por
Carlos A. Trevisi (2007)
A raíz de un pago que deberá hacer el
Arzobispado de Madrid por los abusos cometidos por un cura pederasta, no puedo
menos que ratificar el anacronismo que vive la Iglesia. No me voy a referir a la
repugnancia que causa hasta a los convictos más deleznables una actitud de esta
calaña. Me referiré a los porqués de esa incapacidad de verse en el
mundo (y de ver el mundo) que tienen los curas, y a la Iglesia, una
organización críptica en manos de la gerontocracia. Cuando la sociedad
industrial, en su rápido desarrollo cayó en mil excesos –matar de hambre
a los trabajadores, excluirlos del alcance de las ventajas que ofrecían las
grandes riquezas que generaba, negarles , en fin, el derecho a ser partícipes
de una nueva forma de vida-, la Iglesia no quiso ver el nuevo pecado: el
“pecado social”. Sempiterna aliada de los poderosos, hizo caso omiso del cambio
que se estaba operando.
Las luchas por los derechos y por la
igualdad de todos los hombres, en su inexorable marcha, asumieron la
”Justicia social” en el plano político-social, sin intervención de la Iglesia
que bien pudo, entonces, dado el poder que le asistía, imponer la defensa de
los más débiles “administrando” en el plano religioso la nueva modalidad de pecado.
La Iglesia-templo, siguió aferrada al pecado
de la carne, del robo, del incesto y mil pecados más que desde siempre se han
resuelto en los confesionarios, mano a mano con un cura, ya
amenazante o comprensivo, según el “cliente”.
La pirámide jerárquica de la Iglesia tenía
en su base a los curas de pueblo que se servían de la confesión
para transmitir a la jerarquía –el obispo- el marco social de
cada lugar y sus más destacados representantes, aunque sea decirse sin
traicionar el secreto que conlleva, como será de aceptarse “pro reo”. Durante
siglos, la Iglesia fue a la gente lo que son hoy las grandes empresas: durante
la Edad Media como creadora de riqueza, con el modernismo, asesorando
“espiritualmente” a las monarquías y hoy día, aunque asustada, siempre del lado
de los poderosos.
Una nueva modalidad socioeconómica impuso la
deslocalización de las gentes, que se fue marchando a las grandes ciudades. El
templo fue perdiendo prestigio y el cura se fue quedando solo: primero la radio
y luego la televisión alertaron a la gente de que había vivido en un
mundo escondido; más tarde, el ordenador terminó con los tapujos,
quedando todo expuesto.
La Iglesia no supo reaccionar a tiempo; o no
quiso. Los cambios se producen a tanta velocidad que la vieja estrategia de
aparecer en escena después de los hechos, ya no le sirve para nada. Los curas,
en su ostracismo, ya ni saben para que están. Formados en la vieja Iglesia, no
entienden el mundo; ni a sus gentes. Tampoco entienden cómo pueden seguir
siendo curas en un medio que les es cada vez más hostil y en el que no saben
-desactualización didáctica por carencias pedagógicas- ni pueden
transmitir -por desactualización doctrinaria- el mensaje de Cristo.
Los apabulla su insignificancia; los trastorna la soledad; los envilece la
falta de recursos para estar en el mundo; los agobia no tener destinatarios
para su pobre mensaje; viven para adentro; se tornan escépticos…
En estas circunstancias, asumiendo que ya no
sirven para nada ni aún saliéndose y que carecen de una conciencia propia
por haberla delegado en la conciencia corporativa del templo, se pierden en una
existencia promiscua: los que hemos vivido de cerca la Iglesia sabemos de las
promiscuidades que anidan en sus comunidades.
