sábado, 10 de enero de 2015

HEPATITIS "C" Y OTRAS MISERIAS

Carlos A. Trevisi

Hace apenas unos días vimos por televisión a un personaje (ministro) de esos que elige Rajoy para que mienta sin  ningún pudor. Uno de estos salió diciendo que el liberalismo marcaba las pautas de las empresas, en este caso de las farmacéuticas, para que fijaran los precios según sus costes. No habían pasado 48 horas  que nos enteramos que el medicamento que salva vidas afectadas de hepatitis C (en un 95 % de los casos de gente que la padece), la empresa lo vendía en la India a 700 euros, en España en 25.000 y en EE.UU en 60.000. ¡Qué maravilla el libre mercado! ¡Qué maravilla el poder político de España que no tiene reparos en dificultar su administración a los pacientes: solo atenderá 9000 pacientes de los 50.000 que la necesitan!

Hubieron de esperar que falleciera uno de los afectados para que lanzaran su programa de "ayuda" a los enfermos. Siempre un paso atrás de lo que es menestr hacer para salvaguardar los intereses de la población, como recordaremos por el ébola.

Hemos llegado a un punto en el que la ceguera voluntaria, la hipocrecía en la que envuelven sus razones, las mentira, bah, solo se hace verdad -a medias claro- en el límite de las necesidades. Si por lo menos tuvieran la decencia de decir qué sienten en realidad, porqué actúan así, la gente dejaría de manifestarse pidiendo socorro. Tomarían otros derroteros para salvar sus vidas.

Pero la gente es mejor que ellos. Sigue manifestándose en reuniones callejeras para lograr que se satisfagan sus mecesidades. En verdad, el gobierno no se puede quejar, en otros países seguramente habrían tomado las farmacias,  los servicios  sanitarios y las escuelas por asalto.

La respuesta del gobierno a cargo de un empleado público del que no se sabe ni siquiera si alguna vez en su vida ha asistido al teatro o a un concierto aunque sí al fútbol, es mentir, desalentar las iniciativas o lograr, entre otras cosas, que nuestros jóvenes se vayan de España en busca de mejores condiciones de vida.

Si Adam Smith viera en lo que ha terminado su proyecto liberal (neoliberalismo se llama ahora) se revolvería en su tumpa. 



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