Pablo Sánchez León
En las últimas semanas
los intelectuales españoles han pasado al centro de atención de la opinión
pública. De pronto, en lugar de leer sus columnas y escuchar sus comentarios en
busca de opinión se habla críticamente de su actividad y del lugar que deben
ocupar en la esfera de opinión pública. Teniendo en cuenta que en los últimos
años han sido objeto de escrutinio público recurrente también los políticos,
los grandes empresarios, las administraciones públicas, los poderes financieros
o las autoridades de la Unión Europea, la primera pregunta que surge es más
bien por qué han tardado tanto tiempo ellos en ser reevaluados por parte de una
ciudadanía más exigente. Porque lo curioso del caso es que, aunque nadie les
reconoce una función determinante en la puesta en entredicho de esos poderes,
lo cierto es que se han librado de la censura social durante los años duros de
la crisis. Si se trata de un privilegio, ¿dónde se origina o de qué proviene?
Si no lo es, ¿por qué es solo ahora cuando se les pone en entredicho?
Para hacerse cargo de
estas cuestiones se necesita una mirada sobre la historia de los formadores de
opinión en España, sean estos intelectuales o no por su formación. Pero
seguramente se necesita algo más, aunque sea para evitar, como hasta ahora,
hablar de gente concreta cuya manera de ejercer de opinadores empieza a
aparecer como inadmisible u obsoleta a pasos rápidos. ¿Quién debe legítimamente
evaluar a los evaluadores de la conducta pública de nuestros poderosos? Si a lo
que se aspira es a no quedarse en cómo son los intelectuales mediáticos
españoles de ayer y hoy, sino en los que deseamos para mañana mismo, la
reflexión debería culminar en propuestas que vayan más allá de clasificarlos en
intelectuales con y sin desfachatez.
Las ventajas de un grupo sin organización
Aunque siempre han
ejercido como una suerte de aristocracia de la opinión, desde el principio los
intelectuales han ejercido su actividad entre la búsqueda de la aprobación
popular y la defensa del orden establecido aunque, con el desarrollo del
capitalismo, cada vez más también lo han hecho simplemente como fuente de
ingresos. Para no depender de forma directa del Estado —ni menos de la
aclamación ciudadana— han contado a su favor con su indefinición corporativa.
En efecto, ya en su contexto de surgimiento un rasgo singular de este grupo es
que no estaba adscrito a ningún gremio susceptible de reglamentación jurídica
pero, a diferencia del resto de los trabajadores asalariados y profesionales
liberales, tampoco se ha destacado después por invertir en organización
colectiva. Esta falta de regulación interna ha permitido a los intelectuales
parecer desde fuera un grupo cohesivo —cuando lo habitual entre sus miembros es
la competencia no reglada por el estatus. Así, cuando Gramsci planteaba el
partido de vanguardia como un intelectual “orgánico”, tensaba al máximo el
sueño frustrado de incorporar a los intelectuales a la lucha por la hegemonía
de un proyecto de transformación social.
No es esta su única
marca del pasado que llega hasta hoy. Por el camino se dieron algunos procesos
importantes de especialización, entre ellos separar el político profesional, el
ideólogo de una facción y el propietario de un periódico respecto de la pluma firmante
de tribunas y manifiestos, pues al principio lo habitual era que estas
funciones se confundieran en una misma persona. Otro jalón fundamental tuvo
lugar con el despliegue del Estado social y las políticas de bienestar de la
posguerra mundial: la incorporación de los expertos a la nómina de los
formadores de opinión con presencia cotidiana en los medios de información. Con
este último rasgo nos acercamos ya al modelo de intelectual que al parecer
seguimos reclamando. Pero ¿realmente queremos un espacio público dominado por
autoridades solo porque posean conocimientos? La ciencia no suele operar como
un promotor de la discusión pública, sino al contrario: a menudo se recurre a
ella para imponer consensos y zanjar cuestiones sin participación ciudadana. Si
lo que aportan al debate fuera realmente conocimiento, la hegemonía de los
expertos ¿no debería ser inversamente proporcional al aumento del nivel
cultural de la sociedad?
