POR Sebastian Sebago [mailto:sebagomx@gmail.com]
ENVIADA POR MARIO CÁNEPA DESDE BUENOS AIRES
ENVIADA POR MARIO CÁNEPA DESDE BUENOS AIRES
El recuerdo personal más remoto que tengo de la historia
argentina del siglo XX es a mi madre retirándome antes de hora del colegio por
los rumores que se corrían sobre una de las muchas revoluciones que asolaron al
gobierno del Dr. Frondizi. Hoy todos extrañan a Frondizi y se llenan la boca
con alabanzas, pero en su momento pocos lo defendieron, y no lo dejaron
gobernar.
Recuerdo los tanques de los azules recorrer las calles de
Pergamino, dónde nos encontró la nueva trifulca militar dada en llamarse -con
poca imaginación- “azules y colorados”.
Recorrí el país en tren en los tiempos de Illía. Tucumán y
los enormes talleres de Tafí, Córdoba y los vagones construidos en Argentina.
Ahora se enorgullecen las autoridades de mostrar los que importan de China…
Era algo mayor cuando supe del cachetazo que Illia le
propinó a no sé qué general cuando fue a anunciarle que había cesado su
mandato. Después salió a la calle y llamó al primer taxi que pasaba para irse a
su casa. Fue otro más al que no dejaron gobernar.
Onganía parecía que iba a sacar al país del “sopor de
quelonio” que Vandor (el del peronismo sin Perón) le atribuía al gobierno
precedente; pero el golpe del ‘66 terminó en drama: el Cordobazo contra la
Morsa (ahora tenemos otra morsa más temible).
Así y todo, con estos subes y bajas, la Argentina de los
sesenta era un país maravilloso. Con problemas, mil problemas pero era un buen
país para vivir… hasta que volvió Perón y terminó de abrir la puerta de los
infiernos. Guerrilla peronista que peleaba contra un gobierno peronista, Lopecito y la
AAA, Isabelita, la patria sindical, Casildo y su yo me borro, el Rodrigazo, inflación,
secuestros, las cartas de amenazas, las bombas, la represión militar y el
despelote económico.
Después volvieron los militares y los excesos en la
represión, sin juicio ni defensa en una guerra no declarada. También volvió la
patria financiera: La cultura del plazo fijo sin industria. Mucho no podía
durar.
Con la vuelta a la democracia muchos argentinos nos
percatamos que poco habíamos votado en nuestras vidas. La campaña electoral del
‘83 fue de antología: “n” clamaba Herminio Iglesias, mientras incendiaba el
ataúd ante la sonrisa inocente de Ítalo Luder, el mismo que había firmado el
decreto de aniquilamiento de la guerrilla.
El ataúd incendiado le costó las elecciones ante un Alfonsín
que recitaba el Preámbulo de la Constitución hasta emocionarnos.
Ganó Alfonsín y el peronismo usó de ariete al sindicalismo.
Alfonsín también trató de tener un país normal, sin prepotencia sindical, pero
no pudo. Catorce paros, más inflación e hiperinflación…
Triunfó el “Síganme” de Menem, quien de la noche a la mañana
se recortó las patillas y sacó un plan de Bunge y Born de la galera, que
fracasó con la precoz muerte de Roig. Le siguió Cavallo y el uno a uno, con un
endeudamiento desmedido, las ínfulas de estar en el primer mundo y proyectos
faraónicos que solo sirvieron para desviar fondos. Lo llamaron neoliberalismo,
aunque de liberalismo tuviese poco.
De la Rúa no tuvo muchas posibilidades de desactivar las
bombas sembradas y todos sabemos cómo terminó, en un estruendoso default. Vino
Duhalde y sus miedos, y el error garrafal de dejarle el gobierno a los
pingüinos depredadores.
El resto lo conocen:
La sistemática destrucción de los mecanismos de control de
Estado, pero con una economía que debía estar abulonada a precios fijos, el
capitalismo de amigos, el robo descarado, el curro de los Derechos Humanos, la
división entre los argentinos, la mentira para gobernar al país y el colapso
final de una mujer desquiciada.
Macri no es De Gaulle, ni Churchill, ni Adenauer, ni Felipe
González… pero aprendió algo de todos ellos, y sabe cómo funciona el mundo.
Al menos habla inglés. Desde los tiempos de Ortiz es que no
tenemos un presidente que hable inglés. Parece un detalle menor, pero no saber
otro idioma da una visión sesgada a cualquier profesional, más de un
presidente.
Hay muchísimo para hacer. Se destruyó a la Argentina y mucha
gente se enquistó en un discurso de barricada, patriotero, facilista, plañidero
y lleno de consignas de derechos humanos, sin los deberes de los ciudadanos. La
democracia del choripán y la Coca…
También somos muchos los que no vemos así las cosas porque
queremos un país con laburo y sin dádivas.
Queremos un país de mente abierta.
Queremos un país dónde los presos no ganen más que los
jubilados.
Queremos un país que sancione a los corruptos, porque sin
Justicia no hay nación.
Queremos un país de diálogo, sin prepotencia, ni cortes, ni
aprietes, ni narcos, ni inseguridad.
También sabemos que acá hay que trabajar y dejar trabajar a
los que salieron electos. Basta de palos en la rueda. ¡Tuvieron doce años e
hicieron mierda todo, hasta el papel higiénico se robaron y encima se quejan de
la inflación a un mes de entregado el gobierno! ¿Por qué no se quejaron los
gobernadores cuando la señora del látigo les tiraba migajas? ¿Por qué no se
quejan a los que vaciaron las cajas y llenaron al gobierno de ñoquis?
Los K son caraduras, hipócritas, mentirosos y ladrones.
Sobre todo, ladrones asustados porque se ven venir la noche y terminarán
presos. Y deben terminar presos.
Ya vimos lo que le hicieron con Frondizi, con Illía, con
Alfonsín y de la Rúa. No podemos permitir que eso se repita.
Queremos un país normal que puede ser muy aburrido para los
críticos cósmicos que nunca construyeron nada, ni pagaron sueldos ni dieron
empleo, pero que critican.
Para los que ya tenemos más de 50 y vimos caer a la
Argentina a pedazos, es quizás nuestra última oportunidad de ver un país
normal. No nos engañemos: no vamos a ser cómo Alemania, Suecia u Holanda, pero
no queremos chicos escarbando en la basura, ni ladrones en el poder, ni calles
cortadas porque a dos desquiciados se les ocurre.
No queremos otro gobierno populista, y para lograr eso no
nos tienen que atropellar. Somos mayoría.
Muchos se llenan la boca con el 17 de octubre como el sumum de
la democracia, pero no hubo acto público más concurrido que el #8N de noviembre
de 2012. Fuimos mas de un millón y medio de personas que en paz pedimos que termine
la locura. No podemos, ni vamos a permitir que cuatro corruptos nos digan qué
hay que hacer.
Yo no me olvido. Y nadie debe olvidarse lo que vivimos,
porque esa es la única forma de no repetir el pasado y si no peleamos, y si no
decimos lo que pensamos, ni defendemos al país que queremos, volveremos a caer
en manos de los bandidos.
Y ni yo, ni usted, ni el país tiene más tiempo que perder.
El Presidnee MACRI ha sido uno de los destinatarios de este
artículo.
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