ARGENPRESS
Argentina: Jóvenes sin memoria ni futuro
LA ARENA
Decía Curzio Malaparte que un golpe de estado es "el recurso de poder
cuando se corre el peligro de perder el poder". Como cuadra a tan notable
periodista y dramaturgo, en pocas palabras pudo explicar y definir un hecho
político tramado por las clases dominantes que, por tan repetido durante el
curso del siglo XX, los argentinos podríamos dar cátedra como licenciados sino
doctores en esa materia.
El tema es hoy oportuno porque este último lunes se cumplieron ochenta años de aquel funesto 6 de setiembre de 1930, cuando un general que se creyó iluminado, José Félix Uriburu, perpetrara el primer y exitoso ataque contra las instituciones republicanas.
El tema es hoy oportuno porque este último lunes se cumplieron ochenta años de aquel funesto 6 de setiembre de 1930, cuando un general que se creyó iluminado, José Félix Uriburu, perpetrara el primer y exitoso ataque contra las instituciones republicanas.
Debe destacarse lo de fructífero porque, desde la organización nacional en
1853, abundaron aquí los hechos de armas que terminaron con las autoridades
legales. Se recuerda que Bartolomé Mitre reprimió y abortó más de ciento
treinta "revoluciones" pero, años después de completar su mandato, en
noviembre de 1974, para evitar el ascenso a la presidencia de Nicolás Avellaneda,
él también ensayó su golpe que fue aplastado en la batalla de La Verde. Sin
contar los levantamientos de los caudillos provincianos, siguieron menudeando
los intentos de golpe, desde el planeado por el gobernador bonaerense Carlos
Tejedor hasta la Revolución del Parque de 1890 encabezada por Manuel J. Campos,
quien poquitos años antes fundara nuestra cercana General Acha.
Ese último episodio armado fracasó en su propósito, pero provocó la caída
del presidente Juárez Celman y, también, promovió el nacimiento de partidos
políticos más modernos (el socialismo y el radicalismo) que dejaron atrás la
vieja antinomia de Liberales y Autonomistas.
Volvamos al '30. Mas allá de los errores y debilidades que pudieran
enrostrársele al presidente derrocado, el ya anciano Hipólito Irigoyen, el
golpe setembrino fue funesto por la imposición de una dictadura retrógrada,
asentada en una policía que inauguró la picana eléctrica como elemento de
tortura y el arresto masivo de opositores, algunos de ellos confinados en la
remota cárcel de Ushuaia.
También marcó el nacimiento de un período político que la historia define
como la "década infame", con su "fraude patriótico" que
ungió gobiernos de muy escasa o nula sensibilidad social. Y, como ominoso
agregado, inauguró la serie de golpes de estado que por espacio de medio siglo,
irrumpieron con un intervalo de una curiosidad matemática que se reducía cada
vez en un año (trece años entre 1930 y 1943, doce entre 1943 y 1955, once entre
1955 y 1966, diez entre 1966 y 1976). La serie fue felizmente cortada en 1983,
cuando un gobierno legal se animó a abandonar la rutina de la amnistía y
decidió juzgar con la ley en mano, los crímenes de la última dictadura.
Setiembre de 1930 es una fecha de enorme relevancia y en el aspecto más
negativo. Tendría que haber sido (pero no lo fue) una advertencia para impedir
nuevas aventuras de ese tipo o, al menos, aislarlas no prestándoles el apoyo
considerable que todas ellas han tenido de parte de sectores civiles.
Pero, lastimosamente, aquel primer zarpazo triufante ni siquiera ha
penetrado en dosis deseable en el conocimiento general. El mismo y último lunes
6, el columnista se aventuró a una espontánea encuesta, abordando a dos docenas
de jóvenes y no tan jóvenes. Cuando les preguntó de qué episodio político se
cumplían 80 años, sólo encontró (salvo una solitaria excepción) un gesto de
asombro. Al ampliarse el interrogante y mencionarles que se ese mismo día de
1930 se había producido un golpe de estado y hasta cuando se nombró al cabecilla,
encontró la misma y total ignorancia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario