El verdadero poder consiste en lograr que no se hable
de lo que no interesa a quienes lo detentan. Hace nueve años estalló la mayor
crisis financiera, económica y social de los últimos ochenta años, ocasionada
por una creciente desregulación de los mercados financieros a escala global y
por la creciente concentración de capital vivida en las últimas décadas en muy
pocas manos, como nos muestra Piketty, una crisis que por su magnitud solo es
comparable con el Crac de 1929 y, sin embargo, la palabra socialismo está
ausente del debate político. Curioso.
Desde tiempos inmemoriales se han producido
movimientos de protesta contra los privilegiados. Los bagaudas eran tropas de
campesinos sin tierra que lucharon contra los latifundistas patricios y las
legiones que los protegían en las postrimerías del Bajo Imperio romano. La
rebelión armada de más de trescientos mil campesinos alemanes que se inició en
1525, la movilización social más importante de Europa antes de la Revolución
Francesa, ponía en cuestión la gran concentración de tierras y riqueza de la
que gozaban los príncipes de la Iglesia católica. Thomas Müntzer, uno de sus
principales líderes, incluso pregonaba que todos los cristianos debían tener
las mismas propiedades y que, por tanto, se debía abolir la propiedad privada y
repartir todos los bienes de la Iglesia entre los integrantes de la comunidad
cristiana.
Pero el concepto político del socialismo no surgió
hasta el desarrollo del capitalismo en las sociedades europeas, bastante
avanzado ya el siglo XIX, tras las profundas transformaciones que
experimentaron esos países. En menos de un siglo atrasadas sociedades agrarias
se convirtieron en modernas sociedades industriales con un alto grado de
urbanización, con una gran concentración de trabajadores en inmensas fábricas y
en las que el capital sustituyó a la religión como principal herramienta de
cooperación social.
Pero el capital, a diferencia de la religión, no crea
sentimiento de pertenencia a una comunidad, ya que los valores
predominantes en una sociedad basada en la libertad de creación y acumulación
de capital son esencialmente insolidarios y egoístas. A partir del siglo XVIII
los nuevos grupos sociales emergentes, la burguesía industrial y financiera,
necesitaron un cambio de paradigma moral que definiera lo que estaba bien y mal
en las nuevas sociedades capitalistas. Se trataba de dotar de una superioridad
moral al individualismo egoísta que fomentaba el incipiente capitalismo
industrial inglés, imprescindible para lograr hegemonía cultural. No hay que
olvidar que los pobres eran abandonados a su suerte en las grandes ciudades
industriales inglesas. El capitalismo industrial inglés no solo tenía que
“vencer” comercial y/o militarmente al del resto del planeta, también tenía que
“convencer”. El individualismo insolidario debía ser moralmente superior al
comunitarismo sumiso que imponía la religión, por eso el “darwinismo social” de
Spencer impregnó la ideología de las clases dirigentes capitalistas en el siglo
XIX.
El socialismo surge, antes que como una ideología,
como un grito desesperado de quienes eran explotados con salarios de miseria en
trabajos rutinarios, mecánicos y alienantes. Bertolt Brecht contaba que, en los
años veinte, en las reuniones de los intelectuales alemanes comprometidos con
la Revolución con los obreros se suscitaba a menudo una pregunta: ¿Qué es el
socialismo? No como un sistema definido por conceptos más o menos abstractos,
sino como algo concreto, comprensible para los obreros analfabetos,
embrutecidos por un trabajo duro y repetitivo. En una de esas reuniones
nocturnas, robando unas horas al descanso imprescindible para recuperar fuerzas
después de un agotador día de trabajo, un corpulento minero con su cara tiznada
por los restos el carbón respondió: “Socialismo son patatas”. Durante gran
parte del siglo XIX, el socialismo, en una sociedad capitalista que era
tremendamente depredadora para la inmensa mayoría de los trabajadores,
significaba en primer lugar lograr un sistema económico que garantizara
condiciones de materiales de vida dignas y que pusiera freno a la explotación.
Hay que esperar hasta el siglo XIX para que emerja una
elaboración ideológica, de la mano de intelectuales burgueses como Carlos Marx
y Friedrich Engels, capaz de ofrecer no solo una crítica global a las
desigualdades sino también la formulación de valores sobre los que debiera
erigirse una sociedad, que superara los valores de supervivencia propios de
Sociedades de la Necesidad. El socialismo, desde sus orígenes, está
profundamente imbricado con la democracia, ya que es un instrumento de
cooperación social horizontal, en el que todos pueden participar en la
determinación de los fines por los que se coopera, a diferencia de la religión
y el capital. El sufragio universal era para Bernstein el gran arma del
proletariado, donde este se implantaba los trabajadores lograban grandes
avances sociales.
Hay que recordar que a principios del siglo XX, en la
mayor parte de los países europeos la democracia tan sólo podían ejercerla
quienes tenían un cierto patrimonio, la llamada democracia censitaria. La lucha
por el sufragio universal formó parte de las reivindicaciones y luchas obreras
casi desde sus inicios. Ya en 1836 la Asociación de Trabajadores de Inglaterra
elaboró la Carta del Pueblo en la que exigía el voto universal y secreto. La
extensión de la democracia para todos los ciudadanos suponía que las
organizaciones obreras no solo defendían los intereses materiales de un grupo
social explotado, sino también unos valores de libertad e igualdad social que
implicaban al conjunto de la sociedad. Ensanchando la base de la democracia,
construyendo comunidad entre trabajadores, es como ganaron hegemonía cultural
las ideas socialistas.
Las luchas que se englobaron bajo el paraguas
ideológico del socialismo tenían la idea de construir sociedades más justas y
libres, por eso plantearon actuaciones en tres ámbitos: en el económico,
buscando la mejora del bienestar material de los trabajadores; en el político,
impulsando la democratización de la sociedad para que cada trabajador-ciudadano
fuera libre para decidir sobre su futuro; y en el cultural creando, gracias al
concepto de clase, la percepción emocional de que los excluidos pertenecían a
una comunidad.
