Rodrigo Terrasa, ( @rterrasa) ; Patricia Bolinches: Ilustración. 18/01/2017
Los defensores de la epistocracia frente al sufragio universal
están de moda tras el Brexit y el triunfo de Donald Trump. Creen que la mayoría
de los votantes son unos ignorantes y que se debería realizar un examen para
poder acudir a las urnas.
Ni las personas que desconocen quién
fue Napoleón ni los gordos que siguen comiendo donuts deberían poder votar. Lo dice el
segundo Iniesta más influyente en España, Robe, cantante y poeta de Extremoduro, y resume con voz
nicotinada lo que otros pensadores han plasmado en refinados estudios de teoría
política: «Lo
malo de la democracia es que todo el mundo puede votar».
La solución a las inquietudes de Robe
se llama epistocracia,
remedio insinuado por Platón o John Stuart Mill hace siglos y perfeccionado por
el filósofo y profesor en la Universidad de Georgetown Jason Brennan en su último libro, uno de los más polémicos del
pasado año, Against
Democracy (Contra la
democracia), publicado entre dos coartadas: después del sí al Brexit y antes de
que la victoria de Donald Trump invitase a más de uno a preguntarse si el
sufragio universal no fue una absoluta temeridad.
La
polémica teoría de Brennan parte
de una premisa: «En
general, los votantes son unos ignorantes». En su retrato de la
sociedad están los
hobbits, gente desinformada que debería abstenerse por
responsabilidad; los
hooligans, que siguen la información política con el sesgo de
quien apoya a su equipo de fútbol; y los
vulcanos, que estudian la política con objetividad científica,
respetan las opiniones opuestas y ajustan cuidadosamente las suyas: «Cuando se
trata de información política, algunas personas saben mucho, la mayoría de la
gente no sabe nada y mucha gente sabe menos que nada».
El último barómetro del CIS confirma
que a
más de la mitad de los votantes españoles la política les interesa poco o nada. Un estudio
publicado justo antes de las elecciones de diciembre de 2015 revelaba que el 40% de los españoles
cree que votar
es obligatorio, más de la mitad no sabe hacerlo en blanco y
sólo tres de cada 10 electores acertarían el número de diputados que hay en el
Congreso.
«El mejor argumento en contra de la
democracia es una conversación de cinco minutos con el votante medio». Palabra
de Winston Churchill.
Las democracias contienen un defecto
esencial, sentencia Jason Brennan. Al extender el poder a todos los ciudadanos, han eliminado cualquier incentivo para que cada votante utilice su
poder con criterio. El votante sabe que su decisión individual
nunca resultará determinante y que tiene tantas posibilidades de cambiar un
gobierno con su elección como de ganar la lotería. Así que, qué más da, por qué
preocuparse.
La pega es que la suma de votantes sin
criterio puede condenar al resto de la ciudadanía, de modo que elegir una
papeleta u otra no debería ser como elegir entre patatas fritas o deluxe en la
cola del McDonald's. «En nuestro sistema, un voto individual después de una
cuidadosa deliberación produce los mismos resultados que votar lanzando una
moneda al aire», censura Brennan.
«El derecho al voto te da poder sobre
los demás». Lo que en la práctica, insiste el filósofo, deposita nuestro futuro en manos de electores irresponsables.
Es como si dejáramos nuestra salud en manos de un cirujano que no ha estudiado
Medicina, no conoce ningún medicamento y toma sus decisiones por capricho. Y
encima, estamos obligados a seguir su tratamiento.
¿Se puede aplicar lo que Jason Brennan
propone? Manuel
Arias, profesor de Ciencia Política en la
Universidad de Málaga, cree que no. «Con el retorno de los populismos y decisiones
populares como el Brexit, estas teorías críticas encuentran una nueva
oportunidad para ser escuchadas. Pese a que sus propuestas son indeseables e
impracticables, el argumento moral sí es sostenible: la necesidad de que el ciudadano se tome en serio un
derecho que ha costado mucho universalizar; que se tome en serio a sí mismo».
"Si un fontanero, una peluquera o un conductor
necesitan licencia, por qué no un votante"
Contaminación. Arias comparte con el autor de Contra la democracia la idea de que quien no se toma
en serio el ejercicio del sufragio está «contaminando las urnas». Sin embargo,
cree que su colega americano olvida que el voto tiene también «una dimensión expresiva o identitaria» y no puede reducirse sólo a
información o conocimiento.
«La democracia no es un fin en sí
mismo. No es un poema, tiene el valor que tiene un martillo», argumenta Brennan
en sus textos. «Es sólo un instrumento útil para producir políticas justas y
eficientes. Si podemos encontrar un martillo mejor, debemos usarlo».