Hay bastantes
espejismos en el prestigio social de los intelectuales. Uno último a considerar
es que dan la impresión de adecuarse con facilidad a nuevas realidades,
públicos y contextos, permitiendo la promoción de nuevos rostros y firmas por
mecanismos meritocráticos. No es en absoluto el caso, pero surge la pregunta:
si los intelectuales no están organizados en un sindicato, ¿cómo regulan el
acceso a sus rangos de los neófitos? En realidad, que no estén organizados no
quiere decir que no haya condiciones para su apertura y cierre como grupo. En
el caso de democracias jóvenes como la española, hay en juego una componente
importante de tipo temporal: se equivocan quienes piensan que los intelectuales
españoles de hoy forman una generación, pero sí forman en su mayoría parte de
una generación concreta, y ello explica bastante cómo son los mecanismos de
regulación de la intelectualidad española que heredamos del siglo XX.
Los intelectuales españoles del 78 y las “puertas giratorias” del mundo
académico posfranquista
En la medida en que la
Constitución del 78 ha sido fundamento de un orden de cosas o un régimen, ello
ha sido obra de una cohorte demográfica con conciencia de protagonismo
histórico, que también ha sido la mayor beneficiaria del bienestar del fin de
siglo. Hoy ya no se niega que la democracia posfranquista generó su propio
marco cultural —la llamada Cultura de la Transición (CT)— con sus lógicas de
inclusión y exclusión y su economía política de la producción de consenso.
Abundando críticamente en esta perspectiva es posible ubicar a los
intelectuales españoles del posfranquismo hasta la actualidad.
Entre las
especificaciones por desarrollar de esa CT está la de los orígenes académicos
de una parte importante de los formadores de opinión en la España de la
dictadura a la democracia. La secuencia es fácil de seguir: la primera gran
cohorte de universitarios españoles nutrió los cuadros de la oposición
antifranquista primero, y después los de las mayorías de la socialdemocracia
—o, en la acepción de Alfonso Ortí, la “socialtecnocracia” posfranquista. De
vuelta les vino el acceso masivo a la condición funcionarial desde mediados de
los ochenta, y con ello el control de la renovación del propio profesorado
futuro y los recursos públicos para la I+D. Los intelectuales españoles que han
empezado a jubilarse en estos años han regulado ellos la reproducción de la
masa de expertos que vienen figurando como intelectuales en los medios.
El dato principal que
no debe faltar en esta narración es que la universidad española —como otros
servicios estratégicos del Estado, como el espionaje— tardó demasiado en
democratizarse, si es que realmente ha llegado a hacerlo hasta la fecha. Los
intelectuales de la transición y de después saltaron pues a las tribunas de la
prensa y la televisión sin un entrenamiento en las maneras del diálogo, la
deliberación colectiva y la promoción del bien común antes que el particular o
partidista. Un mundo cultural no democratizado se caracteriza porque en él las
relaciones personales priman sobre la autonomía de criterio, y los debates,
entre escasos y nulos, no modifican un ápice las prioridades de los agentes
implicados y con poder. El académico español es además un espacio en el que se
ejerce mucho poder sin ostentar cargo alguno, a través de facciones,
clientelas, autoridades personales —normalmente heredadas de la época de fuerte
adscripción ideológica del profesorado en la transición— nunca sometidas a
escrutinio crítico ni a rendimiento de cuentas, pero de las que depende el
acceso, la estabilidad o la promoción.
Cuando Sánchez Cuenca
habla de una “cultura del colegueo”, ¿no conviene subrayar que ese rasgo viene
de atrás, y de otro lugar, que es el pasado académico de la mayoría de los
intelectuales españoles? Porque tampoco vale decir que se trata de un rasgo
moral común entre los españoles. Lo que nos falta es identificar en el salto de
la universidad a los medios un mecanismo de “puertas giratorias” tan extendido
como el que se denuncia desde el cargo político a los consejos de
administración: lo preside una análoga lógica patrimonial, de la prebenda
personal y los favores recibidos —o las enemistades profundas y duraderas
trasladadas del campo profesional al mediático. Este rasgo en concreto se lleva
además especialmente bien con la jerarquía interna que cultiva la empresa
privada, como puede ser el caso de muchos periódicos y medios. Habría que
añadir aquí cómo se ha venido realizando el encaje de estos intelectuales
mediáticos con los periodistas profesionales, especialmente con quienes son
elevados a la condición de formadores de opinión. Así como con sus crecientes
competidores, las celebridades y los tertulianos de todo tipo.
