Por María Paz Trevisi
Abogada
Abogada
“El más seguro […] medio de prevenir
los delitos es perfeccionar la educación”.
Cesare Beccaria.
1738-1794.
I
INTRODUCCIÓN.
El objeto de este trabajo es comprobar si guarda algún nexo causal el tipo
de educación dispensada a los sujetos con la comisión de delitos por su parte.
Para ello, es preciso, en primer lugar, saber qué es la educación y, en
segundo término, conectar dicho concepto con las Teorías Criminológicas más
importantes, a fin de comprobar si, efectivamente, la educación impartida a las
personas influye en su posterior conducta delictiva. Dicho de otra forma, las
preguntas que se pretenden dilucidar son: ¿La ausencia de una adecuada
educación puede ser causa de que un sujeto delinca? ¿Puede la educación
prevenir la delincuencia?
Las principales Teorías Criminológicas en las que vamos a centrar
nuestro trabajo son tres: Del Aprendizaje Social, de la Frustración y del
Autocontrol.
Comprobaremos si dichas Teorías han tenido presente la falta de educación
como origen de la delincuencia o, en sentido contrario, si la educación es una
posible vía de prevención de la misma.
De todos modos, hemos de tener en cuenta que son muy numerosas las
causas por las cuales se delinque y que la falta de educación, puede ser una
entre tantas. Así lo afirma Lombroso, al considerar que no existe delito
que no encuentre su raíz en múltiples causas, incluyendo, por supuesto,
variables ambientales y sociales, como el clima, el abuso del alcohol, la
educación o la profesión.
Por lo tanto, aunque la investigación no llegue a una conclusión rotunda,
en la que se pueda afirmar con total certeza que la ausencia de educación es
una causa de que exista la delincuencia en todos los casos, podremos ver si, al
menos, es una variable que está presente en la mayoría de las personas que
cometen hechos ilícitos.
II
LA EDUCACIÓN.
¿Qué significa educar?
“La educación verdadera es praxis,
reflexión y acción del hombre
sobre el mundo para transformarlo”.
Paulo Freire.
1921 – 1997.
Según la Real
Academia Española, en su segunda acepción, “Educar”
significa: “Desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y
morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios,
ejemplos, etc.”
Cualquier experiencia que tenga un efecto formativo en el modo de
pensar, de sentir, o de actuar puede considerarse educativo.
Una educación integradora logrará
que el educando sea amplio para abarcar y
tan abierto como para dejarse abarcar, combinación ésta que lo pondrá en
común con los demás.
La educación se articula
sobre tres pilares fundamentales: la familia, el ámbito académico y
la calle. Dichos ámbitos, simultáneamente, van a contribuir de forma
determinante en la personalidad del sujeto.
La educación satisface las potencias que nos caracterizan como seres
humanos; transformadas éstas en actitudes gracias al proceso educativo, nos
asumimos personas con visión de nosotros mismos y del entorno como para
insertarnos en él según nuestras propias capacidades. La principal
carencia de la educación contemporánea es que responde a un
diseño que no considera la naturaleza del aprendizaje, la libertad de
elección o la importancia que tienen el afecto y los vínculos humanos en el
desarrollo individual y colectivo.
El proceso educativo cundirá si el hogar, la
educación sistemática y la calle interactúan correctamente y tienen una
influencia positiva en el sujeto.Demás estaría decir que el proceso
educativo se da en el hogar y se continúa en los ámbitos académicos donde se
irán desarrollando una férrea voluntad y una vida en común en la que se va
descubriendo la otredad para compartir aquello que sintonice con nuestra forma
de ser y, de no poder compatibilizar intereses desencontrados, aprender a ser
tolerantes. Así, los ejes de nuestra vida futura serán
aquellos que alienten salir al encuentro de los que nos son más allegados y
aceptando a aquellos con los que guardamos una mera relación.
Cabe decir que el momento actual se
caracteriza porque ninguna de las tres variables funciona con plena
satisfacción. El hogar, porque el sistema lo ha reducido a “tener” antes que a
“ser”; hace abandono del niño en beneficio del éxito, del afán por el dinero;
nace carente de calidez. La educación sistemática adolece del trastorno de que
se remite a las viejas fórmulas de hace 100 años cuando la sabiduría consistía
en almacenar datos y carece de lo imprescindible para que los estudiantes
desplieguen su imaginación y un afán investigativo primordial para la época que
vivimos. Finalmente, la calle es un partido donde sólo ganan los que se han hecho
al margen de los valores y del encuentro con los demás. Esta situación tan pobre en la que se
encuentra el proceso educativo puede ser una de las razones por las cuales la
delincuencia está en constante crecimiento en la mayoría de las sociedades.
Siguiendo el mapa conceptual expuesto,
observamos que, con una educación íntegra el sujeto se desarrolla en un entorno
(hogar – colegio – calle) libre, afectuoso, sereno, exigente y reflexivo
gracias al cual es capaz de desarrollar plenamente actitudes de libertad –
voluntad – inteligencia y afecto llegando a ser una persona comunitaria,
solidaria, reflexiva, democrática y comprensiva.
Sensu contrario, cuando el ambiente en
el que se cría el sujeto es conflictivo (violento, frío, impulsivo), sus
potenciales actitudes se ven truncadas, dando lugar a un individuo inflexible,
autoritario, convencional, materialista: uno idéntico a todos los demás que no
ha logrado ser uno en sí mismo, distinto del resto pero cualificado para la
puesta en común. El perfil de esta segunda clase de sujeto
es más proclive a delinquir que el primero, dado que carece de valores sociales
que lo hagan actuar considerando a los demás; respetando las normas de
convivencia (recordemos que no es un sujeto comunitario, sino individualista,
es impulsivo y agresivo con una serie de características propias que lo
impulsan a la delincuencia). Tomando en consideración lo antedicho,
podemos concluir en que, dependiendo del tipo de educación en la que se vea
involucrado un sujeto, su personalidad se va perfilando de una forma u otra y
ello conllevará a que tenga un determinado estilo de vida.
III
LA EDUCACIÓN Y LA TEORÍA DEL APRENDIZAJE
SOCIAL
Desarrollaremos brevemente las ideas principales de esta teoría para luego
estudiar si la infructuosa educación dispensada puede ser una de las causas de
que delinca.
La Teoría del aprendizaje Social
indica que en la delincuencia existen multitud de variables que motivan y otras
que previenen el delito. Así, la Teoría recurre a procesos y variables
sociales, como es el caso de la familia y los grupos iguales (la calle),
sin dejar a un lado la idea de que existan diferencias individuales que influyan
en el comportamiento.
La Teoría descansa sobre cuatro
pilares esenciales:
1. La asociación diferencial, consistente en que una
persona se convierte en delincuente debido a un exceso de definiciones
favorables a la infracción de la Ley frente a definiciones
desfavorables a la infracción de la Ley. De este modo, si una persona se ve
expuesta en un entorno donde prevalezcan definiciones favorables a la
infracción de la Ley, tenderá a delinquir y viceversa, si se mueve en un
ambiente en el cual prevalecen definiciones desfavorables al delito, tenderá a
no delinquir. Las asociaciones influyen de forma diferente dependiendo de su intensidad,
frecuencia, duración y prioridad. Respecto de la prioridad, ésta quiere decir
que las asociaciones serán más influyentes cuando tengan lugar a edades más
tempranas. Y, en lo referente a la intensidad, se refiere al afecto y respeto
de la persona con la que uno se asocia.
2. El reforzamiento diferencial, que no es otra cosa
que la probabilidad de que alguien repita el acto según el resultado de
la primera experiencia.
3. Las definiciones que un sujeto realiza de un
determinado comportamiento; cómo evalúa moralmente un hecho.
4. La imitación de un comportamiento semejante a
los que ha observado en las personas cercanas a él y, en segundo
plano, en medios de comunicación o cine.
