del nuevo mandatario: 
“No me sumo a las campañas de odio contra Donald Trump 
que hay en el mundo… Yo me pregunto a cuento de qué. 
Porque nosotros sabemos bastante de guerras sucias”. 
Estas afirmaciones son producto de comparar al nuevo presidente con 
el “nefasto” Obama, el mayor enemigo de Venezuela, el máximo 
intervencionista e injerencionista en América Latina e impulsor 
directo de tres golpes de Estado: Honduras, Paraguay y Brasil. 
Maduro sostuvo que en ningún caso Trump podría ser peor que 
Obama.
Evo Morales, a través de twitter, también se mostró relativamente 
optimista respecto a Trump, a su política aislacionista y a la posibilidad
de restablecer relaciones bilaterales normales, con intercambio de 
embajadores. En un segundo mensaje fue más allá: “Ojalá con el 
nuevo presidente de Estados Unidos terminen las intervenciones y 
las bases militares en el mundo para garantizar la paz con justicia 
social”.
Por su parte, el gobierno cubano intentó mantenerse fiel a su estilo y 
Josefina Vidal, la directora de Estados Unidos del ministerio de 
Exteriores dijo que en ningún caso aceptarían presiones de Trump 
y que la “agresión no funciona con Cuba”. Pese a lo contundente de 
estas declaraciones, Raúl Castro ha guardado un significativo 
silencio sobre el tema. Algún malintencionado podría pensar que 
lo ha hecho para no contrariar a Putin, pero eso son puras 
especulaciones.
El peronismo al igual que los recientes populismos latinoamericanos 
han tendido a polarizar a sus sociedades. Se utilizaba al nacionalismo
para movilizar a sus fieles en defensa del proyecto, a tal punto que 
quien no estaba con Perón o con Chávez era un traidor a la patria.
Parece que Trump ha decidido recorrer el mismo camino, un camino 
que como ha demostrado la reciente experiencia de América Latina 
sólo conduce al desánimo, a la frustración y al empobrecimiento de 
la sociedad en su conjunto.

  1. Jorge Cuello dijo:
    Sibes por los resultados de los gobiernos populares y nacionalistas, me parece ke UD vive en otro planeta. Porke kienes han empobrecido hasta la miseria los pueblos y las naciones, endeudado los Estados y entregado las empresas del Estado al capitalismo.multinacional han dudo y son los gobiernos demoliberales. Todo lo contrario a los gobiernos nacionalistas. Y lo.ke pasa hoy en la Argentina y Brasil son esos rotundos.

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