Esto último puede ser
un fenómeno más generalizado en países de nuestro entorno. Lo que en cambio es
más de aquí es que estos intelectuales fraguados en el antifranquismo se
hicieron formadores de opinión por la loable pretensión de emular a los grandes
intelectuales públicos del primer tercio del siglo XX. La paradoja, sin
embargo, es que ahora, treinta años después, se encuentran acusados de defender
un régimen de oligarquía y caciquismo como el de que a fines del siglo XIX
justificó la implicación pública de sus predecesores.
Puestos a buscar
motivos de esta pérdida de valoración social, una hipótesis es que no han
cultivado la escucha ni de los jóvenes ni de la gente normal: ante una
situación de dramática crisis económica y moral, se están dedicando más bien a
señalar las virtudes del orden establecido, su “natural reformabilidad” aunque
no se sepa hacia dónde, y no han dudado en cebarse con los peligros de las
alternativas. No solo no se muestran empáticos con los problemas de la gente,
sino que utilizan las tribunas para amedrentar y airear peligros desde su
supuesta condición de expertos. ¿Seguro entonces —como se nos ha querido decir—
que el intelectual posfranquista se ha “democratizado”? Porque la impresión es
que muy al contrario más bien se ha oligarquizado: además de volverse elitista,
ha perdido el vínculo sustantivo con la ciudadanía, y esta finalmente ha pasado
a señalarlos.
En los intelectuales
de la generación del 78 se perciben desde luego tics propios del
envejecimiento, pero esto puede justificarse como ley de vida. Lo que conviene
en cambio evaluar es si al tiempo han surgido públicos más exigentes, incluso
más inteligentes y cultos que sus elites. Da la impresión de que hay ahora un
ciudadano distanciado de los mitos fundacionales de la transición cuyo discurso
trae consigo una nueva etiquetación crítica de lo que antes parecía normal, de
ahí que se reclame a los intelectuales del 78 que siguen en activo que expliquen
por qué ya no piensan como pensaban antes.
Con todo, este
escenario podría tener una fácil resolución conforme aumentan los medios de
información y opinión: cuantos más lugares donde opinar, más oportunidades de
leer nuevos tribunos más sensibles a los problemas de la gente. Y sin embargo,
el pluralismo mediático puede no bastar si por el camino no se abre en canal la
cuestión de qué intelectuales, con qué códigos de conducta y para qué formación
de opinión.
¿A quién rinde cuentas el intelectual mediático?
¿Por qué dar tanta
importancia a un grupo indefinido, lastrado por su propia biografía colectiva,
y que no representa en principio un poder formal como un consejo de
administración o siquiera un concejal de obras públicas? ¿Cuál, si lo hay, es
el poder del intelectual? La clave está en la calidad de lo que se emite,
medida por su contraste con el valor de todo lo que queda sin publicar y podría
contribuir a la opinión. Esta enorme desigualdad relativa es la que convierte a
los intelectuales que consiguen verse publicados en representantes de la
opinión, y lo que explica que se acaben dando apenas unos pocos nombres propios
cuando se trata de llamar la atención acerca de las prácticas y maneras de un
colectivo potencialmente mucho más extenso.
Siempre existirá una
aristocracia del saber. Lo que no es de recibo en una democracia es que pueda
estar tan poco representada en una oligarquía de la opinión. Visto así, la
regeneración de este espacio pasa, como el de todo poder, por el rendimiento de
cuentas. Cuando hoy día se denuncia que muchos intelectuales españoles escriben
con total impunidad se está señalando que, aun careciendo a menudo de
autoridad, lo que parece sobrarles es un poder ejercido sin rendimiento de
cuentas. ¿Qué puede razonablemente exigírsele al intelectual formador de
opinión? ¿Cuál es la responsabilidad mínima que se puede reclamar a un formador
de opinión con credenciales académicas? Por descontado, que conozca del tema
que se trata o del que se le solicita una opinión; pero esto no es suficiente:
también hay que reclamarle que re-conozca su ejercicio de poder ante la opinión
pública. Todo lo que no pase por ahí es tratar al público de tonto.
Por concluir, lo que
creo que ha vuelto a determinados publicistas españoles cada vez más
insoportables ante públicos más exigentes es su forma de presentarse en público
como si el poder no fuera con ellos, como si se tratase de algo externo que
ellos solo vienen a estudiar y criticar. Esta interpretación puede parecer
acertada o no: lo que en cambio no parece discutible es que un intelectual —que
ha logrado el prestigio y el sobresueldo por su condición de experto en conocer
el poder— demuestra ser un fraude como profesional desde el momento en que
niega públicamente que su actividad pública y mediática carece de una dimensión
de poder.
Es de este tipo de
actitudes de las que una ciudadanía activa debe protegerse, y a ese fin los
medios deben contribuir sin escudarse en argumentos de oportunidad y línea
editorial. Más allá de hacer a estas vacas sagradas legítimo objeto de sátira
—tal vez la más elemental y sana actividad de crítica ciudadana— la gente
reclama que los intelectuales no sigan siendo intocables. Se trata sin duda de
un tema espinoso, y no solo por evitar dar argumentos a quienes aprovechan
cualquier crítica a sus privilegios para ponerse en la posición de víctimas de
ataques a la libertad de prensa y opinión: en la medida en que se trata de un poder
informal, igualmente las sanciones contra quienes transgreden han de ser
informales. Si ellos no se pueden regular a sí mismos, al menos deberían
recibir el mentís colectivo interno de la profesión —sus colegas de oficio— y
de los medios donde escriben, con los periodistas profesionales a la cabeza.
Si los propietarios y
directivos de los nuevos medios de comunicación no ponen en marcha ninguna
medida de rendimiento de cuentas se encontrarán con ese elemental mecanismo
propio de la democracia de mercado que es “votar con los pies”: los lectores
tenderán a irse a otra parte a buscar la opinión. Es cierto que las nuevas
tecnologías han aportado ya su nada desdeñable granito de arena a la
reestructuración del campo entero de la comunicación, pero hay que reconocer
que el sistema de comentarios al pie de las tribunas en medios electrónicos más
bien favorece un formato plebeyo —por aclamación o rechazo— que realmente una
participación popular en la formación de la opinión. Por aquí se trata de
seguir experimentando.
Por el camino la
alternativa es poner a los intelectuales reticentes al rendimiento de cuentas
en el nivel de las celebrities que les corresponde: están ahí
por su capital social, no por su capital humano. Y de lo que habrá que debatir
es que son los famosos, no los pensadores, quienes ya funcionan como
articuladores de la circulación de las elites culturales.
HAY 35 INTERVENCIONES
Ignacio Sánchez-Cuenca
Profesor de Ciencias Políticas de la
Carlos III y consejero editorial de CTXT
27/04/2016
La crisis económica que golpeó a España
a partir de 2008 no fue muy distinta de la que vivieron muchos otros países
europeos. La principal característica diferencial es que en España la burbuja
inmobiliaria había adquirido dimensiones colosales y el país se había endeudado
fuertemente con el exterior. A lomos del crecimiento y el dinero barato, las
grandes empresas se expandieron...
