lunes, 23 de enero de 2017

¿DEBEN VOTAR SOLO LOS MÁS PREPARADOS?

      Rodrigo Terrasa, ( @rterrasa) ; Patricia Bolinches: Ilustración.    18/01/2017

Los defensores de la epistocracia frente al sufragio universal están de moda tras el Brexit y el triunfo de Donald Trump. Creen que la mayoría de los votantes son unos ignorantes y que se debería realizar un examen para poder acudir a las urnas.

Ni las personas que desconocen quién fue Napoleón ni los gordos que siguen comiendo donuts deberían poder votar. Lo dice el segundo Iniesta más influyente en España, Robe, cantante y poeta de Extremoduro, y resume con voz nicotinada lo que otros pensadores han plasmado en refinados estudios de teoría política: «Lo malo de la democracia es que todo el mundo puede votar».
La solución a las inquietudes de Robe se llama epistocracia, remedio insinuado por Platón o John Stuart Mill hace siglos y perfeccionado por el filósofo y profesor en la Universidad de Georgetown Jason Brennan en su último libro, uno de los más polémicos del pasado año, Against Democracy (Contra la democracia), publicado entre dos coartadas: después del sí al Brexit y antes de que la victoria de Donald Trump invitase a más de uno a preguntarse si el sufragio universal no fue una absoluta temeridad.
La polémica teoría de Brennan parte de una premisa: «En general, los votantes son unos ignorantes». En su retrato de la sociedad están los hobbits, gente desinformada que debería abstenerse por responsabilidad; los hooligans, que siguen la información política con el sesgo de quien apoya a su equipo de fútbol; y los vulcanos, que estudian la política con objetividad científica, respetan las opiniones opuestas y ajustan cuidadosamente las suyas: «Cuando se trata de información política, algunas personas saben mucho, la mayoría de la gente no sabe nada y mucha gente sabe menos que nada».
El último barómetro del CIS confirma que a más de la mitad de los votantes españoles la política les interesa poco o nada. Un estudio publicado justo antes de las elecciones de diciembre de 2015 revelaba que el 40% de los españoles cree que votar es obligatorio, más de la mitad no sabe hacerlo en blanco y sólo tres de cada 10 electores acertarían el número de diputados que hay en el Congreso.
«El mejor argumento en contra de la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante medio». Palabra de Winston Churchill.
Las democracias contienen un defecto esencial, sentencia Jason Brennan. Al extender el poder a todos los ciudadanos, han eliminado cualquier incentivo para que cada votante utilice su poder con criterio. El votante sabe que su decisión individual nunca resultará determinante y que tiene tantas posibilidades de cambiar un gobierno con su elección como de ganar la lotería. Así que, qué más da, por qué preocuparse.
La pega es que la suma de votantes sin criterio puede condenar al resto de la ciudadanía, de modo que elegir una papeleta u otra no debería ser como elegir entre patatas fritas o deluxe en la cola del McDonald's. «En nuestro sistema, un voto individual después de una cuidadosa deliberación produce los mismos resultados que votar lanzando una moneda al aire», censura Brennan.
«El derecho al voto te da poder sobre los demás». Lo que en la práctica, insiste el filósofo, deposita nuestro futuro en manos de electores irresponsables. Es como si dejáramos nuestra salud en manos de un cirujano que no ha estudiado Medicina, no conoce ningún medicamento y toma sus decisiones por capricho. Y encima, estamos obligados a seguir su tratamiento.
¿Se puede aplicar lo que Jason Brennan propone? Manuel Arias, profesor de Ciencia Política en la Universidad de Málaga, cree que no. «Con el retorno de los populismos y decisiones populares como el Brexit, estas teorías críticas encuentran una nueva oportunidad para ser escuchadas. Pese a que sus propuestas son indeseables e impracticables, el argumento moral sí es sostenible: la necesidad de que el ciudadano se tome en serio un derecho que ha costado mucho universalizar; que se tome en serio a sí mismo».

