miércoles, 7 de septiembre de 2016

¿ES TONTO O NO LO DEJAN IRSE?

Carlos A. Trevisi

Sin duda nuestros políticos –la mayoría de ellos- nos toman por idiotas sin darse cuenta de que, si bien podemos serlo, al no tener obligaciones de estado, lo disimulamos.
Los políticos de la derecha española llevan a cabo su gestión a partir de las ventajas que otorgan a los poderosos – lo cual no los inhibe de lanzar entusiastas mentiras a todos aquellos que sin serlo aspiran a una posición social que les dé lustre: pertenecen a una clase media venida a menos que la precipitación con la que lograron una posición económica importante no los ha cualificado como depositarios de una cultura transmisora de usos y costumbres valederos como sucede en otros países. Se podrían atribuir estos rasgos –no saber ponerse en común, no poder ser más allá de lo que ellos mismos imaginan que pueden ser, un individualismo extremo, entender la libertad como una parcela incompartible, y muchas otros vicios que vemos a diario en su comportamiento cotidiano en relación con los demás: quejarse sin más, sin actuar en defensa de lo que proclaman acaso porque cualquiera habla pero muy pocos saben hacer.
El PSOE, sin actuar del mismo modo, vive un debate que plantea por un lado  lo que manifiesta Felipe González en el sentido de acompañar al PP para que haya gobierno, y por otro un despistado Sánchez que se debate entre ser socialista-socialista o lo que los votos que le restarían serlo si se candidateara a “algo” en las elecciones.
El joven Rivera – hablar de su partido sería una exageración- anda a la pesca de quién podría favorecerlo en un futuro cada vez más nublado como el que se le avecina. Con todo, es un joven brillante, acaso uno de los más brillantes de los políticos del espectro actual.
La situación que se plantea actualmente con motivo de sucesivos intentos de elegir gobierno pone en boca de todo el mundo el cansancio de la gente y la culpa que les cabe a los políticos por no ser capaces de resolver el problema.
La gente se harta de tanta especulación, pero no hace nada como no sea derivar el voto de un partido a otro –y no todos, claro-, como si esa fuera la solución. El periodismo ofrece más de lo mismo: discutir las eventuales alianza entre partidos para no llegar a una tercera elección.
El fracaso de la postulación de Rajoy se remató, el mismo día en que se le dijo que no en la Cámara de Diputados, con el nombramiento de un ex ministro al que ya registra la historia como mentiroso compulsivo, para director del Banco Mundial.
Hay dos o tres cosas que el periodismo no se atreve a decir: que Rajoy no puede repetir como presidente porque es un tonto de capirote; que tiene que haber algo gordo por detrás para que el PP no lo cambie por algún otro candidato más competente, solución ésta que votaría muchísima gente que se ríe de él, aún en el PP  y, finalmente, que si la mayoría de la ciudadanía no quiere nuevas elecciones es porque entiende que esto no tiene solución y no tiene mucho interés en que la tenga.

Mi opinión personal, aparte de lo ya vertido, es que los políticos son incapaces de afrontar la realidad sobre todo porque aspiran al “puesto”  privilegiado que ocupan sin hacer gran cosa y saben que no tienen conocimientos para  escalar una montaña de dificultades que no están en condiciones de resolver (salvo unas pocas excepciones –la mayoría conocidas por el gran público).  

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