Carlos Javier Bugallo Salomón
28/04/2016
Nunca he sentido la vocación de querer ser un intelectual, ni creo que
reúna las capacidades ni los méritos para llegar a serlo. No obstante voy a
atreverme a reflexionar en voz alta sobre qué entiendo yo que es, o debería
ser, un intelectual. A mi parecer, debería reunir las siguientes
particularidades: En primer lugar debe poseer unos vastos conocimientos, que le
permitan moverse con...Seguir leyendo »
Pedro Muñoz Moreno
Parado
01/05/2016
-
Enlaces
Sí, como en la biblia, ídolos con “cabezas de oro” y pies de barro. Y
entrecomillo lo de “cabezas de oro” por el simple motivo de que en el país de
los ciegos, el/la tuerto es el/la rey/na. En un país donde el nivel cultural es
de una mediocridad supina, cualquiera que sea medio leídx se transforma en
intelectual. Triste pero cierto, causado por la herencia del franquismo que... Seguir leyendo »
Bonifacio de la Cuadra
Periodista
04/05/2016
A punto de repetirse la convocatoria de las últimas elecciones generales -las
del 20 de diciembre de 2015-, de resultados políticos fallidos, en cuanto que
los elegidos por la ciudadanía no han sido capaces de alumbrar un Gobierno,
merece la pena recordar los tiempos iniciáticos de nuestra democracia, en los
que los representantes políticos alcanzaron acuerdos sustancialmente más...
Miguel Pasquau Liaño
Jurista y escritor
04/05/2016
No sé si en 1978 España habría podido darse una Constitución distinta, pero
sí estoy seguro de que la que se aprobó es mucho mejor que lo que después se
hizo de ella como consecuencia de un bipartidismo de intereses endogámicos que
en algún momento comenzó a competir 'a la baja' con más interés en controlar la
democracia que en desplegarla. Con cuánto agrado leí Democracia de papel, ...
Rosa Pereda
Escritora y crítica cultural
04/05/2016
Lo jodido de ser mayor –aparte el calendario que te acerca la muerte- es
que no puedes hacer ninguna reflexión que no esté cargada de memoria. Es decir,
que no puedes pensar el futuro, en el que sabes que no estarás, ni el presente,
en el que eres consciente de que pintas poco, sin referirte a un pasado que,
con mucha suerte, te justifica. Y que tampoco es cómodo. Con suerte, si no te
han...
Asunción Bernárdez Rodal
Profesora Titular en la Facultad de
Ciencias de la Información de la UCM
04/05/2016
A los medios de comunicación les gusta el espectáculo, les agrada que
cualquier tema se convierta en diversión pública, a base de producir
comentarios maniqueos sobre la realidad. También lo hace con las llamadas hard
news, las noticias sobre la economía, la política, los conflictos bélicos, el
terrorismo y un largo etcétera de informaciones que en teoría hay que tratar en
la vida...
Leopoldo A. Moscoso
Sociólogo y politólogo
05/05/2016
“Ahora uno publica en un periódico y nadie se queja” – declaraba Santos
Juliá (según refiere el diario El País del 15 de octubre de 1999) en la lección
inaugural de la Facultad de Periodismo de Sevilla. O no. La entrevista del
hispanista Sebastiaan Faber al historiador Pablo Sánchez León publicada por su
periódico parece desmentir esta idea: no sólo mereció una amonestación por...
Santiago Alba Rico
Filósofo y escritor
05/05/2016
A la hora de abordar este asunto a uno le gustaría ocultarse bajo un
pseudónimo y ello por dos motivos. El primero tiene que ver con el hecho de
que, si vamos a hablar de intelectuales, es seguro que nos disponemos a lanzar
alguna piedra y un pseudónimo permitiría no tanto esconder la mano como
garantizar honestamente que el destino del proyectil es también uno mismo. A
los intelectuales no...
Carlos Javier Bugallo Salomón
05/05/2016
Enlaces
Una de las últimas travesuras dialécticas del ocurrente Juan Luis Cebrián
ha sido descalificar ‘in toto’ al fenómeno de Internet, diciendo que “la Red
está llena de mentiras, calumnias, insultos y estupideces”, a la que contrapone
el ejemplo de medios de comunicación como El País, “de independencia y calidad
probada” (El País, 28/09/2015). Es cierto que no todo lo que circula...
Pedro Muñoz Moreno
Parado
06/05/2016
Enlaces
Aunque los temas de la Transición y de la Constitución sean, desde mi punto
de vista, temas que únicamente nos sirven para contextualizar el debate que nos
ocupa, la importancia de dichos temas así como los comentarios realizados por
Bonifacio de la Cuadra y por Miguel Pasquau Liaño me han llevado a redactar
esta réplica. Matizar, antes de iniciar la réplica, que coincido con bastantes
de...
