La miseria de la inmigración que narró el autor de 'Las uvas de la ira' en los años de la Gran Depresión sigue dolorosamente presente
IRENE G. PÉREZ
SALINAS, CALIFORNIA | 4 DE ENERO DE 2017
SALINAS, CALIFORNIA | 4 DE ENERO DE 2017
Es sabido que la Historia tiende a
repetirse, y no son pocos los factores de la Gran Recesión que traen
reminiscencias de la Gran Depresión. Evocar esa época implica, necesariamente,
evocar el sufrimiento de quienes la vivieron. Y pensar en la literatura estadounidense
de aquellos miserables años treinta lleva, inevitablemente, a pensar en John
Steinbeck, el autor de Las uvas de la ira, si bien su legado de
aquella década va más allá de ese título.
Nacido en 1902 en Salinas, en la región
de la costa central de California y una de las zonas agrícolas más productivas
del país, Steinbeck conocía muy de cerca la realidad que se vivía en el campo
en uno de los momentos más críticos para el país y para su Estado natal: la
gran migración de agricultores del centro del territorio (Oklahoma, sobre todo,
pero también Kansas y Texas) hacia la costa Oeste, principalmente California,
empujados por el Dust Bowl (“cuenco de polvo”), una
combinación de sequía persistente y suelo erosionado que hacía imposible
conseguir que brotara vida de él.
LA INDUSTRIA
AGRÍCOLA, EN SUS DISTINTOS ÁMBITOS Y FASES, SIGUE SIENDO EL PRINCIPAL MOTOR
ECONÓMICO DEL VALLE DEL MISMO NOMBRE
Con una población de 150.000 personas,
un lunes cualquiera de finales de octubre, Salinas parece un pueblo fantasma.
La industria agrícola, en sus distintos ámbitos y fases, sigue siendo el
principal motor económico del valle del mismo nombre que, no en vano, sus
promotores bautizaron como “la ensaladera del mundo”, por su producción de
lechuga, tomates, brócoli, alcachofas (Castroville dice ser el centro mundial
de la alcachofa), apio y uvas, entre otras.
Lo cierto es que, prácticamente, las
razones que te pueden llevar a Salinas se reducen a dos: alguna actividad
relacionada con la agricultura o John Steinbeck, ya que ahí se encuentra el
Centro Nacional consagrado a su obra y figura, así como la casa familiar, que
actualmente se conserva como restaurante y tienda de recuerdos. No es menos
cierto, por otra parte, que a pesar de que cuesta cruzarse con un alma en la
calle principal, la actitud hacia el visitante es abierta, cordial y
desenfadada, como suele ser costumbre en California.
Compromiso social
En lucha incierta, publicada en 1936, fue su primera obra socialmente
comprometida. El libro explica la organización de un grupo de recolectores de
manzanas en California que se organizan para protestar por los sueldos y las
infames condiciones laborales en una época en la que imperaba la ley de los
vigilantes (grupos de vigilancia privados organizados) y en la que la huelga
podía costar la vida a los trabajadores.
Esta obra —cuya adaptación
cinematográfica, dirigida y protagonizada por James Franco, se presentó en la
última edición del Festival de Cine de Venecia— le valió para recibir el
encargo de escribir para The San Francisco News una serie de
artículos sobre los campos de migrantes y sus condiciones laborales en
California. Los artículos fueron recogidos en un volumen.
Si bien en castellano fue traducido
como Los vagabundos de la cosecha (Libros del Asteroide,
2014), el título original es The Harvest Gypsies (los gitanos
de la cosecha). Steinbeck explica en una carta a Tom Collins, el gerente de uno
de los campos del Estado —prácticamente los únicos que ofrecían unas
condiciones de vida dignas y no enajenantes— que le ayudó a recorrer los
diferentes enclaves, que se disculpaba si ofendía a alguien por utilizar este
título, según recoge Susan Shillinglaw, catedrática de Inglés en la Universidad
Estatal de San José y autora de A Journey into Steinbeck’s California.
“Me pareció una ironía que se obligara a gente así a vivir la vida de los
gitanos”, explica el autor.
Steinbeck describía en esta serie de
seis artículos las vidas de los rostros que fotografió Dorothea Lange. Aunque
quizás eran otras personas, la biografía y geografía del sufrimiento eran
similares: enajenación del individuo, agresividad de los vigilantes,
discriminación, hostilidad, hacinamiento, condiciones sanitarias y laborales
pésimas, la necesidad de moverse rápidamente para poder llegar a trabajar en
todas las recolecciones posibles.
