Releyendo un libro que publiqué allá por 1990 (CAUSALES DE LA MARGINADLIDAD EN LA ARGENTINA) me topé, después de mucho tiempo con lo que vais a leer a continuación.
Espero que lo disfrutéis. Su autor G. Belli
Carlos A. Trevisi
LOS PORTADORES DE SUEÑOS
En todas las profecías
está escrita la destrucción
del mundo.
Todas las profecías cuentan
que el hombre creará su
propia destrucción
Pero los siglos y la vida
que siempre se renueva
engendraron también una
generación de amadores y soñadores;
hombres y mujeres que no
soñaron con la destrucción del mundo,
sino con la construcción del
mundo de las mariposas y los ruiseñores.
Desde pequeños venían
marcados por el amor.
Detrás de su apariencia
cotidiana
guardaban la ternura y el
sol de medianoche.
Sus madres los encontraban
llorando por un pájaro muerto
y más tarde también los
encontraron a muchos
muertos como pájaros.
Estos seres cohabitaron con
mujeres traslúcidas
y las dejaron preñadas de
miel y de hijos reverdecidos
por un invierno de caricias.
Así fue como proliferaron en
el mundo los portadores de sueños,
atacados ferozmente por los
portadores de profecías habladoras de catástrofes.
Los llamaron ilusos,
románticos, pensadores de utopías,
dijeron que sus palabras
eran viejas
-y, en efecto, lo eran
porque la memoria del paraíso es antigua
en el corazón del hombre-
los acumuladores de riquezas
les temían
y lanzaban sus ejércitos
contra ellos,
pero los portadores de
sueños todas las noches hacían el amor
y seguía brotando su semilla
del vientre de ellas
que no sólo portaban sueños
sino que los multiplicaban
y los hacían correr y
hablar.
De esta forma el mundo
engendró de nuevo su vida
como también había
engendrado a los que inventaron la manera
de apagar el sol.
Los portadores de sueños
sobrevivieron a los climas gélidos
pero en los climas cálidos
casi parecían brotar por generación espontánea.
Quizá las palmeras, los
cielos azules, las lluvias torrenciales
tuvieron algo que ver con
esto,
la verdad es que como
laboriosas hormiguitas
estos especímenes no dejaban
de soñar y de construir
hermosos mundos,
mundos de hermanos, de
hombres y mujeres que se llamaban compañeros,
que se enseñaban unos a
otros a leer, se consolaban en las muertes,
se curaban y cuidaban entre
ellos, se querían, se ayudaban en el
arte de querer y en la
defensa de la felicidad.
Eran felices en su mundo de
azúcar y viento
y de todas partes venían a
impregnarse de su aliento
y de sus claras miradas
y hacia todas partes salían
los que los habían conocido
portando sueños
soñando con profecías nuevas
que hablaban de tiempos de
mariposas y ruiseñores
en que el mundo no tendría
que terminar en la hecatombe
y, por el contrario, los
científicos diseñarían
fuentes, jardines, juguetes
sorprendentes
para hacer más gozosa la
felicidad del hombre.
Son peligrosos -imprimían
las grandes rotativas
Son peligrosos -decían los
presidentes en sus discursos.
Son peligrosos -murmuraban
los artífices de la guerra
Hay que destruirlos
-imprimían las grandes rotativas
Hay que destruirlos -decían
los presidentes en sus discursos
Hay que destruirlos
-murmuraban los artífices de la guerra.
Los portadores de sueños
conocían su poder
y por eso no se extrañaban
Y también sabían que la vida
los había engendrado
para protegerse de la muerte
que anuncian las profecías.
Y por eso defendían su vida
aun con la muerte.
Y por eso cultivaban
jardines de sueños
y los exportaban con grandes
lazos de colores
y los profetas de la oscuridad
se pasaban noches y días enteros
vigilando los pasajes y los
caminos
buscando estos peligrosos
cargamentos
que nunca lograban atrapar
porque el que no tiene ojos
para soñar
no ve los sueños ni de día,
ni de noche.
Y en el mundo se ha desatado
un gran tráfico de sueños
que no pueden detener los
traficantes de la muerte;
y por doquier hay paquetes
con grandes lazos
que sólo esta nueva raza de
hombres puede ver
y la semilla de estos sueños
no se puede detectar
porque va envuelta en rojos
corazones
o en amplios vestidos de
maternidad
donde piececitos soñadores
alborotan los vientres que los cargan.
Dicen que la tierra después
de parirlos
desencadenó un cielo de arcoíris
y soplo de fecundidad las
raíces de los árboles.
Nosotros sólo sabemos que
los hemos visto
Sabemos que la vida los
engendró
para protegerse de la muerte
que anuncian las profecías.
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