miércoles, 16 de septiembre de 2015

EL TORO DE LA VEGA, LOS INMIGRANTES Y QUÉ NO

Carlos A. Trevisi

En más de una ocasión hemos hablado de las diferencias que existen entre CIVILIZACIÓN y CULTURA, y casi siempre hemos vituperado la civilización porque, aunque de a poco, ha terminado por relegar a la cultura, las grandezas que encierra la cultura, para transformar a la gente en meros juguetes de un mundo de diversión. Pese a todo hemos destacado, igualmente, que la civilización encierra virtudes tales como la puesta en común de las gentes, los derechos que les asisten como miembros de una comunidad, el respeto por las normas, la solidez de principios que nadie quiebra, la individualización que antepone la comunidad antes que al individuo y muchas otras cosas que si bien por un lado nos favorecen, en otros aspectos, han borrado los valores  que a lo largo de cientos de años no hemos sabido mantener, tales como enseñorear el afecto, la inteligencia, la voluntad y la libertad y transformarlas en actitudes de vida: que una cosa son las declamaciones y otras ponerlas en acto. Bastaría con ver la actitud que ha asumido a Europa respecto de los inmigrantes que en este mismo momento la acosan en su desesperación por librarse de las guerras y las hambrunas que los acosan. Así, ha saldo a luz que Francia ha vendido más de 10 mil millones de euros en armas y España unos 5 mil millones. Ante la necesidad de prestar apoyo a los miles y miles de desvalidos que se aventuraron en tortuosos viajes a llegar a Europa en -se calcula en lo que resta del año serán alrededor de 1 millón- países como Hungría han dado pruebas de insolvencia moral no solo retaceando ayuda* sino también actuando miserablemente al arrojar comida por el aire a una multitud hambrienta como si se tratara de bestias salvajes. Las incoherencias entre lo que hacemos y lo que declamamos son tan manifiestas que no es difícil pensar que el caso de Hungría merece, cuánto menos su expulsión de la UE **; pero no hemos actuado en consecuencia, ni siquiera advirtiendo que no era digno de la vieja Europa proceder de ese modo. Queda claro que hay otras prioridades.

España, como varios otros países que se complacen íntimamente en recitar postulados de grandeza cae en una intolerancia propia de la ignorancia. El tema éste del Toro de la Vega que una turba mata a lanzazos es una prueba de ello.  Las opiniones de los que no están de acuerdo reflejan haber incorporado un grado de civilización que choca contra las opiniones que defienden la fiesta del Toro. Los países más civilizados del mundo -que no más cultos- tales como Inglaterra, EE.UU y los países del norte de Europa, amén de muchos otros (los que llamamos del "tercer mundo") critican severamente no solo un acto como al que aludimos sino también a las corridas de toros.

El toro de la Vega ha servido de muestra para ratificar lo dicho. No solo lo han matado salvajemente atravesándolo con una lanza sino que el enfrentamiento con aquellos que se manifestaban en contra terminó con más de una decena de heridos.

La televisión nos mostró escenas escalofriantes, pero las declaraciones de aquellos que defendían la fiesta daba pena; lo más grosero, agresivo, y sin razón que uno se puede imaginar. El argumento que más se defendía era que se trataba de una fiesta tradicional a la que no tenían porqué asistir aquellos que estuvieran en contra. El alcalde del pueblo no pudo estar peor que la gente vociferante de furia. Dijo que era un acto de libertad y que el espacio que se le concede a la fiesta es público, de modo que no había razón para tanto jaleo. La cosa terminó con el toro muerto y con un declaración de los organizadores que declararon nulo el evento.   

Uno no puede dejar de pensar en otras calamidades que anidan en nuestra sociedad y preguntarse si no será razonable, dada la fragilidad en que se debaten nuestros principios, que aparezcan en escena políticos y periodistas como los que se muestran a diario en los telediarios: mentirosos, socarrones, falsos y qué no. Al fin y al cabo los que los votan son los mismos que aceptan la matanza del toro como un hecho que marca la tradición o un Rajoy que teme perder votos si asiste al casamiento de un miembro homosexual de su partido y condena a 5 millones e trabajadores y a sus familia al ostracismo, al extremo que ni comer pueden en nombre de la recuperación de España, como si España fuera un mero territorio donde sus gentes no cuentan

Tampoco puede extrañarnos que nos encontremos con gente que para aligerar su miserable conciencia se manifieste generosa solo porque arrima unos euros a las ONGs  y después se manifieste en contra de los inmigrantes por aquello de que no "podemos con la que nos cae como para agregar otra gente que uno ni conoce"; o visitar ancianos desconocidos en los asilos,  olvidándose del prójimo, el que vive al lado, el vecino, al que por conocer sus "antecedentes" no le escatiman un "se lo merece, siempre ha llevado un vida de.." 

Nuestro problema consiste en que vivimos para adentro olvidándonos (o no sabiendo) que somos lo que somos porque somos incapaces de vivir en los demás.

** Egoísmos nacionales
La UE tiene que sancionar a los países refractarios a los refugiados

Cruzada por la verdad
ASÍ VA TODO (EN ESPAÑA Y EN EUROPA Y EN... )

http://guadarramaenmarcha.blogspot.com.es/2015/07/asi-va-todo-en-espana-y-en-europa-y-en.html









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