PENSADORES DEL 21
Jorge Alemán:
El psicoanalista argentino, que presenta ‘Horizontes neoliberales en la subjetividad’, advierte de que “sólo una fuerza política que consiga establecer diques, conservar lo que merece ser conservado, puede frenar la marcha indetenible del capital”.
CRISTINA S. BARBARROJA @CrisSBarbarroja
Dice que le resulta complicado definirse: “Por mi formación psicoanalítica debo decir que uno no tiene acceso a sí mismo”. Quizás por eso el psicoanalista, estudioso de la sofisticada teoría de Jacques Lacan, es también poeta, “porque la poesía –explica- cifra cosas que me permiten entender mejor lo que ocurre, incluso aunque carezca de sentido”. Y, por entender lo que él no consigue más que en sus versos, un resistente de la “izquierda lacaniana” que él mismo ha construido a partir del psicoanálisis, Freud y Lacan.
Para suavizar la teoría, Jorge Alemán (Buenos Aires, 1951) pincha un disco de Tony Bennett, se sienta de espaldas a una pared roja decorada con los retratos de Marx o Evita Perón; enciende un cigarro y, con las maneras pacientes del profesor universitario que es, comienza a explicar: “Siempre he vivido siempre en esa tensión entre el psicoanálisis, que se mueve en el campo del sujeto, y la izquierda, que piensa el colectivo. Lo que el psicoanálisis dice de la condición humana no encaja en ciertos sueños y anhelos de la izquierda. Sin embargo, pienso que tiene que haber ya un giro dentro de la izquierda, que no puede seguir pensando en proyectos emancipatorios sin admitir cómo está hecho el ser humano”.
Y en eso está desde hace años, desde que siendo casi un crío se vio obligado a dejar la Argentina de Videla y los desparecidos. “Era un joven militante, profesor ayudante de Psicología en Universidad de Buenos Aires. Allí desaparecieron varios compañeros, como en el sindicato en el que trabajaba. Tenía 25 años cuando vine, pero había muerto tanta gente cercana que yo ya no tenía esa edad”. Con el desagarro del exilio y la tragedia argentina, recala el pensador en Madrid, en el barrio de Malasaña en el que aún tiene su hogar, y en un país que acababa de enterrar a Franco.
Para suavizar la teoría, Jorge Alemán (Buenos Aires, 1951) pincha un disco de Tony Bennett, se sienta de espaldas a una pared roja decorada con los retratos de Marx o Evita Perón; enciende un cigarro y, con las maneras pacientes del profesor universitario que es, comienza a explicar: “Siempre he vivido siempre en esa tensión entre el psicoanálisis, que se mueve en el campo del sujeto, y la izquierda, que piensa el colectivo. Lo que el psicoanálisis dice de la condición humana no encaja en ciertos sueños y anhelos de la izquierda. Sin embargo, pienso que tiene que haber ya un giro dentro de la izquierda, que no puede seguir pensando en proyectos emancipatorios sin admitir cómo está hecho el ser humano”.
“Comenzaban a abrirse salas, las películas de Almodóvar, filósofos que alababan la gastronomía y los puros. Así que la experiencia misma del exilio para mí fue secreta. Yo no podía amargar la fiesta”. Recuerda de aquellos años los bares del barrio: el Parnasillo, el Café Ruiz o La Manuela, donde asistía a las tertulias de Agustín García Calvo que compartía con Sánchez Ferlosio, Fernando Savater o su “primer amigo” Leopoldo María Panero, aunque aclara: “No se le puede llamar amigo porque Panero no tenía amigos. Estaba loco en el sentido noble del término”.
“La Transición no fue la ruptura que imaginaba la izquierda. Porque terminan sus grandes relatos y la política pierde su lugar”
Son los años de La Movida, que en breve aparecerán en el libro que escribe junto a German Cano –Del Desencanto al populismo-, en los que El Desencanto no sólo hace referencia al documental de Jaime Chávarri sobre los Panero: “Una frase que resume el Desencanto es la de Vázquez Montalbán: ‘Contra Franco vivíamos mejor’. La Transición no fue la ruptura que imaginaba la izquierda, no fue la llegada un nuevo orden. Porque terminan sus grandes relatos y la política pierde su lugar”, se lamenta.
No, en el caso de Jorge Alemán, que ya entonces comenzó a buscar en Lacan respuestas a sus pulsiones políticas. Soluciones que plasma en su último trabajo: Horizontes neoliberales en la subjetividad. De nuevo con la paciencia del orador acreditado, trata de resumir: “El capitalismo tiene mucha más fuerza de la que pensaba Marx: no era solamente la explotación de la fuerza de trabajo sino un modo de apropiarse de la subjetividad. El neoliberalismo, que es una mutación del capitalismo, se caracteriza por ser una gran fábrica de subjetividades”.
Enciende otro cigarro para poner un ejemplo: “Los libros de autoayuda tienen mucho de esto. Desde que existe el imperativo de ser feliz, la gente es más infeliz que nunca. Y el capitalismo es capaz de generar figuras de identificación, dispositivos –el empresario de sí mismo, el hombre endeudado…- en los que uno está más allá de sus posibilidades en una lógica en la que siempre está superado, nunca da la talla”.
No, en el caso de Jorge Alemán, que ya entonces comenzó a buscar en Lacan respuestas a sus pulsiones políticas. Soluciones que plasma en su último trabajo: Horizontes neoliberales en la subjetividad. De nuevo con la paciencia del orador acreditado, trata de resumir: “El capitalismo tiene mucha más fuerza de la que pensaba Marx: no era solamente la explotación de la fuerza de trabajo sino un modo de apropiarse de la subjetividad. El neoliberalismo, que es una mutación del capitalismo, se caracteriza por ser una gran fábrica de subjetividades”.