En Rusia, tras la Revolución de 1917, se produjo una
alteración sustancial de los principales valores que conformaban el
socialismo. A la igualdad se la consideró preeminente sobre la libertad,
como un fin en sí mismo, no como un medio para conseguir “mas libertad para más
personas”, en términos de Stuart Mill. Lenin, en 1920 durante el VIII Congreso
de los Soviets, apenas transcurridos tres años desde el inicio de Revolución
Rusa lanzó un epigrama, una consigna, lo que hoy sería un mensaje de Twitter,
que intentaba sintetizar para las masas de obreros y campesinos iletrados qué
era el socialismo: “el poder de los soviets más la electrificación”. La
electrificación a principios del siglo XX representaba la modernización, los
avances técnicos logrados por el capitalismo, que distribuidos a través de un
sistema dirigido por los soviets, permitiría garantizar condiciones de vida
dignas para todos. Las “patatas” demandadas por el minero alemán.
Sin embargo, los soviets, los organismos democráticos
de los que se dotaron los trabajadores rusos para hacer oír su voz en las
fábricas y en la política, fueron esclerotizados poco a poco por los
bolcheviques. Quienes entendieron el socialismo como la estatalización de la mayor
parte del aparato productivo intentaron competir con el capitalismo en su
capacidad de proveer bienes materiales, pero esa carrera la ganó el capitalismo
y finalmente significó el fin de la Unión Soviética. La estatalización del
aparato productivo se acompañó de un proceso de restricción de las libertades y
de la participación política que estaba en contra de las bases mismas que
habían dado lugar al concepto político del socialismo. Los regímenes del
autodenominado “socialismo real” terminaron ofreciendo pocas patatas, a la vez
que secuestraban la democracia y la libertad. Mal negocio.
Alguien tan poco sospechoso de ser socialista,
como Joseph
Schumpeter, intuyó que la verdadera amenaza del capitalismo eran los
cambios sociológicos que se iban a producir en las Sociedades de la Abundancia
creadas por el propio capitalismo. En su libro “Capitalismo, Socialismo y
Democracia”, escrito en 1941, ya dijo que son los éxitos del capitalismo los
que le condenan. Percibió que las democracias liberales de principios del siglo
XX, por presión de los partidos y los sindicatos, estaban mutando hacia
estructuras sociales más inclusivas, desarrollando la democracia industrial y
sólidas instituciones públicas con capacidad regulatoria sobre la actividad
económica.
Hoy se puede comprobar cuánta razón tenía. Los países
del planeta más ricos, inclusivos y democráticos, los países nórdicos, son
aquellos que han sido capaces de crear grandes cantidades de capital y de
distribuirlo con relativa equidad entre toda su población gracias a la
profundización de la democracia. Es decir, en estas inclusivas Sociedades de la
Abundancia se ha producido una cierta agonía del homo economicus que
ya predijo Schumpeter y se observa un crecimiento de valores altruistas, de
libertad, postmateriales, laicos y solidarios, según nos indica la World Value
Survey, una hegemonía cultural del “universo de los valores socialistas”. Ello
ha sido posible porque una gran mayoría de la población de esos países tiene
sus necesidades materiales básicas cubiertas, garantizadas por un marco de
relaciones laborales que protege los derechos de los trabajadores y por un
Estado del Bienestar que les provee de vivienda, educación y sanidad.
De forma paralela se ha producido una fuerte
penetración de la ideología neoliberal entre las élites económicas y políticas,
incluidas las vinculadas a los partidos socialdemócratas. Con la Tercera Vía la
mayor parte de sus líderes participaron de esa hegemonía cultural neoliberal,
adoptando una posición de sumisión al marco político, económico y social
definido por los intereses de la oligarquía financiera: la globalización
financiera y comercial.
A finales de los años noventa y principios del S. XXI
se produjo una situación paradójica. La tecnoestructura política de la
socialdemocracia compró la agenda política neoliberal, y en ese sentido la
hegemonía cultural cambió de manos. Por primera vez la vieja socialdemocracia
se situó por detrás del cambio social, en muchas ocasiones incluso frenándolo.
Por ello, sus partidos, cómplices activos de las políticas neoliberales,
pierden el apoyo de su base electoral en muchos países europeos, en Alemania,
en Francia, en España, en Grecia, en Austria.
Lo que ignoraron los líderes de la Tercera Vía es que
una elevada desigualdad social no es solo una consecuencia no deseada del
actual sistema económico dominante, sino parte consustancial de él. De ahí que
el concepto de igualdad de oportunidades resulte vacío en términos políticos.
La desigualdad es funcional para las élites del capitalismo, tal como expresaba
Mandeville, ya que permite que los valores de supervivencia, predominantemente
egoístas y de escasa sociabilidad, tengan un importante peso en las
sociedades ricas.
En las Sociedades de la Abundancia, en las que se
enquista una elevada desigualdad durante un largo periodo de tiempo, se termina
erosionando la propia democracia, y eso lo aprovechan algunos grandes
latifundistas de capital para privatizar la política, como ha ocurrido con
Trump en EEUU, en la Italia de Berlusconi, o en la España del Partido Popular y
su financiación corrupta.
El concepto político de socialismo ha ido cambiando en
función de las transformaciones sociales que se han venido produciendo, por eso
el gran reto del socialismo en este siglo es su capacidad de representar, en
términos de intereses pero también en términos emocionales, de valores, a un
universo de trabajadores mucho más amplio: a un creciente volumen de jóvenes
trabajadores de actividades de servicios, de alta y baja cualificación, con
escasa capacidad de negociación de sus condiciones individuales y colectivas de
trabajo, a caballo entre una creciente explotación laboral y unas relaciones
contractuales que suponen una mercantilización de las relaciones laborales
(economía colaborativa, externalización productiva, trabajadores autónomos);
representar a una menguante clase obrera industrial pero en la que un gran
número de trabajadores aun conserva una notable capacidad de negociación
colectiva, gracias a la actuación de los sindicatos; a un número creciente de
trabajadores de alta cualificación, formados gracias a un sólido sistema de
educación pública, con un elevado poder de negociación individual o colectivo
de sus condiciones de trabajo, lo que en términos de consumo les ha permitido
ser considerados como clase media. Este es el grupo social en el cual es más
patente la agonía del “homo economicus”.
En la actualidad la vieja socialdemocracia esta en una
terrible encrucijada: apenas encarna al primer grupo social; representa
porciones cada vez menores de una decreciente clase obrera en competencia no
solo con movimientos políticos más a la izquierda, sino también más a la derecha
(fenómeno Berlusconi, Le Pen o Trump); y el fracasado experimento de la Tercera
Vía le ha desconectado del profundo cambio de valores que ha experimentado el
tercer grupo social. En los países desarrollados hemos asistido al aumento de
los trabajadores pobres, en mayor medida tras la Gran Recesión de 2007, y de
forma paralela a la creciente utilización demagógica por parte de la derecha
política populista de sentimientos comunitarios arcaicos y excluyentes, la
pertenencia a una religión, raza o nación. Asimismo, en la medida que las
trabajadoras y trabajadores se han hecho más diversos, resulta evidente que el
concepto marxista de clase es incapaz de ofrecer una identidad colectiva muy
amplia, con capacidad de construir hegemonía.
El socialismo del siglo XXI debe seguir siendo capaz
de ofrecer una mejora del bienestar material, “patatas”, para los dos primeros
grupos sociales, por eso no debe despreocuparse por el crecimiento económico y
por lograr un reparto más igualitario de la riqueza generada. Pero debe ofrecer
bastante más. El socialismo debe identificarse como una organización social en
la que todos los ciudadanos puedan disfrutar de altos grados libertad en todos
los campos de la vida personal y social, no solo los más ricos ni los que han
accedido a una mayor cualificación y formación. Por eso las fuerzas que se
reclamen socialistas deben avanzar en la democratización de la economía, el
lugar donde se quedó varada la vieja socialdemocracia a finales del siglo XX.
Un socialismo de este siglo debe integrar, como
elementos complementarios, al Estado y al mercado. Lo más relevante para
generar sociedades más igualitarias y más libres no es la forma de distribuir
los bienes y servicios producidos, sino la propiedad de las empresas.
Socialismo debe ser sinónimo de una democratización de la economía que debe
entrar en la empresa, creando sólidos espacios de capital “colectivo”, como
planteó la ley de cogestión alemana de 1976, los Fondos Colectivos de Inversión
de los Trabajadores que se instauraron en Suecia en 1984, el Fondo de
Solidaridad creado por la Federación de Trabajadores de Quebec en 1983, o el
fondo del petróleo de Noruega de los años noventa.
A lo largo de su historia la democracia ha sido el
mejor instrumento que ha encontrado el ser humano para aunar colectivamente los
vectores de libertad, conocimiento y cooperación, que son los que modernizan
las sociedades, no solo tecnológicamente sino también en términos de valores
morales. La ampliación de la base de la democracia exige democratizar la globalización,
profundizar en la democratización de los Estados-nación, democratizar las
empresas y, cómo no, democratizar el futuro, esto es, tener en consideración
que nuestros actos de hoy van a condicionar la vida de cientos de millones de
personas mañana, por ejemplo en relación al cambio climático.
Las recientes elecciones de EEUU han puesto en
evidencia que el centro del conflicto económico, político y social sigue
situado entre dos polos: la democratización de la economía o la privatización
de la política. Es evidente que la democratización de la economía tiene una
gran potencialidad redistribuidora, pero el reto del socialismo de este siglo
también debe ser el reconstruir para millones de trabajadores una percepción
emocional colectiva vinculada a la ciudadanía democrática: “pertenecen a una
misma comunidad todos los individuos que libremente participan en la toma de
decisiones sobre su futuro colectivo”. La democracia es el instrumento de
transformación colectiva mediante el cual las trabajadoras y trabajadores deben
reconquistar la hegemonía cultural perdida frente a los latifundistas de
capital.
Marià de Delàs, Periodista,11/11/2016
Millones y millones de personas imaginaron durante
décadas un estado de cosas diferente al que viene impuesto por el poder del
dinero. Un estado de bienestar y de justicia, gracias a la igualdad de derechos
económicos y sociales. Confiaban en que una fuerza representativa de los
trabajadores podía hacerse con el control de todo o parte del poder político y
en que la economía y la vida...Seguir leyendo »
José Ángel Moreno
Economistas sin Fronteras y Observatorio de
Responsabilidad Social Corporativa, 11/11/2016
El sugerente texto de mi estimado Bruno Estrada me
plantea algunas pequeñas discrepancias de matiz y una coincidencia de base con
la que me parece su sugerencia principal. Apunto muy brevemente las primeras,
para centrarme después en la segunda. Por una parte, me temo que la pérdida de
base electoral de los partidos socialistas y socialdemócratas desde los años 80
del siglo pasado no se...Seguir leyendo »
Carlos Tuya, Periodista y escritor, 14/11/2016
Una vez más, lo que no podía ocurrir ha ocurrido:
Trump se incorpora a la ola populista (mayoritariamente de derechas) que
recorre, como un fantasma, el mundo globalizado. Tras el húngaro Viktor Orban y
el polaco Kaczynski, la lista no para de crecer, esta vez con el presidente de
la nación más poderosa del planeta a la cabeza. Y no es descartable que en un
futuro próximo puedan unirse...Seguir leyendo »
José Babiano Director Archivo Historial del Trabajo de la Fundación
1 de mayo, 15/11/2016
El neoliberalismo no es sólo una política económica
determinada, ni siquiera una filosofía política exclusivamente. Constituye
asimismo y de forma evidente una cultura. De manera que la victoria
indiscutible del neoliberalismo representa también una victoria cultural.
Esencialmente, esa victoria reside en que la gran mayoría de la sociedad,
incluida la izquierda, haya naturalizado su...Seguir leyendo »
Ignacio Muro Profesor de Periodismo de la Universidad Carlos III de
Madrid @imuroben16/11/2016
Tiene gracia esto de discutir sobre el socialismo días
después que el fascismo haya encontrado una nueva puerta de entrada de la mano
de Trump en EEUU, la economía capitalista más rica del mundo. Tiene gracia
porque recuerda aquella disyuntiva de 'Socialismo o barbarie’ que representó
Rosa Luxemburgo hace justamente 100 años, en 1916, tres antes de que fuera
asesinada por movimientos... Seguir leyendo »
Mario del Rosal, Profesor
de Economía de la Universidad Carlos III de Madrid 18/11/2016
En primer lugar, me gustaría agradecer sinceramente el
debate que Bruno Estrada ha abierto acerca de la cuestión del socialismo en la actualidad.