Poco le importa a la Iglesia-templo que haya
que pagar millones de dólares en concepto de indemnización a las familias de
cuyos hijos los curas abusaron (y en todas partes: desde EEUU a España*,
"baluarte de la catolicidad ", como sigue insistiendo el Papado);
poco le interesa revisar y exponer abiertamente sus pecados políticos de
acercamiento al nazismo o de intromisión escandalosa en España durante el
franquismo (y su pretensión de seguir haciendo lo mismo hoy día); o la
impudicia de la Inquisición… hechos todos de una época que no se repetirá y que
de expurgarse podrían ennoblecer el carácter religioso de la Iglesia.
La gente nueva de la catolicidad, los
sacerdotes con compromiso social, los que no van a los hospitales a
hacer proselitismo* sino a ver a los enfermos, se han sumado al
mundo con Cristo de la mano porque entendieron que en ese nuevo mundo,
aún en sus disparates, o precisamente por el cúmulo de disparates que acumula,
la presencia de Cristo es, una vez más, imprescindible para lograr una
pedagogía del bienestar espiritual, aunque ya sin secretos ni escondites.
No me cabe ninguna duda y apuesto por ello,
que no existe ni existirá un solo cura pederasta entre los curas ” rojos”
de ninguna parte del mundo.
Notas
*
El Arzobispado
de Madrid deberá pagar por los abusos de un cura pederasta. El País, 14 de julio de 2007
El Tribunal Supremo ha condenado a dos años de cárcel a un
cura de 74 años por abusar sexualmente de un menor entre 1999 y 2001. El cura
de referencia abusó del menor en la casa del niño y en la vicaría de la
parroquia en la que ejercía el sacerdocio. El cura entro en relación de
amistad con la familia del menor por lo que acudía a su domicilio
con asiduidad para el cuidado de los hijos, formación religiosa y refuerzo en
los deberes escolares. Con el objeto de satisfacer sus instintos libidinosos
llevó a cabo tocamientos y obligó al nuño a que lo tocara utilizando la excusa
de que era bueno y sano para el desarrollo corporal.
Indemnización
record para compensar abusos sexuales de sacerdotes. El País, 16 de julio de 2007.
Washington, Javier del Pino.
Un día antes de que comenzara el juicio que prometía ser embarazoso
para la archidiócesis católica de Los Ángeles, el cardenal que la preside
ha aceptado un acuerdo extrajudicial por el que pagará 600 millones de
dólares a 500 personas que fueron victimas de abusos sexuales cometidos
por sacerdotes de esa congregación. La Iglesia católica de EEUU ha pagado
ya más de 1450 millones de euros para cerrar demandas de este tipo. […] Al Cardenal
Mahony le hacía falta el acuerdo para evitar el incómodo relato de cientos de
víctimas dispuestas a detallar los abusos y la falta de reacción de la
Iglesia. El Cardenal había sido llamado a explicar porqué él
personalmente cambiaba de parroquia a los sacerdotes acusados y no comunicaba
las denuncias a la policía. Uno de los sacerdotes le había confesado a
Mahony los abusos que había cometido sobre varios niños. El Cardenal traslado a
este hombre a 17 parroquias distintas a lo largo de los años en las
que siguió cometiendo abusos sobre más de 20 niños.
Nota del autor: Si, como ha trascendido, se sabe que se trata de unos 250
sacerdotes sólo en Los Ángeles y de la misma orden, bien podría calcularse su
porcentaje sobre el total de ellos en ese lugar. Aparte de ser un escándalo que
mueve a desconfiar de la Iglesia, sería importante destacar que algo tiene que
estar pasando en su seno.
NB: (2014) Francisco va poniendo orden en este descalabro y en muchos otros: comenzamos a ver una iglesia comunitaria, muy alejada de aquella otra, institucionalizada, abrazada al poder.
**
Con motivo de una visita que hiciera el Arzobispo de Madrid al hospital de
Puerta de Hierro, Antonio Mª Rouco Varela, tuve ocasión de
conocerlo personalmente.
Cuando
se retiró de la habitación -luego de haber comentado que la "Argentina
era una lástima que se hubiera venido abajo", me dejó de recuerdo
dos estampitas y cinco pins con la cara de la Virgen de la Almudena.
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