Por lo tanto, el comportamiento delictivo se aprende. El primer hecho
delictivo tenderá a llevarse a cabo cuando prevalezcan definiciones favorables
a la infracción de la Ley (asociación diferencial), o se quieran imitar
comportamientos delictivos y los beneficios superen a las desventajas. Por
último, las consecuencias del comportamiento conllevarán a que se repita el
mismo o no (reforzamiento diferencial).
Teniendo claras las ideas de
esta teoría, vamos a intentar vincularlas a la educación, de tal forma que
podamos descubrir si existe alguna relación entre ambos temas.
Centrándonos en el primer concepto (la asociación
diferencial) observamos que una persona que se mueve en un entorno donde priman
las definiciones favorables a delinquir, tenderá a cometer un hecho ilícito.
Dicha aseveración tiene una estrecha relación con la educación que se le ha
impartido. Recordemos que la educación satisface las potencias que nos
caracterizan como seres humanos; transformadas éstas en actitudes gracias
al proceso educativo, nos asumimos personas con visión de nosotros mismos
y del ENTORNO COMO PARA INSERTARNOS EN ÉL SEGÚN NUESTRAS PROPIAS
CAPACIDADES. Por tanto, si
un sujeto no tiene desarrolladas correctamente sus actitudes por la pobre
educación que ha recibido, se insertará en un ambiente proclive a tener
definiciones favorables a la infracción de las normas, dado que su personalidad
carece de los valores que pueden dejarle ver lo reprochable de su conducta.
En estrecha relación con lo expuesto
anteriormente, el tercer concepto entra también en juego. Es decir, el modo que
tenga un sujeto de definir un determinado comportamiento, valorándolo
MORALMENTE, dependerá de los valores que le hayan sido inculcados a través
de su educación, de tal forma que si se ha visto privada de ella, tenderá
a ver un hecho delictivo como algo no reprobable, porque no tendrá la capacidad
suficiente para darse cuenta de que “eso está mal”.
Las causas que pueden sustentar un
aprendizaje delictivo tienen que ver con la cercanía de contactos
desfavorables. Una educación pervertida por un modelo de vida que conduce a muy
poco, solo puede derivar en actitudes personales de poca valía moral. El campo
de acción del delito al que accede un principiante tiene como única referencia
el grupo a través del cual nace la vinculación. La relación que guarda el
iniciado con el grupo, primer escalón del recorrido, es resultado de una
educación previa que lo ha apartado de otros intereses a los que podría haber
accedido de no haber sido por esa etapa previa de soledad e imposibilidad de
participar en otros ámbitos. No pasará mucho tiempo hasta que su esfuerzo por
pertenecer al grupo derive en una imitación de su “superior”. Siendo así su
escasa percepción de la realidad lo va envolviendo cada vez más en el delito.
En el mapa sobre educación que presenta
este trabajo se plantea con toda claridad el devenir de aquellos que pueden
caer en el delito a partir de sus antecedentes educativos. Se comprueba así que
cuando el proceso educativo se caracteriza por la violencia, la frialdad, el
servilismo, la complacencia y la escasa meditación, se provenga de la categoría
social de la que se proviniese, el resultado es el mismo, sin importar la
calidad de la actividad delictiva.
