Don Miguel de Unamuno
Crítica literaria Carlos a. Trevisi
(BABELIA, Concurso de crítica literaria)
Unamuno, en su Vida de
Don Quijote y Sancho, nos regala su pasión y sus saberes en una síntesis que
nos devuelve al mundo idílico del caballero andante y al realismo de un
adorable panzón que adhiere a su Señor incondicionalmente.
Su lectura nos retrotrae
a los fundamentos de una cultura, la nuestra, en la que más allá de la ley,
impera la justicia, el ser antes bien que el tener, la lucha por la verdad más
allá de las efímeras circunstancias de una civilización que nos despersonaliza
y aplasta.
Don Quijote vive la
percepción de una realidad que incorpora a sus pensamientos como eje de un
proyecto de vida que abunda en actos y reflexiones no ajenos al amor, ni a su
voluntad por luchar, ni a sus afanes de libertad, ni a la inteligencia que
anima sus actos.
El Caballero, que es en
los demás por su propia necesidad de ser, nos desvela el pragmatismo de vidas
atadas a la promiscuidad del sálvese quien pueda al que empujan los avatares de
la vida cotidiana.
A Sancho Panza, que lleva
una vida plana en la que no se exteriorizan inquietudes, sin embargo, no le
resultan ajenas esas reflexiones. La prueba de ello es que en su último
encuentro con Don Quijote, ya exánime, las diferencias entre ambos evanescen:
las semejanzas han podido con ellas.
Unamuno le da dimensión
a la obra de Cervantes en cuanto resalta la necesidad de una puesta en común en
la que prevalece, como queda dicho, la necesidad de abordar semejanzas en un
mundo donde las diferencias, de abordarse en términos de disputa, conducen a
mal puerto.
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