Parte
de la novela El dinero inaudito
El
dinero inaudito
Sabido
es que los pensamientos son ejercicios mentales que habitualmente realizamos
para satisfacer nuestros propios intereses. La imaginación que nos acompaña en
cada momento, se suele plasmar en esos pensamientos, que difícilmente se
materializan.
Hubo
de correr un tiempo, a las afueras de una gran ciudad, donde aquel pensador
imagino un futuro, sin medir las consecuencias.
Seguro
de sí mismo, el joven ejecutivo asesor en finanzas dejo volar su imaginación, a
partir de un hecho real, en donde estaba involucrado. Gracias a su
perseverancia, y por haber estudiado en detalle los movimientos financieros de
ciertos grupos europeos, su mundo ideal se transformo en su propia tumba.
Una
mañana como cualquier otra, su frondosa imaginación lo llevo a crear un
detallista mecanismo de retornos monetarios, donde el anonimato era su fuerte,
y sus pensamientos el límite.
A
cierta edad, todos los hombres que pertenecen a una sociedad suelen poseer un
esquema de tranquilidad y equilibrio. Sea este familiar e incluso económico.
Del primero, aquel joven habría logrado un objetivo familiar que le permitía
gozar de un par de hijos y una adorable esposa. Su pertinaz elaboración de
aquella situación, lo hacia un hombre fiel y de principios, que sólo se verían
alterados con sus infrecuentes visitas a ciertas damas de la sociedad, a las
que el mismo llamaba amigas comprensibles.
Su
entramado financiero le permitía incursionar en actividades extra laborales,
que el solo conocía, pero que no representaban riesgo alguno para su
familia.
De
aquellos movimientos monetarios europeos, su sorpresa fue mayúscula cuando
salió de su control el manejo que solía tenerlo como protagonista.
Comenzando
la primavera, recibe en su casa de residencia habitual, una caja herméticamente
cerrada de unos 30cm de lado, sin remitente ni sellos que indicaran su
procedencia. El peso era razonable a lo que pueden ser libros que llegan por
correo, razón por la cual aceptó su primer encomienda.
En la
privacidad de su escritorio, y aprovechando que nadie de su familia estaba
presente, abrió la caja en forma de cubo y encontró un envoltorio plateado, que
le daba un aspecto de sellado al vacío.
Con
una tijera y mucha paciencia, rasgó el papel metálico y un prometedor aroma lo
invadió inmediatamente. Olor a dinero. Ese aroma inconfundible que acumulan los
billetes recién impresos.
Su
destreza y conocimiento del dinero, lo hizo calcular rápidamente la cantidad
que guardaba su encomienda. GUAU !! Un millón y medio de dólares !!
Girando
la cabeza a ambos lados, como buscando un cómplice y a su vez intimidad, no se
detuvo en inhalar ese exquisito aroma que poseen los billetes.
La
caja seria cada vez menos importante, pero debía poseer la explicación del por
que había llegado a su casa, semejante cantidad de dinero.
Después
de unos minutos, ya más tranquilo y habiendo encontrado el lugar para
atesorarlos, comenzaba a preguntarse si era parte de un plan, emanado de sus
pensamientos, rara vez materializados.
Sus
damas amigas y comprensibles, solían consultarlo por movimientos financieros
poco comunes, que involucraban paraísos fiscales en tierras lejanas y siempre,
siempre sin responsables visibles.
Su
conclusión fue que nada tenían que ver sus amigas comprensibles en este tema y
que sus sueños imaginarios podían ser los responsables de su repentina fortuna,
que llegaba en una caja sin marca alguna.
Ya a
la noche, después de haber disimulado hábilmente ante los suyos, aquel
encuentro con la fortuna, su descanso fue inquietante y planificador.No era
sencillo, esconder tanto dinero. Aunque sí situación siempre había sido buena y
su prolijidad bien recompensada, esto excedía el marco de lo normal.