José Antonio Pérez Tapias
Miembro del Comité Federal del PSOE y
profesor decano de Filosofía en la UGR
08/05/2016
La palabra 'intelectual' tiene todavía su aura. Creo, sin embargo, que su
uso la ha llevado a un punto en que puede resultar que tenga sólo eso, algo de
aura, pero nada más. Es decir, se ha convertido, en gran medida, en un
significante vacío, como esas palabras que justo por su vaciedad semántica
juegan un papel determinado, de mucho rendimiento, en el discurso político,
como bien destacó ...
Ramón J. Soria
Sociólogo y antropólogo experto en
alimentación
10/05/2016
Es un hecho, la mayoría de los españoles apenas cocina, se ha olvidado de
la dieta mediterránea y los precocinados o la comida rápida va ocupando cada
vez más espacio en la nevera, y los pequeños armarios-despensa de los minipisos
que fabricó como churros, pero a precio de caviar, la burbuja inmobiliaria.
Cada vez comemos peor y somos más ignorantes sobre las cosas del comer
aunque...
Ignacio Sánchez-Cuenca
Profesor de Ciencias Políticas de la
Carlos III y consejero editorial de CTXT
10/05/2016
Acerca de José Antonio Zarzalejos
Aunque tenga profundas diferencias ideológicas con José Antonio Zarzalejos,
siempre he seguido con interés sus opiniones políticas. No he podido estar más
en desacuerdo con la posición que adoptó como director de ABC, tanto en el
fondo como en las formas utilizadas, a propósito de asuntos como el proceso de
paz con ETA y el nacionalismo catalán, pero leí sus argumentos con atención
y...
Jesús Piche
Profesor de Filosofía
10/05/2016
De los intelectuales en la posmodernidad
Sobre el papel y la influencia de los intelectuales en los últimos cuarenta
años, creo que deben diferenciarse al menos dos ámbitos: por una parte, su
función como referentes ideológicos en los órganos directivos de los partidos
políticos y de sus fundaciones, y, en general, en cualquier organización que
haya pretendido ser un grupo de presión (un 'think-tank'); y, por otra, la
función...
Sebastiaan Faber
Profesor de Estudios Hispánicos
12/05/2016
Hace poco más de un año entrevisté a Jordi Gracia, catedrático de
Literatura en la Universidad de Barcelona y opinador de 'El País'. Quise
invitarle a una reflexión sobre el poder que ese papel de intelectual público
representaba. “El acceso a las páginas de opinión de 'El País'” le decía, “te
confiere una autoridad, un poder social, un privilegio diferente que los del
profesor... Seguir leyendo »
Jaime Pastor
Profesor Ciencia Política de la UNED
12/05/2016
“Quienes ejercemos profesionalmente la función de ‘intelectuales’ queremos
expresar nuestra admiración a este movimiento”. Así empezaba un escrito
dirigido a Nuit debout por Tariq Alí, Elsa Dorlin, Razmig Keucheyan, Frederic
Lordon, Leo Panitch y Wolfgang Streek, entre otras personas relevantes,
publicado en 'Le Monde' el pasado 3 de mayo. En el mismo artículo reconocían
que ese...
Carlos Javier Bugallo Salomón
13/05/2016
Según José Antonio Pérez Tapias, sí. Yo, en cambio, tengo mis dudas, y
pasaré a explicar brevemente por qué. Lo haré en términos afectuosos, pues
considero además a Tapias como una de las personas con la mente mejor amueblada
del socialismo español, y también de las más dignas. Si apelamos a ‘los
clásicos’, como Antonio Gramsci, pareciera que Tapias lleva razón. Pues
Gramsci...
Victor Sampedro
Catedrático Comunicación Política
16/05/2016
Carta de un mastuerzo del 15-M a Savater
Al inicio del 15-M, Fernando Savater tachó de "hatajo de
mastuerzos" a quienes protestaban ante el Parlament de Catalunya. Los
altercados, inducidos por la policía, acabaron con el desalojo violento de los
manifestantes. Cinco años más tarde reproduzco la carta que publiqué en mi
blog. Sánchez-Cuenca ha criticado recientemente a Savater por moralizar el
debate sobre ETA, sin atender a los...