En estos tiempos en los que las versiones más primitivas y descarnadas de la
derecha amenazan con capitalizar el descontento de la clase trabajadora, me
parece una discusión enormemente oportuna y necesaria. Creo que cualquier
reflexión sobre el...Seguir leyendo »
Pedro Chaves, Profesor
CC. Políticas, 18/11/2016
La victoria de Donald Trump nos golpea en las retinas,
en el corazón, en el cerebro. Intuimos que este hecho tendrá consecuencias
imprevisibles y negativas. Los “poderes salvajes” de los que hablaba Ferragoli,
la emergencia de poderes privados que colonizan el espacio público en beneficio
propio, se han cobrado una pieza mayor: nada menos que Estados Unidos. Y una
vez más, y no es la...Seguir leyendo »
Carlos Martínez, Co-primer secretario de Alternativa Socialista 21/11/2016
La idea socialista supera a los aparatos de la mayor
parte de los partidos llamados socialistas y socialdemócratas “oficiales” y
vinculados a la llamada internacional socialista. Hay demasiadas personas a un
lado y otro del espectro político y por supuesto las oligarquías que viven a
costa de esos partidos, deseando que el socialismo sea un engranaje
profesional, dedicado exclusivamente a ...Seguir leyendo »
Pedro González de
Molina Soler
Profesor de Geografía e Historia 22/11/2016
"Nunca separé la República de las ideas de
justicia social, sin la que sólo es una palabra." Jaurès. Para comenzar,
quiero agradecer la invitación de Bruno Estrada a participar en este debate que
deseamos que sea fructífero, de un tema que sigue siendo candente en la
actualidad, y más tras ver las crisis de los partidos socialdemócratas en
Europa y las lecciones de la nueva izquierda...Seguir leyendo »
Joan Herrera
Director de la Escuela Superior de Cuadros de CCOO 24/11/2016
¿Estamos ante el mismo capitalismo que hace 30 o 40
años? ¿Debemos responder ante este desde los mismos parámetros? Las respuestas
a estas preguntas son obvias. No, ni el capitalismo es el mismo ni la respuesta
puede ni debe ser la misma. Pero vayamos por pasos. En primer lugar hay que
adentrarse en el escenario de los últimos años, la nueva etapa del capitalismo
en algunos de sus aspectos ...Seguir leyendo »
Manuel Escudero
Coordinador del Foro de Economía Progresista 29/11/2016
No esperen en esta reflexión un hilo de argumentación
lógico y encadenad. Más bien voy a funcionar como se hace en las sesiones de
diseño, cubriendo la pared con 'post-its' ideas y argumentos que vienen al
caso, que van completando el cuadro de modo impresionista, a ráfagas, echándose
para atrás y viendo lo que falta o lo que aflora. Sobre el nombre El socialismo
en el siglo XXI, así,...Seguir leyendo »
Eddy Sánchez Iglesias,
Politólogo, 30/11/2016
En un mundo que afronta para las próximas décadas
formidables retos por el agotamiento de los recursos naturales y la crisis
ecológica, así como por la formación de sociedades con fuertes fracturas
sociales y desigualdades crecientes, la única forma de mantener un nivel de
vida digno para la población será conseguir hacer más con menos, y esto sólo
pasará en las sociedades que tengan...Seguir leyendo »
Brais Fernández
Redactor de 'Viento Sur' y miembro de Anticapitalistas
01/12/2016
Quizás para tener un debate en torno a la cuestión del
socialismo tendríamos que aclarar la polisemia de la palabra. Para la mayoría
de la gente, socialismo es un concepto frío, que no va asociado a una
experiencia emancipadora real. En el peor de los casos, se asocia a los
exabruptos de los dirigentes del PSOE, que apelan al socialismo como una
identidad partidaria con la que cada vez menos ...Seguir leyendo » Daniel Puerto
Investigador científico y miembro del secretariado de
Alternativa Socialista
02/12/2016
Un artículo de Suso del Toro hablaba de la
culpabilidad del PSOE en el descrédito de la política. Aunque mezclaba los
conceptos de izquierda y socialismo en la culpabilidad de este deterioro de la
política, cuando realmente solo se refería a un PSOE muchas veces alejado de
estos dos conceptos, creoque da en el clavo en lo referente a la “degradación
moral de la izquierda”. Que la...Seguir leyendo »
Tasio Oliver
Responsable de Servicios Sociales y Consumo de IU, 02/12/2016
Escribo esta aportación desde la certeza,
apesadumbrada, de que el socialismo en España nunca ha existido. Y si no ha
existido socialismo como tal, el amago socialdemócrata que ha supuesto el
trasiego político del PSOE en estos 40 años, ha sido convenientemente
desmontado por unas élites orgánicas aliadas ya descaradamente con los
intereses de las grandes corporaciones nacionales. La...Seguir leyendo »
Ana Barba, Portavoz
de Ganemos Madrid y activista de Colectivo Burbuja, 05/12/2016
Tradicionalmente, las propuestas sociales y económicas
de la izquierda han topado con los intereses de los pequeños propietarios, los
pequeños agricultores y los pequeños comerciantes, lo que solemos llamar
pequeña burguesía desde la época de la revolución francesa. Pese a que son
explotados por las oligarquías, se sienten más cercanos a ellas que al
proletariado, en parte por el temor ...Seguir leyendo »
Andrés Villena Oliver,
Economista, periodista y doctor en Sociología, 07/12/2016
La historia del socialismo es, lamentablemente, la de
una matanza permanente que, no obstante, dista mucho del relato de ficción
narrado por historiadores y voceros anticomunistas patrocinados. Quizá el
primer crimen que merezca la pena reseñar sea el cometido contra Jean Jaurés en
1914, tres días después del inicio de la Primera Guerra Mundial, que acabó
enfrentando a la clase obrera de...Seguir leyendo »
Jesús Pichel, Profesor
de Filosofía, 09/12/2016
La socialdemocracia no cayó del cielo, ni surgió de la
necesidad de cubrir con más producción una mayor demanda en un contexto de
escasez de mano de obra, y desde luego no fue un regalo del capitalismo al
movimiento obrero. El pacto socialdemócrata (el pacto entre capital y trabajo)
fue consecuencia de la fuerte presión del movimiento obrero y del temor del
capitalismo al modelo...Seguir leyendo »
Joan Herrera, Director
de la Escuela Superior de Cuadros de CCOO, 12/12/2016
Marx decía lo que la revolución surgirá de las
fábricas, no de los agricultores, ya que los agricultores están dispersos.