Niega que su fórmula sea totalitaria o
siquiera parecida a la tecnocracia porque no se trata de dar el poder a los
mejores, sino de quitárselo a los peores. Y va soltando preguntas incómodas. Si un fontanero, una peluquera o un conductor necesitan licencia,
por qué no un votante. Si no pueden votar los niños, por qué sí
alguien que desconoce por completo las consecuencias de su voto.
Su polémico libro recopila varias
fórmulas. Por un lado, el
sufragio restringido. Es decir, que los ciudadanos puedan
adquirir el derecho al voto si pasan un examen previo de conocimiento político
básico. Por otro, el
voto plural, que implica que cada ciudadano tenga un voto pero
los más competentes puedan conseguir votos adicionales.
El filósofo norteamericano inventa
además varios sistemas de control como un órgano epistocrático con derecho a
vetar las leyes aprobadas o una especie de votación ponderada, que
interpretaría los deseos del pueblo. «La epistocracia hace lo que el público informado querría y no lo que el público desinformado
quiere».
Las dudas con este sistema son
evidentes. ¿Quién decide qué es estar bien informado? ¿Quién elige a los que
eligen? Como dijo el profesor de Filosofía David Estlund: «Puede que tengas
razón, pero ¿quién te ha nombrado jefe?».
Para Francisco
Javier Gil Martín, profesor de
Filosofía en la Universidad de Oviedo, la
solución de Brennan es «excesivamente paternalista» y parte de «una aversión a la
democracia, un pavor a la multitud». «Él cree que vulnerar la igualdad es menos
injusto que permitir malos gobiernos. Pero el asunto de fondo es cuáles son los
criterios por los que una política es mala o con los que prohibir a alguien
votar. ¿Por qué tiene el mismo derecho un aldeano que la persona más informada
del mundo? Porque, como decía John Dewey, nadie sabe mejor que uno mismo dónde
le aprietan los zapatos».
Jason Brennan se defiende: «No hay duda
de que en el mundo real cualquier sistema epistocrático sufriría los fracasos y
abusos del gobierno. Pero lo mismo ocurre con la democracia. Tanto un sistema como el otro serán imperfectos y defectuosos.
La pregunta que debemos hacernos es qué sistema funcionaría mejor».
COMENTARIO
La democracia está
acabada. El poder ya no radica en la gente sino en el capitalismo que maneja
los medios de comunicación social y usa a los políticos como sus comisarios. El
liberalismo de Adam Smith ha derivado hacia lo que ahora se denomina
neoliberalismo.
Yo cambiaría el título; quitaría “los más preparados y pondría ¿“Estamos
todos capacitados para votar”? Cuando leemos que
solo “los más preparados”, y al tenor de lo que se dice más adelante ("Si un fontanero, una peluquera o un conductor
necesitan licencia, por qué no un votante"), se confunde a los más preparados* con los capacitados. Según se deduce los
primeros serían los que tienen estudios y según entiendo yo, los segundos
serían los que están más consustanciados con la realidad. El hombre
consustanciado con la realidad no necesariamente tiene que saber quién es Hume,
ni quién es Borges o Unamuno; es aquél que la ha penetrado, que habiéndola
percibido ha seleccionado todo aquello que sirve a sus necesidades y a la
comunidad en la que está inserto; que ha reflexionado acerca de que lo que ha elegido sirve a su proyecto de vida.
Para la mayoría de la gente no está claro lo que acabamos
de afirmar, sobre todo lo del “proyecto de vida”. El tiempo ha ido
distorsionando el sentido de lo que es ser culto y es en este desconocimiento
donde surgen las dudas. ¿Se puede ser culto sin haber oído
siquiera hablar de Hume o de Unamuno, y no serlo siendo universitario).
Veamos que significa esto, especialmente eso de “ser universitario
y no ser culto”.
La cultura contemporánea mezcla las dimensiones de la
formación, del conocimiento -que supuestamente son el fundamento de la
responsabilidad y la lucidez del sujeto moderno- y de la distracción y el
entretenimiento; esto no significa que llegue a todos. *
Los cambios producidos en el mundo nos han postergado a
todos. Ya no sabemos de proyectos, vivimos el día a día en un mundo que solo nos
ofrece divertimento y distractores, que no contempla al hombre ni a sus
circunstancias; que lo lleva de aquí para allá solo para ganarse el pan, un mundo
que necesita que vivamos distraídos de la realidad. Estamos a la espera de que los medios nos impulsen al estrellato: todo
vale, hasta haber perdido la intimidad. Regalamos nuestras vidas al ponerlas en
manos de los piratas del oportunismo sólo porque no tenemos un proyecto propio
que nos empuje a la realización de aspiraciones
por las que sentirnos obligados. Hemos perdido la esperanza, nuestro
“sindestino” nos ata a la ilusión.