"Si un fontanero, una peluquera o un conductor necesitan licencia, por qué no un votante"


Contaminación. Arias comparte con el autor de Contra la democracia la idea de que quien no se toma en serio el ejercicio del sufragio está «contaminando las urnas». Sin embargo, cree que su colega americano olvida que el voto tiene también «una dimensión expresiva o identitaria» y no puede reducirse sólo a información o conocimiento.
«La democracia no es un fin en sí mismo. No es un poema, tiene el valor que tiene un martillo», argumenta Brennan en sus textos. «Es sólo un instrumento útil para producir políticas justas y eficientes. Si podemos encontrar un martillo mejor, debemos usarlo».
Niega que su fórmula sea totalitaria o siquiera parecida a la tecnocracia porque no se trata de dar el poder a los mejores, sino de quitárselo a los peores. Y va soltando preguntas incómodas. Si un fontanero, una peluquera o un conductor necesitan licencia, por qué no un votante. Si no pueden votar los niños, por qué sí alguien que desconoce por completo las consecuencias de su voto.
Su polémico libro recopila varias fórmulas. Por un lado, el sufragio restringido. Es decir, que los ciudadanos puedan adquirir el derecho al voto si pasan un examen previo de conocimiento político básico. Por otro, el voto plural, que implica que cada ciudadano tenga un voto pero los más competentes puedan conseguir votos adicionales.
El filósofo norteamericano inventa además varios sistemas de control como un órgano epistocrático con derecho a vetar las leyes aprobadas o una especie de votación ponderada, que interpretaría los deseos del pueblo. «La epistocracia hace lo que el público informado querría y no lo que el público desinformado quiere».
Las dudas con este sistema son evidentes. ¿Quién decide qué es estar bien informado? ¿Quién elige a los que eligen? Como dijo el profesor de Filosofía David Estlund: «Puede que tengas razón, pero ¿quién te ha nombrado jefe?».
Para Francisco Javier Gil Martín, profesor de Filosofía en la Universidad de Oviedo, la solución de Brennan es «excesivamente paternalista» y parte de «una aversión a la democracia, un pavor a la multitud». «Él cree que vulnerar la igualdad es menos injusto que permitir malos gobiernos. Pero el asunto de fondo es cuáles son los criterios por los que una política es mala o con los que prohibir a alguien votar. ¿Por qué tiene el mismo derecho un aldeano que la persona más informada del mundo? Porque, como decía John Dewey, nadie sabe mejor que uno mismo dónde le aprietan los zapatos».
Jason Brennan se defiende: «No hay duda de que en el mundo real cualquier sistema epistocrático sufriría los fracasos y abusos del gobierno. Pero lo mismo ocurre con la democracia. Tanto un sistema como el otro serán imperfectos y defectuosos. La pregunta que debemos hacernos es qué sistema funcionaría mejor».

 

COMENTARIO
La democracia está acabada. El poder ya no radica en la gente sino en el capitalismo que maneja los medios de comunicación social y usa a los políticos como sus comisarios. El liberalismo de Adam Smith ha derivado hacia lo que ahora se denomina neoliberalismo.

Yo cambiaría el título; quitaría “los más preparados y pondría ¿“Estamos todos capacitados para votar”? Cuando leemos que solo “los más preparados”, y al tenor de lo que se dice más adelante ("Si un fontanero, una peluquera o un conductor necesitan licencia, por qué no un votante"), se confunde a los más preparados* con los capacitados. Según se deduce los primeros serían los que tienen estudios y según entiendo yo, los segundos serían los que están más consustanciados con la realidad. El hombre consustanciado con la realidad no necesariamente tiene que saber quién es Hume, ni quién es Borges o Unamuno; es aquél que la ha penetrado, que habiéndola percibido ha seleccionado todo aquello que sirve a sus necesidades y a la comunidad en la que está inserto; que ha reflexionado  acerca de que lo que ha elegido  sirve a su proyecto de vida.

Para la mayoría de la gente no está claro lo que acabamos de afirmar, sobre todo lo del “proyecto de vida”. El tiempo ha ido distorsionando el sentido de lo que es ser culto y es en este desconocimiento donde surgen las dudas. ¿Se puede ser culto sin haber oído siquiera hablar de Hume o de Unamuno, y no serlo siendo universitario).

Veamos que significa esto, especialmente eso de “ser universitario y no ser culto”.

La cultura contemporánea mezcla las dimensiones de la formación, del conocimiento -que supuestamente son el fundamento de la responsabilidad y la lucidez del sujeto moderno- y de la distracción y el entretenimiento; esto no significa que llegue a todos. *

Los cambios producidos en el mundo nos han postergado a todos. Ya no sabemos de proyectos, vivimos el día a día en un mundo que solo nos ofrece divertimento y distractores, que no contempla al hombre ni a sus circunstancias; que lo lleva de aquí para allá solo para ganarse el pan, un mundo que necesita que vivamos distraídos de la realidad. Estamos a la espera de que los medios nos impulsen al estrellato: todo vale, hasta haber perdido la intimidad. Regalamos nuestras vidas al ponerlas en manos de los piratas del oportunismo sólo porque no tenemos un proyecto propio que nos empuje a la realización de aspiraciones  por las que sentirnos obligados. Hemos perdido la esperanza, nuestro “sindestino”  nos ata a la ilusión.