Su
imaginación lo llevo diseñar un entramado de "buenos negocios
ficticios" que le permitieran justificar esas sumas. Una y otra vez, su
dedicación al tema le entregaba satisfacciones y angustias, en una rara mezcla
de sentimientos encontrados, con un solo objetivo: ocultar para mejor
aprovechar esa repentina suerte.
Veinticuatro
horas más tarde, una nueva encomienda llega a su puerta. La misma caja, sin
remitente y con su nombre, será otra vez suya. Ahora ya eran 3 millones, que en
sus manos debían ocultarse. Sus estrategias de justificación quedaron casi
obsoletas, y todo comenzó de nuevo. Físicamente, la segunda caja -aún- tenía
lugar donde no despertar sospechas, siempre y cuando nadie supiera de su
impúdico contenido.
La
biblioteca de la casa, siempre había sido un refugio para aquel hombre fiel,
que amaba la lectura y con ella recorría un mundo imaginario de aventuras y
sabiduría. Nadie suele revisar los estantes de las bibliotecas, colmados de
libros cuyos lomos descoloridos, son testigos de épocas pasadas. El lugar para
su segunda caja, detrás de la enciclopedia británica.
La
mañana siguiente, había amanecido brillante. Y su pasión por el remo, lo
llevaría a practicar su deporte en coincidencia con el comienzo de la
primavera. De impecable ropa blanca, se dirigió al YACHT CLUB, y juntó a un
amigo de la infancia, partió esa fría mañana, por el tranquilo río con destino
incierto, pero seguro.
La
precisión que requiere ese deporte, se veía en perfecta armonía con aquella
persona que atesoraba repentinamente, una fortuna, sin que ello le exigiera dar
explicación alguna.
Su
amigo, reconocido por ser un hombre extremadamente rico, rara vez hablada de
dinero con el, de modo que el encuentro era estrictamente deportivo.
Al
caer la tarde, de regreso a su casa la esposa lo recibia con una sonrisa, que
no dejaba de ocultar una duda. Durante su ausencia, un correo privado había
llegado con una caja, y su destinatario era su esposo. Una caja, sin remitente,
al parecer de libros y que ella, había recibido en su nombre.
Con
astuta especulación, el marido le explica que estaba esperando una encomienda
-precisamente de libros- que debía llegar en algunas entregas, a partir del
comienzo de la primavera.
La
esposa, confiando en sus dichos, le indica donde puso la caja y cariñosamente
lo besa, dándole la bienvenida al hogar.
Ya en
su escritorio, la caja inquietante, le entrega otra suma idéntica de
dinero.
Si
bien la biblioteca podía ser el lugar ideal para ocultar el dinero, ya era
necesario pensar en otras alternativas. Dos cajas idénticas, cerradas y con
semejante botín, desvelaban la imaginación de su repentino dueño, que -además-
debía justificar su contenido.
Cada
día, sus pensamientos se habrían materializado con la siguiente entrega. Cada
veinticuatro horas, una nueva caja llegaba a su casa.
Lo que
en un primer momento había sido un seguro de planificación familiar, ya después
de un mes, era un problema cada vez mayor.
La
biblioteca quedaba como refugio del desvelo que representaba la llegada de cada
nueva caja.
Un
sótano, al que nadie iba jamás, había pasado a ser el depósito de las cajas,
que ya, ni siquiera abría.
Su
obsesión por ocultar cada nueva fortuna que llegaba a las puertas de su casa,
lo transformo en un ser extraño y especulador. Desconfiado y triste. Ansioso y
calculador. Un ermitaño que cada día debía esperar su caja, y sin decir nada,
debía ocultarla.
Del
capítulo final:
Los
años fueron transcurriendo y aquel hombre nunca más encontró la tranquilidad
para la que había trabajado gran parte de su vida.
Cada
día, una caja llegaba a su casa y así engrosaba su desesperación.
Sus
hijos fueron creciendo, su esposa envejeció a su lado soportando a un ser cada
vez más extraño y triste. Extremadamente rico, con una riqueza que el solo
conocía y de la que nunca pudo disponer.
Sus
pensamientos hechos realidad, fueron su tumba.
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