Noelia Adánez
Miembro del Colectivo Contratiempo y
Teatro del Barrio
17/05/2016
Con su artículo 'Una madre poco ejemplar', Elvira Lindo -según su propia
afirmación- no pretende presentar su maternidad o la de las mujeres de su
generación como ejemplo. Más bien aspira a señalar que caen en un error las
mujeres que hacen de la maternidad (no sabemos si por un tiempo o
indefinidamente) la principal actividad en sus vidas. Lo que -según comenta
Elvira Lindo- es la... Seguir leyendo »
Ignacio Sánchez-Cuenca
Profesor de Ciencias Políticas de la
Carlos III y consejero editorial de CTXT
19/05/2016
Hace un par de semanas, José Antonio Zarzalejos escribió un artículo en el
que criticaba mi libro 'La desfachatez intelectual'. En dicha crítica deslizaba
afirmaciones inexactas que eran irrelevantes para la cuestión que se ventilaba
y que además deformaban algunos datos sobre quien esto escribe. Llamé la
atención sobre todo ello en un artículo en el que evité cualquier referencia...
Carlos Fernández Liria
Profesor de Filosofía en la UCM
23/05/2016
Cuando se habla de 'régimen del 78' muchos intelectuales mediáticos se
rasgan las vestiduras, como si se tratara de una fórmula populista y demagógica
propia de una impresentable extrema izquierda marginal y exagerada. Con tanto
aspaviento lo que se ha logrado durante estos últimos cuarenta años es hurtar
un necesario debate sobre la libertad de expresión y su papel en el orden...
Emmanuel Rodríguez
Sociólogo e historiador
25/05/2016
Tras el 15-M, el reto actual y futuro consiste en construir algo que quizás
no exista desde los tiempos de la República, un debate de ideas rico y plural.
¿Se puede sentir morriña por esa figura intelectual cuyas obras y opiniones son
reconocidas como de importancia pública, tan relevantes que resultan
imprescindibles? Se puede, y de forma muy legítima, si aquello a lo que nos
referimos... Seguir leyendo »
Rosa Pereda
Escritora y crítica cultural
26/05/2016
Todavía me acuerdo del último artículo de Julián Marías en 'El País', de lo
que pasó con él, y de sus razones fundadas para cambiarse al 'ABC'. Y también,
del trato injustísimo que este intelectual insobornable ha recibido de mi
generación -que es la de sus hijos-, salvo excepciones, como Jean-Claude del
Agua, discípulo amado de Tuñón de Lara en Pau, y que fue responsable de que en
...
Víctor Alonso Rocafort
Miembro del Colectivo Novecento
27/05/2016
Es preciso descorrer el manto de indignidad que sobrevuela la vida política
activa. Para ello es necesario hacer otra política, saber valorar aquella otra
que va más allá de los parlamentos. Y a la vez desmontar el prejuicio contra
quienes toman partido públicamente. En primer lugar, no existe el ser objetivo
y aséptico, el científico con el que soñaba Max Weber, aquel experto por encima
...
Javier Segura
Profesor de Historia
01/06/2016
Toda profesión brinda un servicio social al que la ciudadanía tiene derecho
y, por tanto, no puede concebirse sin una ética del bien común. La labor
profesional del personal docente, por ejemplo, está directamente vinculada al
derecho a la educación del alumnado, la del personal sanitario, al derecho a la
salud de la población, y así, sucesivamente. Sería grotesco pensar que los...
Jorge Gaupp, Ana Luengo e Isabelle
Touton
Estudiante de doctorado en estudios
culturales, profesora de estudios culturales y de español en San Francisco
State University y profesora la Universidad Bordeaux Montaigne
07/06/2016
El debate que está teniendo lugar en CTXT y Público comenzó con el quién:
quién ha accedido al espacio público en las últimas décadas y quién no. Pero
luego ha ido mutando hacia el cómo hablar en este espacio, y creemos que esa es
la cuestión clave. No apostaríamos toda la mejora de la función intelectual a
la renovación de voces o de firmas. Dentro de la discusión, vemos el miedo ...