La ignorancia desorienta la apreciación de la percepción porque sus argumentos no son válidos; la ignorancia  no alcanza a ver; apenas si mira. Percibe que algo pasa pero es incapaz de la reflexión. Idiotizada  por el medio, la gente, cuya incapacidad de discernimiento le impide distinguir lo importante de lo accesorio, se lanza  a condenar a los demás  sin conocimiento de causas. 
Los medios han impulsado  la opinión ligera  y el derecho que nos asiste a expresarla.  Nos han enseñado a  “ver” diferencias,  pero no semejanzas. Para discernir diferencias no hace falta reflexión. ¿Quién no distingue un perro de una mariposa? Pero ver las semejanzas entre ambos animales exige reflexión y conocimiento.
Lo mismo pasa con la vida: las relaciones entre los hombres difícilmente terminen en encuentro porque al toparnos con los “adentros” de los demás no somos capaces de compartirlos porque no vemos.  ¿No conoce usted universitarios que tienen como objetivo tener antes que ser? ¿No le parece que su apetencia por el dinero, el lujo, el mostrarse, no difiere de la que tiene un simple jugador de fútbol que ni hablar sabe?

No era difícil, allá no tan lejos, sacar adelante un proyecto de vida. El mundo aún no acosaba a la gente y en satisfacción de sus necesidades se impartía una educación “pegada a la realidad”.


Percibir la realidad es incorporar  una imagen incompleta, pero imagen al fin  de lo que en verdad es.
Se “piensa” cuando asociamos esa realidad a otras realidades que también hemos pensado.
“Reflexionamos” cuando la asociación de realidades  nos permite sacar conclusiones aplicables a nuestra capacidad de recrear permanentemente nuestro proyecto de vida. Así desarrollamos una estrategia que la integra con otras realidades de su misma categoría. Es entonces cuando penetramos el conocimiento y avanzamos por un camino cada vez más arborescente: la complejidad de una  realidad inconmensurable que nos envuelve, que se apodera de nosotros y no nos abandona nunca más. ¿Responde la elección de Trump a estas premisas? ¿Y la permanencia en el poder de Rajoy? El camino que traza el mundo ha quedado en manos del egoísmo. ¿No se le ha ocurrido pensar que los  8 millones de votos que ha recibido Rajoy responden a la elaboración de proyectos de vida a los que ha empujado más que la preparación política una actitud personalista por salvarse de la que se avecina gozando el día a día?
La multiplicidad de variables que ofrece la realidad que vivimos se reduce, en la clase media, a conseguir un empleo permanente, a que los hijos puedan estudiar y a llegar a fin de mes. ¿A quién se le puede ocurrir que ante tamaña exigencia los votantes piensen en la importancia de asumir una vida que incursione por el conocimiento y una puesta en común? ¿Es que usted cree que la actitud de un universitario marcha por esa senda; que tiene una amplitud de criterio que le permite incursionar por la reflexión para elaborar un proyecto de vida? Pues, teniéndola ya estamos presenciando como se van del país en busca de un horizonte que no somos capaces de brindarles. Ni hablar de los desocupados o trabajadores temporarios ¿usted se imagina que para calmar sus angustias leen a Unamuno? Ni qué hablar de los que se montan un chiringuito –los llamados emprendedores que se llenan de dinero, cierran su emprendimiento y al poco  tiempo crean otro que vuelven a cerrar y así año tras año. No quiero omitir a los empleados públicos que gozan de beneficios envidiables: vacaciones, sueldos que no están en consonancia con la realidad que impone el mundo y que nadie los toca porque representan millones de votos. ¿Le parece a usted que, visto lo visto, se puede decir que a una peluquera –el original habla de peluquerAs- o a un fontanero, habría que exigirles licencia para votar porque no tienen formación política? ¿A usted le parece que con esta situación asfixiante que vivimos haya alguien que pueda reflexionar acerca de lo que significa la democracia, los políticos, votar y demás?
Mandemos a los peluqueros y a los fontaneros a estudiar para que aprendan a votar: nada cambiará.
La democracia ha muerto porque se mandó terminar con los estado-nación para poder avanzar sobre la globalización y sus gentes quitándoles la capacidad de ser según sus propias circunstancias. No se les ha brindado
(Ver http://guadarramaenmarcha.blogspot.com.es/search?q=trilateral) la educación indispensable para incorporarse a la globalización. Los más listos van superando el tránsito a ese nuevo mundo pero los “peluqueros y los fontaneros” siguen aferrados a un mundo que ya no existe más. Y ahora molestan, porque han dejado de participar dado que la democracia es una parodia que consiste solo en ir a votar.