Enciende otro cigarro para poner un ejemplo: “Los libros de autoayuda tienen mucho de esto. Desde que existe el imperativo de ser feliz, la gente es más infeliz que nunca. Y el capitalismo es capaz de generar figuras de identificación, dispositivos –el empresario de sí mismo, el hombre endeudado…- en los que uno está más allá de sus posibilidades en una lógica en la que siempre está superado, nunca da la talla”.
En Lacan dice el psicoanalista haber encontrado una respuesta afirmativa. “La prueba es que, cada tanto, se producen irrupciones igualitarias que tienen que ver con los derechos humanos, con la mujer, etc… que demuestran que todavía existen experiencias de lo común que no han sido apropiadas por el capitalismo”. En el caso de nuestro país, esas ‘experiencias de lo común’ estarían representadas por las fuerzas políticas emergentes como Podemos, que Alemán entiende como “un retorno de lo reprimido”.
“Lo que irrita a la estructura dominante no es el populismo o Venezuela, sino que se ha producido una suerte de retorno al pasado que pensaban cancelado”“Las formaciones políticas emergentes no vienen de los sectores clásicos explotados. Han surgido de distintos sectores que traducen políticamente al 15M: profesionales, profesores, jóvenes no proletarios que no se sienten representados por las gramáticas vigentes, que quieren construir un relato nuevo. Lo que hizo emerger a Podemos, Las Mareas, etc… es que la historia es el lugar en el que reaparece lo reprimido. Por eso no hay crimen perfecto. La Transición se deshizo muy rápidamente del franquismo, pero no hay forma de borrar el pasado. Lo que verdaderamente irrita a la estructura dominante no es el populismo o Venezuela, sino que se ha producido una suerte de retorno al pasado que pensaban reprimido, cancelado, atado y bien atado en un paquete”.
Y sin pretenderlo, se mete el pensador en el penúltimo debate interno de la formación, el representado por Pablo Iglesias e Iñigo Errejón. Se ríe y apela a su edad para no ponerse en ningún lado y ofrece una explicación teórica a lo que califica de desafío y problema insoluble: “Una fuerza de izquierdas que entra en la lógica electoral tiene que demostrar, por un lado que no encarna el caos, que es un principio de orden que se va hacer cargo; y por otro, no puede renunciar a su vocación transformadora. De ese desafío surgen internamente un montón de posiciones que no se puede polarizar ni escindir. Hay que estar muy bien preparados para jugar en el terreno que propone la estructura dominante”, concluye.
Y sin pretenderlo, se mete el pensador en el penúltimo debate interno de la formación, el representado por Pablo Iglesias e Iñigo Errejón. Se ríe y apela a su edad para no ponerse en ningún lado y ofrece una explicación teórica a lo que califica de desafío y problema insoluble: “Una fuerza de izquierdas que entra en la lógica electoral tiene que demostrar, por un lado que no encarna el caos, que es un principio de orden que se va hacer cargo; y por otro, no puede renunciar a su vocación transformadora. De ese desafío surgen internamente un montón de posiciones que no se puede polarizar ni escindir. Hay que estar muy bien preparados para jugar en el terreno que propone la estructura dominante”, concluye.
El próximo día 5, Alemán presentará en Madrid, en La Morada, sus Horizontes neoliberales en la subjetividad, en los que también recupera a Borges, a Panero, a Laclau. Mientras continua con su actividad docente en conferencias, universidades, convencido de que la importancia del 15M y la emergencia de Podemos no sólo tiene que ver con el fenómeno electoral: “Lo más importante es que en España estos movimientos se han apropiado de las palabras ‘soberanía’, ‘pueblo’, ‘defensa de la patria’, que la izquierda socialdemócrata ha abandonado en beneficio del consenso neoliberal y que, en el resto de Europa, son propiedad de la extremaderecha, que nunca las va a utilizar contra los poderosos”.
Mientras sigue sonando Bennet, termina el psicoanalista hablando de futuro y de una discusión que dice sostener a menudo con su colega Carlos Fernández Liria: “Ya no hay incertidumbre. Las estructuras neoliberales son abstractas, ya no necesitan de la gente, ni de los Estados ni de las familias. Por eso no hay crisis del capitalismo, hay crisis de los pueblos, de las naciones, de las comunidades. El capitalismo no sólo no está en crisis sino que cada vez extiende más sus tentáculos. Es más fácil pensar el fin del mundo que el fin del capitalismo”, cita una frase de múltiples padres. Parafraseando a Heiddeger finaliza la hora larga de oratoria con acento porteño: “Sólo un dios puede salvarnos, dijo el filósofo. Ese dios es una experiencia política que logre establecer diques, conservar lo que merece ser conservado y detener la marcha indetenible del capital”, concluye el poeta.
Mientras sigue sonando Bennet, termina el psicoanalista hablando de futuro y de una discusión que dice sostener a menudo con su colega Carlos Fernández Liria: “Ya no hay incertidumbre. Las estructuras neoliberales son abstractas, ya no necesitan de la gente, ni de los Estados ni de las familias. Por eso no hay crisis del capitalismo, hay crisis de los pueblos, de las naciones, de las comunidades. El capitalismo no sólo no está en crisis sino que cada vez extiende más sus tentáculos. Es más fácil pensar el fin del mundo que el fin del capitalismo”, cita una frase de múltiples padres. Parafraseando a Heiddeger finaliza la hora larga de oratoria con acento porteño: “Sólo un dios puede salvarnos, dijo el filósofo. Ese dios es una experiencia política que logre establecer diques, conservar lo que merece ser conservado y detener la marcha indetenible del capital”, concluye el poeta.