Siglo y medio después las estrategias de dispersión del trabajador es sin lugar
a dudas uno de los motivos por los cuales es tan difícil construir una
alternativa. Una dispersión que no es sólo geográfica sino que también es
organizativa e incluso de asunción...Seguir leyendo »
Manuel Garí Economista
14/12/2016
La respuesta a la cuestión de los retos del socialismo
debe comenzar por reconocer que las realidades y preocupaciones expresadas en
el debate en curso en 'Espacio Público'-'CTXT', incluyendo esta aportación,
están condicionadas por la experiencia política, los parámetros culturales y la
producción teórica del socialismo, permítaseme la expresión, del mundo
occidental y cristiano...Seguir leyendo »
Javier Franzé, Profesor
de Teoría Política, 15/12/2016
La primera dificultad para hablar de socialismo hacia
el futuro es precisar a qué se está haciendo referencia. El socialismo —como el
liberalismo— es una corriente política y de pensamiento vasta, diversa, cuyo
elemento aglutinante sería la primacía del valor igualdad. Pero esto remite a
la superficie del problema, pues la cuestión no es tanto qué valor se
privilegia, que es lo que...Seguir leyendo »
Gabriel Flores, Economista,
16/12/2016
Algunas de las propuestas presentadas en este debate
tienen por objetivo recuperar o refundar el proyecto socialista que se
identifica con la corriente de la socialdemocracia europea, llenándolo de
nuevos contenidos o reciclando experiencias interesantes de otros tiempos.
Intentan sus autores resucitar una vieja y, mucho me temo, periclitada
historia. ¿Es posible salvar la experiencia...Seguir leyendo »
Antonio Molina, Periodista,
escritor y socialista,
Este artículo toma el título de un opúsculo de
Norberto Bobbio donde el ensayista turinés intentaba contestar el interrogante
que le daba nombre al libro. ¿Es hoy también el socialismo en nuestro país un
interrogante? La estrategia cortoplacista de sus dirigentes, enmarañada en la
banalidad del marketing y el eslogan publicitario, representa la reinvención de
una realidad tan ajena al...Seguir leyendo »
José Eduardo Muñoz
Negro, Doctor en Medicina y socialista, 20/12/2016
Alguien dijo que no estamos en una época de cambios,
sino en un cambio de época. Esta realidad ha sido interpretada, narrada o
conceptualizada de muchas maneras. Desde la sociedad líquida de Baumann a la
sociedad del riesgo de Beck, pasando por la ultramodernidad de J.A. Marina, las
teorías sobre la posmodernidad o la modernidad inacabada de Habermas. Aunque
diferentes, todos comparten y... Seguir leyendo »
José Manuel Mariscal,
Secretario general del PCA. 21/12/2016
Socialismo. Una palabra antigua, aunque no más antigua
que capitalismo, explotación, emancipación, pobreza o lucha. Apropiada,
manipulada o canonizada, ¿huele a viejo una palabra tan moderna? En mi caso,
como comunista, no debería desligar el debate sobre el socialismo del objetivo
final de un sociedad sin clases, del comunismo. Nos han contado, más o menos,
que el socialismo sería una...Seguir leyendo »
Armando Fernández
Steinko, Sociólogo 23/12/2016
Hacia 1800 nacía una sociedad dinámica e impetuosa.
¿Cómo abordar política, moral y culturalmente el capitalismo? Para los
liberales la nueva fuerza desplegada por los mercados sería capaz de dar las
respuestas con lo cual todo debía orientarse a asegurar su funcionamiento y la
propiedad privada: la libertad es, por encima de todo, la libertad de hacer
negocios. Los grandes asuntos,...Seguir leyendo »
Enrique del Olmo, Sociólogo y militante socialista 06/01/2017
Cuando Bruno Estrada propuso en Espacio Público un
Debate sobre el Socialismo del siglo XXI, todos nos quedamos un poco
sorprendidos pero a la vez alabamos el valor de plantearlo y la necesidad de
empezar a abordarlo. Ahora con la ventaja de que otros 'valientes' se han
tirado a la piscina, intento aportar una visión en relación a algunos temas,
visión por supuesto parcial, incompleta e...Seguir leyendo »
Eduardo González de
Molina Soler, Sociólogo y politólogo, 09/01/2017
“El hombre que no dispone de más propiedad que su
fuerza de trabajo, tiene que ser, necesariamente, en todo estado social y de
civilización, esclavo de otros hombres, quienes se han adueñado de las
condiciones materiales de trabajo. Y no podrá trabajar, ni, por consiguiente,
vivir, más que con su permiso” (Marx, 1875). ¿Qué significa hoy la libertad o
la igualdad para un socialista?...Seguir leyendo »
Lluís Rodríguez
Algans, Economista y sociólogo, 16/01/2017
¿Cómo puede el sindicalismo ayudar a construir otro
modelo social? Sin duda el núcleo vertebrador de la acción sindical es la
negociación colectiva. Dos ideas al respecto. Por un lado, la orientación de la
política sindical y los contenidos sustantivos de negociación colectiva hacia
objetivos de política económica de altos salarios y pleno empleo. Las dos
reivindicaciones clave del...Seguir leyendo »
Demasiados temas y demasiadas cuestiones se amontonan en este debate. Lo
fundamental en él, lo que en primer lugar hay que aclarar si queremos discutir
con sentido todos esos temas y cuestiones, es de qué hablamos cuando
hablamos de socialismo.
Dejaré aparte otras cuestiones que se han planteado a lo largo del debate, cuestiones urgentes, que será indispensable tratar también. Las experiencias históricas de socialismo y las lecciones que debemos extraer de ellas; el análisis del capitalismo actual y de los cambios que se han consolidado en él con la crisis; y sobre todo la cuestión política práctica: cómo puede articularse hoy la alternativa socialista; cuál es la estrategia adecuada para alcanzar el objetivo y las condiciones en que es posible; cuáles serían las etapas, los instrumentos y los métodos, la organización; cuáles son las tareas en la etapa actual…; en suma, todo lo relacionado con el cómo llegar al socialismo. Aquí solo discutiré lo que diferencia esencialmente al socialismo de cualquier forma de capitalismo, porque es indispensable para avanzar en la dirección correcta. Para llegar a algún sitio es imprescindible tener idea clara de a dónde se va, a dónde se quiere ir. Si no se sabe a dónde se va, o se tiene de ello una idea equivocada, nunca se podrá llegar. El camino, desde luego, es esencial, pero es otro debate. En esta intervención no intentaré responder a la pregunta ¿qué hacer?, no porque no sea cuestión esencial, sino porque es otra cuestión, que requiere otro debate.