* Enviado por Bermejo, Eva, PEDAGOGA Universidad Complutense, Madrid.
  • Diseño, Desarrollo e Innovación del Currículo.
  • Román Pérez, Martiniano.
  • Grupo T6
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  • La globalización como escenario de la sociedad del conocimiento: La globalización no es sólo la mundialización del capital financiero, industrial y comercial, sino también una nueva ideología, una nueva forma de entender la escuela y la cultura. El mundo se occidentaliza generando la enculturación de los niños y los jóvenes:
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  •          I.     Las nuevas tecnologías y su nuevo lenguaje. Debemos enseñar a manejarlas correctamente y no limitarnos a incorporarlas.
  •           II.     La globalización no es algo destructivo: dentro de las actuales interconexiones la escuela se debe entender como un espacio intercultural.
  •         III.     La globalización se interpreta de muchas maneras: como un proyecto liderado por grandes empresas transnacionales; como un proceso de homogeneización generado por la industria cultural de masas; como la interconexión mundial de los mercados; como una destrucción de las formas de solidaridad construídas en el pasado; que aniquilan las formas locales de existencia; surgimiento de un nuevo orden mundial; de unas nuevas relaciones sociales; como una revolución productiva establecida en el mundo de la microelectrónica; un cambio en el que las relaciones sociales capitalistas están fundadas en el capital constante, esto es, el conocimiento(tecnología y base cientiífico técnica).
  •       IV.     La globalización se produce a partir de la revolución científico- técnica posibilitada por grandes transformaciones (informática, microelectrónica, genética...).
  •        V.     La materia prima de la globalización es el conocimiento. La revolución del conocimiento tiene como escenario la misma globalización.
  •        VI.     La educación en este escenario es clave del progreso económico y cultural. Cualquier modelo anterior no servirá a la sociedad del conocimiento.
  •        VII.     La globalización se caracteriza por la multiculturalidad: produciendo por un lado la disolución de la diversidad de las culturas nacionales, y por otro, el enriquecimiento de la propia cultura.

  • ¿Cómo integrar lo global y lo local en el marco de la aldea global, la cultura global y la cultura local?. El riesgo se encuentra en que tal integración tienda a disolver lo propio.
  • En la escuela esto se manifiesta desde la propia identidad, integrando adecuadamente lo lo global en lo local, porque facilita la identidad e integra la diversidad. El colegio se convierte en una cultura “glocal”. Las Reformas educativas deben no sólo cambiar los métodos y de contenidos, sino redefinir los conceptos tradicionales de educación, socialización, de currículum como selección cultural previa a la globalización, y de todos los procesos pedagógicos.
  •  En esta realidad la escuela debe tener identidad en su proyecto educativo desarrollando las herramientas para aprender (capacidades) y potenciando las mentes bien ordenadas, globales, sistémicas y sintéticas.

Comentario de Carlos A. Trevisi: el problema radica en que la enseñanza ha perdido contacto con la realidad. Acaso porque las cosas machan a una velocidad que no autoriza sino a “mirar” los cambios pero no a hacerse con ellos. La educación en España sigue siendo decimonónica; solo se transmiten más cantidad de datos que hace 100 años –no faltaba más- pero no cumple con lo impescindible para abordar  el nuevo mundo: favorecer la imaginación, despertar inquietudes, estimular el descubrimiento, ponerse en común, ser tolerantes, abarcativos y qué no.

En otras palabras, la democracia es para países en los que acaso no se prodigue el amor entre la ciudadanía pero cuando llega el momento de tomar decisiones se aprecia una forma de vida sin exabruptos que los hace actuar como si se amaran, aunque en realidad lo que aman es el bien común. No despierta Winston Churchil un afecto especial en mi, solo respeto: cuando ante el eventual desastre que significaba Alemania para Gran Bretaña durante la Seunda Guera Mundial ofreció “sangre, sudor y lágrimas”; primó el bien común y aceptaron el reto. Terminada la Guerra Churchil se presentó a elecciones y perdió; el pueblo le dio la espalda: ya había cumplido con lo suyo.


Espero haber hecho llegar mi disconformismo con el artículo que fue motivo de esto que acabáis e leer. Es insultante que se descrimine a la gente por su actividad. y se pretenda postergarla solo por ser peluquerAs o fontanerOs (¿por qué no fontanerAs?). El autor del artículo, un tal Robe, tendría que hacer un curso de humanidades y recien entones disparar sobre la realidad.


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