domingo, 11 de septiembre de 2016

QUÉ SIGNIFICA SER INTELECTUAL

Ser intelectual

¿Qué significa ser intelectual? ¿Acaso saber quién era Kant o Borges?
Entiendo por “intelectual” a aquél que está en condiciones de evaluar la realidad a partir de la elaboración propia de conclusiones que derivan del conocimiento adquirido en el análisis de una acabada reflexión acerca de la vida.

Un intelectual vive circunstancias semejantes a las que viven los miles y miles de personas a las que no se puede clasificar como tales, lo que, por supuesto, no es significativo de peyoración.  La gran diferencia radica en  que el intelectual trabaja “los adentros” del mundo y los demás “operamos” en la superficie adecuándonos a una realidad que no siempre entendemos pero que aprendemos a soslayar para poder sobrevivir lo más dignamente posible.

El compromiso del intelectual es darnos a entender todo aquello que esconde la realidad para poder  afrontarla según nuestras capacidades afectivas, volitivas e intelectuales, pero nunca lo que tenemos que hacer ni cómo hacerlo que es de nuestra exclusiva incumbencia. En otras palabras, su obligación como intelectual es facilitarnos las claves para saber cómo insertarnos en el mundo a partir de lo que somos y del medio en el que nos movemos.

El intelectual tiene la obligación de abrir puertas que nos conduzcan a la reflexión. Tiene que ser tan amplio como para no transmitir ideología alguna, aunque la tenga. Su compromiso es expandir un ideario de vida que contenga valores universales tales como saber vivir en comunidad, ser tolerante, estar en los demás, ser fiel a un proyecto de vida coherente con sus posibilidades, ser un luchador en defensa de la justicia, a “ver” antes de condenar, en fin, a recuperar una cultura que se fundamenta en SER en los demás y no en TENER.

La influencia de los intelectuales en política debe encerrar una actitud no partidista aunque esclarecedora. Nadie como un intelectual puede analizar objetivamente las causas de los problemas que aquejan a un país. Su juicio será certero y con la templanza que es menester para no ser sospechoso de  anteponer intereses personales, como sucede con los políticos –el caso más fulgurante es el de Felipe González- y la cantidad de ladrones que alberga el PP, ni con periodistas de la catadura de Marhuenda, causantes principales del desasosiego que reina en el electorado.


Los intelectuales hacen  falta como  guía que ponga en blanco sobre negro la realidad y la manera de abordarla adentrándose en todas y cada una de las variables que la animan. Para ello será imprescindible comenzar con la gente de a pie, los que viven atados a ideologías decimonónicas. Será entonces cuando sus representantes puedan asumir con inteligencia y claridad que la partidocracia va camino de desaparecer y que las ideologías no son sino una trampa a la que los políticos actuales apelan porque  temen que los idearios terminen con el circo que estamos viviendo en España y en muchos países  de América del Sur.

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