Dejaré aparte otras cuestiones que se han planteado a lo largo del debate, cuestiones urgentes, que será indispensable tratar también. Las experiencias históricas de socialismo y las lecciones que debemos extraer de ellas; el análisis del capitalismo actual y de los cambios que se han consolidado en él con la crisis; y sobre todo la cuestión política práctica: cómo puede articularse hoy la alternativa socialista; cuál es la estrategia adecuada para alcanzar el objetivo y las condiciones en que es posible; cuáles serían las etapas, los instrumentos y los métodos, la organización; cuáles son las tareas en la etapa actual…; en suma, todo lo relacionado con el cómo llegar al socialismo. Aquí solo discutiré lo que diferencia esencialmente al socialismo de cualquier forma de capitalismo, porque es indispensable para avanzar en la dirección correcta. Para llegar a algún sitio es imprescindible tener idea clara de a dónde se va, a dónde se quiere ir. Si no se sabe a dónde se va, o se tiene de ello una idea equivocada, nunca se podrá llegar. El camino, desde luego, es esencial, pero es otro debate. En esta intervención no intentaré responder a la pregunta ¿qué hacer?, no porque no sea cuestión esencial, sino porque es otra cuestión, que requiere otro debate.
[Como no quiero hacer un monólogo, sino intervenir dialógicamente en el
debate, lo haré, en las líneas que siguen, utilizando, tanto en lo que suscribo
como en lo que discrepo, palabras e ideas de quienes han intervenido hasta
ahora… Para ello, entrecomillaré las palabras de otros e indicaré entre
paréntesis las iniciales del autor]
El socialismo, alternativa al capitalismo
Lo que el socialismo es (y ha sido siempre, desde sus primeros balbuceos
históricos) es una alternativa al capitalismo: otra sociedad, un sistema alternativo,
una lógica social y económica distinta a la de la sociedad capitalista…; más
precisamente –como diría Marx- una alternativa al modo capitalista de
producción. “La tarea fundamental es… formular una alternativa socialista”, “un
sistema socioeconómico alternativo” (CT). El socialismo es “cuestionamiento del
sistema capitalista” (JB).
La desigualdad y la explotación son consustanciales al sistema capitalista. El objetivo de ‘civilizar el capitalismo’ con una mayor regulación, o ‘domarle’ con un mayor control, es tan engañoso como el de ‘reformar el capitalismo’ que al principio de la crisis proclamaron como consigna los líderes políticos mundiales…, para someterse luego a los intereses y dictados más egoístas y salvajes del capitalismo financiero. “Intentar ‘domesticar’ o ‘humanizar’ el capitalismo es una batalla perdida de antemano; combatirlo y abatirlo es precisamente el objetivo primero del proyecto socialista” (MG): no hay una alternativa socialista que no sea anticapitalista. Por eso, es necesario traer “de nuevo al primer plano el viejo dilema: ‘Socialismo o barbarie’” (JB).
[El populismo de derechas –como el fascismo hace un siglo- es, precisamente, un simulacro de alternativa que prospera ante la falta de una verdadera alternativa al sistema, cuyo efecto es ayudar al sistema a superar una crisis sistémica...]
La ausencia del socialismo
La desigualdad y la explotación son consustanciales al sistema capitalista. El objetivo de ‘civilizar el capitalismo’ con una mayor regulación, o ‘domarle’ con un mayor control, es tan engañoso como el de ‘reformar el capitalismo’ que al principio de la crisis proclamaron como consigna los líderes políticos mundiales…, para someterse luego a los intereses y dictados más egoístas y salvajes del capitalismo financiero. “Intentar ‘domesticar’ o ‘humanizar’ el capitalismo es una batalla perdida de antemano; combatirlo y abatirlo es precisamente el objetivo primero del proyecto socialista” (MG): no hay una alternativa socialista que no sea anticapitalista. Por eso, es necesario traer “de nuevo al primer plano el viejo dilema: ‘Socialismo o barbarie’” (JB).
[El populismo de derechas –como el fascismo hace un siglo- es, precisamente, un simulacro de alternativa que prospera ante la falta de una verdadera alternativa al sistema, cuyo efecto es ayudar al sistema a superar una crisis sistémica...]
La ausencia del socialismo
Hoy, sin embargo, “la palabra ‘socialismo’ está ausente del debate
político” (BE). El gran éxito del capitalismo ha sido devaluar, neutralizar,
inhibir, borrar la idea del socialismo como alternativa, incluso “erradicar el
término” (JB), y correlativamente, imponer la aceptación del sistema
socioeconómico capitalista como el único posible. Lograr que nadie se atreva
hoy a reivindicar “la idea de la construcción de una sociedad socialista” (MD).
Es “la incapacidad de pensar más allá del capitalismo”, la idea de que “todo es
posible, menos superar el capitalismo” (BF). “La sociedad occidental actual
vive atrapada en el paradigma capitalista, de modo que incluso los antiguos
partidos socialdemócratas se han reconvertido en social-liberales, incapaces de
concebir una sociedad al margen del capitalismo” (AB)
En la perspectiva histórica, se ha logrado imponer en las conciencias el
mensaje de que ‘el socialismo ha fracasado’; y, en la perspectiva del futuro,
la idea de que el socialismo (entendido en sentido estricto, como sistema
socialista) es imposible hoy, por “los cambios experimentados en la economía”,
por “la globalización” (JAM). Por el contrario, partimos de la hipótesis de que
“es factible técnicamente… y posible políticamente…”; que “sí hay alternativa,
y se llama socialismo” (CT, p9, 13)
Hoy vivimos bajo la hegemonía ideológica del individualismo insolidario
(BE) que ha logrado desalojar de las conciencias cualquier aspiración
comunitaria. Tenemos que recuperar la crítica al sistema capitalista y los
conceptos que nos permitan entender la situación actual e intervenir
eficazmente en ella para cambiar el sistema.
Para neutralizar la idea socialista, complementando a la pura
descalificación, se ha tratado de reducirla, o bien a mero reformismo del
sistema, capitalismo caritativo, o bien a mera aspiración ética, propuesta
ideológica de una mayor igualdad. Se trata, en suma, si no se logra erradicar
del todo la palabra ‘socialismo’ (o ‘socialdemocracia’), de vaciarla de
contenido.
Por otra parte, el uso actual de ‘socialdemocracia’ en lugar de ‘socialismo’ no es inocente ni carece de consecuencias. ‘Socialdemocracia’ podría ser sinónimo de ‘socialismo’ –como lo fue históricamente-, un sinónimo para enfatizar la componente democrática esencial del socialismo. Pero no se usa así, sino para contra distinguirse del ‘socialismo’, para eliminar lo que era esencial en el socialismo histórico: la construcción de una sociedad socialista, la implantación de un sistema socialista en lugar del sistema capitalista. Llamándolo ‘socialdemocracia’ se pretende mutilar de su anti capitalismo al socialismo.