LOS ACCIDENTES
LABORALES PODÍAN SIGNIFICAR LA RUINA DEFINITIVA DE UNA FAMILIA, Y HASTA LA
MUERTE DE ALGUNOS DE SUS COMPONENTES
En el mejor de los casos, narra el
autor californiano, un trabajador podía lograr hasta 400 dólares al año, aunque
la media se situaba en los 300 dólares y el mínimo más habitual rondaba los 150
dólares anuales. Los accidentes laborales podían significar la ruina definitiva
de una familia, y hasta la muerte de algunos de sus componentes: el hambre
hacía difícil la supervivencia, sobre todo para los más pequeños, y las
enfermedades de distinta índole hacían el resto.
La historia de la agricultura
californiana va de la mano, inevitablemente, de la historia de la migración:
primero fueron los chinos —atraídos por la fiebre del oro, se quedaron a
construir el ferrocarril y a trabajar el campo—, después fueron los japoneses,
los mexicanos y los filipinos. Pero en los años 30, eran otros estadounidenses,
granjeros y agricultores que habían perdido las tierras que trabajaban los que
se vieron forzados a vender su mano de obra a precio de saldo.
La ola migratoria y la falta de trabajo
en California eran un obstáculo difícil de salvar para el poder de negociación
de los trabajadores. Para más inri, en algunos casos no salía a cuenta recoger
la cosecha por el precio al que se iba a vender, o no había suficiente mano de
obra en un lugar y momento puntual, y se perdía la cosecha. La fruta se pudría
en el árbol mientras a los migrantes se les prohibía comérsela, a pesar de sus
penurias.
Steinbeck diferencia en sus artículos
entre los pequeños agricultores, que entienden las protestas de los migrantes y
sus reivindicaciones y se posicionan hasta cierto punto con ellos, y aquellos
que formaban parte de Associated Farmers, Inc., una organización de grandes
terratenientes “y sus poderosos aliados empresariales”. Según Steinbeck, esta
asociación se oponía también al programa federal de campos migratorios por el
temor de que estos asentamientos se convirtieran en centros de organización
sindical.
Además, no era extraño que las
poblaciones locales rechazaran tener asentamientos de este tipo cerca. “Se odia
a los migrantes porque se les considera gente ignorante, sucia, que traen
enfermedades, que aumentan la necesidad de presencia policial y la factura de
la escuela en la comunidad, y que si se les permite organizarse pueden,
simplemente rechazando trabajar, arruinar las cosechas de la temporada”,
explica Steinbeck. Nunca se les recibía en la comunidad ni en la vida comunal.
Vagabundos de facto como
eran, no se les permitía sentirse en casa en las comunidades que requerían sus
servicios. En el caso de los extranjeros, esto se podía solucionar, en última
instancia, con deportaciones a su país de origen. No con los oakies.
TRAS LA
PUBLICACIÓN DE ESTOS ARTÍCULOS, QUE FUERON EL GERMEN DE LAS UVAS DE LA
IRA, LLEGÓ DE RATONES Y HOMBRES
Tras la publicación de estos artículos,
que fueron el germen de Las uvas de la ira, llegó De
ratones y hombres. “Es un libro bastante popular en los colegios e
institutos [estadounidenses], que trata la amistad, el sueño americano, habla
de gente trabajadora, corriente”, explica Shillinglaw, quien también dirige el
National Steinbeck Center, en el hall del museo.
“Trató de empatizar con los marginados
y mostrar a la gente cómo es la pobreza, cómo se siente uno al no tener un
hogar. Es algo más que estar en la carretera. Es estar en el paro, separado de
tu familia”, indica esta experta. “Sus libros también tratan del lugar. Puso en
el mapa el valle de Salinas, su tierra. Explicó algunos de los desafíos en el
valle, como el aislamiento y el sentimiento de impotencia, y los hizo
universales”. “The New York Times publicaba hace unos días imágenes
del desmantelamiento del campo de refugiados de Calais [Francia]; esos campos
recuerdan hasta cierto punto los campos de migrantes en California que
describía Steinbeck”, señala.
Por otra parte, su compromiso social no
se limitaba a su tierra natal. En un panfleto titulado Los escritores
se posicionan respecto a la Guerra Civil española, en la que
participaron otros autores de la época, Steinbeck se expresa así: “Tu pregunta
sobre si estoy a favor de Franco es bastante insultante. ¿Has visto a alguien
que no actúe por la avaricia que esté a favor de Franco? No, no estoy a favor
de él ni de sus moros, italianos y alemanes. Pero algunos americanos lo
están".
"Algunos americanos eran
partidarios de la Inglaterra de los hesianos en contra denuestro propio
ejército Revolucionario. Estaban
a favor de los hesianos porque les vendían cosas. Los descendientes de algunos
de aquellos americanos son todavía muy ricos y sensibles en lo que respecta a
la American Way y nuestras 'antiguas libertades'. Soy lo
suficientemente traidor como para no creer en la libertad de un hombre o un
grupo para explotar, atormentar o sacrificar a otros hombres o grupos”.