Finalmente, cabe destacar
algunos programas de prevención y control del delito y de rehabilitación
del delincuente que han sido exitosos y se basan en los principios de las
Teorías del Aprendizaje Social. Estos programas se centran, fundamentalmente,
en delincuentes reincidentes, es decir, personas que ya han cometido delitos
con anterioridad y que a menudo se encuentran en prisión cuando participan en
el programa. Existe una amplia diversidad de cursos. Así, siguiendo la
clasificación de MacKenzie: los de educación académica, los de habilidades para
la vida, los de educación vocacional y de trabajo, etc. Y está contrastado que
dichos programas reducen de forma efectiva la delincuencia futura de los
participantes. Sin embargo, los programas más efectivos para la reducción
de la reincidencia son aquellos que se basan en intervenciones
cognitivo-conductuales. Se trata de aproximaciones mixtas, que afectan
tanto a las formas de pensamiento como al propio comportamiento. Su
fundamento básico radica en el MODO EN QUE UN INDIVIDUO PERCIBE EL AMBIENTE QUE
LO RODEA Y PIENSA SOBRE EL MISMO Y SU PROPIA VIDA, TODO LO CUAL INFLUYE
DE MODO DECISIVO EN SU CONDUCTA. Y, como hemos estado observando a lo largo de
todo el trabajo, esta es la definición perfecta acerca de lo que es EDUCAR. Recordemos
nuevamente su definición para ponerla en común con la idea principal de estos
programas:
“La educación satisface las potencias que nos caracterizan como seres
humanos (voluntad, libertad, inteligencia y afecto); transformadas éstas en
actitudes gracias al proceso educativo, NOS ASUMIMOS PERSONAS CON
VISIÓN DE NOSOTROS MISMOS Y DEL ENTORNO COMO PARA INSERTARNOS
EN ÉL SEGÚN NUESTRAS PROPIAS CAPACIDADES”
Por lo tanto, podemos deducir del éxito de
estos programas que existe una estrecha relación entre la educación y la
prevención del delito, ya que si un sujeto delinque por carecer de los valores
propios de una persona educada, aquél puede reconducir su comportamiento
antisocial con su reeducación.
IV
LA EDUCACIÓN Y LA TEORÍA GENERAL DE LA
FRUSTRACIÓN.
Siguiendo el mismo esquema que
en el capítulo anterior, haremos una breve exposición de los principios sobre
los que versa la Teoría General de la Frustración para, posteriormente,
estudiar si la educación encuentra su lugar en la misma o no.
Se trata de una teoría que
recurre a variables referidas a los individuos para explicar el comportamiento
delictivo de los mismos. La clave es que se centra en relaciones negativas con
otros, en las que el individuo no es tratado como él quisiera o debería serlo.
El delito se explica por la presión que ejercen estados afectivos negativos,
tales como la ira u otros semejantes.
La teoría reconoce tres
fuentes principales de frustración:
1. Cuando no se logran metas valoradas positivamente
que uno se ha propuesto. Esto tiene lugar cuando existe una diferencia entre
las aspiraciones y las expectativas de uno. También se da cuando se produce un
desfase entre las aspiraciones y expectativas de alguien y lo que realmente
consigue, y, finalmente, puede aparecer cuando lo que uno considera un
resultado justo o equitativo no coincide con lo que realmente logra.
2. Cuando a
uno le quitan o amenazan con quitarle estímulos valorados positivamente. A modo
ejemplificativo, se incluiría en este precepto la expulsión del colegio,
el divorcio de los padres, etc.
3. Cuando se está
expuesto o hay una amenaza a exponerse a estímulos valorados negativamente. Por
ejemplo, haber sufrido abusos en la infancia, cuando se tienen relaciones
negativas con personas cercanas…Estas tres fuentes de frustración son más
bien ideales y tienden a solaparse unas con otras, produciendo sensaciones
negativas en el individuo, sobre todo ira, que pueden llevar a que un sujeto
delinca. La clave de la frustración se encuentra en la acumulación de
relaciones negativas. Lo decisivo es cómo un individuo experimente la misma y
sus consecuencias, de modo que se trata de algo subjetivo. Ante una situación de ira el sujeto tiende
a tomar alguna medida, por ejemplo la de adoptar una estrategia para afrontar
la frustración. Es esencial resaltar que, en efecto, el delito sólo representa
una posible respuesta a la frustración; sólo algunos individuos en ese estado
recurren al delito.
Un punto importante es aclarar cuándo un
sujeto tenderá a recurrir al delito ante una situación negativa, ya que tiene
otras alternativas. Dicha decisión se encuentra influenciada por una serie
de limitaciones y disposiciones al delito y al comportamiento ilícito.
Si el individuo carece de valores, metas o
identidades alternativas en los que refugiarse ante estímulos negativos, verá
limitadas sus posibilidades de actuación, recurriendo así al delito.
Por otro lado, el recurso al delito puede
verse favorecido por el hecho de que el sujeto tenga una especial disposición
hacia el mismo. Agnew afirma expresamente que esta disposición es una función
de ciertas variables del temperamento, del aprendizaje previo, de las creencias
y de a qué achaque las causas de su adversidad.
La Teoría de la
Frustración y su conexión con el concepto de educación.
En efecto, hallamos vínculos
muy estrechos entre la educación impartida a un sujeto y el comportamiento que
experimenta frente a estímulos negativos.
La Teoría manifiesta que es fundamental aclarar cuándo un individuo va
a delinquir en respuesta a estímulos negativos, habida cuenta de que tiene
otras alternativas y señala que, dicha decisión es tomada por sujetos que,
o bien carecen de valores y/u objetivos en su vida que limitan sus
posibilidades de actuación a delinquir o que tienen una especial
disposición al delito según su temperamento, su aprendizaje previo, etc.
De lo expuesto podemos llegar a conclusiones muy similares que cuando
estudiamos la Teoría del Aprendizaje Social ya que, dependiendo de la educación
que reciba una persona, ésta podrá afrontar las adversidades de una forma u
otra, recurriendo al delito o no.
Así, un individuo que tiene valores integrados y un objetivo vital, por
haber sido educado a tales efectos, va a saber manejar los estímulos negativos
que se le presenten obviando por completo la alternativa del delito, dado que,
gracias a su formación, es consciente y capaz de afrontar el problema a través
de otros numerosos recursos. Y es justamente lo contrario a lo que le sucede a
un sujeto carente de cualquier valor y meta en la vida, ya que ni siquiera es
susceptible de reconocer otras vías que no sea la delictiva para sobrellevar su
situación.
Del mismo modo ocurre con aquellos individuos que tienen una disposición al
delito y el mismo Agnew afirma que una de las variables que conducen a
delinquir es la educación previa recibida por el sujeto o su temperamento,
también íntimamente relacionado con la educación dispensada.
En conclusión, los factores que generan la frustración son relativos y
pueden ser diferentes en cada persona: en algunas, tales factores causarán
frustración mientras que en otras puede no generar ningún problema. Esto
depende del marco educativo en el que hemos vivido durante la infancia que
puede haber hecho mella volviéndonos vulnerables.
Por otra parte, la vida a la que nos obliga el medio social en el
que vivimos, cuanto más exigente sea éste, más puede lograr que un deseo no
satisfecho nos empuje a la frustración. Las exigencias del entorno laboral
serán los más proclives a que caigamos en un estado de frustración, ya que, si
la competencia que se establece para aspirar a más no se logra, una sensación
de fracaso empuja a la frustración.
Por lo general sucede en las sociedades industrializadas que someten al
individuo a la competencia en un afán por el éxito. “El potencial de
frustración en general es mayor en las personas que viven en las ciudades
industrializadas que aquellos que viven en sociedades primitivas, más
sencillas”. Carl Whitaker.
Muchas veces la frustración se debe a que la gente se fija metas que
no se corresponden con sus capacidades intelectuales o volitivas, poco
realistas es de decirse, lo cual hace que sea muy difícil alcanzarlas.
La frustración puede derivar en pensamientos autodestructivos, ansiedad,
rabia, depresión, angustia o ira. Estas respuestas ante la frustración son
en gran medida un mecanismo reflejo de defensa que surge involuntariamente. Los
mecanismos de defensa más frecuentes son:
La ansiedad, que se manifiesta, por ejemplo con movimientos
involuntarios de parte del cuerpo; la identificación que se da
cuando nos identificamos con alguna idea o sentimiento y asumimos ciertas
características de la persona o personas admiradas. Es en esta situación que el
individuo puede perder su identidad; la Evasión es una forma de
renunciar a un proyecto por incapacidad para alcanzar la meta que se había
propuesto; es entonces cuando abandona la lucha; la agresión, ya sea
verbal o física. La frustración por no poder alcanzar las metas fijadas
atribuyendo a terceros la responsabilidad de su fracaso. Es muy frecuente que
esto suceda cuando los hijos, ya mayores, no alcanzan a superar los niveles
intelectuales, y afán por lograr las metas que han alcanzado los progenitores.