En la teoría, era necesario desahuciar a Marx, darle por liquidado y enterrarlo; en la práctica, destruir a los partidos comunistas y reorientar a los partidos socialistas en una dirección que no pusiera en cuestión el sistema. Con perspectiva histórica, hay que interpretar la ‘Tercera Vía’ de los partidos socialdemócratas como dominación de la ideología neoliberal (BE).
Por otra parte, el uso actual de ‘socialdemocracia’ en lugar de ‘socialismo’ no es inocente ni carece de consecuencias. ‘Socialdemocracia’ podría ser sinónimo de ‘socialismo’ –como lo fue históricamente-, un sinónimo para enfatizar la componente democrática esencial del socialismo. Pero no se usa así, sino para contra distinguirse del ‘socialismo’, para eliminar lo que era esencial en el socialismo histórico: la construcción de una sociedad socialista, la implantación de un sistema socialista en lugar del sistema capitalista. Llamándolo ‘socialdemocracia’ se pretende mutilar de su anti capitalismo al socialismo.
En la teoría, era necesario desahuciar a Marx, darle por liquidado y enterrarlo; en la práctica, destruir a los partidos comunistas y reorientar a los partidos socialistas en una dirección que no pusiera en cuestión el sistema. Con perspectiva histórica, hay que interpretar la ‘Tercera Vía’ de los partidos socialdemócratas como dominación de la ideología neoliberal (BE).
El socialismo no se reduce a “una gestión diferente de los marcos
actualmente existentes, percibiéndolos como inamovibles y eternos” (BF),
consiste en cambiar los marcos. Y para ello no basta con gobernar el Estado,
acceder al poder político: eso es solo el medio (indispensable, pero
insuficiente) para cambiar los marcos. Cuando decimos que el socialismo aspira
a ‘cambiar el mundo’, no queremos decir solo que aspira a ‘hacerlo mejor’
(PC)…
Volvamos a la cuestión inicial: de qué hablamos cuando hablamos de
socialismo. Y para responder a esta cuestión no basta con decir qué resultados
–igualdad, justicia distributiva, bienestar...- habría de producir el
socialismo; ni tampoco qué características políticas –soberanía popular,
democracia participativa, control por la base social...- o ideológicas
–solidaridad, valores...- habría de tener. Porque nada de eso, por sí solo,
define al socialismo como alternativa. ¡Qué duda cabe de que el socialismo –la
ideología socialista y la sociedad que el socialismo quiere implantar- es todo
eso! Pero definiéndolo como si una de esas propuestas constituyeran su esencia,
se confunde ideológicamente y se extravía políticamente. Y por eso hay que
rechazar las concepciones que identifican la esencia del socialismo con una de
ellas.
Concepciones ideológicas del socialismo
Concepciones ideológicas del socialismo
Sin duda el socialismo histórico supuso “una formulación de valores”
distinta (BE) frente a los valores dominantes en la sociedad capitalista. Pero
la concepción de la revolución socialista como revolución moral, de las
conciencias, como cambio de valores con un sentido distinto de la vida, es
insuficiente y equívoca. La lucha ideológica es un componente indispensable,
pero no autónomo, de la lucha por el socialismo. La hegemonía ideológica
neoliberal va inseparablemente unida a una sociedad cuyas prácticas
sociopolíticas y económicas están gobernadas por el neoliberalismo. Ni basta
–ni es posible- cambiar las conciencias sin cambiar las prácticas.
La cuestión de la ‘centralidad del individuo’, ‘colocar al individuo en el centro [del] proyecto histórico [emancipador]”, que plantea PC, es confusa, porque la propia noción de ‘individuo’ lo es. ‘Individuo’ es una noción ideológica que no se reduce a ‘ser humano’, sino que enfatiza una condición monádica que es a la que reduce al ser humano la ideología propia de un determinado sistema social, contra una condición comunitaria, solidaria. Por eso es confusa y contradictoria la idea de un ‘socialismo del individuo’.
La cuestión de la ‘centralidad del individuo’, ‘colocar al individuo en el centro [del] proyecto histórico [emancipador]”, que plantea PC, es confusa, porque la propia noción de ‘individuo’ lo es. ‘Individuo’ es una noción ideológica que no se reduce a ‘ser humano’, sino que enfatiza una condición monádica que es a la que reduce al ser humano la ideología propia de un determinado sistema social, contra una condición comunitaria, solidaria. Por eso es confusa y contradictoria la idea de un ‘socialismo del individuo’.
Vale la identificación del socialismo con la democracia –que se hace en
muchas intervenciones-, pero solo si se asume una concepción de la democracia
que va mucho más allá del ámbito restringido que tiene el concepto en nuestra
sociedad, para referirse a “la soberanía del pueblo para decidir sobre [todos]
los asuntos comunes, entre los que se encuentran, como es obvio, los relativos
a la producción, la distribución y el consumo de bienes para satisfacer las
necesidades humanas” (MR).
Lo mismo sucede con la identificación de ‘socialismo’ con ‘igualdad’, con “la primacía del valor igualdad” (JF). Lo característico del socialismo no es la igualdad política, valor que –como el de la libertad- le precede y presupone. Pero tampoco la igualdad económica. La lucha contra la desigualdad es, desde luego, una parte esencial del proceso de lucha por el socialismo, y un resultado irrenunciable en la sociedad que el socialismo quiere construir. Pero el socialismo no es una “estrategia para ganar igualdad” (JH), ni su objetivo estratégico es la redistribución de rentas y la redistribución de la riqueza. El socialismo no es una cuestión de ‘redistribución’, aunque, desde luego, conlleve redistribución de rentas y de riquezas. Ese objetivo, por sí solo, será siempre o insuficiente o imposible sin cambio sistémico, si no resulta de una ‘democratización de la economía’, en el sentido más fuerte de “recuperar la decisión colectiva y compartida sobre la economía” (JH).
Lo mismo sucede con la identificación de ‘socialismo’ con ‘igualdad’, con “la primacía del valor igualdad” (JF). Lo característico del socialismo no es la igualdad política, valor que –como el de la libertad- le precede y presupone. Pero tampoco la igualdad económica. La lucha contra la desigualdad es, desde luego, una parte esencial del proceso de lucha por el socialismo, y un resultado irrenunciable en la sociedad que el socialismo quiere construir. Pero el socialismo no es una “estrategia para ganar igualdad” (JH), ni su objetivo estratégico es la redistribución de rentas y la redistribución de la riqueza. El socialismo no es una cuestión de ‘redistribución’, aunque, desde luego, conlleve redistribución de rentas y de riquezas. Ese objetivo, por sí solo, será siempre o insuficiente o imposible sin cambio sistémico, si no resulta de una ‘democratización de la economía’, en el sentido más fuerte de “recuperar la decisión colectiva y compartida sobre la economía” (JH).