Un Nobel muy discutido
Las uvas de la ira (1939) fue un bestseller traducido a
42 lenguas con el que el autor californiano ganó muchos adeptos, un premio
Pulitzer, un lugar en la Generación Perdida de Ernst Hemingway y William
Faulkner. En la Unión Soviética, la edición de 1941 fue la edición de mayor
tirada publicada de un autor estadounidense hasta la fecha, con una
distribución de 300.000 copias, aunque Steinbeck no recibió compensación alguna
porque la URSS no le reconoció los derechos de autor. John Ford la llevó a la
gran pantalla en 1940 y, décadas después, en 1995, Bruce Springsteen
recuperaría al protagonista de la obra en su disco The Ghost of Tom
Joad.
EL
EXPRESIDENTE REPUBLICANO HERBERT HOOVER LO TACHÓ DE SUBVERSIVO PELIGROSO
Con este título ganó también férreos
críticos. El expresidente republicano Herbert Hoover lo tachó de subversivo
peligroso. Bill Camp, jefe de la Associated Farmers en el condado de Kent,
utilizó a uno de sus trabajadores, Clell Pruett, para quemar un ejemplar del
título en público. En algunos lugares, como el propio condado de Kent (donde
acaba viviendo la familia Joad), se prohibió el libro.
En 1962, Steinbeck acabaría siendo
reconocido con el premio Nobel. Años más tarde, se publicaron unas cartas en
las que se indicaba que el autor californiano se impuso a otros como Lawrence Durrell
o Robert Graves “por ser el menos malo” en aquella edición. Sea como fuere, en
su día la Academia sueca le concedió el galardón “por sus escritos realistas e
imaginativos, como lo hacen combinando humor simpático y aguda percepción
social”. En la época, “en un momento muy combativo, su libro de Las
uvas de la ira iba sobre los poderosos y los desamparados, y tomó
partido”, explica Shillinglaw.
“Los ánimos estaban muy exaltados y las
críticas vinieron fundamentalmente de los intereses de los poderosos en el
Estado, pero este libro también recibió objeciones por el lenguaje, que se
consideraba sucio porque utilizaba muchos tacos y captó el dialecto que
utilizaban los migrantes. Los de Oklahoma pensaron que Steinbeck les hacía
parecer analfabetos, mientras que los californianos se quejaban de que les
hacía parecer antipáticos”, señala.
Monterey
Más allá de Salinas, donde se ambienta
su otra obra maestra, Al este del Edén, otro lugar indiscutible de
peregrinaje para los lectores de Steinbeck es Monterey, a 18 millas de Salinas
y 120 millas al sur de San Francisco.
En esta ciudad costera --que conserva
el único presidio establecido en la etapa de dominación española que sigue
funcionando en la actualidad como base militar— la familia Steinbeck tenía una
casa en la que se instaló John con su primera mujer, Carol Henning. Aquí están
ambientadas Tortilla Flat (1935), el primer éxito editorial
del autor, y Cannery Row (1945), en la que describe el estilo
de vida de distintos habitantes del lugar. Junto a esta localidad se extiende
la carretera de las 17 millas, en la que, por 10 dólares, se puede entrar con
el coche y disfrutar de las vistas de Pebble Beach, para luego visitar
Carmel-by-the-Sea (o, simplemente, Carmel), y Point Lobos, donde se prolonga la
narrativa steinbeckiana.
En el caso de Cannery Row, si la
realidad no supera la ficción, como mínimo trata de igualarla. El libro de
Steinbeck habla de una calle en la que se concentraban las fábricas de
conservas de sardinas y la vida de los personajes del entorno fuera de las
horas de trabajo. De hecho, del trabajo en estas instalaciones no se habla
prácticamente.
TRAS EL ÉXITO
DEL LIBRO, DECIDIERON CAMBIARLO A CANNERY ROW Y ADAPTARLA A LA FICCIÓN DE
STEINBECK
La calle en cuestión originalmente se
llamaba Ocean View pero, tras el éxito del libro, decidieron cambiarlo a
Cannery Row y adaptarla a la ficción de Steinbeck. Por ejemplo, el edificio
Bear Flag, que en el libro es un burdel, no existía como tal en la realidad, ni
ninguno que se llamara así, pero en la actualidad hay un edificio con ese
nombre, aunque a diferencia del Bear Flag steinbeckiano, acoge varias tiendas
de recuerdos. Como todo Cannery Row, en realidad, donde se conservan los
edificios que antes albergaban las fábricas de conservas, pero hasta ahí la
historia.
En 1984, el lugar de la Hovden Cannery,
una de las primeras conserveras en abrir y la última en cerrar, en 1973, lo
ocupó un acuario que cada año atrae a unos dos millones de visitantes. Y para
ellos se dispone una Cannery Row repleta de tiendas de recuerdos, de camisetas,
restaurantes y hasta algún que otro Starbucks. Algo alejada del bullicio de
esta calle, la casa museo de dos pisos del French Hotel, recuerda que otro
autor, Robert Louis Stevenson, también vivió ahí.
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