La violencia que muestran los adolescentes respecto de sus padres se acrecienta
cada vez más; la depresión surge del intento de no poder manejar
acontecimientos que el individuo no está en condiciones de procesar. Se
caracteriza por una tristeza profunda y por la inhibición de las funciones
psíquicas; la angustia es un temor opresivo derivado de no poder
afrontar la frustración que se plantea ante la agresión que representa lo que
se desconoce o lo que el individuo no sabe resolver. La ira se
entiende como apetito o deseo de venganza; pasión que causa indignación y
enojo; repetición de actos de saña, encono o venganza
V
LA EDUCACIÓN Y LA TEORÍA DEL
AUTOCONTROL
Esta teoría considera que las
personas tienen una tendencia a delinquir que se consumará salvo que exista
algún motivo que se lo impida, motivos que tienen la naturaleza de controles
sociales informales. Los controles que impiden que un individuo
delinca pueden ser tanto internos como externos.
En el surgimiento y efectividad
de estos controles desempeña un papel decisivo la familia, tanto por la
socialización que ofrece a los hijos como por la propia vigilancia a que los
somete. Hirschi resume los mecanismos de prevención de la familia mediante
una correcta educación (la familia puede enseñar autocontrol a los
hijos); mediante la restricción de actividades de los hijos, vigilándolos o
preocupándose por ellos; mediante el fomento del cariño, el respeto o
la dependencia entre sí de los miembros de la familia; mediante la vigilancia
de la casa de posibles asaltantes, mediante el cuidado y la preocupación de
los miembros de la familia.
La investigación contemporánea
ha destacado la importancia de la familia para la explicación del delito,
aunque se reconoce que variables como el colegio o los pares (la calle) tienen
la misma o mayor influencia en el sujeto.
Para la teoría del Autocontrol, la
criminalidad es consecuencia de un autocontrol bajo e incluye un segundo factor
determinante: la oportunidad.
A partir de estas premisas, hay que
preguntarse cuáles son las características del delito y los delincuentes:
1. Los delitos son actos
que requieren muy poco esfuerzo.
2. Los delitos son
resultado del aprovechamiento de una oportunidad y no producto de una
planificación.
3. Los delitos,
normalmente, no producen los resultados esperados por el delincuente.
4. Los delincuentes
tenderán a ser sujetos orientados a gratificaciones inmediatas y
difícilmente capaces de sacrificar ventajas inmediatas en favor de beneficios a
largo plazo. Son impulsivos, amantes del riesgo.
5. Los criminales son
versátiles, en el sentido de que tienden a cometer una amplia gama de ilícitos.
6. Más allá, los
delincuentes tienden a llevar a cabo otros comportamientos desviados, como el consumo
de alcohol y drogas.
De acuerdo con esta teoría, las
personas que más delinquirán son aquéllas con un autocontrol bajo y las
características de este tipo de sujetos encajan perfectamente con las
descritas en las líneas precedentes.
El autocontrol bajo es el resultado de que
no se pongan los medios adecuados para su desarrollo. Éste se da ante la
ausencia de disciplina, educación.
Una educación inefectiva del niño en la
familia es el origen principal de un autocontrol bajo. Una educación correcta
se caracteriza por una serie de elementos:
- El
seguimiento de un buen comportamiento.
- El
reconocimiento de un comportamiento desviado cuando éste se produce.
- El castigo
de tal comportamiento
Una variable que parece estar muy
relacionada con el delito es la educación errática. Cuando en la familia
no se favorece una buena educación, se dificulta enormemente que el
sujeto desarrolle un buen autocontrol y tienda a incurrir en comportamientos
desviados e incluso delictivos. Cuando la socialización ha sido insuficiente, es
posible que el niño aprenda el autocontrol mediante otras instituciones, como
es el caso de la escuela.
El autocontrol es una característica que
se fija a una edad muy temprana en la vida de las personas (8 – 10 años) y
que se mantiene relativamente constante a partir de este momento.