También es muy equívoca la identificación del socialismo con el ‘estado de
bienestar’ (BE). Desde luego, la sociedad socialista ha de ser un ‘estado de
bienestar’, pero eso no es lo que la define esencialmente frente a las
sociedades capitalistas. Que “el socialismo son patatas”, es decir, que ha de
ser un sistema económico que garantice condiciones de vida dignas a todos (BE),
es obvio, como condición necesaria. Pero como objetivo político es algo que
proclaman hoy todos, desde la derecha a la izquierda, sin que signifique nada.
Como no significa nada tampoco la identificación del socialismo con el
‘binomio ‘justicia social y democracia’, como expresión sintética de los
principios y valores que representaría, porque no hay nadie en el escenario
político actual que no suscriba semejante objetivo.
Concepciones economicistas del socialismo
En el plano económico se dice frecuentemente que el socialismo ha de ser la
integración de Estado y mercado “como elementos complementarios” (BE). Pero no
es posible realmente tal ‘complementariedad’. En el sistema capitalista, el
mercado –no el imaginario mercado regulador de la oferta y la demanda de
mercancías de la ideología económica liberal, sino el de los movimientos,
reales y especulativos, de los capitales en busca de su máxima valorización- es
siempre lo determinante en última instancia. En el sistema socialista, el papel
del mercado solo puede ser el del mecanismo de ajuste final de la distribución
del producto social; no es ‘complementario’, sino subsidiario. Una versión
alternativa a la de la ‘complementariedad’ es la del supuesto ‘socialismo de
mercado’, que con razón se califica de “oximoron sin remedio” (MR).
También en ese plano de lo económico se habla de una construcción ‘molecular’ del socialismo bajo el capitalismo (IM). Equívoca propuesta y de dudoso significado. Como estrategia puede ser válida; no como ideología, como concepción del socialismo, porque se funda en la engañosa idea de que es posible ‘coger lo bueno de los dos sistemas’, una idea que, en la práctica, no significa nada más que mantener en esencia el sistema dominante y renunciar a cambiarlo radicalmente. Pero “el socialismo será anticapitalista o no será” (MR).
También en ese plano de lo económico se habla de una construcción ‘molecular’ del socialismo bajo el capitalismo (IM). Equívoca propuesta y de dudoso significado. Como estrategia puede ser válida; no como ideología, como concepción del socialismo, porque se funda en la engañosa idea de que es posible ‘coger lo bueno de los dos sistemas’, una idea que, en la práctica, no significa nada más que mantener en esencia el sistema dominante y renunciar a cambiarlo radicalmente. Pero “el socialismo será anticapitalista o no será” (MR).
Por último, se propone la ‘propiedad de las empresas’ como clave del
socialismo, ‘sinónimo de socialismo’ (BE, JAM), entendiendo la ‘democratización
de la economía’ como ‘democratización de la propiedad de la empresa’ o
‘democratización del gobierno corporativo’. Pero mientras la ‘empresa’–con
independencia de quien sea su propietario, individual, privado colectivo,
cooperativo, público o estatal- siga sometida al marco económico del sistema
capitalista seguirá funcionando como una empresa capitalista, por muy
democratizada que esté su propiedad, y ello, sobre todo, porque no podrá
funcionar eficazmente de otra forma… La ‘toma de decisiones democrática’ sobre
la economía que caracteriza al socialismo no puede producirse (ni solo ni
prioritariamente) al nivel de la empresa, sino al nivel de la sociedad, en
todos sus ámbitos (de la comunidad local al Estado). [Por otra parte, ¿qué
sentido tiene este planteamiento en un mundo en el que las empresas han dejado
de ser propiedad de quienes las dirigen y gestionan, para serlo cada vez en
mayor grado de capitales financieros puros...?]
De qué hablamos, en fin, cuando hablamos de socialismo...
En el discurso socialista histórico siempre ha ocupado un lugar central la idea de ‘emancipación’, del socialismo como ‘proyecto emancipador’ (EGM)… Sin duda, pero ¿de qué emancipa la emancipación socialista? ¿De todo ‘poder despótico’? Pero ¿en qué consiste y dónde está la clave del ‘poder despótico’? En la explotación: la explotación del hombre por el hombre es aquello de lo que el socialismo ha buscado emancipar. El capitalista es el sistema de la explotación de una mayoría por una minoría que posee el control de los recursos económicos clave, a través del trabajo asalariado y de la primacía del interés individual y el beneficio privado.
De qué hablamos, en fin, cuando hablamos de socialismo...
En el discurso socialista histórico siempre ha ocupado un lugar central la idea de ‘emancipación’, del socialismo como ‘proyecto emancipador’ (EGM)… Sin duda, pero ¿de qué emancipa la emancipación socialista? ¿De todo ‘poder despótico’? Pero ¿en qué consiste y dónde está la clave del ‘poder despótico’? En la explotación: la explotación del hombre por el hombre es aquello de lo que el socialismo ha buscado emancipar. El capitalista es el sistema de la explotación de una mayoría por una minoría que posee el control de los recursos económicos clave, a través del trabajo asalariado y de la primacía del interés individual y el beneficio privado.
Frente al sistema capitalista, como alternativa sistémica, el socialismo es
la primacía de la política sobre la economía, la planificación democrática de
los objetivos de la producción social, para garantizar una atención a las
necesidades de la población que haga posible la realización plena de todos y un
desarrollo ecológicamente equilibrado; supone la asignación por la sociedad de
los recursos adecuados a ello y la fijación colectiva de los principios y
criterios del uso del común y del reparto del producto social. Ello requiere
sin duda una “redistribución radical del poder” y ha de conllevar la
eliminación progresiva de “todas las formas sociales y estructurales de poder
despótico” (EGM).
Que tal alternativa no esté, ni mucho menos, al alcance de la mano; que las
dificultades sean enormes y el resultado incierto; que solo a través de etapas
y de luchas concretas de muy diversa naturaleza se pueda ir avanzando… Todo
ello es cierto, pero tan cierto como ello es que si no concebimos el socialismo
como una alternativa sistémica al capitalismo, marcharemos –como las ‘terceras
vías’- en la dirección contraria.
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