La
ignorancia desorienta la apreciación de la percepción porque sus argumentos no
son válidos; la ignorancia no alcanza a ver; apenas si mira. Percibe que
algo pasa pero es incapaz de la reflexión. Idiotizada por el medio, la
gente, cuya incapacidad de discernimiento le impide distinguir lo importante de
lo accesorio, se lanza a condenar a los demás sin conocimiento
de causas.
Los
medios han impulsado la opinión ligera y el derecho que nos asiste
a expresarla. Nos han enseñado a “ver” diferencias, pero
no semejanzas. Para discernir diferencias no hace falta reflexión. ¿Quién no
distingue un perro de una mariposa? Pero ver las semejanzas entre ambos
animales exige reflexión y conocimiento.
Lo
mismo pasa con la vida: las relaciones entre los hombres difícilmente terminen
en encuentro porque al toparnos con los “adentros” de los demás no somos
capaces de compartirlos porque no vemos. ¿No conoce usted universitarios
que tienen como objetivo tener antes
que ser? ¿No le parece que su apetencia
por el dinero, el lujo, el mostrarse, no difiere de la que tiene un simple
jugador de fútbol que ni hablar sabe?
No
era difícil, allá no tan lejos, sacar adelante un proyecto de vida. El mundo
aún no acosaba a la gente y en satisfacción de sus necesidades se impartía una
educación “pegada a la realidad”.
Percibir
la realidad es incorporar una imagen
incompleta, pero imagen al fin de lo que
en verdad es.
Se
“piensa” cuando asociamos esa realidad a otras realidades que también hemos
pensado.
“Reflexionamos”
cuando la asociación de realidades nos
permite sacar conclusiones aplicables a nuestra capacidad de recrear permanentemente
nuestro proyecto de vida. Así desarrollamos una estrategia que la integra con
otras realidades de su misma categoría. Es entonces cuando penetramos el
conocimiento y avanzamos por un camino cada vez más arborescente: la
complejidad de una realidad
inconmensurable que nos envuelve, que se apodera de nosotros y no nos abandona
nunca más. ¿Responde la elección de Trump a estas premisas? ¿Y la permanencia
en el poder de Rajoy? El camino que traza el mundo ha quedado en manos del
egoísmo. ¿No se le ha ocurrido pensar que los 8 millones de votos que ha recibido Rajoy responden a la elaboración de
proyectos de vida a los que ha empujado más que la preparación política una
actitud personalista por salvarse de la que se avecina gozando el día a día?
La multiplicidad de variables que ofrece la realidad que vivimos
se reduce, en la clase media, a conseguir un empleo permanente, a que los hijos
puedan estudiar y a llegar a fin de mes. ¿A quién se le puede ocurrir que ante
tamaña exigencia los votantes piensen en la importancia de asumir una vida que
incursione por el conocimiento y una puesta en común? ¿Es que usted cree que la
actitud de un universitario marcha por esa senda; que tiene una amplitud de criterio
que le permite incursionar por la reflexión para elaborar un proyecto de vida? Pues,
teniéndola ya estamos presenciando como se van del país en busca de un horizonte
que no somos capaces de brindarles. Ni hablar de los desocupados o trabajadores
temporarios ¿usted se imagina que para calmar sus angustias leen a Unamuno? Ni
qué hablar de los que se montan un chiringuito –los llamados emprendedores que
se llenan de dinero, cierran su emprendimiento y al poco tiempo crean otro que vuelven a cerrar y así año
tras año. No quiero omitir a los empleados públicos que gozan de beneficios envidiables:
vacaciones, sueldos que no están en consonancia con la realidad que impone el
mundo y que nadie los toca porque representan millones de votos. ¿Le parece a usted que, visto lo visto, se puede decir
que a una peluquera –el original habla de peluquerAs- o a un fontanero, habría que exigirles licencia para
votar porque no tienen formación política? ¿A usted
le parece que con esta situación asfixiante que vivimos haya alguien que pueda
reflexionar acerca de lo que significa la democracia, los políticos, votar y demás?
Mandemos a los peluqueros y a los fontaneros a estudiar para que
aprendan a votar: nada cambiará.
La democracia ha muerto porque se mandó terminar con los estado-nación
para poder avanzar sobre la globalización y sus gentes quitándoles la capacidad
de ser
según sus propias circunstancias. No se les ha brindado
(Ver http://guadarramaenmarcha.blogspot.com.es/search?q=trilateral)
la educación indispensable para incorporarse a la globalización. Los más listos
van superando el tránsito a ese nuevo mundo pero los “peluqueros y los
fontaneros” siguen aferrados a un mundo que ya no existe más. Y ahora molestan,
porque han dejado de participar dado que la democracia es una parodia que consiste
solo en ir a votar.
* Enviado por Bermejo, Eva, PEDAGOGA Universidad Complutense, Madrid.