Ignacio Muro
Profesor de Periodismo de la Universidad
Carlos III de Madrid @imuroben
07/06/2016
Del debate patrocinado por Público y CTXT me interesa especialmente el
papel de los medios como intelectual colectivo articulador de un flujo ordenado
de mensajes que configuran, día a día, la agenda informativa y, mes a mes, año
a año, la fabricación de los consensos sociales. Considero que lo esencial hoy
es el relato de la actual crisis social vinculándola a la de los modelos...
Carlos Javier Bugallo Salomón
08/06/2016
Cuando estalló el escándalo de la estafa financiera de las ‘preferentes’,
el economista José Carlos Díez se encargó de difundir en la Cadena Ser la “mot
d’ordre” -la consigna- que convenía a los banqueros y al poder: los jubilados
habían sido víctimas de su propia codicia, y ellos solos eran los responsables
de lo que había ocurrido. Adiviné al instante que este sujeto más...
Ramón J. Soria
Sociólogo y antropólogo experto en
alimentación
16/06/2016
La España vacía nos ha removido a todos. La entrevista en CTXT de Raúl Gay
excitará a los que aún no se han acercado a ese territorio tan vasto de nuestro
mapa geográfico o de nuestra identidad más íntima. Anticipo que el libro de
Sergio del Molino es un texto germinal, su semilla ha echado raíz en nuestro
corazón porque la tierra ya estaba preparada y regada, porque muchos pensábamos
...
Jesús Pichel
Profesor de Filosofía
21/06/2016
En los grandes diarios siguen apareciendo grandes firmas de intelectuales
que escrutan, analizan y valoran la realidad perspicazmente. Prestigiosos
escritores, profesores, sociólogos, filósofos o economistas siguen formando la
nómina de intelectuales, pero lo cierto es que la influencia sobre la opinión
de los ciudadanos, que siempre fue tarea del intelectual en los medios, desde
hace tiempo... Seguir leyendo »
Daniel Innerarity
Catedrático de Filosofía política e
investigador Ikerbasque en la Universidad del País Vasco
11/07/2016
A nadie se le oculta que la conciencia crítica pasa actualmente por un mal
momento. Son malos tiempos para la crítica porque se prohíbe y reprime, pero
también porque muchas veces no se ha hecho bien, con escasa observación y
demasiada seguridad. El peor enemigo de la crítica es la crítica misma mal
realizada y concebida con poco sentido crítico. El descrédito de la tradicional
figura... Seguir leyendo »
Marià de Delàs
Periodista
24/07/2016
El periodismo vive contaminado por intereses ajenos al oficio de informar.
Eso es así desde siempre. Al igual que tantas otras actividades socialmente
necesarias, para existir necesita sortear a todos aquellos actores públicos y
privados que lo intoxican, lo degradan, lo inutilizan, lo paralizan. Con
demasiada frecuencia se ignora esa realidad, a pesar de que de un tiempo a esta
parte el...
Marina Subirats
Socióloga, política y filósofa
27/07/2016
Habiendo sido profesionalmente profesora universitaria e investigadora,
pero habiendo también estado, por azares biográficos, durante diez años en
cargos de responsabilidad política, le he dado bastantes vueltas al tema de las
diferencias y discrepancias entre ambas posiciones públicas. Recuerdo que, al
comenzar a ejercer un cargo político, tenía la impresión física de usar una
parte de...
Beatriz Gimeno
Consejera y diputada de Podemos en la
Asamblea de Madrid
29/07/2016
No he sido capaz de recordar el nombre de un intelectual español de
prestigio claro que esté vivo o que no sea muy mayor. Me refiero a un intelectual
influyente, cuya obra sea respetada dentro y fuera de España, dentro y fuera de
la Academia y por los medios de comunicación y cuya producción intelectual esté
más allá de cualquier duda acerca de su calidad. Tuvimos esa clase de...
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