Esta teoría incluye un segundo elemento,
cual es, la oportunidad para delinquir. De esta forma, la clave para que
un sujeto delinca tiene lugar bajo dos premisas: un sujeto con un autocontrol
bajo y que se encuentra con la oportunidad de delinquir. Sin embargo, el factor
“oportunidad” ocupa un segundo plano en la teoría, por lo que no nos
adentraremos mucho en su análisis.
En resumidas cuentas, una oportunidad
delictiva tiene escasa relación con el comportamiento delictivo siempre que el
sujeto que se cruce con ella no tenga un autocontrol bajo. Las personas con
autocontrol alto resistirán las tentaciones de las oportunidades para
delinquir. Ésta teoría guarda unos vínculos
estrechísimos con el concepto de educación, tal y como lo entendemos nosotros.
Dicha aseveración se basa en el hecho de
que esta teoría encuentra la respuesta a porqué delinque un sujeto
fundamentándose en los controles sociales informales del mismo. Y dichos
controles no son otros que la familia, la escuela y los pares. En efecto,
si dichos controles son ineficaces, el individuo tenderá a delinquir por
carecer de autocontrol. Y, si nos fijamos tanto en el mapa conceptual como en
el desarrollo de este trabajo, podemos reparar en que los factores
intervinientes en el proceso educativo no son otros que la familia, la escuela
y la calle (o lo que los teóricos denominan pares). De hecho, los mismos teóricos afirman que
“El autocontrol bajo es el resultado de que no se pongan los medios para su
desarrollo. Éste se da ante la ausencia de disciplina, educación”. Por
lo cual, la causa principal de que existan individuos que delinquen la
encuentran en la ineficaz educación que han recibido los mismos y que, como
consecuencia de esa carencia, han desarrollado un autocontrol bajo.
Por otro lado, si nos atenemos a las
características de los delincuentes, esta teoría los describe como impulsivos,
amantes del riesgo y que, por lo general, tienden a cometer otras actividades
desviadas, como consumir drogas y alcohol. Yendo nuevamente al mapa
conceptual, encontramos que, en la vertiente de los individuos que no han
recibido una fructífera educación, las características se asemejan enormemente
con las que aluden los teóricos al describir a los delincuentes: son personas
irreflexivas, inconsecuentes, materialistas…
Finalmente, la Teoría del Autocontrol
aboga por una política de prevención del delito, en el sentido de que el mecanismo
más eficaz para evitar la delincuencia es previniendo la misma, a través del
desarrollo del autocontrol a edades tempranas del sujeto. Y, en este
sentido, también coincide con nuestra idea de que la educación es el mejor
método para prevenir la delincuencia.
VI
CONCLUSIONES.
No es la falta de educación únicamente la
que impulsa las circunstancias que coadyuvan al crimen. Ha quedado probado, sin
embargo, que un proceso educativo que aliente una personalidad con actitudes
templadas es un punto de partida para prevenir la delincuencia.
Según hemos dejado reflejado con
anterioridad, la relación que guarda la educación con el delito depende de
muchos factores que se entrecruzan; en lo general serían el lugar, el tiempo,
la sociedad, la cultura, la historia, lo económico y hasta el clima; y en lo
que atañe a cada uno, la inteligencia, la voluntad, el afecto y la libertad,
sin que esto último deje de depender, claro está, de los factores generales a
los que aludo más arriba. Por lo cual y según adelantábamos en la introducción
de este trabajo, la débil educación impartida a un sujeto no es la única causa
de que éste delinca, pero sí es verdad que puede considerarse como uno de los
factores que está presente en la mayoría de los casos.
Hemos llegado a esta conclusión a través
del análisis de las Teorías Criminológicas más importantes de la materia,
hallando íntimas conexiones entre los principios e ideas que desarrollan cada
una de las mismas con el concepto de educación plasmado en este escrito,
manifestándose de forma sobresaliente los resultados con la Teoría del
Autocontrol.
Siendo que la educación es un método de
prevención del delito, no debemos descuidarla, sino todo lo contrario. Debemos
tomar conciencia de que es menester recrear actitudes de entrega que
favorezcan la relación de modo que podamos salir al encuentro de los demás;
entender que la comunidad está integrada por la gente que vive en nuestras
inmediaciones y que una sociedad es un gran grupo de personas que vive en un
lugar, tal como un país.