- Diseño, Desarrollo e Innovación del Currículo.
- Román Pérez, Martiniano.
- Grupo T6
- La globalización como escenario de la sociedad
del conocimiento: La globalización no es
sólo la mundialización del capital financiero, industrial y comercial,
sino también una nueva ideología, una nueva forma de entender la escuela y
la cultura. El mundo se occidentaliza generando la enculturación de los
niños y los jóvenes:
- I. Las nuevas tecnologías y su nuevo
lenguaje. Debemos enseñar a manejarlas correctamente y no limitarnos a
incorporarlas.
-
II. La globalización no es algo
destructivo: dentro de las actuales interconexiones la escuela se debe
entender como un espacio intercultural.
-
III. La globalización se interpreta de
muchas maneras: como un proyecto liderado por grandes empresas
transnacionales; como un proceso de homogeneización generado por la
industria cultural de masas; como la interconexión mundial de los
mercados; como una destrucción de las formas de solidaridad construídas en
el pasado; que aniquilan las formas locales de existencia; surgimiento de
un nuevo orden mundial; de unas nuevas relaciones sociales; como una
revolución productiva establecida en el mundo de la microelectrónica; un
cambio en el que las relaciones sociales capitalistas están fundadas en el capital
constante, esto es, el conocimiento(tecnología y base cientiífico
técnica).
- IV. La globalización se produce a
partir de la revolución científico- técnica posibilitada por grandes
transformaciones (informática, microelectrónica, genética...).
- V. La materia prima de la globalización es el conocimiento.
La revolución del conocimiento tiene como escenario la misma
globalización.
-
VI. La educación en este escenario es clave
del progreso económico y cultural. Cualquier modelo anterior no
servirá a la sociedad del conocimiento.
-
VII. La globalización se caracteriza por
la multiculturalidad: produciendo por un lado la disolución de
la diversidad de las culturas nacionales, y por otro, el enriquecimiento
de la propia cultura.
- ¿Cómo integrar lo global y lo local en el marco
de la aldea global, la cultura global y la
cultura local?. El riesgo se encuentra en que tal integración tienda a
disolver lo propio.
- En la escuela esto se manifiesta desde la propia identidad, integrando adecuadamente lo lo global en lo local, porque facilita la identidad e integra la diversidad. El colegio se convierte en una cultura “glocal”. Las Reformas educativas deben no sólo cambiar los métodos y de contenidos, sino redefinir los conceptos tradicionales de educación, socialización, de currículum como selección cultural previa a la globalización, y de todos los procesos pedagógicos.
- En esta realidad la escuela debe tener identidad en
su proyecto educativo desarrollando las herramientas para aprender (capacidades)
y potenciando las mentes bien ordenadas, globales, sistémicas y
sintéticas.
Comentario de Carlos A. Trevisi: el
problema radica en que la enseñanza ha perdido contacto con la realidad. Acaso
porque las cosas machan a una velocidad que no autoriza sino a “mirar” los cambios
pero no a hacerse con ellos. La educación en España sigue siendo decimonónica;
solo se transmiten más cantidad de datos que hace 100 años –no faltaba más-
pero no cumple con lo impescindible para abordar el nuevo mundo: favorecer la imaginación, despertar
inquietudes, estimular el descubrimiento, ponerse en común, ser tolerantes, abarcativos
y qué no.
En otras palabras, la democracia es para
países en los que acaso no se prodigue el amor entre la ciudadanía pero cuando
llega el momento de tomar decisiones se aprecia una forma de vida sin exabruptos
que los hace actuar como si se amaran, aunque en realidad lo que aman es el
bien común. No despierta Winston Churchil un afecto especial en mi, solo
respeto: cuando ante el eventual desastre que significaba Alemania para Gran
Bretaña durante la Seunda Guera Mundial ofreció “sangre, sudor y lágrimas”; primó
el bien común y aceptaron el reto. Terminada la Guerra Churchil se presentó a
elecciones y perdió; el pueblo le dio la espalda: ya había cumplido con lo
suyo.
Espero haber hecho llegar mi disconformismo con el artículo que fue motivo de esto que acabáis e leer. Es insultante que se descrimine a la gente por su actividad. y se pretenda postergarla solo por ser peluquerAs o fontanerOs (¿por qué no fontanerAs?). El autor del artículo, un tal Robe, tendría que hacer un curso de humanidades y recien entones disparar sobre la realidad.
Espero haber hecho llegar mi disconformismo con el artículo que fue motivo de esto que acabáis e leer. Es insultante que se descrimine a la gente por su actividad. y se pretenda postergarla solo por ser peluquerAs o fontanerOs (¿por qué no fontanerAs?). El autor del artículo, un tal Robe, tendría que hacer un curso de humanidades y recien entones disparar sobre la realidad.
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