Es de destacar igualmente que estamos
viviendo circunstancias de todo orden que desatan una gran irresponsabilidad
que puede terminar en delito. Me refiero al mundo de la diversión y la
distracción que todo lo invade eludiendo valores y nos arrastra a la
dispersión. Vamos entrando en un momento en el que el sistema nos atomiza.
Hay que recrear valores que induzcan a una
vida en familia distinta, a una educación que impulse la imaginación y la
investigación a través de una integración entre ambas y los datos, en un
proyecto integrado que aliente el descubrimiento de nuevas variables.
El problema mayor será la calle, tal cual
hemos denominado en el mapa de educación al tercer elemento en juego en el
proceso educativo a cumplimentar. La calle –el sistema económico-financiero que
todo lo abarca, los medios, la televisión, el periodismo y qué no- ha
transformado el mundo en un sálvese quien pueda, raíz de todos los males, no
solo ya del crimen, sino del egoísmo y de un afán por el éxito que impulsan al
delito y a la estupidez.
El proceso educativo
cundirá si el hogar, la educación sistemática y la calle interactúan
correctamente y tienen una influencia positiva en el sujeto.
Demás estaría decir que el proceso
educativo se da en el hogar y se continúa en los ámbitos académicos donde se
irán desarrollando una férrea voluntad y una vida en común en la que se va
descubriendo la otredad para compartir aquello que sintonice con nuestra forma
de ser y, de no poder compatibilizar intereses desencontrados, aprender a ser
tolerantes.
Así, los ejes de nuestra vida futura serán
aquellos que alienten salir al encuentro de los que nos son más allegados y
aceptando a aquellos con los que guardamos una mera relación.
Cabe decir que el momento actual se
caracteriza porque ninguna de las tres variables funciona con plena
satisfacción. El hogar, porque el sistema lo ha reducido a “tener” antes que a
“ser”; hace abandono del niño en beneficio del éxito, del afán por el dinero;
nace carente de calidez. La educación sistemática adolece del trastorno de que
se remite a las viejas fórmulas de hace 100 años cuando la sabiduría consistía
en almacenar datos y carece de lo imprescindible para que los estudiantes
desplieguen su imaginación y un afán investigativo primordial para la época que
vivimos. Finalmente, la calle es un partido donde sólo ganan los que se han
hecho al margen de los valores y del encuentro con los demás.
Esta situación tan pobre en la que se
encuentra el proceso educativo puede ser una de las razones por las cuales la
delincuencia está en constante crecimiento en la mayoría de las sociedades.
Siguiendo el mapa conceptual expuesto,
observamos que, con una educación íntegra el sujeto se desarrolla en un entorno
(hogar – colegio – calle) libre, afectuoso, sereno, exigente y reflexivo
gracias al cual es capaz de desarrollar plenamente actitudes de libertad –
voluntad – inteligencia y afecto llegando a ser una persona comunitaria,
solidaria, reflexiva, democrática y comprensiva.
Sensu contrario, cuando el ambiente en
el que se cría el sujeto es conflictivo (violento, frío, impulsivo), sus
potenciales actitudes se ven truncadas, dando lugar a un individuo inflexible,
autoritario, convencional, materialista: uno idéntico a todos los demás que no
ha logrado ser uno en sí mismo, distinto del resto pero cualificado para la
puesta en común.
El perfil de esta segunda clase de sujeto
es más proclive a delinquir que el primero, dado que carece de valores sociales
que lo hagan actuar considerando a los demás; respetando las normas de
convivencia (recordemos que no es un sujeto comunitario, sino individualista,
es impulsivo y agresivo con una serie de características propias que lo
impulsan a la delincuencia).
Tomando en consideración lo antedicho,
podemos concluir en que, dependiendo del tipo de educación en la que se vea
involucrado un sujeto, su personalidad se va perfilando de una forma u otra y
ello conllevará a que tenga un determinado estilo de vida.
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